La Economía del Bien Común: en busca de un nuevo paradigma económico
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El fracaso del sistema comunista, al menos en su implantación en los llamados países del socialismo real, y el desengaño del sistema capitalista con sus crisis económicas y excesos de poder de mercado, abren la vía a nuevos sistemas alternativos. La Socialdemocracia europea y la Tercera Vía han sido intentos por buscar un nuevo paradigma económico y social alternativo al comunismo y al capitalismo que han acabado en fracaso o que no han tenido el impacto suficiente. Por otra parte, dentro del propio sistema capitalista han surgido modelos que han intentado suavizar o paliar parte de los efectos devastadores del capitalismo como la Economía Social, el Tercer Sector, la Economía Solidaria, la Economía Sostenible, la Teoría del Decrecimiento o la Responsabilidad Social Empresarial, entre otros. Los efectos de todos estos modelos han sido parciales y locales, de manera que no han resuelto las graves contradicciones que genera el sistema capitalista y las desigualdades económicas y sociales han seguido aumentando de manera constante a lo largo del tiempo. El Estado del Bienestar, uno de los mayores logros sociales en Europa, se está desmantelando a pasos agigantados, mientras las grandes corporaciones financieras internacionales siguen ganando poder de mercado y también político.
Ante el panorama descrito, se hace necesario encontrar un nuevo modelo económico y social alternativo al capitalismo, que a la vez sea capaz de garantizar la democracia y la libertad. “Quien está contra el capitalismo, no ha de estar necesariamente a favor del comunismo”. La crisis del 2008 ha tenido de positivo que ha abierto nuevas posibilidades de economía crítica y alternativa en la sociedad, rompiendo así el modelo neoliberal de pensamiento único. Los movimientos de protesta como el 15M han favorecido cambios sociales y económicos, de manera que la sociedad civil está ofreciendo alternativas viables a los problemas del capitalismo. El uso de las redes sociales y de las tecnologías de la información y la comunicación ha ayudado a implementar nuevas formas económicas más justas, equitativas y solidarias como la economía colaborativa, la economía circular y la banca ética y social, entre otras. Hay, por tanto, un movimiento de protesta anticapitalista que se está traduciendo en acciones reales concretas y viables, pero que a la vez están en peligro de ser absorbidas por el capitalismo corporativo y financiero, como ya ha sucedido en otros momentos históricos. La economía colaborativa puede acabar en manos de las grandes empresas tecnológicas y las finanzas éticas y solidarias en manos de los grandes grupos bancarios internacionales.
Para impedir que esto suceda, sería necesario consolidar un modelo económico y social alternativo sólido y aglutinador de todas estas tendencias. El sociólogo y activista político austríaco Christian Felber publica en el año 2008 el libro
Nuevos valores para la economía, en el que plantea las bases para un sistema alternativo al capitalismo y al comunismo; y con el apoyo de un grupo de empresarios austríacos es capaz de describir un nuevo modelo económico y social denominado
Economía del Bien Común (EBC) y que publica en un libro en el año 2010. El movimiento comienza a andar el 1 de octubre de 2010 y un año después (el 5 de octubre de 2011), se presentan los resultados correspondientes a los balances del bien común de las primeras 100 empresas pioneras. Los principios legales de la EBC residen en las Constituciones o leyes básicas de los Estados, donde se destaca que la actividad económica ha de servir los intereses generales y el bien común o bien público. Esto significa que el fin último de la EBC es el de hacer que se cumpla el principio del bien común y el interés general recogido en la Constitución. En la actualidad, el movimiento de la EBC está implantado en Europa, América del Norte y Latinoamérica y en cerca de 2 mil empresas de unos 30 países.
