Repensar los fines de la economía
El profesor José Luis Fernández aborda los desafíos sociales y las nuevas tendencias económicas en ‘Empresa y gestión sostenible: hacia una ética del management’ (Digital Reasons).
Hace tiempo que se vienen levantando voces que nos advierten de que
necesitamos transformar –incluso hay quien pide abandonar (Kempf, 2009)–
el sistema económico capitalista, porque según los datos más fiables
que se manejan, de seguir forzando las cosas en la línea en que el
capitalismo viene impulsando la dinámica de los procesos económicos y
ecológicos desde, al menos, los últimos doscientos cincuenta años, el modelo no es sostenible ni siquiera a medio plazo.
Es
sabido que, desde el origen de los tiempos, la dimensión económica de
la vida humana se ha venido entreverando con el desarrollo
tecnocientífico, que este afecta de manera inmediata a la vertiente
social y a las configuraciones políticas; y que todo ello se enmarca, a
su vez, en parámetros culturales y filosóficos desde los que la
reflexión teórica ha venido tratando de identificar claves de sentido y
líneas para el avance en los procesos de humanización y desarrollo
integral. El balance, en este sentido, arroja luces y sombras y
evidencia muchos puntos ciegos y abundantes ocasiones de mejora. Pues,
junto a innegables conquistas de bienestar humano que sería inútil
obviar, aparecen también millones de seres humanos en condiciones de pobreza extrema, una desigualdad creciente y un planeta en serio peligro de implosión.
Desde
aquellas claves teóricas y epistemológicas, en efecto, se ha venido
buscando articular la manera más adecuada de gestionar el doble proceso
de desarrollo al que, como las dos caras de una misma moneda –a veces,
como es el caso, las dos dimensiones de una misma crisis–,
la humanidad viene aspirando, desde siempre; y que la altura de los
tiempos demanda ver satisfecho de manera cumplida, sin más dilación…
tanto en lo socio-político-cultural, cuanto en lo
técnico-económico-ecológico. Pero ello, con algunas necesarias
restricciones, emanantes, precisamente, de este punto exacto de la
historia en que nos está tocando vivir y que han dado en designar como
el Antropoceno (Steffen et al., 2011; Steffen, 2015; Opdebeeck, 2017).
«Los pueblos que no han conocido el crecimiento económico de Occidente no tienen por qué desistir de llegar a nuestras cotas de bienestar»
A
medida que la toma de conciencia de estas realidades se generaliza, van
apareciendo certezas casi apodícticas que empiezan a configurar una
serie de nuevas perspectivas para el análisis de las circunstancias del
siglo XXI. Así, por ejemplo, parece haberse asumido casi como un axioma
que no es posible marchar por el camino que hemos venido transitando en Occidente desde la Primera Revolución Industrial,
la de la robótica, la Industria Conectada y la Empresa 4.0, donde la
energía que hace rodar la nueva economía han pasado a serlo los big data y su consecuente analytics.
Los
pueblos y las economías que no han conocido el crecimiento económico de
Occidente no tienen por qué desistir de llegar a cotas de riqueza y
bienestar que para nosotros son normales. Sin embargo, no es razonable pensar que vayan a poder hacerlo de la manera en que nosotros lo hemos conseguido.
Esta situación paradójica y casi aporética no es sino uno más de entre
los nudos gordianos sobre los que habremos de investigar (Fernández
Fernández, 2012) con el fin de aprender a gestionarlo en el más
inmediato futuro.
[…] Parece necesario, de un lado, ofrecer una
aproximación epistemológica, y de otros, identificar y estimular
mediante la innovación creativa nuevas prácticas económicas, nuevos modelos de negocio y nuevas estructuras organizativas
y empresariales que resulten compatibles con la sostenibilidad a largo
plazo de los procesos económicos, políticos, culturales y ecológicos.
Esta
aproximación crítica al paradigma dominante en Economía viene tomando
carta de naturaleza en algunas contribuciones teóricas desde hace ya
tiempo. Tales son, por caso, las aproximaciones derivadas de las
escuelas de pensamiento económico de la economía de la complejidad, la
economía ecológica, la economía conductual, la economía feminista, la
economía institucional… En la misma línea se habrán de ubicar los movimientos críticos, que emergen, curiosamente, desde el propio interior de los estudiantes de economía, insatisfechos y desencantados con la ciencia normal (Kuhn, 1981) que la mayoría de las universidades imparte en el curriculum
de las ciencias económicas… y que, a su entender –pese a los airosos
modelos macro y a las elegantes ecuaciones que sobre el papel siempre
cuadran– están llenos de prejuicios ideológicos y de simplificaciones conceptuales, cuando no de errores palmarios.
«En la dinámica biológica no todo es crecer. Por analogía, cabría pensar que, en lo económico, tampoco»
Por
el contrario, afirman los críticos, se están dejando de lado los
verdaderos problemas económicos y ecológicos, resumibles en el verdadero
objetivo de la economía como actividad y la economía como ciencia: la
satisfacción de las necesidades humanas, de todos los humanos, para que
todos podamos prosperar y desarrollarnos de una manera equilibrada,
justa y sostenible. El asunto está en que ello no necesariamente debiéramos tratar de conseguirlo mediante un crecimiento económico cuantitativo,
infinito, voraz, irresponsable, medible exclusivamente en términos de
PIB, sino más bien desde la búsqueda de un progreso en equilibrio (Raworth,
2018: 41-69). Ello exigirá reubicar la comprensión de la actividad
económica, más allá de los estrechos límites de mercado (Fernández
Fernández, 2016), en las coordenadas de una más amplia realidad social y
ecológica; y ello, desde una aproximación teórica holística, más
compleja y dinámica; anclada, de una parte, en una antropología que
atienda a la dimensión social de la persona, y no solo a la vertiente
del autointerés; y de otra, en la voluntad política de aprovechar las
posibilidades que la tecnología y el diseño innovador nos ofrecen de
cara a distribuir de manera justa a preservar el planeta e incluso
regenerarlo desde un diseño inteligente y una Economía Circular.
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Si bien es cierto que estos planteamientos aún no acaban de calar en las instituciones que representan el mainstream
de la ciencia económica, van encontrando eco, sin embargo, en ámbitos
cada día más amplios. Un ejemplo de ello lo representan las propuestas
que dimanan desde el contexto de la Doctrina Social de la Iglesia,
desde el que, entre otras cosas, se tematiza desde hace décadas la
aspiración al desarrollo de los pueblos –la Populorum Progressio– o, más
recientemente, se propone como aspiración última del quehacer económico
la consecución de lo que se ha dado en llamar una ecología integral (Pablo VI, 1977; Francisco, 2015).
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Ciertamente, en la dinámica biológica no todo es crecer…
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Por analogía, cabría pensar que, en lo económico, tampoco. Pese a la auri sacra fames…
el crecer por el crecer puede resultar teleopático… indeseable, malo.
Es como la metáfora de la célula cancerígena… que crece; y que si sigue
creciendo, acaba en muerte… El equilibrio de los procesos –tanto los de
la vida como los de la sociedad– pide crecer, sí. Pero, llegados a un cierto punto, lo que se requiere es madurar. Y esto, naturalmente, es otra cosa, tiene otros alcances y revela potencialidades ilusionantes.
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https://ethic.es/2019/02/repensar-economia-fernandez/
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