Los
estudios Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS) constituyen una
de las áreas más florecientes y productivas en el panorama internacional actual
de la investigación social y humanística. En sus escasos 25 años de historia,
los CTS han experimentado un ritmo de crecimiento ciertamente espectacular, tanto
en el número de investigadores y docentes incorporados, como en el nivel de
institucionalización y desarrollo académico alcanzado.
Los
estudios CTS constituyen el primer esfuerzo serio y sistemático por establecer
una base sólida y suficientemente amplia para el análisis de la ciencia y la
tecnología, como fenómenos clave de la sociedad contemporánea, poniendo
especial énfasis en su interacción con los distintos aspectos del ámbito
social, económico, político y cultural. Una tarea de tal magnitud ha requerido,
desde el principio, la ruptura de las barreras disciplinares tradicionales en
el mundo académico. La interdisciplinariedad es, en efecto, uno de los rasgos
más característicos de los CTS. Se trata, sin embargo, de una
interdisciplinariedad sustantiva: la naturaleza multifacética de su objeto de
estudio (la complejidad de las relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad)
requiere una intensa colaboración entre expertos procedentes de disciplinas
diversas (historia, sociología, ingeniería, filosofía, economía, politología,
etc.), así como la necesidad de elaborar un terreno conceptual y temático común
para la investigación y el intercambio de información.
El
origen de los estudios CTS a principios de los setenta es consecuencia de una
serie de circunstancias sociales características de nuestra época. En primer
lugar, la ciencia experimenta tras la Segunda Guerra Mundial un crecimiento sin
precedentes en la historia, tanto en el número de profesionales reclutados como
en el volumen de ayuda económica dedicada por los estados a sus instituciones.
Durante los años sesenta el crecimiento exponencial de la ciencia se convierte
en un tema de debate en distintos ámbitos sociales y, por vez primera, aparecen
estudios rigurosos sobre la dinámica del crecimiento científico y sus posibles
consecuencias futuras (de Solla Price, 1963).
Por
otro lado, durante la década de los sesenta la innovación tecnológica comienza
a cobrar mayor relevancia como factor positivo en el desarrollo económico de
las naciones. Los economistas empiezan a considerar la posibilidad de revisar
el estatus pasivo y secundario que la teoría económica asigna a la tecnología.
Consecuencia de ello, será, años más tarde, los primeros trabajos
especializados en el estudio sistemático de la innovación como factor endógeno
del crecimiento económico (Nelson y Winter, 1982).
La
expansión de la ciencia y el aumento del protagonismo económico de la I+D traen
consigo una creciente preocupación por encontrar mecanismos adecuados para
planificar el apoyo público en dichos ámbitos. Cada vez se hace más patente la
necesidad de establecer una base sólida para el diseño de políticas científicas
y tecnológicas con objeto de rentabilizar al máximo la inversión pública en
dichos ámbitos.
Paralelamente,
comienza a emerger, tanto en Estados Unidos como en los países europeos más
desarrollados, una mayor conciencia del impacto de la tecnología en el medio
ambiente y en el tejido social. El incipiente movimiento ecológico y
determinadas organizaciones en defensa de los derechos civiles, así como las
discusiones en torno a los efectos de las nuevas tecnologías en el nivel de
desempleo, hacen que algunos gobiernos empiecen a considerar seriamente la
posibilidad de instituir organismos capaces de anticipar y atenuar los posibles
impactos negativos de ciertos tipos de tecnología. Aparecen, como consecuencia
de ello, las primeras agencias gubernamentales de evaluación de
tecnologías al tiempo que los parlamentos toman conciencia de la
necesidad de regular y dirigir, de alguna forma, los caminos trazados por el
desarrollo científico-técnico, con objeto de maximizar sus beneficios sociales
y minimizar los riesgos (Smits y Leyten, 1988).
Otro
factor que hay que tener en cuenta es una cierta crisis de la enseñanza
científico-tecnológica. Especialmente en Europa, se genera un largo y amplio
debate acerca de los principios que deben regir la formación de futuros
científicos e ingenieros –uno de los síntomas de dicha disputa es la famosa
tesis de Snow sobre las dos culturas (Snow 1959). Son muchos
los que abogan por una reforma de la enseñanza que, contrarrestando el excesivo
acento en la especialización, acerque a científicos e ingenieros a la realidad
humana y social en que deberán insertarse al acabar sus estudios (Edge, 1995).
