Nayef Al-Rodhan sostiene que para planificar de manera sostenible a 
largo plazo, la dignidad humana debe situarse en el centro de la 
política exterior y de seguridad...Por tanto, ya no se puede dejar de 
lado la dignidad humana como una preocupación filosófica y moral. Se 
trata de una consideración de seguridad nacional y global pragmática, 
que ningún estado o grupos de estados pueden permitirse ignorar..
Geopolítica de la dignidad
Nayef Al-Rodhan sostiene que para planificar de 
manera sostenible a largo plazo, la dignidad humana debe situarse en el 
centro de la política exterior y de seguridad.
Durante mucho tiempo se ha pensado que la búsqueda de libertad era la
 fuerza motriz de la historia. La libertad se convirtió en el mantra de 
gran parte de la interpretación occidental de cualquier levantamiento 
popular en un contexto postautoritario. Sin embargo, el anhelo de 
dignidad demostrado, por ejemplo, por la primavera árabe,
 es una necesidad humana más fundamental y más inclusiva que simplemente
 el deseo de libertad, y es posible vivir en libertad pero no en 
dignidad incluso en las democracias maduras.
La dignidad para todos en todo momento y bajo cualquier circunstancia, es fundamental para la sostenibilidad de cualquier orden político. La dignidad es un concepto global, que significa mucho más que simplemente la ausencia de la humillación. En una obra anterior, identifiqué nueve necesidades de dignidad humana esenciales que son: razón, seguridad, derechos humanos, responsabilidad, transparencia, justicia, oportunidad, innovación e inclusión.
 La sostenibilidad de cualquier orden político depende de los mecanismos
 de gobierno que equilibran correctamente la tensión siempre presente 
entre estas nueve necesidades de dignidad humana y los tres atributos de
 la naturaleza humana, de acuerdo con mi definición de los mismos: emocionalidad, amoralidad y egoísmo.
Entender la base emocional de los seres humanos puede ofrecernos una 
perspectiva sobre muchos de los problemas a los que nos enfrentamos, 
tales como la desigualdad, la arrogancia cultural, el etnocentrismo y el
 conflicto. Al igual que Rawls, reconozco que algunos actos morales 
pueden tener una motivación inconsciente. Mi enfoque, no obstante, es 
diferente porque tengo en cuenta el fundamento neuroquímico
 de las emociones, que nos recuerda que nuestras emociones no son 
puramente psicológicas, sino también materiales y neuroquímicas. Esto 
implica que aunque los humanos tengan predilección por ciertos 
sentimientos morales en determinadas circunstancias, bajo mi punto de 
vista, no poseen una moralidad innata. Por ello, resulta importante 
crear las condiciones en las que la expansión de nuestras comunidades 
morales sea más probable. Mi perspectiva de la naturaleza humana también
 difiere de las de Hobbes y Rousseau y sienta las bases para un enfoque 
más pragmático, en el que abogo por que la brújula moral del hombre 
puede verse influenciada positivamente por marcos conductuales 
constructivos basados en incentivos de sociedades y de sus mecanismos de
 gobierno.
Sugiero que los siguientes cinco paradigmas son esenciales para 
lograr la dignidad y, de este modo, un orden global pacífico y 
sostenible para todos los dominios geoculturales, en nuestro nuevo mundo
 conectado e interdependiente.
1. De «Poder inteligente» a «Poder justo»
1. De «Poder inteligente» a «Poder justo»
En 2007, un grupo de investigadores americanos abogó por el uso de un poder inteligente
 en un intento de articular directrices para el uso inteligente tanto 
del poder de persuasión como del poder de coerción que serviría a los 
intereses nacionales de los EE. UU. para convencer y coaccionar. No 
obstante, más que ser «inteligente», la política exterior de un estado 
debería ser asimismo «justa». En mayor medida que el poder inteligente, 
el «poder justo»
 se basa en la creencia de que los paradigmas de seguridad que se 
centran casi exclusivamente en la dinámica entre estados no pueden 
producir respuestas efectivas a las complejas amenazas de hoy en día. El
 poder justo sostiene que la promoción de la justicia debería ser el 
objetivo del arte de gobernar moderno, una creencia no arraigada en el 
altruismo, sino en la conclusión de que es la única manera sostenible en
 que los estados pueden promover su poder e intereses nacionales, y 
alcanzar la seguridad y la estabilidad en un mundo globalizado.
2. De «seguridad de suma cero» a «seguridad suma múltiple»
2. De «seguridad de suma cero» a «seguridad suma múltiple»
El principio de «seguridad suma múltiple»
 que propongo es un enfoque más adecuado y efectivo en el mundo de hoy 
en día que el dilema de seguridad y los paradigmas de seguridad suma 
cero, que establece que:
«En un mundo globalizado, la seguridad ya no puede considerarse como 
un juego de suma cero que solo afecta a los estados. La seguridad 
global, por el contrario, tiene cinco dimensiones que incluyen a la 
seguridad humana, medioambiental, nacional, transnacional y 
transcultural y, por tanto, la seguridad global y la seguridad de 
cualquier estado o cultura no se pueden conseguir sin un buen gobierno a
 todos los niveles que garantice la seguridad a través de la justicia 
para todos los individuos, estados y culturas».