Los valores de la EBC son los principios básicos y universales de los derechos humanos: la dignidad humana, la solidaridad, la sostenibilidad ecológica, la justicia social, la transparencia y la participación democrática. Según este modelo, la economía ha de estar al servicio de las personas y el dinero y el capital no han de ser un fin en sí mismo si no un instrumento. Para ello, las reglas de juego básicas del capitalismo, esto es, el afán de lucro y la competencia, se han de sustituir por la contribución al bien común y la cooperación. El fin último ha de ser la felicidad de las personas, por lo que los indicadores clásicos de la economía, el Producto Interior Bruto (PIB) de los Estados y el Balance financiero de las empresas, ya no son útiles. La EBC propone como indicadores adecuados el Producto del Bien Común (PBC) y el Balance del Bien Común (BBC). El PBC sirve para medir el crecimiento de un país, incluyendo dentro del mismo aspectos como la cohesión social, la solidaridad, la participación, la calidad de la democracia, la política medioambiental, el justo reparto de los beneficios, la igualdad de género, la igualdad salarial, etc., valores que no recoge el PIB A nivel macroeconómico. La EBC propone que el crecimiento económico no sea un fin en sí mismo si no un medio para alcanzar los fines del bien común, que son reducir la huella ecológica y conseguir la sostenibilidad del territorio. Se proponen como medidas concretas la reducción de la jornada laboral (entre 30 y 33 horas semanales), una cooperación monetaria global para el comercio mundial, el uso de monedas regionales como complemento de la moneda nacional (para evitar la especulación del dinero), la creación de una zona del comercio justo (Zona del Bien Común), la creación de un Banco Central Democrático controlado por la ciudadanía, el establecimiento de límites a los ingresos (máximo de 10 veces el salario mínimo) y los patrimonios y la aprobación de ventajas legales para todas aquellas empresas que cumplan con los criterios del Balance del Bien Común, entre otros aspectos. También se propone completar la democracia representativa con la democracia directa y participativa, de manera que la ciudadanía pueda participar de forma directa en las decisiones que les afectan y controlar también directamente a sus representantes políticos.
A nivel microeconómico, la EBC propone el Balance del Bien Común (BBC) como el instrumento adecuado para medir el éxito de una empresa. En este sentido, el éxito empresarial ya no depende de su capacidad para generar beneficios económicos y financieros, si no de su impacto social, esto es, del beneficio que la empresa puede generar en la sociedad y en general en sus grupos de interés. Para dar un paso más allá de la Responsabilidad Social Empresarial clásica, el movimiento de la EBC propone que el BBC cumpla con ocho metacriterios: universal, medible en puntos neutrales, comparable entre empresas, comprensible para todas las partes interesadas, público, auditado de forma externa, obligatorio y con consecuencias legales. Cuanto mejor el resultado, más bajos los impuestos, aranceles, intereses, etc. según el lema “con ética al éxito”. El balance financiero de la empresa será un instrumento para conseguir el beneficio social. La herramienta adecuada y necesaria para la realización del Balance del Bien Común será la Matriz del Bien Común, a través de la cual se consigue interrelacionar los valores universales de la dignidad humana, solidaridad, sostenibilidad ecológica, justicia social y democracia con los grupos de interés o de contacto (empleados, proveedores, clientes, financiadores, soberanía, generaciones futuras y naturaleza). Esto genera 17 valores de intersección que a través de su cuantificación numérica (puntos obtenidos) permite medir el grado de aporte de la empresa al Bien Común. Los 17 indicadores que incluye la Matriz son: gestión ética de los suministros, gestión ética de las finanzas, calidad del puesto de trabajo e igualdad, reparto justo del volumen de trabajo, promoción del comportamiento ecológico de las personas empleadas, reparto justo de la renta, democracia interna y transparencia, venta ética, solidaridad con otras empresas, concepción ecológica de productos y servicios, concepción social de productos y servicios, aumento de los estándares ecológicos y sociales sectoriales, efecto social y significado del producto/servicio, aportación a la comunidad, reducción de efectos ecológicos, minimización del reparto de ganancias a externos y transparencia social y participación en la toma de decisiones. Además, se valoran también una serie de criterios negativos, que lo que hacen es restar puntos, como el quebrantamiento o incumplimiento de las normas de trabajo de la OIT y de los derechos de las personas, productos indignos para el ser humano (armas, centrales nucleares, tecnologías genéticas y bienes de lujo), suministro y cooperación con empresas que lastiman la dignidad humana, compra hostil, patente defensiva, precio dumping, gran impacto medioambiental a ecosistemas, incumplimiento grave de especificaciones medioambientales, obsolescencia programada, remuneración desigual a hombres y mujeres, reducción de los puestos de trabajo o desplazamiento de la ubicación pese a tener ganancias, filiales en paraísos fiscales, interés de capital propio superior al 10%, no revelación de todas las participaciones o filiales, impedimento de un comité de empresa y no publicación de los flujos de filiales a lobbies.