La
combinación de todos estos factores generó una demanda creciente de análisis
que pudieran clarificar el estatus de la ciencia y la tecnología en la sociedad
contemporánea, sus vínculos con otras instituciones sociales y las
posibilidades reales de intervención en su desarrollo. Las disciplinas
tradicionales en el estudio de la ciencia (filosofía, sociología e historia de
la ciencia, principalmente) discurrían, sin embargo, por derroteros muy
distintos y con un escaso grado de cooperación interdisciplinar. La capacidad
individual de tales disciplinas para acometer la tarea de clarificar y valorar
los diversos aspectos de la interacción entre ciencia y sociedad, resultaba por
ello, como mínimo, poco plausible.
Por
lo que respecta a la tecnología, la reflexión sistemática había sido hasta el
momento prácticamente inexistente y había quedado relegada al ámbito de la
historia, en que un descriptivismo a ultranza había impedido la búsqueda de
generalizaciones más allá de las tradicionales narraciones genealógicas pobladas
mayormente por inventores heroicos. Sociólogos y filósofos, al margen de
algunas excepciones notables (Marx, Ortega, Heidegger, Ogburn), habían mostrado
escaso interés por el tema de la tecnología y su papel en la cultura y la
sociedad contemporáneas. Los economistas, por su parte, mayoritariamente
adscritos a la perspectiva neoclásica, continuaban considerando la tecnología
como un mero factor exógeno del desarrollo económico.
En
resumen, la situación a principios de los setenta presentaba un desajuste
evidente entre una demanda social cada vez más explícita de estudios sobre el
entramado ciencia, tecnología y sociedad y una oferta académica demasiado
dispersa y sin perspectivas integradoras entre las distintas áreas, ni en el
terreno de la enseñanza ni en el de la investigación. En estas condiciones, la
emergencia de los estudios CTS no resulta difícil de explicar.
El
origen de los estudios CTS se encuentra, pues, más en las circunstancias
concretas de la realidad social que en la dinámica específica de determinadas
disciplinas académicas. Este hecho ha condicionado enormemente el desarrollo
posterior de los CTS, primando aquellas líneas de investigación y aquellos
problemas conceptuales más directamente relacionados a cuestiones de actualidad
en el universo social, político o económico. El objetivo básico de los CTS
puede ciertamente cifrarse en la apertura del análisis de la ciencia y la
tecnología a los problemas sociales más apremiantes que su desarrollo plantea.
En lugar de establecer una separación primordial entre ciencia, tecnología y
sociedad, enfatizando los rasgos distintivos o suponiendo implícitamente la
existencia de lógicas de desarrollo autónomas e independientes en cada uno de
tales dominios, la investigación en CTS intenta promover la exploración de todo
tipo de vínculos que se den entre ellos, mostrando la imposibilidad de entender
el desarrollo de la ciencia y la tecnología al margen de condicionantes de tipo
político, social, económico o cultural.
El
resultado más apreciable de esta perspectiva ha sido la elaboración progresiva
de una nueva estrategia interdisciplinar para el estudio de la ciencia y la
tecnología, en que éstas aparecen como empresas esencial e
irremediablemente humanas (y, por tanto, sociales), tanto en
el contexto que las alimenta, apoya y dirige, como en su carácter interno. Bajo
la perspectiva CTS, la ciencia y la tecnología no son ni monstruos autónomos
con vida no propia, ni simples instrumentos neutrales que puedan ser fácilmente
modificados y utilizados para necesidades o intereses varios. Son, más bien,
complejas empresas que se desarrollan en contextos específicos configurados
por, y a su vez configuradores de, valores humanos que se reflejan y refractan
en las instituciones culturales, políticas y económicas. Los intereses
detentados por consumidores, empresarios, gobiernos, grupos ecologistas,
entidades financieras y otros muchos agentes sociales, definen los problemas,
establecen en buena medida los parámetros bajo los que deben buscarse las
soluciones a los problemas y determinan qué resultados serán aceptables.
