1.La economía para el bien común
La economía del bien común
Jean Tirole es presidente de la Toulouse School of Economics, miembro fundador del Institute for Advanced Study de Toulouse y director científico del Institut d’Économie Industrielle. Ingeniero de formación, dirige la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) y es además profesor invitado al Massachusetts Institute of Technology (MIT), miembro del Conseil d’Analyse Économique y miembro de la Académie des Sciences Morales et Politiques. Tirole obtuvo la Medalla de Oro del Centre National de la Recherche Scientifique en 2007. Cuando recibió el Premio Nobel en 2014, la academia sueca se refirió a él como «uno de los economistas más influyentes de nuestro tiempo».
Economía del bien común es un apasionado manifiesto a favor de un mundo en el que la economía, lejos de considerarse una «ciencia lúgubre», se vea como una fuerza positiva a favor del bien común. En el este libro desempeña un papel central la idea del bien común, uno de sus grandes intereses, junto a su esfuerzo por incorporar dimensiones como la psicológica, la social y la jurídica a la idea más reduccionista de la economía tradicional e intenta responder a todas las preguntas que nos planteamos hoy sobre el estado de la economía: economía digital, innovación, empleo, cambio climático, Europa, papel del Estado, financias, mercado, etc.
RESUMEN
El 4 de mayo de 2017 tuvo lugar en la Fundación Rafael del Pino el diálogo sobre “La economía del bien común”, con motivo de la presentación del libro del mismo título escrito por Jean Tirole, premio Nobel de Economía 2014.
Según Tirole, la ejecución de la política económica tiene un problema y es que los políticos tienen que complacer al electorado y a los grupos de presión si quieren salir reelegidos. El electorado, por ello, debe estar bien informado acerca de las consecuencias indirectas de las políticas que reclaman porque su efecto puede ser muy distinto al esperado. Otro problema, en este sentido, es de naturaleza psicológica y consiste en lo que la gente quiere creer y aceptar. Las personas no quieren pensar que un endeudamiento público creciente pone en peligro el sistema de bienestar social y, por tanto, se resiste a las políticas de austeridad.
Una de esas consecuencias indirectas se aprecia en el sistema universitario francés, en el que se ha apostado por derechos de matrícula muy reducidos que lo que hacen es subvencionar a los ricos. Además, existen mecanismos de información privilegiada que permiten que quienes conocen el funcionamiento del sistema saquen el máximo partido del mismo, por ejemplo, la información sobre las mejores universidades y los requisitos para poder acceder a ellas.
Otro de los problemas es la creciente disminución de la confianza en los mercados, con las consiguientes demandas de protección. La gente está preocupada por las consecuencias de la crisis financiera, por el empleo, por el cambio tecnológico, por el cambio climático y busca un marco más confortable. Ese marco lo ofrecen los populistas, que realizan promesas sin ningún tipo de restricción en relación con los gastos, usando el dinero público.
Por lo que se refiere a la distribución de la renta, Tirole indicó que la distribución es menor cuanto mayores sean las diferencias o las divisiones entre los individuos, porque los ciudadanos están menos dispuestos a gastar en aquellos a los que consideran diferentes. Esto explica que mientras en Estados Unidos hay mucha redistribución de renta entre los distintos estados, porque hay un sentido de pertenencia a la misma comunidad, en Europa no sucede lo mismo entre los países de la UE.
Respecto a la economía de la religión, Tirole indicó que los impuestos que se han cobrado a las minorías religiosas han promovido que la gente pertenezca a la religión mayoritaria. Las religiones compiten en muchos países y lo hacen, en muchos casos, a través de la provisión de unos servicios públicos que debería facilitar el estado, pero que no lo hace.
Tirole se mostró crítico con quienes pretenden que las autoridades regulatorias no sean independientes. Puso el ejemplo de Francia, donde mucha gente quiere recuperar la soberanía monetaria y así poder financiar el déficit público imprimiendo dinero. Esas personas no piensan en los pobres, que son los primeros perjudicados por la inflación. Los políticos, por ello, no deben controlar las autoridades regulatorias porque eso sería simplemente para beneficio de los grupos de presión.
