El futuro del empleo: ¿Preparados para la nueva era digital?
A los Economistas Laborales nos suelen preguntar de forma recurrente en qué ocupaciones se generará más empleo en los próximos meses o años, o de forma más genérica, ¿cuáles son las profesiones del futuro? Solemos contestar que no nos dedicamos a hacer este tipo de prospecciones, que seguramente serán aquellas relacionadas con las nuevas tecnologías. En realidad, podemos decir un poquito más, y este poquito más, en España, es bastante preocupante.
Sabemos por ejemplo, que en las últimas décadas se ha producido un proceso de polarización de las ocupaciones que ha dictado el crecimiento de unas y la caído del peso de otras. El empleo ha crecido en las ocupaciones más cualificadas (los técnicos y profesionales), el personal de los servicios, en especial, el de atención al público, y las que requieren de menos cualificación, como los peones y el personal de limpieza. Por el contrario, se ha producido una disminución clara del empleo en las ocupaciones de cualificación intermedia, en particular, los oficinistas, los artesanos y trabajadores cualificados de las manufacturas y en los operadores de maquinarias.
España no ha sido ajena a este proceso de polarización. Lo mostraba en una entrada de hace ya unos cuatro años, de la que extraigo el siguiente gráfico:
Desde mediados de los años 90 y hasta el inicio de esta crisis, habíamos crecido de forma más intensa en los tres primeros grupos de ocupaciones antes mencionadas y crecimos menos en los otros tres grupos (mientras que en países como Francia, Reino Unido y Alemania, se había producido una destrucción neta de empleo en estas últimas ocupaciones). El inicio de la crisis tuvo además un mayor impacto en las ocupaciones que menos habían crecido en la época de bonanza.
Desde el año 2011, ha continuado este proceso de polarización. En términos agregados se ha producido una disminución neta del empleo, pero observamos de nuevo un aumento de las ocupaciones de técnicos y profesionales y personal del de servicios, y una disminución intensa del empleo en ocupaciones de oficinas, operadores de maquinaria y trabajadores cualificados de la industria y de la construcción.
Como explicaba en esta antigua entrada, este fenómeno ya ha sido bien documentadas y explicadas en la literatura económica. Las ocupaciones que consistían en tareas bien definidas, rutinarias y repetitivas se han ido codificando en software y ahora se realizan por ordenadores. Las tareas manuales en el sector servicios ha sido menos susceptibles de sustitución, al requerir un mayor grado de flexibilidad y adaptabilidad física. Y las ocupaciones que requieren de conocimientos y habilidad para resolver problemas se han convertido a sus vez en más productivas (Autor, et al., 2003; Goos y Manning, 2007; Acemoglu y Autor, 2011, Autor y Dorn, 2013 son las mejores referencias sobre este tema, y también es recomendable este último trabajo de De la Rica y Gortazar, 2015).
Hasta aquí, nada nuevo.
Sin embargo, la “computerización” de las ocupaciones no se detiene en las tareas rutinarias en las manufacturas y oficinas. Son muchos más los puestos de trabajo susceptibles de ser "computerizados". Sin ir más lejos, ayer mismo se hizo el primer viaje de larga distancia en España con un coche sin conductor.
Fey y Osborne (2013) en un estudio titulado “The future of employment: How susceptible are Jobs to computerisation” (que ha tenido bastante impacto en los medios, véase por ejemplo, (1), (2)) intentaron responder a la pregunta de cuán susceptible están los puestos de trabajo de ser "computerizados" en Estados Unidos durante ésta década.
Argumentan que varias tareas no rutinarias como escritos legales, diagnósticos médicos, transporte de mercancías por carretera , y una larga lista más, serán pronto automatizadas y muchas más ocupaciones serán redundantes, mientras que los empleos de vendedores y que requieran persuadir, en general, no lo serán tanto. Este estudio es bastante laborioso y sofisticado, pero podríamos resumirlo en que parten de una clasificación de unas 702 ocupaciones cuyas características han sido desgranadas y detalladas en O*NET . Para cada una se preguntan qué problemas se han de resolver para que puedan ser automatizadas y cuáles han sido resueltos ya por los avances recientes en ingeniería, y en particular por diversos campos de la Inteligencia Artificial. Con esta información, para cada ocupación calculan una tasa de riesgo de “computerización” que aplican a la estructura ocupacional de EEUU en el año 2011. El resultado que obtuvieron es que alrededor del 47% del empleo total de EEUU estaba en riesgo.
