Recomendaciones (o no) de lectura: La economía desenmascarada
En los comentarios a la (excelente) reseña del libro “El negacionismo económico” escrita por José Luis Ferreira y publicada hace unas semanas, una de nuestras queridas lectoras nos afeó que solo prestemos atención a obras favorables a la "economía convencional" y nos retó a reseñar otras de autores “heterodoxos”, citando, en particular, “La economía desenmascarada” (LED, de aquí en adelante) de Steve Keen.
Deseosos de calmar las preocupaciones de nuestros lectores por
nuestras opiniones acerca de las tesis de economistas con "otras formas
de pensar" (un precedente aquí),
recogemos el guante. En este caso, para hacerlo son necesarias dos
entradas (extensas) por la propia naturaleza del libro en cuestión
(también muy extenso) y de la reseña (desfavorable). Si se prefiere otra
más breve (y no tan desfavorable), esta es nuestra recomendación.
¿Qué he hecho yo para merecer esto?
Reseñar este libro no es una tarea para encargar a alguno de nuestros
generosos colaboradores (son 768 páginas en la versión en castellano,
que incluye una introducción de Joaquín Estefanía,
y 478 en la ultima edición en inglés). Tenía que ser uno de los
editores el que se encargara de una tarea tan ardua. Y entre ellos, por
afinidad de temas y exposición a los eventos que motivan LED, creo que
yo era el menos indicado para poner excusas.
Antes de empezar, tengo que confesar que soy lo que Steve Keen
calificaría como "economista embelesado por las falsedades de la
economía neoclásica". Su libro acusa a este tipo de economistas (que
cuantifica en el 85% de la profesión económica) de ignorancia y de falta
de atención a lo que hacen o dicen el 15% restante, y de mala fe por
propagar ideología favorable a los ricos y poderosos disfrazada de
ciencia económica. Por tanto, creo necesario, aún a riesgo de parecer
narcisista, hacer explícitas las credenciales (relevantes) y los
prejuicios (confesables) con los que me he enfrentado (literalmente) a
esta tarea.
(Los dos párrafos siguientes son prescindibles. Si discrepa sobre la
necesidad anteriormente expresada y/o tiene poco tiempo, sálteselos y
vaya directamente al siguiente apartado).
Hacía tiempo que sufría la tentación de caer en esta lectura. Había
ojeado LED en varias librerías y expositores de libros en congresos.
Tenía noticias de su enorme influencia entre la heterodoxia económica y,
tras haber realizado bastantes incursiones por blogs (y por las
lecturas recomendadas en ellos) de economistas favorables a escuelas
alternativas de pensamiento económico (todos tenemos algunos vicios),
había acumulado una enorme curiosidad. Sin embargo, nunca compré el
libro porque me pareció excesivamente caro para lo que prometía (37$
paperback en inglés, 27,07 euros en tapas blandas en castellano). Ahora,
gracias a una excelente biblioteca cercana, he podido acceder a las dos
últimas ediciones, tanto en castellano como en inglés.
Por tener una edad y una curiosidad malsanas, también he tenido
bastante exposición a algunas de las escuelas de pensamiento heterodoxas
que se presentan en LED como la “salvación de la ciencia económica”.
Estudié teoría del valor marxista y economía post-keynesiana
(inolvidable el curso de microeconomía de 1980-81 impartido por Diego Azqueta en la Universidad de Alcalá de Henares) y mi mentor, Luis Toharia (dep),
al que nunca podré agradecerle todo lo que supuso en mi formación, se
preocupó mucho por exponerme (intensamente) a las visiones marxistas,
post-keynesianas e institucionalistas del mercado de trabajo, en
especial, a las de Michael Piore,
al que posteriormente puede seguir de primera mano como profesor del
departamento de Economía en el que cursé mis estudios de doctorado.
Entre esos cursos hubo uno sobre modelos de desequilibrio, impartido por
Frank Fisher, y varias clases de Paul Samuelson, Robert Solow y Frank Hahn
sobre economía post-keynesiana, que ellos debían conocer bien, sobre
todo por proximidad. Desde 1991 a 2003 impartí un curso (anual) de
macroeconomía avanzada en el que se dedicaban varias clases a la teoría
post-keynesiana del crecimiento económico, en general, y a la controversia de Cambridge, en particular. Desde 2004 he presenciado algunas sesiones organizadas por la Union of Radical Political Economics (otro de mis vicios) durante mis asistencias (casi) regulares al congreso anual de la American Economic Association.