También criticó el Acuerdo de París para combatir el cambio climático. Al volver a su país, ningún político de los que lo aprobaron dijo “voy a hacer algo por el cambio climático, voy a gastar para combatirlo”, porque lo que hay es una promesa colectiva sin que nadie diga quién va a poner el dinero. Una posibilidad para combatir el cambio climático sería un impuesto sobre las emisiones de dióxido de carbono. Otra es poner techo a las emisiones y crear un mercado de derechos de emisión en el que los que emitan menos de lo previsto puedan vender los derechos sobrantes.
En este mismo ámbito, consideró que en Europa hay que hacer más para reducir las emisiones de dióxido de carbono. El problema es que se corre el riesgo de que las empresas se deslocalicen y se vayan donde les cobren menos por dichas emisiones.
Por lo que se refiere al mercado de trabajo, Tirole señaló que hay que proteger a los trabajadores, no a los puestos de trabajo. En este sentido, denunció la dualidad del mercado de trabajo, entre trabajadores fijos y temporales y se mostró contrario a la temporalidad porque impide la cualificación de los trabajadores temporales, pero también advirtió de la necesidad de que la normativa laboral se adapte a un mundo que cambia a gran velocidad y al que resulta cada vez más difícil adaptarse. En este sentido, considera que la inmigración es una oportunidad, si hay empleo para ellos, porque los inmigrantes generan demanda y pagan impuestos y cotizaciones sociales. En este sentido, es un error considerar que el número de puestos de trabajo en una economía es fijo.
También considera que se debe limitar la contratación temporal y que se debe hacer tributar a las empresas que despiden, porque indemnizan al trabajador, pero no pagan a la Seguridad Social y, entonces, tienen que mantenerla los ciudadanos. Por ello, hay que hacer que las empresas sean más responsables y que internalicen todos los aspectos relacionados con los despidos.
Tirole es partidario de una supervisión financiera europea porque tiene las ventajas de que hay más experiencia a nivel europeo en materia de supervisión y porque se les retira a los políticos la capacidad regulatoria sobre el sistema financiero. También es partidario de la creación de una autoridad presupuestaria europea independiente para controlar las políticas fiscales. Y cree que la UE debe avanzar hacia un estado federal porque conlleva mejores mecanismos de estabilización e impone reglas comunes.
Por último, se refirió a los desafíos que suponen las plataformas de internet. En el caso concreto del taxi y Uber, dijo que si los taxis fueran más baratos los utilizaría más gente y consideró un error la compra de licencias a precios muy altos para venderlas cuando llegue el momento de la jubilación y financiar el retiro con el producto de la venta de la misma. En su opinión, la tecnología iguala el terreno de juego y no reduce el empleo, sino que ayuda a la gente a encontrar un trabajo.
Por otra parte, las plataformas ofrecen por un lado servicios gratis y obtienen sus ingresos de otro lado del mercado. Esto es complicado para las autoridades de la competencia porque por un lado los precios son libres y por otro son, o pueden ser, de monopolio. Por ello, hay que redefinir esta política y considerar los dos lados del mercado conjuntamente.
https://www.frdelpino.es/conferencia-magistral-jean-tirole/
2.La RSE en el libro Economía del Bien Común, del Premio Nobel Jean Tirole
No, no le dieron el Nobel de Economía a Cristian Felber cuyas ideas (utópicas) comentamos en un artículo anterior (Economía del bien común y RSE: ¿Juegan en la misma liga?). Nos referimos al reciente libro del profesor Jean Tirole, Economía del bien común,
(Premio del Banco Nacional de Suecia en Ciencias Económicas en honor a
Alfred Nobel). Es una pena que el título en español sea el mismo que el
de Felber y se puedan confundir. Nos parece que en inglés el título es
más acertado, Economía para el bien común, o sea, como puede la economía servir al bien común (aunque el original en francés es “del”). No analizaremos el libro (son 560 páginas), nos concentraremos en una sección del capítulo 7, Gobernanza y Responsabilidad Social de la Empresa, donde se cubre la RSE.
