Jeremy Rifkin: un Green New Deal Global para salvar al mundo
El cambio climático es el mayor desafío al que se enfrenta la humanidad. Bajo esta verdad indiscutible, el economista y sociólogo Jeremy Rifkin, célebre autor de ‘La Tercera Revolución Industrial’ (2011) y ‘El fin del trabajo’ (1995) construye un nuevo plan económico que haga saltar por los aires los pilares que construyeron la civilización de los combustibles fósiles que, por cierto, cree que colapsará allá por 2028.
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Jara Atienza
Jeremy Rifkin (1945, Denver, Colorado) habla sin prisa, pero
sin pausa. Sus enérgicos gestos y la naturalidad con la que sostiene el
micrófono le delatan: tiene mucho que decir, poco tiempo y ningún miedo a ser refutado.
«Quiero que cada uno de vosotros me haga, al menos, una pregunta antes
de acabar». Con esta tajante petición rompe el hielo ante el grupo de
periodistas que se han reunido en la Fundación Rafael del Pino en Madrid para escuchar lo que uno de los teóricos económicos más influyentes del mundo tiene que decir.
Creador del concepto ‘Tercera Revolución Industrial’ –que alude a la
transformación económica que se está produciendo por la conjunción de
las tecnologías de la información y el desarrollo de las energías
renovables–, Rifkin ha asesorado a grandes líderes como la canciller
alemana Angela Merkel o el primer ministro chino Li Keqiang. Hace ya
casi diez años que logró convencer a la Unión Europea de que la
innovación definiría el transcurrir del siglo XXI y, desde entonces, ha combinado su papel de asesor político con su trabajo de investigación
y divulgación de los cambios tecnológicos, sociales y financieros. Esta
segunda misión es precisamente la que le ha traído a España, donde
quiere compartir su último y ambicioso plan económico que, promete,
salvará la vida en el planeta.
Bajo el título de El Green New Deal Global (Editorial
Paidós), la nueva obra del economista se presenta como una hoja de ruta
para la cada vez más urgente transición ecológica. El autor plantea un
escenario relativamente optimista que contradice la visión apocalíptica
de la crisis climática, pero sin obviar la realidad. «Estamos ante una emergencia global: nos encontramos en medio de la sexta extinción masiva de la vida sobre la Tierra»,
sentencia. Con esta demoledora afirmación, recuerda lo que el Grupo
Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPPC, por sus
siglas en inglés) ya advirtió en 2018: que las temperaturas planetarias
aumentan a ritmos descontrolados y que, si se cruza el umbral del
incremento de 1,5 grados centígrados, los efectos del cambio climático
serán devastadores e irreversibles. Según el organismo científico de
Naciones Unidas, nos quedan 11 años para evitar que la catástrofe climática se perpetúe.
Rifkin cree que «todavía estamos a tiempo» y se aferra a ese margen: no
solo sostiene que seremos capaces de evitar nuestra propia extinción,
sino que, además, considera que la lucha a favor de la descarbonización
de las economías será una transición rentable. Y defiende, como un guiño
sutil a la teoría de Darwin, que todo es cuestión de adaptarse a los
fenómenos climáticos.
«Por primera vez en la historia estamos protestando por el futuro de la humanidad»
El economista tiene la esperanza puesta en esas generaciones de
jóvenes que en los últimos meses han sacudido todo el globo con sus
gritos de desesperación por la inacción de los Gobiernos ante la
emergencia climática. A su juicio, las protestas estudiantiles recogidas bajo el nombre de Fridays For Future,
son una muestra de que la sociedad es cada vez más empática. Además,
cree que son un reflejo de cómo, por primera vez en la historia, los
seres humanos han salido a la calle para defender el futuro de la
humanidad. «Entre todas las revoluciones que ha habido a lo largo de los
siglos, nunca antes habíamos protestado porque nuestra especie está en peligro», subraya. Y este no es el único síntoma de que el mundo está cambiando: el diagnóstico sobre la salud del planeta presentado en el Foro Económico Mundial de Davos
y el notable apoyo político al Green New Deal estadounidense propuesto
por la congresista Alexandria Ocasio-Cortez evidencian la expansión de
una conciencia ecológica cada vez más exigente.
De esta manera, Rifkin esboza un futuro que necesita un cambio
profundo del modelo económico. Una transformación que, además, no
presenta alternativas ante lo que él define como un «inminente colapso de la civilización de los combustibles fósiles». Se refiere a un punto de inflexión que se atreve incluso a datar: «En torno a 2028 se desinflará la burbuja de los combustibles fósiles,
la mayor de la historia», sentencia. El rechazo de los sectores clave
hacia este modelo y su progresiva reinversión en energías más baratas y
menos contaminantes sustentan esta idea.