El evangelio heterodoxo (con anuncio de llegada de un nuevo Mesías)
LED es un libro bien estructurado.
Los dos primeros capítulos constituyen una carta de presentación en
la que fundamentalmente el autor reclama para sí y unos pocos
economistas (heterodoxos, por supuesto) la clarividencia de haber
previsto “la Segunda Gran Depresión” y acusa a casi toda la profesión
económica de complacencia, ignorancia, falta de previsión, estar
adoctrinada y adoctrinar a los estudiantes de Economía, y de justificar
políticas económicas que siempre favorecen a los poderosos y empobrecen
el mundo. Con esta acusación demuestra gran valentía y determinación,
mayores incluso que las de Winston Churchill quién, cuando le
preguntaron qué pensaba de los franceses, dijo que no tenía opinión
formada porque “son muchos y no los conozco a todos”.
El resto de LED son quince capítulos más agrupados en tres partes
dedicadas a presentar: i) errores lógicos de la economía convencional,
ii) complejidades omitidas (que no deberían serlo) en los cursos de
economía y iii) maneras diferentes (a la neoclásica) de “pensar la
economía”. Dentro de ellas, cada capitulo se dedica a discutir, explicar
o diseccionar una idea principal.
Esta es la versión resumida de mi resumen de esos capítulos. Muchas
de las frases utilizadas son copias (casi) literales de otras que
aparecen en el libro (entre paréntesis, mis apostillas). Un resumen
similar, algo más extenso, del propio autor está en las páginas 81-84 de
la edición española.
Errores lógicos de la economía neoclásica
#3: La demanda agregada de un determinado producto no siempre disminuye con su precio. Prueba: Sonneschein-Mantel-Debreu.
Consecuencia: Desacreditación del “individualismo metodológico”. No se
pueden deducir leyes económicas sistemáticas partiendo del análisis del
individuo aislado.
#4: No es posible deducir una curva de oferta que sea independiente de la curva de demanda. Prueba: Stigler (1957).
Consecuencia: solo cuando hay competencia perfecta existe una curva de
oferta. Por eso los economistas neoclásicos siempre propugnan medidas
que eliminen monopolios, sindicatos y cualquier obstáculo al libre
funcionamiento del mercado.
#5: Los costes de producción son normalmente constantes o bien decrecientes para la mayoría de los bienes. Prueba: Sraffa (1926). Consecuencia: Si las productividades marginales no son decrecientes, no es posible determinar cuánto produce una empresa.
#6: El análisis neoclásico del mercado de trabajo es erróneo porque
(la fuerza de) trabajo no es una mercancía. (Esto no necesita prueba).
Consecuencia: los economistas neoclásicos siempre abogan por medidas
para desregular el mercado de trabajo y reducir los salarios y se oponen
a intervenciones que aumentan los salarios bajos mientras protegen los
salarios altos utilizando torticeramente la teoría de la productividad
marginal, que es errónea como se demostró en #5.
Conclusión: La oferta y la demanda no funcionan como creen los
economistas neoclásicos. En lugar de microeconomía, los estudiantes
deberían dedicar su tiempo a otras cosas (sin especificar cuáles, por
ahora).
Complejidades omitidas en la enseñanza de la economía
#7: La controversia de Cambridge (¡ya era hora!). No es posible
definir el capital como un factor de producción agregado. Prueba: Sraffa (1960).
Consecuencias: La tasa de beneficios no tiene nada que ver con la
productividad marginal del capital; solo refleja el poder relativo de
nuestra sociedad (de empresarios frente a trabajadores), así como las
capacidades técnicas de las fábricas y el éxito o no de las recientes
olas de inversión. La teoría neoclásica de la distribución de la renta
no tiene ningún sentido.
#8: La metodología de la economía neoclásica, que valida teorías en
función de sus resultados predictivos y no de los supuestos necesarios
para alcanzar esos resultados, es una locura. Consecuencia: La Economía
no es una ciencia y sigue un programa de investigación degenerativo que
más que expandir el abanico de fenómenos que es capaz de explicar, solo
se ocupa de proteger creencias secundarias para defender de ataques al
núcleo duro de sus convicciones. Para ello, las únicas políticas que
aprueban los economistas neoclásicos son aquellas que hacen que el mundo
real se parezca lo más posible a su modelo económico.