El profesor Tirole es ampliamente conocido (entre economistas
expertos) por sus investigaciones y publicaciones en la teoría de juegos
y organización y regulación industrial, por las que fue reconocido con el premio Nobel en 2014.
Su obra es de un elevado nivel teórico, con extenso uso de las
matemáticas, accesible solo a expertos. Afortunadamente este libro está
escrito en prosa y, aunque es denso en lenguaje técnico, es legible
para los que han tomado algunos cursos de microeconomía.
¿Por qué vale la pena comentar el capitulo? Cuando
vi que el libro, de un premio Nobel, tenía una sección sobre la RSE lo
compré pensando que daría luces sobre el tema, que tendría una
contribución, que añadiría valor. Resultó que sí vale la pena
comentarlo, pero más bien por la decepción que produce el tratamiento del tema. A lo mejor mis expectativas eran demasiado elevadas para una sección de un capítulo, de un libro de economía general.
Responsabilidad social de la empresa al revés
La sección está basada en una concepción superada de lo que
es la RSE. Parte de la antigua definición de la RSE de la Unión
Europea, de que la RSE es algo adicional, voluntario, ir más allá de la
ley (ver mi artículo Como interpretar LA definición de la RSE). Y su principal argumento es que son los stakeholders los que se sacrifican para que la empresa pueda ser responsable ante la sociedad. Para él solo existen tres grupos de stakeholders:
inversionistas responsables, empleados y consumidores, ignorando los
directivos, la sociedad civil y los gobiernos, entre otros.
No ve la responsabilidad empresarial como una decisión gerencial, como la iniciativa de los que gestionan la empresa. Según el libro la empresa no se interesa por sus stakeholders, son éstos los que determinan la responsabilidad de la empresa. De hecho, usa un término inusual, “filantropía delegada”, para referirse a ello, como si los stakeholders se sacrificaran por la empresa, como si los stakeholders le
delegaran su filantropía a la empresa, filantropía al revés.
Supuestamente los inversionistas responsables están dispuestos a recibir
menores rendimientos por invertir en empresas que respetan los derechos humanos, que pagan sueldos justos, etc. Los consumidores pagan más por los productos porque son producidos responsablemente. Los empleados se sacrifican por la empresa. Es al revés de la visión prevalente
de que la empresa asume su responsabilidad ante la sociedad, porque es
su responsabilidad, y ésta la recompensa, a veces, con su favor. No son
los stakeholders los que “le dan” a la empresa.
Si bien es cierto que son estos stakeholders, y los demás no mencionados, los que presionan
o hacen que las empresas sean responsables, no lo pone en ese contexto,
sino en el de que son ellos con su “filantropía delegada” a la empresa
los que la hacen ser responsable.
Otro de los impulsores que menciona es la de la visión de largo plazo, pero
de nuevo en un contexto inverso. Para el autor no son los dirigentes
los que impulsan esa visión, son los inversionistas responsables los que
con su activismo fuerzan esa visión. Esto contradice la
experiencia en la práctica. Los inversionistas activistas se preocupan
mayormente de los beneficios en el corto plazo, coartando con su
accionar esa visión de largo plazo. Y los inversionistas responsables, a
los que les debería preocupar esa visión, suelen ser muy poco
activistas y ser pasivos.
Aunque ello está cambiando, los activistas por el largo plazo son
todavía la excepción y solo es común es en las empresas de propiedad
concentrada en pocos dueños (ver Mucho ruido, pocas nueces: Activismo de fondos de inversión). Y
basa sus argumentos en que los inversionistas invierten en las empresas
con horizontes de largo plazo, cuando la realidad es que la tenencia de
acciones en empresas es, en el promedio, de cortísimo plazo.
Si no les gusta lo que hace la empresa, venden sus acciones o tratan de
cambiar a la gerencia (pero es excepcional y suele ocurrir para aumentar
aún más los beneficios) (ver ¿Pueden las empresas responsables resistir los embates de los activistas financieros?). Su posición es al revés de la visión prevalente.