3. De «realismo» a «realismo simbiótico»
3. De «realismo» a «realismo simbiótico»
El realismo simbiótico,
 una teoría propuesta en una obra anterior, sugiere que la percepción 
realista clásica de las relaciones estatales competitivas, en las que 
los estados están principalmente preocupados por las ganancias relativas
 en un sistema de autoayuda, no aguanta el escrutinio de nuestro mundo 
globalizado. En un contexto de interdependencia creciente, los estados 
pueden establecer relaciones simbióticas. Al igual que la simbiosis en 
la naturaleza, los estados pueden formar parte de una relación de mutua 
dependencia (mutualismo) que permite a un estado ganar más que otro sin 
efectos perjudiciales. El realismo simbiótico
 amplía el número de actores pertinentes en las relaciones 
internacionales y plantea que su número y su conectividad hacen que la 
política de poder puro sea insostenible y perjudicial para los intereses
 estatales a largo plazo.
4. De «choque de civilizaciones» a «un modelo oceánico de civilización»
4. De «choque de civilizaciones» a «un modelo oceánico de civilización»
Históricamente, las aportaciones decisivas al conocimiento colectivo 
de la humanidad a menudo han tenido lugar como resultado de préstamos e 
intercambios. Así que en lugar de pensar en civilizaciones separadas y 
que compiten, debemos pensar en una única civilización humana (una 
historia humana), formada por múltiples dominios geoculturales que 
contienen subculturas, al igual que un océano en el que desembocan 
numerosos ríos. Muchos de los grandes logros en la historia que se 
suelen atribuir a un dominio geocultural a menudo se deben a los de 
otros. Sin duda ha habido conflictos, pero también ha habido 
intercambios mutuamente enriquecedores, y tenemos que participar en los 
esfuerzos colectivos para salvar estas partes más esperanzadoras de 
nuestra historia común con el fin de construir una narrativa que no esté
 marcada por «nosotros» frente a «ellos», sino que sea testimonio de 
nuestra historia compartida y capacidad para coexistir en paz. El triunfo civilizador colectivo
 no es una empresa de suma cero que favorece un dominio geocultural 
sobre otro. Dada la naturaleza instantáneamente conectada e 
interdependiente del mundo actual, todos los dominios geoculturales 
deberán triunfar si la humanidad en su conjunto debe triunfar.
5. De «fin de la historia» a «historia sostenible»
5. De «fin de la historia» a «historia sostenible»
En mi teoría de la «historia sostenible»
 defino la historia sostenible como «una trayectoria progresiva duradera
 en la que la calidad de vida de la humanidad se basa en la garantía de 
la dignidad humana para todos en todo momento y bajo cualquier 
circunstancia». Este enfoque ve la historia impulsada por paradigmas de 
buen gobierno que limitan los excesos de la naturaleza humana, que deben
 ser adecuados, aceptables y razonables
 para todos los sistemas y dominios culturales. También deben cumplir 
ciertas normas globales comunes de los derechos humanos, de la inclusión
 y del derecho internacional para garantizar la máxima colaboración 
sostenible política y moral.
El camino a seguir
La hipótesis duradera de que el comportamiento humano se rige por la 
moralidad innata y la razón está en contradicción con la permanencia de 
la privación humana, la desigualdad, la injusticia y el conflicto.
Según explico en mi teoría neurofilosófica
 de la naturaleza humana, los humanos tienen el potencial de ser morales
 o inmorales, en función de sus propios intereses, y al tomar decisiones
 se verán influidos por emociones y contextos socioculturales. Esto 
exige mecanismos de gobierno que reduzcan los excesos, porque los seres 
humanos y los estados no pueden ser dejados a sus propios recursos para 
hacer lo «correcto», ni a marcos normativos estrictos que cumplan mejor 
el potencial de los seres humanos para existir y evolucionar en paz y 
seguridad.
Situar a la dignidad humana en el centro de la política exterior y de
 seguridad podrá parecer estúpido y totalmente idealista. Además, la 
alternativa es mucho más corta de miras. La estabilidad a corto plazo 
puede ser engañosa y en ocasiones es necesario un marco a largo plazo 
para juzgarla correctamente. En el pasado, fueron necesarios varios 
siglos para que los déficits de dignidad colectiva dieran lugar al 
cambio político y estructural. En el siglo XX, apenas bastaron varias 
décadas para que ese cambio se produjese. En el futuro, el marco 
temporal para que los sistemas políticos disfuncionales que no respetan 
las necesidades de dignidad se derrumben se reducirá a apenas unos años 
ya que la conectividad instantánea mejorará la velocidad de 
transformación.
Por tanto, ya no se puede dejar de lado la dignidad humana como una 
preocupación filosófica y moral. Se trata de una consideración de 
seguridad nacional y global pragmática, que ningún estado o grupos de 
estados pueden permitirse ignorar.
- Nayef Al-Rodhan es filósofo, neurocientífico y geoestratega. Es un miembro destacado del St. Antony’s College de la Universidad de Oxford e investigador superior y director del Departamento de Geopolítica de la Globalización y la Seguridad Transnacional del Centro de Ginebra para la Política de Seguridad, Ginebra, Suiza. Es autor de Sustainable History and the Dignity of Man: A Philosophy of History and Civilisational Triumph (Berlín, LIT, 2009).
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Este artículo se ha publicado originalmente en the Global Policy Journal.
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https://www.bbvaopenmind.com/economia/geopolitica/geopolitica-la-dignidad/?fbclid=IwAR0BbJJSuVeeiXB99BLCtkSbhL1ADv3YsRmLsPHfntpngSBEnNLiecPa4FY
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