Simultáneamente, la ciencia y tecnología afectan a la configuración y
definición de valores e instituciones, de manera que la situación global es un
cúmulo dinámico de complejas relaciones bidireccionales.
Esta
nueva forma de abordar el estudio de la ciencia y la tecnología desarrollada a
través de sucesivas aportaciones durante las últimas tres décadas, ha alcanzado
en la actualidad un alto grado de complejidad y precisión. La riqueza de los
estudios CTS reside, en parte, en la diversidad de elementos, perspectivas y
problemas que su enfoque plenamente interdisciplinar proporciona. Los estudios
CTS son, de hecho, un producto híbrido fruto del encuentro –hasta no hace
mucho, poco verosímil– de áreas de investigación, como la historia de la
ciencia y la tecnología, la filosofía de la ciencia y la tecnología, la
economía de la innovación tecnológica y la nueva sociología de la ciencia y la
tecnología.
En
términos generales, los estudios CTS han conseguido ofrecer una nueva
perspectiva para el estudio de la ciencia y la tecnología, que se desmarca de
los modelos clásicos vigentes hasta hace pocos años. En el caso de la
tecnología, por ejemplo, los estudios evolucionistas del cambio tecnológico, la
llamada nueva sociología de la tecnología, la historia y la filosofía de la
tecnología, han coincidido en plantear las graves deficiencias del modelo
lineal del desarrollo tecnológico, que durante mucho tiempo ha constituido la
perspectiva hegemónica en el estudio de la innovación tecnología y en la
intervención política sobre la misma. En el caso de la ciencia, tanto la
sociología del conocimiento científico, como la denominada nueva filosofía de
la ciencia, así como ciertos desarrollos en el campo de la historia de la
ciencia, han coincidido en señalar el carácter ambiguo y no autoevidente de los
resultados experimentales o la necesidad de entender el conocimiento científico
bajo la óptica de la construcción colectiva activa, más que como producto del
descubrimiento pasivo de investigadores aislados.
Por
lo que respecta a los instrumentos metodológicos en CTS, la
interdisciplinariedad ha tenido como consecuencia la fecundación mutua de los
distintos enfoques disciplinares involucrados. El resultado es una amplia gama
de metodologías que constantemente interactúan entre sí mediante trabajos
comparativos, bajo el supuesto central de que un objeto de estudio tan
polifacético como el entramado ciencia-tecnología-sociedad requiere
herramientas metodológicas igualmente diversificadas. En el campo de los CTS
conviven, por consiguiente, la metodología cualitativa de los estudios de caso
–típicamente sociológicos–, los análisis cuantitativos de los estudios
bibliométricos, los enfoques globalizantes y más abstractos de la filosofía,
los estudios etnográficos de la práctica científica en el laboratorio, el
análisis de controversias científico-tecnológicas o el análisis del discurso
científico.
Los estudios CTS son, en
definitiva, un espacio que pone en un primer plano la cualidad heurística que
tendría que unir en los mismos análisis lo tecnológico, lo social, lo natural y
la producción del conocimiento, puesto que los conflictos que cotidianamente
nos exigen soluciones, los debates actuales en los que estamos inmersos, hacen
patente que es artificial diferenciar los problemas calificándolos de técnicos,
sociales, naturales, etc., así como pretender que las soluciones a los mismos
se pueden alcanzar desde la especificidad de alguno de los clásicos campos
disciplinares.
En este sentido, una de la características más remarcables de los estudios CTS es su clara vocación por trascender los límites clásicos de la actividad académica y participar activamente en la fundamentación de mecanismos sociales y políticos adecuados para evaluar, fomentar o gestionar el desarrollo científico-tecnológico. Los estudios CTS, por ejemplo, son en gran medida responsables de la nueva orientación en evaluación de tecnologías, que comienza a arraigar en distintos países europeos. La política científica, la evaluación de la producción científica y técnica o la comunicación en ciencia y tecnología, son también ámbitos en los que los CTS están llamados a alcanzar un alto nivel de protagonismo en los próximos años |
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