Como tercer impulsor de la RSE menciona la filantropía corporativa, que asocia al “sacrificio de beneficios”.
Repite la gastada cita de Milton Friedman (aquello de que el negocio de
las empresas es hacer negocios y que filantropía corresponde a las
personas) y no añade nada a la discusión.
Y tiene otro argumento al revés. Dice: “los consumidores, empleados e inversionistas presionarán a la empresa a comportarse éticamente solo si entienden claramente los efectos de ese comportamiento”. Y si no entienden los efectos, ¿serían indiferentes? La visión prevalente es de que muchos de estos stakeholders son indiferentes y corresponde a la empresa y algunos otros stakeholders (sociedad civil, medios, etc.) informarles para respondan al comportamiento responsable de la empresa, y así se puedan realizar algunos beneficios financieros de su responsabilidad (el argumento empresarial).
Concluye
Finalmente, la responsabilidad social corporativa, la inversión
socialmente responsable y el comercio justo son compatibles con una
economía de mercado. Representan una respuesta que es tanto
descentralizada como parcial (debido al problema del aprovechado) a la
cuestión de como proveer bienes públicos.
Tendrían menos espacio en un mundo en que el estado fuera más efectivo y benevolente,
representativo de la voluntad de los ciudadanos: pero en mundo real,
hay lugar para estas iniciativas éticas de parte de los ciudadanos y las
empresas, y espero haber ayudado a clarificarlo (mi traducción de la versión en inglés, énfasis añadido)
No, no lo ha clarificado. El objetivo de la responsabilidad social de la empresa no es la provisión de bienes públicos ni es la substitución de las fallas del estado. El
objetivo es asumir responsabilidad por sus impactos pasados, presentes y
futuros y los que quiera tener para contribuir a una mejor sociedad,
altruistica o interesadamente. Aunque el estado fuera efectivo y
benevolente, la responsabilidad de la empresa es la misma. Sus impactos
son independientes de la efectivad y benevolencia del estado.
Sólo en el caso de que la empresa quiera contribuir a resolver fallas
del estado (salud y educación, por ejemplo) para tener una sociedad
mejor en la que logar sus objetivos estaría proveyendo algunos bienes
públicos, generalmente limitados a su entrono operativo.
En aras de la transparencia
Tengo que confesar que no he leído el resto del libro. Es citado como uno de los mejores libros del 2017 en Economía por el Financial Times, Microsoft, The Times, Bloomberg, etc. y las reseñas suelen ser muy favorables.[1] El libro es popular en España y Francia, mucho menos en EE.UU. En su defensa diré que la RSE no suele ser el punto fuerte de la teoría microeconómica y no ha sido objeto de mucha atención. Es un tema más investigado y estudiado por las demás ciencias sociales, las “menos duras”
(la tendencia en los economistas es a considerarla una ciencia dura, al
nivel de las ciencias naturales, física, química, matemáticas, etc.).
https://www.agorarsc.org/la-rse-en-el-libro-economia-del-bien-comun-del-premio-nobel-jean-tirole/
P.S. Espero que el lector me perdone por el atrevimiento de
criticar a un Premio Nobel de Economía. Existe la posibilidad de que no
haya entendido sus argumentos……que fueron escritos hace ya varios años.
[1] El libro ha sido objeto de por lo menos dos breves artículos del profesor Antonio Argandoña en su blog, Un buen libro de economía, y De nuevo, sobre un buen libro de economía.
/
3.Economía del bien común y RSE: ¿Juegan en la misma liga?
Seguro que mis
lectores no se habían percatado. Escribo
sobre casi de todo lo que tiene que ver con la RSE pero hasta ahora había
resistido escribir sobre la Economía del
Bien Común, EBC. Sinceramente porque
no creía que el asunto valía la pena
y ahora que he terminado el artículo estoy
todavía más convencido. Pero para
poder opinar con criterio hay que saber de lo que se habla, por ello lo he
estudiado más a fondo. Espero que la
discusión que sigue pueda contribuir un poco a mejorar su comprensión y aclarar
su potencial contribución al bienestar de la sociedad y su relación con la RSE,
y de paso estimular una discusión (aunque, como en caso del estímulo a la RSE,
la indiferencia de las partes interesadas lo hace improbable). [1]
I.
