¿De quién es la culpa si el capitalismo no funciona? Segunda Parte: ¿Qué es capitalismo y el libre mercado?
El capitalismo es la extravagante idea de que los hombres más malvados
harán las cosas más retorcidas para el mayor bienestar de todos.
John Maynard Keynes, economista, 1883-1946
En la Primera Parte de este artículo comentábamos algunas críticas
que se hacen sobre las consecuencias negativas del capitalismo, criticas
basadas mayormente en la actuación de las empresas. Alegábamos que no
todo es culpa de la irresponsabilidad de algunas empresas, que también
otros actores, en particular los gobiernos, contribuyen al problema. En
esta Segunda Parte analizamos en más detalle qué se entiende por capitalismo y libre mercado y por qué se dice que no funciona.
Esto es un elemento clave para entender las críticas que muchas veces
son dogmáticas y no basadas en un análisis. En la Tercera Parte
analizaremos las responsabilidades de los diferentes actores para
desarrollar un capitalismo y un mercado que promueva mejor el bienestar
de la sociedad. [1]
Capitalismo y libre mercado.
Muchos piensan que están pensando cuando en realidad lo que están haciendo es reordenar sus prejuicios.
Ed Murrow, periodista 1908-1965.
En la conversación cotidiana, no rigurosa, se observa gran confusión
en cuanto al funcionamiento del capitalismo, mayormente basado en
prejuicios, en falta de conocimiento y en algunos casos especiales, para
demonizarlo. También se observa confusión con un término que se usa
intercambiablemente, el libre mercado, que tiene connotaciones
diferentes, que eleva aún más la confusión en el uso cotidiano de ambos
términos. Se caracteriza al capitalismo, muchas veces sin entender las
implicaciones, como un sistema “salvaje”, se da por descontado que la
operatoria del libre mercado es la causa de la pobreza y la desigualdad
social. El capitalismo y el libre mercado hacen importantes
contribuciones al bienestar de la sociedad, pero también, dependiendo
del entorno en que operan, pueden tener consecuencias altamente
negativas para este bienestar.
¿Qué es un sistema capitalista? Los aspectos más importantes del funcionamiento de la economía basada en este sistema son el reconocimiento
de la propiedad privada, el control privado de los medios de producción
y la acumulación de capital, con los intercambios entre los diferentes
actores efectuados en un mercado abierto a todos. En un
sistema capitalista puro al gobierno solo se le asignan las funciones de
seguridad nacional, justicia y relaciones internacionales. Por el
contrario, en el otro extremo, en el comunismo puro, es el gobierno
quien posee y controla el capital, los medios de producción y los
mercados. Ambos extremos no existen en la práctica (lo más parecido a
un extremo es el caso de Cuba). Todos los sistemas económicos
tienen algún elemento de ambos extremos y las variantes suelen
concentrarse en la mayor o menor intensidad de la intervención de los
gobiernos en la posesión y control de los medios de producción y de la
libertad de los mercados. China, país comunista, tiene muchos
mercados que operan con las características del capitalismo y que son
responsables de la dramática reducción de los niveles de pobreza (pero a
costa del deterioro de las condiciones de vida y del medio ambiente).
EE.UU., país considerado modelo capitalista, tiene intervenciones del
gobierno en la operación y regulación de los mercados y en la provisión
de algunos bienes y servicios.
El hecho central más importante del libre mercado es que no hay
transacciones a menos que ambas partes salgan beneficiadas.
Milton Friedman, economista, 1912-2006
¿Y qué es el libre mercado? El mercado en que se transan los bienes y servicios se
dice libre si no existe la intervención de actores diferentes a los que
transan, en particular los gobiernos y se rige por la demanda y oferta
de bienes y servicios, lo que determina las condiciones de las
transacciones (precio, calidad, etc.). Cada uno va al mercado
(que no tiene que ser un lugar físico) y compra y vende a su
conveniencia. Los mercados libres son más convenientes para todos si
hay competencia entre los vendedores y compradores, ya que ello estimula
mejores precios, mejor calidad, mayor innovación, etc. Si no hay
competencia algunos se pueden aprovechar de otros y habrá ganadores y
perdedores. También los habrá si algunos tienen información
que los demás no tienen, cuando los actores tienen información
imperfecta o hay asimetría en la información disponible entre vendedores
y compradores (piense en la compra de un coche usado).
Es conveniente aclarar también qué se entiende por “mercados”.
