LA ECONOMÍA DE LA FELICIDAD
¿Podemos dar una dirección moral a la economía? ¿Tiene
todavía sentido la afirmación de Milton Friedman de que “el único objetivo de
una empresa es crear valor para sus accionistas”? ¿A dónde nos lleva este
pensamiento económico? Estamos en una encrucijada, un gran punto de
bifurcación: la humanidad se puede encaminar hacia un mundo de abundancia,
gracias a las nuevas tecnologías; o a una especie de tecno-feudalismo, dominado
por una pequeña élite de opulentos inversores y creativos emprendedores, rodeados
de una inmensa desigualdad y pobreza. La robótica, la inteligencia artificial,
la genómica y los nuevos materiales sitúan a la humanidad ante un horizonte tan
esperanzador como incierto. A un lado, el tren de la abundancia: recursos
suficientes para todos, gracias a una tecnología liberadora, democrática,
simplificadora de problemas y mejoradora de experiencias. Una tecnología que
puede disociar a la persona del trabajo: el trabajo puede ser totalmente
asignado a las máquinas. Y, al otro lado, el tren del feudalismo tecnológico:
el desplazamiento despiadado de empleados por algoritmos digitales y autómatas.
La desigualdad, la pobreza y la precariedad impulsada por una nueva versión de
ultracapitalismo financiero y tecnológico. Detrás de esa precariedad, la desaparición
de las democracias, la quiebra de los estados del bienestar, y la emergencia de
extremismos políticos. En el tren de la abundancia, la máquina está al servicio
del ser humano. En el otro, el hombre ha perdido su identidad en un mundo
biónico y subyugado por el poder de la tecnoeconomía.
Mi nuevo libro, Economía
de la Felicidad (Plataforma Editorial), escrito junto con Josep Maria Coll,
examina la encrucijada a que nos enfrentamos y propone, sin negar los riesgos
distópicos que acechan al porvenir de la humanidad, una hoja de ruta con las
claves para aprovechar la oportunidad que representa la tecnología y las
posibilidades que ésta abre para acabar con la pobreza, la desigualdad y el
trabajo precario. La Renta Básica Universal es condición necesaria, pero no
suficiente. Y no es inmediata, debe plantearse a largo plazo. Constituye un
horizonte posible, una gran meta como culminación de un sistema, el
capitalista, que ha conseguido sacar a millones de personas de la pobreza, pero
que puede colapsar como consecuencia de la tecnificación masiva. Necesitaremos
grandes dosis de innovación social, y la construcción de nuevos paradigmas
basados en una educación capaz de formar personas libres, con sentido crítico,
comprometidas socialmente, y con pleno desarrollo de sus capacidades y talento
natural.
Podemos avanzar hacia un mundo casi utópico, donde la pobreza
se haya abolido, la tecnología trabaje para sustentar el bienestar global, y
donde las personas desarrollen su creatividad para ser felices. El talento
libre y motivado por un propósito superior es la clave para la construcción de
auténticas economías del conocimiento, creativas y humanísticas, generadoras de
prosperidad compartida. En ese escenario, la economía de la felicidad es
posible.
¡Espero que os guste el libro! Está ya en Amazon (aquí), y en librerías a partir del 30/10 😉
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