En 2015, Citigroup, la mayor empresa de servicios financieros del
mundo, predijo que el total de activos obsoletos del carbono –es decir,
aquellos invertidos en combustibles fósiles y otras tecnologías
derivadas– podría ascender a los 100 billones de dólares si los países
firmantes del Acuerdo de París llegan a un acuerdo vinculante para
limitar el calentamiento global. Lo que entonces era una intuición ahora
se confirma con la caída en picado de las energías limpias que, según
un estudio elaborado por el banco de inversión Lazard, han pasado a ser
más baratas que las centrales de gas, carbón y los reactores nucleares.
Para el analista, esto solo puede significar que avanzamos (o deberíamos
hacerlo) en una única dirección: la de la Tercera Revolución Industrial de carbono cero.
Como ha sucedido en todas las transformaciones económicas habidas
hasta el momento, para lograr que fructifique es imprescindible contar
con medios de comunicación, una fuente de energía y un mecanismo de
transporte. O, en palabras del experto: «¡Se necesitan infraestructuras,
estúpido!». Rifkin recuerda que, en la Primera Revolución Industrial,
la imprenta, el telégrafo y las redes ferroviarias nacionales
convirtieron al XIX en el siglo de los Estados-nación. En el XX, la
electricidad, el teléfono, la radio y la televisión se unieron con el
petróleo barato, los vehículos de combustión interna y las redes de
carreteras nacionales para dar paso a la Segunda Revolución Industrial,
que sentó las bases de un mundo globalizado. Ahora, en la Tercera
Revolución Industrial, la digitalización
y el internet de las comunicaciones terminarán por unir a personas de
todo el mundo que producen energías renovables y las comparten a través
de una red eléctrica digital propia, con la que podrán, además, hacer
funcionar sus vehículos eléctricos y autónomos. En una imagen global se dibujan infraestructuras verdes que diseñarán una civilización construida en red.
«Esto nos permitirá pasar de la globalización a la glocalización»,
sostiene Rifkin, que subraya que, pese a todo, no es que hayamos caído
en la involución. Su planteamiento es sencillo: con unas infraestructuras más ágiles, cada comunidad será relativamente autosuficiente
y podrá conectarse para compartir la energía, el comercio y la
movilidad. Estos cambios encajarán en un sistema económico emergente que
ha bautizado como «capitalismo distributivo o social», en el que la
propiedad es sustituida por el acceso y la transacción de bienes por un
flujo constante de servicios. Todo con un coste marginal que roza el
cero. «Los Gobiernos centrales van a dejar de hacerlo todo por nosotros.
Ahora las regiones serán fundamentales para la revolución verde»,
explica.
«Las regiones pasarán a ser un elemento clave para el ‘Green New Deal Global’»
El visionario no habla de distopías y está seguro de que no habrá
robots ni inteligencia artificial que vaya a sustituir a los humanos.
Aunque esta Tercera Revolución Industrial –horizontal, abierta y
distributiva– lleva implícita una destrucción de empleo, también será
una fuente de oportunidades laborales. A su juicio, para desplegar las nuevas infraestructuras se necesitarán millones de personas,
porque los algoritmos, basados en datos del pasado, difícilmente podrán
enfrentarse al cambio climático. Sin ir más lejos, un vistazo al sector
de las energías renovables da algunas pistas sobre el futuro del
empleo: a día de hoy, solo en China –donde Rifkin ha trabajado como asesor–, la industria emplea ya a 3,8 millones de personas. La pregunta es: ¿por dónde empezar?
Rifkin lanza una sugerencia a nuestro país y al resto del mundo:
«Para avanzar hacia esa Tercera Revolución Industrial del Green New
Deal, los Gobiernos deben ayudar a cada región a establecer bancos verdes y cooperativos que lleven a cabo proyectos de infraestructuras».
Este ambicioso plan, acogido por los entusiastas como unas
instrucciones hacia la descarbonización, levanta también suspicacias
entre los más escépticos. ¿Llegaremos a tiempo de transformar
radicalmente el sistema social y económico? A diferencia de otros
expertos, Rifkin se muestra optimista. «Tenemos los instrumentos,
tenemos la tecnología y la experiencia en crear infraestructuras,
tenemos viento, sol y un mercado que nos habla. Solo hace falta que
millones de personas se involucren». El Green New Deal Global, lo que él
llama «un audaz plan económico para salvar la vida en la Tierra», es
todavía una aspiración que solo necesita que empecemos a desarrollarlo.
Decía Einstein que la voluntad es una fuerza motriz más poderosa que la
energía atómica, y Rifkin plantea utilizar ese poder para que el ser
humano sobreviva: ¿cómo no vamos a promover el cambio cuando nos enfrentamos a nuestra propia extinción?
-https://ethic.es/2019/12/jeremy-rifkin-un-green-new-deal-global-para-salvar-al-mundo/
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