Una fábula
Empecemos con mi
versión de una fábula, no muy conocida pero que es muy ilustrativa de la EBC:
Se encontraban tres náufragos en una isla desierta, con
solo arena y algunos árboles y desechos de arbustos, cuando de pronto las olas
traen una gran lata de atún. El problema
es como abrirla. El físico sugiere calentarla a alto fuego esperando que el diferencial
de temperatura interna y externa permita abrir una grieta en la lata. El ingeniero químico propone enterrarla en
la arena, cubierta en parte por el agua salada ya que siendo el sello de la
tapa de un metal diferente al de la lata, con el agua salada se producirá una
microcorriente eléctrica que corroerá el borde y al presionarla se podrá abrir
la lata. A lo que el economista dice: Yo tengo una solución más sencilla: supongamos que tenemos un
abrelatas………….. Parece que al final el
físico y al ingeniero desistieron de abrir la lata y se comieron al economista
(transparencia: soy ingeniero químico, disculpas con los economistas).
II.
¿Qué es la Economía del Bien Común?
Supongamos,
supongamos, supongamos…
Según el autor de
la inciativa: “La Economía del Bien Común se define como un sistema económico
alternativo apartidista, que propone construir en base a los valores humanos
universales que fomentan el Bien Común. Situamos nuestro foco de acción en la
cooperación y no en la competencia, en el bien común y no en el afán de lucro.”……
“La dignidad humana, la solidaridad, la
sostenibilidad ecológica, la justicia social, la transparencia y la participación democrática son elementos
sustanciales para ello” . Esta declaración es laudable y refleja
principios de aceptación generalmente universal (por lo menos en Occidente),
aunque difíciles de implementar en la práctica. Pero como punto de partida no debería haber objeciones. El problema es cómo
se traducen en la práctica.
El lector
interesado puede consultar el libro que dio origen al concepto, La economía del bien común por el economista austríaco Christian
Felber, autor muy prolífico de más de 10 libros traducidos a varios idiomas, y
fundador de Economy for the Common Good, desde donde promueve la EBC. El lector que solo tiene curiosidad se puede
limitar al sitio economiadelbiencomun.org, aunque lamentablemente este sitio y el de
la iniciativa en inglés contienen
muy pocos detalles sobre lo que es la ECB. También se puede escuchar un resumen
en la charla TEDx de Christian Felber (el que está de cabeza es el autor).
El portal de la Economía Solidaria (independiente de la ECB) incluye un buen
resumen de 20 puntos centrales, que resumimos a continuación, incluyendo solo 12
que consideramos los más relevantes, con algún comentario:
1. La economía del bien común se basa en
los mismos valores que hacen florecer
nuestras relaciones: confianza, cooperación, aprecio, democracia,
solidaridad. Hasta ahora,
bien.
2. El marco legal económico experimenta un
giro radical, cambiando las reglas del
juego de afán de lucro y competencia por cooperación y contribución al bien
común. ¿Cómo se hace
para cambiar el marco legal en todos los países simultáneamente para no quedar
en desventaja y evitar la competencia que según la EBC no es deseable? ¿Cómo se
hace la transición del sistema actual al sistema ideal? ¿Cómo reacciona el
mercado actual durante la transición?
3. El
éxito económico no es medido por indicadores monetarios como el beneficio
financiero o el BIP, sino con el balance del bien común (a nivel de empresas) y
el producto del bien común (a nivel de sistema). Y los sueldos y demás gastos, ¿se pagan con el
bien común?
4. Las empresas con buenos balances del
bien común disfrutarán de ventajas
legales: tasas de impuestos reducidas, aranceles ventajosos, créditos
baratos, privilegios en compra pública y a la hora de reparto de programas de
investigación, etc. Si
cambia el marco jurídico presumiblemente se cambia para todas las empresas.