#9: El modelo neoclásico solo se preocupa de realizar análisis
estáticos, que son inútiles para comprender economías dinámicas donde
tienen lugar cambios frecuentes y paulatinos. Los economistas continúan
siendo casi criminalmente inconscientes de cuestiones relacionadas con
el análisis de sistemas dinámicos. La economía es inherentemente
inestable y nunca alcanza el equilibrio. La teoría del caos y el ejemplo de William Phillips
en sus intentos por construir modelos dinámicos de la economía (incluso
en forma mecánica) son las vías por las que debería avanzar la
economía.
#10: La macroeconomía obtiene sus fundamentos de la falaz
microeconomía y, por tanto, no puede concebir que existan las grandes
depresiones económicas. Por eso, los macroeconomistas más prominentes no
vieron venir la última crisis. La falacia reduccionista sobre la que se
construye la macroeconomía solo puede conducir a la ignorancia total.
Un repaso de la historia de la macro desde Keynes hasta la actualidad,
donde se señalan numerosas incorrecciones y falacias, permite concluir
que la profesión económica está capturada por los capitalistas. “El
hecho de que estas teorías se hayan desarrollado, en parte, gracias a
fondos públicos y de empresas, mientras que los economistas no ortodoxos
como yo (escribe Steve Keen) han tenido que trabajar sin la ayuda de
becas de investigación, es una de las razones por las que este
sinsentido que es la teoría neoclásica esté tan bien desarrollado, y sus
potenciales rivales tan escandalosamente atrasadas" (sic, pag. 445, edición en castellano).
#11: Los mercados financieros calculan mal los precios de los activos
y son fuente de gran inestabilidad. La hipótesis de la eficiencia de
los mercados financieros no puede aplicarse al mundo real. La
incertidumbre, y no el riesgo, es el principal factor que se interpone
entre los inversores y un conocimiento certero del estado futuro de las
empresas. Consecuencia: El rendimiento esperado de una inversión
simplemente no puede saberse.
#12: Ataque a Ben Bernanke
(¡se hacía esperar!), equivocado en su interpretación de la Gran
Depresión de los años 1930s y nefasto en su gestión de la Gran Recesión
como Presidente de la Reserva Federal. Crítica (desaforada) a Paul Krugman por malinterpretar la teoría de la deuda y de la inestabilidad financiera de Hyman Minsky e intentar reproducirla con el instrumental neoclásico.
Conclusión: La economía neoclásica es un fracaso, intelectual y en
sus aplicaciones al mundo real. Aunque todavía no existe otro enfoque
alternativo, sí hay otras formas de pensar que llevarán a construir una
teoría económica sólidamente fundamentada y no ideológica. Una de esas
perspectivas, (escribe Steve Keen) “me permitió a mí ser uno de los
pocos economistas que vieron venir la Gran Recesión”.
Formas alternativas de “pensar la economía”
#13: Economistas post-keynesianos y austríacos (en total, doce de
ellos) vieron venir la crisis porque incorporan explícitamente el
crédito y el dinero en sus modelos de la economía (en algunos casos,
dinámicos y de desequilibrio). La modelización correcta de Minsky a
partir del modelo de Goodwin
y los datos sobre evolución de la deuda antes de la crisis fue
suficiente para prevenir lo que estaba por venir y caracterizar la
transmisión de las perturbaciones financieras a través de la deflación
de la deuda. Consecuencia: Una disciplina económica que sea relevante
para el capitalismo deberá ser una teoría dinámica y estrictamente
monetaria, en la que las finanzas jueguen un papel fundamentalmente
desestabilizador.
#14: Hay (solo) dos posibles enfoques para desarrollar un modelo
monetario del capitalismo: i) construcción de modelos multi-agente por
ordenador que puedan replicar determinados fenómenos macroeconómicos, y
ii) descripción de la economía mediante agregados (cambio evolutivo,
clases sociales, producción agregada, deuda agregada) y formalización
con ecuaciones dinámicas de los modelos verbales de los grandes
pensadores no neoclásicos. Se presenta un modelo monetario del
capitalismo. con dinero y crédito endógeno que sigue el segundo de los
enfoques anteriores.
#15: Alternativas a la hipótesis de los mercados financieros
eficientes. Teorías conductitas e hipótesis de los mercados fractales e
ineficientes. La utilidad de la Econofísica para detectar y explicar la
volatilidad de los mercados financieros. Reformas necesarias de la
regulación financiera.