Posteriormente, Jeremy Bowles de Bruegel, aplicó estas tasas de riesgo a los datos de empleo por ocupaciones de la European Labour Force Survey obteniendo los resultados que se muestran en el siguiente gráfico (las tasas de riesgo nacionales se pueden consultar en el gráfico interactivo original). Este gráfico, como mínimo deberá levantar un inquietud: que los nuevos avances técnicos constituyan una nueva brecha entre el norte y el sur de Europa. Como ven, España estaría entre las más afectadas por estos cambios técnicos, dada su actual estructura ocupacional.
Otra inquietud nos viene de un paper más reciente de Goos, Konings y Vandeweyer (2015) . Estos investigadores muestran que el empleo high-tech (HT, definidos de forma amplia como los trabajadores de los sectores HT pero también los trabajadores con titulaciones en STEM - ciencias, tecnologías, ingenierías y matemáticas) en los sectores menos intensivos en tecnologías han crecido el doble que el empleo total en toda Europa en la última década. Pero que además, por cada empleo HT creado en un región se han creado cinco empleos low-tech en esta región, debido a la existencia de un multiplicador de los puestos de trabajo HT en el ámbito local. Este resultado justificaría que aumentos en el gasto en I+D serían pues una de las vías para la convergencia entre regiones de la UE. Este es el argumento que hay detrás de los objetivos de la agenda de la CE para el 2020.
Sin embargo, estos autores argumentan que con la evidencia disponible en la primera década de este siglo, la convergencia se realizaría de una forma lentísima: tomaría al menos 60 años para que las regiones más retrasadas pueden reducir a la mitad su brecha en empleo HT con la regiones hoy más avanzadas. Una velocidad de convergencia tan baja se debería en parte a varios obstáculos a la innovación que impiden la acumulación rápida de capital físico, humano y social.
Les dejo también el Gráfico de referencia de este artículo (que podrán encontrar también aquí, con un resumen del artículo – Gracias Fernando Sols!!).
Lo más chocante no es sólo el cuasi-desierto que representan la mayoría de regiones españolas, sino también la polarización territorial del empleo HT. Madrid es una de las regiones de Europa con más empleo de este tipo. Se encuentra en el puesto 11º del ranking, mientras que tenemos a 3 regiones entre las 10 con menor tasa de empleo HT de Europa. En el último trimestre, según la EPA, los empleados residentes en Madrid representaban un 17% de todo el empleo de los residentes en el territorio nacional, sin embargo, casi el 34% de los ingenieros (no forestales, ni agrónomos) residían en esta CCAA. En segundo lugar, venía Cataluña con casi el 16% del empleo y la mitad de ingenieros que Madrid. El hecho es que la práctica totalidad de las regiones españolas estarían entre las regiones más retrasadas en empleo HT, no aprovechando la generación de empleo no sólo HT sino también de servicios relacionados con este empleo debido al multiplicador local.
Las nuevas tecnologías no sólo han cambiando la composición del empleo por ocupaciones y cualificaciones. También han cambiado de forma sustancial la intermediación laboral, cómo se emparejan los trabajadores y las empresas. Y a su vez están generando nuevas figuras de empleo. Han favorecido lo que hoy se denomina la Gig economy (o economía de los bolos), los supertemps, los trabajadores independientes y free lancers, la uberización del empleo. En breve publicaremos una entrada sobre este tema. Solo adelantar que genera problemas estadísticos notables, problemas fiscales, y lo, más preocupante, problemas considerables de protección social. Por ejemplo, mientras que hoy discutimos sobre si reformar o no las pensiones, y alertamos de las consecuencias del envejecimiento galopante, las carreras laborales y la relación de los trabajadores con la Seguridad Social están cambiando también rápidamente, afectando a sus ingresos y a las pensiones esperadas. Igual que el coche que acaba de hacer el trayecto entre Vigo y Madrid sin conductor, puede parecer ciencia ficción, pero hoy ya no lo es tanto.