¿Pueden coexistir empresas de la EBC con empresas de la economía actual en el
nuevo marco jurídico?
5. El balance financiero será el balance
secundario. El beneficio financiero pasa
de ser fin a ser medio. Éste sirve sólo para aumentar el ‘nuevo’ fin
empresarial: Aportación al bien común. Las
empresas del Cuarto Sector hacen un balance entre ambos objetivos (ver Cuarto
Sector: Hacia una mayor Responsabilidad Social Empresarial), pero no se puede priorizar el segundo a
costa del primero: Si la empresa no es
rentable deja de existir.
8. Las diferencias de ingresos y patrimonios
serán limitadas: Ingresos máximos de por ejemplo 20 veces el salario mínimo.
Propiedades que no excederán p. ej. los 10 millones de euros, el derecho de
cesión y herencia, 500.000 euros por persona, en empresas familiares a 10
millones de euros por hijo. El excedente sobre estos límites será repartido a
través de un “fondo de generaciones”
como “Dote democrático” a las siguientes generaciones. Sin comentarios.
9. En grandes empresas a partir de un
elevado número de empleados (por ejemplo, más de 250) los derechos de decisión y propiedad pasan parcial y progresivamente a
los empleados y ciudadanos. Y, ¿qué hacemos con los accionistas y dueños actuales que son los que
aportan el dinero? ¿donan la propiedad a los empleados y ciudadanos? ¿Cómo se aumentará
el capital en estas empresas para financiar su crecimiento o períodos de
pérdidas? (esta fue la razón del colapso de la Cajas de Ahorro en España).
11. Un bien democrático importante es el banco democrático. Sus servicios
consisten en depósitos de ahorro garantizados, cuentas corrientes gratuitas,
créditos de interés reducido y créditos de riesgo con plusvalía social y
ecológica. El Estado se financia
primordialmente a través de créditos sin interés del Banco Central. Los
mercados financieros en la forma actual ya no existen. Un
desconocimiento total de las funciones del sistema financiero y del papel del
Banco Central en la regulación y promoción de los mercados y la economía.
14. El crecimiento económico deja de ser
un fin. Un nuevo objetivo será la
reducción de la huella ecológica de personas privadas, empresas y naciones,
hacia un nivel globalmente sostenible y justo. menos llevar una vida en
dignidad. ¿Qué impacto
tiene esto sobre el empleo y la reducción de la pobreza?
15. El
horario de trabajo retribuido se verá reducido escalonadamente hacia la
marca, deseada por mayoría de 30 a 33 horas semanales. Puede contribuir a la creación de empleo,
pero también a la reducción de los ingresos familiares.
16. Cada
décimo año en la profesión es un “año sabático” que será financiado a
través de un salario mínimo incondicional. Interesante vivir un año con el sueldo mínimo.
19. Para afianzar en los niños los valores
de la economía del bien común y poderlos practicar, el sistema de educación debería estar orientado igualmente hacia el
bien común. Interesante,
sin olvidar estimular la iniciativa, responsabilidad y creatividad individual.
El lector se
puede formar su propia idea de la factibilidad práctica de estas ideas. El
título del libro en inglés que propuso la ECB es muy indicativo, Change Everything, así de
sencillo, cámbialo todo.
En la ambición de
la idea de ser completa incluye todo tipo de acciones, que deben lograse
simultáneamente. Mezcla acciones que están
a nivel de empresas con acciones a nivel de la economía en general, en buena
parte en manos de la sociedad y en particular de políticos y gobernantes. La EBC
transciende las empresas ya que está fundamentada en acciones que están fuera
de su control, algunas de las cuales son tan radicales que sería imposible
lograr consenso. Quien mucho abarca poco
aprieta. Por querer ser completo se salta del mundo de lo razonable, aunque
imperfecto, al mundo de la utopía.
III.
Logros según los promotores
a.
