dimecres, 28 de novembre del 2018

Por qué el mundo va mejor de lo que crees y no te das cuenta

Por qué el mundo va mejor de lo que crees y no te das cuenta

 https://www.elmundo.es/papel/historias/2018/11/28/5bfd85f3fc6c83544f8b4618.html

Vivimos con miedo y prisa. Estamos convencidos de que la modernidad ha traído el caos, el desorden, la crisis permanente. Y, claro está, creemos que todos viviremos peor que nuestros padres... y hasta nuestros abuelos.

¿Tiene base tanto pesimismo? Completa este test antes de empezar a leer, comprueba cuántas preguntas has acertado... Y entiende por qué gracias a Factfulness, el libro póstumo de Hans Rosling.
Las probabilidades de que hayas acertado las respuestas de este test son muy pequeñas. ¿Sorprendido? No deberías: eres un agorero. Crees que el mundo va a peor y las tragedias aumentan, que la guerra y el hambre asuelan continentes lejanos. Tiene miedo y prisa. Estás convencido de que la modernidad, la globalización, han traído caos, desorden, populismo, terrorismo y todos los ismos que sea capaz de recitar. De que hay que actuar antes de que sea demasiado tarde. De que somos títeres en un perverso juego de suma cero en que el precio para que en Occidente prosperemos es la miseria en África o Asia. Asumes, angustiado, que una mayoría vive y vivirá peor que sus padres o sus abuelos en todas partes.
El problema es que estás equivocado, completamente equivocado y un chimpancé lanzando dardos con los ojos cerrados habría acertado más respuestas. No sabes casi nada sobre el mundo, la mayoría de lo que sabes es erróneo o está desfasado y hasta hoy, seguramente, no eras siquiera consciente.
La buena noticia, si te consuelan estas cosas, es que no estás solo. Da igual si eres rico o apenas llegas a fin de mes, si no acabaste el colegio o tienes un doctorado, si lees las noticias con regularidad o has llegado a este artículo por casualidad: estás muy bien acompañado en el grupo de los fatalistas.
La mala noticia, y va a escocer, es que es tu culpa. Los libros de texto, sus padres, sus profesores, las redes sociales, los medios de comunicación, tienen parte de responsabilidad, pero no puedes echar fuera todos los balones. Detrás de tu ignorancia y los errores de juicio no hay conspiraciones ni fake news. Muchos hacen dinero gracias a las mentiras, las exageraciones y a explotar su miedo, es verdad, pero la ceguera es voluntaria. La información está ahí, es muy accesible, más que nunca antes y ya la has acariciado. Hay artículos, libros, vídeos increíbles en internet, gráficos espectaculares que dan bofetadas de realidad. Si no eres capaz de recordarlos o de creerte lo que dicen hay una muy buena razón. Diez razones, en realidad. Y nadie las ha sintetizado e ilustrado tan bien como Hans Rosling.
Durante décadas, Rosling, un médico y estadístico sueco fallecido el año pasado, planteó cientos de cuestiones "sobre pobreza y riqueza, crecimiento de la población, nacimientos, muertes, educación, salud, género, violencia, energía y medio ambiente", sobre patrones y tendencias globales, a miles de personas. Los exámenes no son nada complicados, ya lo has visto, y no hay trampa. Son todos datos al alcance de dos clic y "no discutibles" ni controvertidos. Y sin embargo, una y otra vez, la gran mayoría saca sistemáticamente resultados extremadamente malos. La palabra con la que deberían quedarse aquí no es "malos", sino "sistemático". Los fallos no son producto de matiz ni del desconocimiento, porque si no supiera nada del tema y respondieran al azar, los resultados variarían a veces por un lado a veces por otro. No es así. Hay un patrón y siempre se apunta en la misma línea: a lo peor.
En Factfulness. Diez razones por las que estamos equivocados sobre el mundo. Y por qué, escrito junto a su hijo Ola y su nuera Anna y publicado en español por Deusto esta semana, Rosling hizo su último gran servicio público. Un intento no de convencer, sino de guiar. De ayudar a comprender el mundo y la forma en la que lo percibimos. Un ensayo divertido, ameno y necesario cuya misión es dotar al lector, al ciudadano, de herramientas e instrumentos de pensamiento crítico con los que combatir los sesgos que nublan nuestra visión.