#16: La economía neoclásica no es mala por ser matemática per se,
sino porque es mala matemática. Muchos teoremas de la economía
neoclásica tienen contradicciones lógicas, variables omitidas, falsas
equivalencias y/o condiciones inexploradas.
#17: (Digresión) La mayor parte de los economistas marxistas son
irrelevantes, pero Marx no lo es. La incoherencia de la teoría marxista
del valor-trabajo y del origen de las plusvalías. Paseo por los
economistas fisiócratas, Smith y Ricardo para poner en perspectiva la
doctrina marxista y concluir que esta no puede ofrecer una alternativa a
la falaz teoría subjetiva del valor de la economía neoclásica.
Consecuencia: Hay que ignorar a los economistas marxistas. La
resurrección de Marx solo puede producirse destilando los ricos
fundamentos filosóficos de su análisis del capitalismo y aplicándolos a
la reforma de la teoría económica.
#18: Puntos fuertes y débiles de las escuelas de pensamiento
económico alternativas a la neoclásica: marxista, post-keynesiana,
austríaca, sraffiana, la teoría de la complejidad y la econofísica, y la
escuela evolucionista. Todas con puntos fuertes en áreas donde la
economía neoclásica está equivocada, pero no suficientemente maduras
como para fundamentar un cuerpo de conocimiento que reemplace a la
economía convencional. Se puede imaginar una teoría económica del siglo
XXI a partir de una combinación de las escuelas alternativas de
pensamiento económico pero todavía está por llegar (Con esto el autor
resucita el pensamiento de Maimónides: “Es mi convicción certera que vendrá el Mashiaj/Mesías, y aunque se retrase igual lo esperaré a diario”).
Conclusión: La economía académica no se reformará por sí misma. La
revolución y un nuevo paradigma científico debe provenir desde fuera:
periodistas y formadores de opinión en la blogsfera,
estudiantes críticos, departamentos de economía que ofrezcan programas
de estudios con otras metodologías y provean a los estudiantes de las
habilidades que necesitará el economista del siglo XXI (cálculo,
álgebra, ecuaciones diferenciales, dinámicas de sistemas, programación
informática, historia y sociología).
Avance informativo
En la siguiente entrada ofreceré mi valoración de este intento de desacreditación de la ciencia economica. (Spoiler:
Con este resumen, creo que pocos lectores se sorprenderán si avanzo que
en mi opinión LED no consigue más que otros ataques a la economía
convencional, anteriores o posteriores, igualmente fallidos. En cierto
modo, LED pertenece a la categoría de productos pseudo-científicos que
en ciencias sociales se ha dado en llamar critical studies,
que tratan -supuestamente- de enseñar a pensar "críticamente", cuando
en realidad lo que hacen es todo lo posible por desviar a su (reducida e
ideológicamente secuestrada) audiencia del conocimiento necesario para
poder pensar con criterio propio.
Recomendaciones (o no) de lectura: Sobre (des)acreditaciones
sta es la segunda parte de una reseña de “La Economía desenmascarada” de Steve Keen (iniciada aquí). Trata de tres tesis principales que son recurrentes en ese libro: i) la superioridad intelectual (y moral) de los economistas (no neoclásicos) que “vieron venir la crisis”, ii) la conspiración de los economistas neoclásicos para mantener apartados a “los que profesan otras formas de pensar”, iii) las soluciones a las “graves deficiencias” sobre las que se sustenta la economía convencional.
Predecir no es entender
La primera edición de “La Economía desenmascarada” (LED, de aquí en adelante) se publicó en 2001 con la intención (reconocida por su propio autor) de avisar, más allá del mundo académico, de que una grave crisis económica iba a estallar con carácter inminente (sic) y que la teoría económica neoclásica estaba contribuyendo a generarla. La segunda edición de LED se publicó en 2011, aprovechando el éxito mediático alcanzado por el autor cuando finalmente la crisis se produjo… a finales de 2007. El autor atribuye su clarividencia en la anticipación de la crisis a sus preocupaciones por diferenciar activos financieros y reales, por los flujos de crédito que los financian, por el crecimiento de la deuda que acompaña al de la riqueza financiera y por la relación contable entre la economía financiera y la real, preocupaciones todas ellas, según él, ausentes de la economía neoclásica.