Aceptación
Alegan los siguientes logros (además de la institucionalidad comentada
abajo), pero nótese que no se habla de resultados o de impacto: 2000 empresas
se han adherido (no hay nombres), tres bancos han hecho el Balance del Bien
Común, la Universidad de Barcelona ha presentado una cátedra en EBC, una escuela
técnica planea un máster en EBC, docenas de comunidades se han acoplado y la
EBC se ha introducido en dos programas de gobiernos locales en Alemania.
Uno de los logros
que alegan que es digno de comentar, por la importancia que le dan, es la producción de un “dictamen de iniciativa” en el 2015 por la Comisión Económica y Social Europea, CESE, que es un órgano consultivo de la Unión
Europea compuesto por 350 personas, representantes de tres grupos: empresarios,
trabajadores y sociedad civil (emite entre 160 y 190 opiniones y reportes al
año). El dictamen propone la creación del “Mercado Ético Europeo” que
medidas que incluyen etiquetado ético, compra pública ética, comercio interior
ético, comercio exterior ético, emprendedores por el bien común, consumo ético,
banca ética y bolsas de valores del bien común. Es ilustrativo del rigor del dictamen que para
realzar la EBC dicen que es “un enfoque
holístico cuyos conceptos están cerca de los valores fundamentales de la
Economía Social, la Economía Circular, la Economía Participativa, la Economía
de la Funcionalidad, la Economía Basada en los Recursos y la Economía Azul”.
¿¿Cuántas economías se necesitan??? También es ilustrativo que en sus logros dicen que la “Comisión Europea tiene intención de
incorporar la Economía del Bien Común en el derecho europeo”. Esto es indicativo de una gran ilusión cercana
al delirio. No hay evidencia de que
el dictamen haya tenido efecto alguno.
b.
Institucionalidad
Comentaremos
brevemente la institucionalidad que
respalda el movimiento de la EBC porque ayuda a entender su motivación y
expectativas. Se define a sí misma como un “movimiento” y por ende se basa en
la captación de adeptos. No ha
transcendido más allá de un pequeño grupo de personas e instituciones que
buscan cosas nuevas para enriquecer sus actividades (es sintomático que en
España son miembros de la Asociación respectiva tres municipios: Sevilla,
Orendaín (200 hab.) y Miranda de Azán (420 hab.)). Es más parecido a un movimiento ideológico, basado en una idea y un
líder en contraste con el “movimiento de la RSE” que es completamente abierto,
sin lideres autonombrados, con evolución basada en la experimentación, buenas
prácticas, convencimiento propio, sin necesidad de adhesión ni membresía.
Dicen que en todo
el mundo han surgido 150 grupos locales que se denominan “campos de energía” (¡¿?!) que
son un colectivo asociativo que en cada localidad colabora en la realización de
los objetivos de las respectivas asociaciones nacionales, que se han creado en 21
países, incluyendo 12 europeos. En
Iberoamérica el movimiento se ha extendido con una asociación en España, la Asociación Federal (¿?) Española para el
Fomento de la Economía del Bien Común AFEF-EBC (la palabra “federal” refleja el origen germánico
del movimiento), con grupos locales en 19 provincias, y hay asociaciones en 5
ciudades de Argentina, en Brasil, Colombia, Chile, México y Perú.
IV.
¿Ha comparación entre el ECB y la RSE?
De la discusión precedente
debe haber quedado claro que la ECB es
un concepto más amplio que la RSE, aunque tienen áreas de superposición. La EBC pretende fomentar el mejoramiento de
la sociedad a través de actuaciones a nivel de la economía como un todo, las políticas públicas,
la institucionalidad de la economía, el sistema jurídico, entre otras acciones,
y propugnar un cambio de objetivos para las empresas, de pasar del objetivo
primario de obtener resultados financieros a otro primario de contribuir al
bien común. El foco es la economía y de paso uno de sus integrantes claves, las
empresas. ¿Es factible “cambiarlo todo”?).
La RSE por otra parte no tiene como objetivo
primario el mejoramiento de la sociedad, su foco es la empresa y la contribución
que esta puede hacer para logar esta mejora.