A esos sesgos los Rosling los denominan instinto de separación, de negatividad, de la línea recta, del miedo, del tamaño, de la generalización, del destino, de la perspectiva única, de la culpa y de la urgencia, el peor de todos. Ser conscientes de todas las cosas malas que pasan a nuestro alrededor es sencillo, lo difícil es interiorizar las buenas, "miles de millones de mejoras de las que nunca se habla. No algunas noticias positivas triviales que supuestamente compensan las negativas" sino a mejoras fundamentales "que cambian el mundo pero que son demasiado lentas, están demasiado fragmentadas o son demasiado pequeñas por sí solas para ser consideradas noticias. Me refiero al milagro secreto y silencioso del progreso humano", explican.
La premisa es sencilla: el mundo va a mejor. No es perfecto y ni siquiera hace falta defender que vaya bien, pero sí mejor que nunca antes. Y no pasa nada por decirlo. Vivimos más y mejor. Tenemos más dinero y menos hambre, más vacunas y menos enfermedades y violencia. Sí, queda muchísimo que hacer, desafíos ingentes y millones de personas que sufren cada día y necesitan ayuda. Pero con desconocimiento, prejuicios e impulsos irracionales flaco favor se hace a su causa. No hay lugar para la complacencia, pero tampoco para el derrotismo.
Todos tenemos, argumentan los autores, "un escudo o un filtro de la atención entre el mundo y nuestro cerebro" que nos protege del ruido, pues de otro modo el bombardeo de información descontextualizada nos dejaría "sobrecargados y paralizados". Ese escudo, sin embargo, tiene grietas, 10 agujeros con forma de instinto. "La mayor parte de la información no lo atraviesa, pero los agujeros dejan pasar información que resulta atractiva a nuestros instintos dramáticos. De modo que acabamos prestando atención a la información que se ajusta a ellos e ignorando la que no. Y los medios de comunicación no pueden perder tiempo con historias que no traspasen nuestro filtro de atención", señalan.
A lo largo de su relato, lleno de anécdotas, parodia y autocrítica, al modo de Nigel Barley en el Antropólogo inocente, Rosling describe muy bien por qué las ideas sencillas nos resultan muy atractivas, y cómo "nos gusta sentir ese momento de clarividencia, la sensación de que realmente entendemos o sabemos algo". Necesitamos pensar que las cosas suceden porque alguien ha querido que así sea, "que los individuos tienen poder y agencia", pues de lo contrario el mundo resultaría "impredecible, confuso y aterrador". Un relato simplista de buenos y malos se ajusta mucho mejor a nuestra forma de sobrevivir, y en la forja de esa cosmovisión desdibujada interactúan tres factores: el recuerdo equivocado del pasado, la información selectiva por parte de periodistas (ejem) y activistas y "la sensación de que, como las cosas van mal, es cruel decir que están mejorando".
Rosling arrancó su carrera en clínicas de India y Mozambique y la terminó codeándose con la élite política y económica mundial. Fue alguien que intentó desesperadamente derribar un muro de prejuicios, pero a pesar de la fama y el reconocimiento estuvo muchas veces a punto de tirar la toalla y murió siendo consciente de que no había logrado sus objetivos.
"Era un verdadero visionario", explica su nuera y colaboradora Anna, que el próximo día 17 presentará la obra en la Fundación Rafael del Pino, en Madrid. "No hubiera podido morir satisfecho, pasara lo que pasara. Él siempre quería más. Es muy triste que no pudiera ver cómo el libro ha llegado a tanta gente, eso le hubiera hecho muy feliz. No se habría quedado contento pensando que era suficiente, él no era así. Cuando le diagnosticaron el cáncer y empezó a hacer balance de su vida, se sintió culpable por haber pesado tan poco tiempo en sus últimos años con esas mujeres del campo africano con las que empezó. Era un hombre muy racional, quiso entender cómo funciona el mundo en la calle y los despachos, cómo piensan los líderes y cambiar sus decisiones. Pero se fue con el miedo de ellas pensaran que se dejó llevar por la fama",
Rosling se convirtió en una celebridad mundial hace menos de una década por sus presentaciones. Gracias al Trendalyzer, un software de visualización desarrollado por su hijo y vendido a Google en 2007, convirtió charlas sobre pobreza mundial, demografía y salud en algo viral incluso antes de que el concepto formase parte de nuestro vocabulario. Entendió que para llegar tenía que epatar, dar un espectáculo visual inolvidable, con gráficos, payasadas o tragando espadas (literalmente). Todo lo que fuera necesario. Rompió el corsé del mundo académico, algo que nunca le perdonaron, y se convirtió en uno de los grandes paladines de los datos, la proporción, los debates informados y el contexto.