En mi opinión la cuestión relevante a estos efectos no es cuántos ni qué tipo de economistas vieron venir la crisis (algo que me parece un ejercicio de onanismo intelectual poco interesante). Como no creo que los economistas (de uno u otro tipo) tengan bolas de cristal ni máquinas para viajar en el tiempo, lo que de verdad importa es si aquellos que dicen realizar predicciones acertadas, utilizan (o no) un sólido conocimiento de la naturaleza, causas y determinantes de los hechos previstos. En este caso, esta cuestión plantea dos niveles de discusión: i) ¿es la hipótesis de Minsky y sus desarrollos posteriores por Keen una buena base teórica para entender el origen y el desarrollo de la crisis?, y ii) ¿es verdad, como sostiene Keen, que los economistas neoclásicos no tenían el instrumental adecuado para “ver venir la crisis”?.
Mis respuestas a ambas preguntas son no y no. Habiendo estado expuesto a nuestros colegas patrios que han intentado convencernos de lo contrario (por ejemplo, éste y éste), he buscado afanosamente en LED mejores razones. No las he encontrado.
En primer lugar, Minsky expuso sus ideas sobre ciclos financieros en forma discursiva combinando argumentaciones varias (y en ocasiones) contradictorias entre sí, sin proporcionar al lector un instrumental para el análisis de los ciclos financieros ni evidencia empírica que permita sostener que los principales canales de transmisión de las perturbaciones financieras que él identifica sean los verdaderamente relevantes.
Por otra parte, esas ideas no son ni mucho menos las únicas que se han formulado sobre la posibilidad de que perturbaciones financieras generen fluctuaciones económicas o ciclos de expansiones/depresiones. Una breve búsqueda de trabajos sobre ciclos financieros publicados antes de 2007 produce bastante resultados (por ejemplo, 1, 2, 3 y 4). Incluso libros de texto muy anteriores contienen un tratamiento de la posibilidad de burbujas especulativas y de las imperfecciones de los mercados financieros (ver, por ejemplo, el capítulo 5 y el apartado 9.6, aquí). Y la experiencia de la crisis bancaria japonesa, extensamente estudiada (ver, por ejemplo, aquí), proporcionó un antecedente sobre las consecuencias que podrían tener burbujas inmobiliarias y excesivos crecimientos del crédito acerca de las que muchos economistas eran perfectamente conscientes.
En lo que sí acierta LED es en señalar que estos conocimientos sobre el funcionamiento de los mercados financieros no estaban suficientemente integrados en la macroeconomía (ahora empiezan a estarlo). También acierta en criticar (ferozmente) la complacencia con la que muchos economistas y responsables de organismos internacionales económicos (con notables excepciones) contemplaron los desarrollos financieros del periodo 1995-2007. Pero que no se produjeran suficientes alarmas sobre la crisis, o que estas no tuvieran más repercusión e influencia, no se debió a las carencias de la ciencia económica ni a las perversas intenciones de la profesión económica por generar una crisis financiera, sino principalmente a los problemas de comunicación de los economistas (ver aquí y aquí) y a su turbulenta e incomprendida relación con los políticos (sobre la que he escrito en otro lugar).
Simular tampoco lo es todo
En segundo lugar, la mayor parte de las críticas de LED a la economía neoclásica se refieren más a la manera en la que se enseña la Economía en cursos básicos que a la totalidad de los conocimientos que componen la ciencia económica (sobre esto, más en el siguiente apartado).
En la crítica a la enseñanza actual de la Economía, LED también tiene razón. Es urgente que los cursos introductorios de Economía se diseñen de manera diferente (sobre cómo hacerlo ya tenemos algunas referencias). También acierta su autor cuando recomienda que los estudiantes de economía dediquen mucho más tiempo a aprender técnicas cuantitativas. El economista del siglo XXI será fundamentalmente un analista de datos. Sin embargo, de la misma manera que la potencia sin control no sirve de nada, las realizaciones de cálculos masivos sin capacidad de análisis (que es lo que, bajo la etiqueta de "Econofísica", parece promover el capítulo 15 de LED), también son inútiles. Y puestos a recomendar métodos cuantitativos para la economía, me parecen mucho más adecuados los que se describen aquí, aquí, aquí, aquí y aquí.