Con toda esta información hemos querido dar a conocer un nuevo modelo económico y social que surge al albor de la última crisis económica (la iniciada en 2008) y que mediante una visión holística, intenta integrar las diferentes acciones que desde una visión crítica y alternativa han ido surgiendo desde la propia sociedad civil (de abajo hacia arriba) durante los últimos años y como respuesta a los efectos de la crisis. La EBC representa un nuevo modelo alternativo al capitalismo que podría convertirse en el nuevo paradigma económico a seguir. Sus principios, valores y normas no son nuevos, no inventa nada, si no que lo que hace es aprovechar los valores surgidos de la revolución industrial del Siglo XIX y que durante más de 100 años han regido el funcionamiento de las empresas de la Economía Social y de las Cooperativas. Sin embargo, su aportación, su valor añadido, es que lo hace desde un planteamiento global, que incluye tanto el ámbito macro como micro de la economía, y desde un enfoque universal (mundial), por lo que se suma a los procesos de globalización pero desde una perspectiva positiva en favor de las personas y no del capital. Por tanto, la EBC puede ser la verdadera palanca del cambio económico y social que tanto necesitamos.
No obstante, hemos de ser conscientes que se trata de un movimiento aún incipiente, de apenas seis años de vida, y de una implantación todavía muy limitada, lo que hace muy difícil una valoración real de su grado de impacto y de repercusión. Además, las dimensiones y variables que se proponen cuantificar tanto en el Producto del Bien Común como en el Balance del Bien Común son de muy difícil medición. De hecho, el principal inconveniente de la EBC es la falta de indicadores sistemáticos y contrastados para medir las variables que se proponen. Precisamente, esta es una de las principales preocupaciones de sus seguidores y de hecho el propio movimiento reconoce que se trata de un proceso abierto y dinámico, de manera que éste se irá concretando en la medida en que vaya avanzando. También hemos de ser conscientes de que la EBC no plantea una revolución en sí mismo, si no que de hecho es un modelo que se implanta dentro de la economía de mercado, que no cuestiona el mercado, si no las reglas con que se rige el mercado (competencia y afán de lucro). Desde mi punto de vista, una de sus aportaciones más destacadas es querer trasladar a las empresas de capitales los valores que rigen el comportamiento de las empresas sociales, premiando dicho comportamiento con ventajas legales. En este sentido, con la implantación de la EBC se consigue que las empresas aumenten su compromiso con la sociedad en general y con cada uno de sus grupos de interés en particular. Por tanto, aunque no supone una revolución en sentido global, sí que plantea las bases para una revolución a través de pequeños pasos y avances, lo que puede ser precisamente una garantía para su éxito. Valoremos pues en sus justos términos este nuevo modelo y démosle una oportunidad. No tenemos nada que perder pero sí mucho que ganar.
Catedrático de Economía de la Empresa de la Universitat de Valencia. Director del Máster Universitario en Economía Social (Cooperativas y Entidades no Lucrativas). Ha sido Director del Instituto de Investigación en Economía Social, Cooperativismo y Emprendimiento de 2010 a 2016. Autor de libros como "¿Es posible un mundo sin bancos?. La revolución de las finanzas éticas y solidarias" y "La banca que necesitamos. De la crisis bancaria a la banca ética: una alternativa socialmente responsable".
Grupo
impulsor de la AEFEBC (copresidencia asociación 2014-2016
Alberto Pardos, Ramón Morata, Alberto LLucián)