El entorno económico-jurídico es exógeno, se opera en el contexto
existente, aunque ello no
obsta para que las empresas, sobre todo a nivel de colectivo, estimulen el
mejoramiento del entorno económico para poder cumplir mejor su función. Pero toma por un hecho que es el sector público el que tiene
responsabilidad primaria por ese entorno.
La RSE no llega tan lejos, a pedir que las
empresas cambien sus objetivos financieros por objetivos de bien común.
Se limita a exigir que las empresas asuman su responsabilidad ante la
sociedad tanto por sus impactos pasados, presentes y futuros que tuvo, tenga y
tendrá, como por los que quiere tener para contribuir a mejorar la
sociedad. Propugna que los objetivos financieros no se opongan a los del bien
común. En un nivel un poco superior de RSE (por ejemplo, empresas con fines de beneficios), se propugna un balance entre ambos pero
nunca la primacía del bien común sobre los resultados financieros. Hay conciencia de que la prioridad es ser una
empresa financieramente sostenible para poder ser social y ambientalmente
sostenible. Son los resultados financieros los que permiten a las empresas contribuir
a la sociedad.
Si la EBC es un
concepto más amplio, de mayores beneficios sociales, ¿Por qué no se adopta? Es que el
problema no es teórico, es real, se debe poder implementar y la EBC es utópica
en muchos sentidos, empezando por
quien es responsable de hacerlo. En la RSE se sabe quienes son los responsables
de actuar, en tanto que en la EBC, aparte de lo correspondiente a las empresas,
nadie es responsable. ¿Quién toma la
iniciativa? ¿A quién corresponde cambiar el marco jurídico, las instituciones,
las políticas públicas, etc.? ¿Porque lo
van a querer hacer? ¿Cuáles son los incentivos? ¿Hay consenso en hacerlo? Habrá ganadores y perdedores con el cambio
¿Qué acciones toman los perdedores? ¿A quién
exigimos responsabilidad por la implantación de la EBC?
Que la implementación de la RSE deja mucho que desear
no hay duda, pero es factible, tiene impacto. No es tan
ambiciosa como la EBC pero es efectiva, dentro de sus limitaciones. Y antes de movernos hacia ideas utópicas nos
convine trabajar en fortalecer las que son factibles. “Lo
mejor es enemigo de lo bueno”.
V.
En resumen
La EBC tiene
ideas laudables y se basa en la idea de que si se quiere lograr algo hay que
apuntar mucho más arriba. Como dijo
Arnold Toynbee (historiador, 1889-1975): “La
mejor manera de lograr un objetivo no es buscar lograrlo, si no lograr uno más
ambicioso”. Pero debemos encararlo
con los recursos disponibles y de conformidad con la realidad a la que se
enfrenta. Si no se tiene un grado de realismo, lo que se obtiene es frustración.
Se quiere llegar de una orilla (situación actual)
a la otra (situación ideal) que están separadas por un abismo. Si no reconoces la existencia del abismo te
estrellas en el camino.
Si se conoce y reconoce se buscarán rutas alternativas, a lo mejor más lentas
pero en la dirección correcta y a lo mejor a un nivel inferior al ideal. Esta
es conceptualmente la gran diferencia entre la ECB y la RSE. La primera no reconoce el abismo, está
obsesionada con llegar a la otra orilla.
La segunda, la RSE, está plenamente consciente de ello y sabe que el
camino es arduo, que hay oposición, obstáculos, indiferencia, pero trata de
mover a las empresas, algunas más rápido, algunas con mayor profundización,
cada quién como puede con lo que puede, pero se conoce el objetivo y se afronta
sin ilusiones (en el sentido de “iluso” no en el sentido de esperanza, que esta
si se tiene).
Supongamos, supongamos, supongamos que todos somos
buenos, que el mundo es perfecto, que los gobernantes son honestos, que hay
consenso entre los partidos políticos sobre lo que conviene a la sociedad, que
las empresas tienen como objetivo primario el bienestar de la sociedad, que
todos nos ponemos manos a la obra.
http://cumpetere.blogspot.com/2018/03/economia-del-bien-comun-y-rse-juegan-en.html
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