La conspiración inventada
Hay dos cosas que gratifican enormemente a los economistas académicos (ortodoxos y heterodoxos). Una es intentar demostrar que sus colegas, en uno u otro campo, están equivocados. Otra es quejarse de no recibir suficiente admiración, respeto y reconocimiento. En LED se encuentran ambas en grado sumo… y sin razones suficientes (como suele ocurrir en la mayoría de los casos).
LED acusa a la economía neoclásica (aproximadamente un 85% de la profesión según su autor) de obtener su posición de dominio gracias a sus vínculos con Gobiernos conservadores y el “capitalismo internacional”. Es más, se dice que las propuestas de política económica que de ella se derivan siempre favorecen a los poderosos ricos por la existencia de tales vínculos. Y, finalmente, se concluye que se utiliza tal posición de dominio para expulsar de la profesión a los que no comulgan con una teoría económica conservadora y que empobrece a la sociedad. Para ello, los economistas neoclásicos dominan los departamentos económicos, los consejos editoriales de las revistas académicas, los comités de selección de estudiantes de doctorado y nuevos profesores, y los comités de evaluación para la concesión de becas y financiación de proyectos de investigación.
En mi vida anterior como académico en ejercicio (1990-2004) nunca tuve indicios de tamaña conspiración. Sí he sido testigo (y víctima), entonces y después, de cómo debates científicos sobre cuestiones económicas eran inmediatamente transformados en excusas para lanzar acusaciones injuriosas y descalificaciones personales infundadas utilizando argumentos similares a los que aparecen en LED. Y como miembro de paneles de evaluación de convocatorias públicas de financiación de proyectos de investigación en ámbitos nacionales e internacionales, he tenido muchas veces la impresión de que se premiaba en exceso la interdisciplinariedad y la amalgama de metodologías sobre la calidad de los proyectos y sobre las capacidades de los equipos investigadores para producir nuevas contribuciones científicas y resultados útiles socialmente.
En definitiva, si el 85% de los economistas (sic) entienden que hay un cuerpo de conocimiento que merece ser estudiado y desarrollado, será por algo más que por la mano invisible de los económicamente poderosos. Algo que los economistas valoran especialmente en la selección de estudiantes, profesores y proyectos de investigación es la originalidad y la búsqueda de nuevos problemas y soluciones. Si los economistas heterodoxos no consiguen penetrar en esos círculos es bien porque no quieren someterse a la evaluación por pares o porque, prefiriendo divagar sobre las ideas de economistas difuntos en lugar de desarrollar otras nuevas, no son capaces de ofrecer algo útil y original para el desarrollo del conocimiento económico. La queja contra la conspiración de los economistas convencionales suena igual que la del curandero/homeópata al que no le permiten la práctica profesional de la medicina porque no conoce el instrumental necesario para ello.
Tirando al bebé junto con el agua del baño
Otra característica sorprendente (y decepcionante) de LED es que pretende ser una enmienda a la totalidad de la ciencia económica cuando presenta una visión muy limitada de ella. En realidad sus partes centrales (la primera y la segunda) solo tratan de modelos básicos de la microeconomía y de la macroeconomía y de nociones básicas de equilibrio general que se aprenden en los primeros cursos del grado en Economía.
Sin embargo, esos modelos son solo los instrumentos con los que los economistas dan sus primeros pasos. Cuando los aprenden y conocen sus limitaciones, se dedican a tareas mucho más interesantes. Basta echar un vistazo a algunas de las listas que se utilizan para catalogar artículos académicos de economía (o leer regularmente este blog) para darse cuenta de que los economistas hacen casi de todo en lugar de preocuparse por curvas de oferta y demanda y modelos estáticos de equilibrio general. En todos los campos de la economía (y son muchos) se analiza el comportamiento de agentes (personas, empresas, gobiernos, etc.) que forman expectativas sobre la evolución de la economía, sobre los efectos futuros de sus decisiones y sobre las reacciones de los demás agentes, en mercados con estructuras y características muy variadas y en contextos de riesgo e incertidumbre. Decir que "los economistas del 85%" han de abandonar sus tareas para dedicarse a otras cosas es como decirle a un adulto que no puede correr porque de bebé aprendió a caminar en el taca-taca equivocado.