Ganó para su cruzada a personalidades como Al Gore (con quien se negó a colaborar para "crear miedo" como estrategia para concienciar sobre los peligros del cambio climático) o Bill Gates, que ha ofrecido a decenas de miles de graduados norteamericanos la oportunidad de obtener gratis un ejemplar de esta obra. Pero también chocó sistemáticamente con un sistema obsoleto y perezoso que por costumbre, intereses o ideología se negaba a actualizarse.
A menudo, los críticos despreciaron al divulgador sueco, tildándolo de impreciso y optimista, acusándole de contribuir con su discurso (lo mismo dicen de Steven Pinker), a relativizar las tragedias actuales y los males del mundo. Nada le enfurecía más. "Yo no soy un optimista, eso me hace parecer ingenuo, naif. Soy un posibilista muy serio", replicaba con una definición creada por él mismo. "Alguien que no tiene grandes esperanzas sin razón, pero que tampoco tiene grandes miedos si no las hay. Alguien que constantemente se resiste a tener una visión melodramática del mundo", escribe.
El espíritu de Factfulness está consagrado a combatir ese instinto dramático devastador, como ya antes hicieron, con un gran coste, nadadores contracorriente como William Easterly. Hablar de mundo desarrollado y en desarrollo ya no tiene sentido. Meter en la misma categoría a China y al Congo no tiene ninguna lógica. "Al dividir el mundo en dos categorías engañosas -pobres y ricos- se distorsionan por completo todas las proporciones globales en las mentes de las personas", dicen los Rosling. Y si no entiendes bien un problema, difícilmente puedes solucionarlo.
"Si no sabes cosas pero quieres aprender, enseñarte es fácil. Pero cuando crees que sabes de verdad cómo es el mundo, es dificilísimo", señala Anna Rosling desde Estocolmo, donde todavía tiene su sede la Fundación Gapminder, que asesora y ofrece contenido gratuito y recursos muy potentes a educadores de los cinco continentes. "La gente tiene una visión muy dramática. No es que no tengamos problemas, que todo vaya bien, pero sí mejor. Mucho mejor. El saberlo, y aceptarlo puede aportar un elemento de calma en nuestras vidas. Reconforta y relaja saber que los humanos hemos logrado aumentar nuestra esperanza de vida y su calidad, curar enfermedades mortales, dar educación. En las noticias escuchamos que hay incendios en California, guerra en Siria, terrorismo, cambio climático, amenazas. Es abrumador, pero Hans siempre defendió y trabajó sobre la premisa de que los datos nos pueden calmar",
A lo largo de 300 y pico páginas, Hans Rosling, a pesar de su vitalidad y entusiasmo contagioso, no puede evitar dar muestras de su fatiga y decepción. Por la condescendencia, las generalizaciones y el paternalismo dominante al hablar de lugares remotos, salud pública y desarrollo. Ni siquiera la gente que acudía a sus conferencias, la que le aplaudía y felicitaba al terminar y en los cócteles, cambiaba. Insensibles a la lógica de la razón y la fuerza de los números, los humanos seguimos pensando que las cosas son como son "por razones inevitables e inexorables", que "siempre han sido así y nunca cambiarán".
Él, "gran fan de las cifras" y que lamentaba que en la escena pública hubiera "demasiado Word y demasiado poco Excel", previene precisamente por ello en su obra póstuma contra el peligro de extraer conclusiones derivadas sólo de los números, sin hipótesis, sin observar y sin hablar con la gente. "Si hay que redondear, tenemos que hacerlo en nuestra contra", defiende.
Harto de los falsos filósofos que interpretan el mundo sobre la imagen de cómo era hace medio siglo, y de los demagogos y profetas que entorpecen su transformación subidos a lomos de un distorsionador ahora o nunca, Factfulness ofrece una brújula de pausa, profundidad y responsabilidad. "No te estoy diciendo que no te preocupes. Te digo que te preocupes por las cosas que te tienes que preocupar (...). Lo que te digo es que ignores el ruido, pero te mantengas atento a los grandes riesgos globales. No te digo que no tengas miedo. Lo que te digo es que mantengas la cabeza fría", cierra uno de sus capítulos.
Lo dijo igual de claro hace un siglo, Rubén Darío: "Abominad la boca que predice desgracias eternas / abominad los ojos que ven sólo zodiacos funestos / abominad las manos que apedrean las ruinas ilustres". Y tampoco le hicieron mucho caso.

 




La evolucion mundial de estos ultimos 50 años, ha sido la mas prospera de toda la humanidad, la globalización un su parte positiva ha permitido que millones de personas salieran de la pobreza
Esto no niega los grandres retos en el reparto del trabajo en la robotización, los grandes retos del cambio climatico y los grandes retos de los limites del crecimiento.

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