Y el veredicto es…
Si nuestra querida lectora que reclamó esta reseña ha leído hasta este punto, no se sorprenderá de que mi recomendación sobre LED sea negativa (hay recomendaciones positivas en el párrafo siguiente). No pierda el tiempo. Para los no iniciados, LED no es un buen libro de texto de Economía. Difícilmente un lector no iniciado va a entender las disquisiciones de su autor sin haber tomado cursos introductorios de micro y macro. Para los que hayan tomado estos cursos, es mejor opción seguir tomando otros intermedios y avanzados en esos mismos campos. Y llegados a ese punto, si se ha seguido los cursos con aprovechamiento, no necesitará leer LED. Su lectura solo puede resultar interesante a los que buscan excusas para utilizar la economía como un campo de batalla entre posiciones ideológicas y filosóficas colaterales al ejercicio de la economía. Como adelanté al final de la primera parte de esta entrada, en lugar de enseñar a aproximarse críticamente a la economía, LED solo sirve para alejar a sus (previamente convencidos) lectores de los instrumentos y conocimientos que necesitan para entenderla y desarrollarla.
Hay alternativas reales a las alternativas imaginarias de LED. Para los no iniciados que tengan un interés genuino en lo que es la Economía, qué hacen los economistas y cómo pueden contribuir (y contribuyen) a la formulación de políticas económicas que mejoran el bienestar social, recomiendo “La Economía del bien común” de Jean Tirole.
Si a lo que se aspira es a entender por qué se produjo la última crisis y cómo el sistema financiero fue crucial en su origen y transmisión, en particular, en el caso de la economía española, la referencia principal es Tano Santos (aquí y aquí). Y si todavía queda algún morbo por apreciar como los economistas secuestrados por la ideología pretenden imponer sus opiniones sobre los resultados de la investigación de los economistas (de verdad), mi recomendación es el libro cuya reseña causó el desvarío de esta entrada y la anterior.
--
Ramón,
El libro de Tirole es una joya, entre otras muchas cosas por las excelentes aptitudes pedagógicas de su autor (de las que puedo dar fe de primera mano) y porque está organizado alrededor de la discusión de problemas sociales varios, desde el desempleo hasta el cambio climático. Puedes leer capítulos sueltos en función de tus intereses por estos temas pero mi encarecida recomendación es que lo leas entero.
Una reseña sobre el libro:
http://www.enlightenmenteconomics.com/blog/index.php/2017/10/economics-for-good
Aquí las opiniones del propio autor sobre su libro:
http://blog.press.princeton.edu/2017/09/05/jean-tirole-on-economics-for-the-common-good
El libro de Tirole es una joya, entre otras muchas cosas por las excelentes aptitudes pedagógicas de su autor (de las que puedo dar fe de primera mano) y porque está organizado alrededor de la discusión de problemas sociales varios, desde el desempleo hasta el cambio climático. Puedes leer capítulos sueltos en función de tus intereses por estos temas pero mi encarecida recomendación es que lo leas entero.
Una reseña sobre el libro:
http://www.enlightenmenteconomics.com/blog/index.php/2017/10/economics-for-good
Aquí las opiniones del propio autor sobre su libro:
http://blog.press.princeton.edu/2017/09/05/jean-tirole-on-economics-for-the-common-good
Y aquí una entrevista de Javier del Pino al autor en la Cadena Ser
que los responsables de esa cadena deberían emitir todas las semanas:
Saludos.
Ramon M dice:
Gracias Juan por las referencias "Es muy difícil saber todo lo
que hace falta, y mucho mas difícil ignorar,todo lo que hace falta
ignorar' Noel Clarasó.
Por mi parte intentare seguir leyendo a quienes proponen alternativas, unas veces perdiendo el tiempo y otras quizás aprendiendo. De momento me siguen las dudas sobre los posibles avances mencionada economía dinámica, la econofisica,la bioeconomia,socioeconomia,postkeynesianos y un largo etc como posibles alternativas, si llegan a ser comprobadas cientificamente
Fede dice:
Por mi parte intentare seguir leyendo a quienes proponen alternativas, unas veces perdiendo el tiempo y otras quizás aprendiendo. De momento me siguen las dudas sobre los posibles avances mencionada economía dinámica, la econofisica,la bioeconomia,socioeconomia,postkeynesianos y un largo etc como posibles alternativas, si llegan a ser comprobadas cientificamente
Fede dice:
(Econofísica
y Economía computacional) que la que aparece en LED puede encontrarse
en los trabajos de Vela Vilupillai 'The unreasonable ineffectiveness of
mathematics in economics' (2005); 'Uncomputability and undecidability in
economic theory' (2009); 'Nonn-linerar dynamics, complexity and
randomness: algorithmic foundations' (2011)
Debunkery
It has taken me a long time to finish Steve Keen’s . Its author has
enjoyed great celebrity, at least for an economist. For example, he
featured in a recent BBC Radio 4 Analysis programme, and has battled Paul Krugman in the blogosphere.
This might be a touch cynical of me, but I’m pretty sure his popular
acclaim is due to the appeal of his conclusions rather than a detailed
appraisal of the nearly 500 pages he takes to reach them. For this is a
dense and rather academic book, although Professor Keen presents it as
an explanation for non-experts – he explicitly says it is written for
non-economists, but that does not make it an easy read.
The first two parts present a detailed critique of the basics of
economic theory, all of it from the basics of consumer choice and theory
of the firm through general equilibrium theory to conventional
macroeconomics. Keen describes the flaws of conventional theoretical
economics on its own terms, with detailed reference to original papers,
and I think he does a reasonably convincing job.
Does that make me want to throw away everything I know about
economics? Well, no. For example, the book spends pages analysing the
internal contradictions of the standard derivation of a downward sloping
demand curve: “Market demand curves should have any shape except
the one that is drawn in the textbooks.” He draws a ‘true’ market
demand curve as a wiggly snake. However, when I contemplate my eight
years of market analysis on the Competition Commission, and more than a
decade of consultancy, I conclude that, you know what, demand tends to
go up when prices go down. Similarly, Keen concludes that output and
prices will be identical in competitive and monopolistic markets. That
could only be true by chance as firms with and without monopoly power
set prices in completely different ways: competitive firms know what
their costs are and charge a cost-plus price; firms with market power
charge ‘what the market will bear’ and find it difficult to identify and
allocate their costs.
After chapters of logical analysis, I realised that Professor Keen’s
theorising is as abstract as the theories he criticises. I have no
trouble agreeing with him about the practical unreality of the basics of
economic theory, but I don’t think it’s the knock-out blow he considers
it to be. The reason is related to a classification of types of
assumptions he sets out on pp161-163 of the book. I for one regard most
of the assumptions made in the theory as ‘heuristic’ assumptions, known
to be false but useful as a device for thinking about a problem. It
wouldn’t trouble me at all to ditch the formalities of Arrow-Debreu
general equilibrium theory, as long as we keep the deeper reality that
the economy is a connected system. My guess is that many applied
economists are in my camp. Maybe, though, many academic economists would
be as scandalised by Professor Keen’s debunking as he thinks. I
certainly agree with his plea from the heart for wholesale reform of the
way economics is taught. (See the forthcoming What’s The Use of Economics – watch this space.)
The book hits its stride in the sections on macroeconomics, in the
third part, in which Keen sets out his own theory, a Marx-Minsky-Keynes
(M-M-K) approach that meant he was able to issue public warnings of the
impending crisis ahead of 2008. The key difference between his model and
more mainstream ones is the inclusion of a financial sector and
financial cycles with asset bubbles. All credit to Professor Keen for
talking about a debt problem when most macroeconomists hadn’t even
noticed the astonishing aggregate build-up of leverage in the global
economy.
This section is easier going than the earlier parts of the book. Although Debunking Economics
cites non-mainstream approaches such as Alan Kirman’s network and
complexity theories (in ) earlier in the book, it does not include them
in this section as an alternative way of thinking about the aggregate
economy, which seems a bit of an omission. The trouble with Keen’s M-M-K
synthesis, using aggregate variables in different relationships than in
the conventional model, is that it might lack generality. This worry is
what originally drove the project of finding micro-foundations for
macro-models, even though it took us in the end into the madness of
Dynamic Stochastic General Equilbrium modelling of representative
agents. Perhaps a lack of generality is ok. I’ve always been a fan of
Malinvaud’s distinction (in ) between different states of the
macroeconomy, requiring entirely different policy regimes. However, I do
think we ought to be open as well to a completely new modeling
strategy.
So, without in any way wanting to defend the mainstream theories at all costs, I don’t think Debunking Economics
is the last word on either what’s wrong with the subject or how to fix
it. I have a lot of sympathy with the details of Professor Keen’s
project, but not its ultimate ambition. For in the end I think the Naked
Emperor needs to be reclothed rather than dethroned.
http://www.enlightenmenteconomics.com/blog/index.php/2012/06/debunkery/