Hay mercados de bienes físicos, como los supermercados, automóviles,
restaurantes, riñones, personas (sí, queremos provocar), etc. Hay
mercados de bienes financieros como las bolsas de valores y las
instituciones financieras y de seguros. Hay mercados de servicios, como
las empresas consultoras, los futbolistas, [2]
los servicios de limpieza, el alquiler de vientres para la reproducción
humana, la eutanasia, etc. No podemos pretender ser exhaustivos, solo
dar una idea de la gran prevalencia de los mercados para mostrar que no es un concepto económico abstracto.
Algunos mercados son libres, otros no tanto, algunos son legítimos
otros no, algunos son inmorales, algunos son perversos y abusivos,
algunos prestan un valioso servicio a la sociedad, otros no (como
comentamos más adelante). Pero son mercados que existen.
El capitalismo permite la acumulación de riqueza (no
en sentido de ser rico, sino de recursos para obtener bienes y
servicios que se necesita para su disfrute) y el libre mercado permite
intercambios de esa riqueza. La competencia en el libre mercado, con
otros poseedores de bienes de producción, permite atemperar los abusos
naturales de quien tiene el poder de la propiedad de los recursos.
Ninguno puede controlar el mercado totalmente libre. El capitalismo y el libre mercado se apoyan mutuamente, en condiciones ideales.
¿Tienen algo de bueno los sistemas capitalistas basados en el libre mercado? Por las características mencionadas arriba estos esquemas remuneran el esfuerzo individual
a través de posibilidad de obtener propiedad en privado, de mejorar el
bienestar propio con la acumulación de capitales, de la posibilidad de
vender y comprar productos y servicios en un mercado que funciona (si es
que funciona, lo que discutiremos más adelante). La
posibilidad de obtener beneficios en el mercado es el incentivo que
permite mejorar el bienestar, lo que estimula la superación personal, el
trabajo y la creatividad individual y la eficiencia e innovación en las
empresas. Inclusive permite
poner al servicio de la sociedad los talentos con que hemos sido
dotados. Pero si el sistema no funciona, o no funciona bien, estos
beneficios se ven limitados y se generan consecuencias negativas como
comentamos a continuación.
El vicio inherente en el capitalismo es la desigualdad en la distribución de las bendiciones.
La virtud inherente en el socialismo es la igualdad en la distribución de las miserias.
Winston Churchill, estadista, 1874-1965
¿Cuál debe ser el objetivo del sistema económico?
El objetivo debería ser el de facilitar las transacciones (no
todos tenemos todo lo que necesitamos para vivir) entre los diferentes
actores de tal manera que todos los actores salieran beneficiados, que
no hubiera perdedores como resultado de la operatoria. Esta es la clave
para el diseño de la operación del sistema económico. En
teoría se pueden lograr en sistemas puramente capitalistas o puramente
comunistas. Pero en la práctica ello no es posible con ninguno de los
dos por las imperfecciones en los mercados (información diferenciada,
monopolios y oligopolios), y por concentración de poder en algunos de
los actores que poseen los medios de producción y los capitales,
incompetencia de algunos actores, avaricia, egoísmo, etc. ya sean
individuos, gobiernos o empresas. Ninguno tiene el monopolio de estos defectos.
Los puristas del capitalismo y su operación a través de mercados libres reconocen que hay ganadores y perdedores, pero suponen que los ganadores
son los que se aplican más, que están más capacitados, honestos,
prudentes, eficientes, frugales, disciplinados, responsables, que se lo
merecen. Los perdedores son los que no tienen los
recursos necesarios (intelectuales, materiales, financieros). Y según
los ganadores esta situación es culpa suya, por dejadez, por perezosos,
por incompetentes, por extravagantes, por irresponsables, ineficientes,
imprácticos, etc. Algunos llegan a alegar que es porque son pecadores
(opinión de la ultraderecha religiosa en muchos países) [3]. Esta
visión absolutista prefiere ignorar la realidad de que no todas las
personas han sido dotadas con los mismos talentos, que no son iguales. Aunque lo diga la Declaración de Derechos Humanos.
Sólo en la situación totalmente utópica en que se comienza la
operatoria del sistema económico capitalista de libre mercado, en una
sociedad donde todos sus miembros comienzan a operar en el sistema con
los mismos recursos y capacidades, o sea si crea una economía desde
cero, como en Utopía.
La realidad es que el sistema opera ya en una situación preexistente de desigualdad y este sistema económico, sin intervenciones externas, por definición, produce y acentúa las desigualdades ya que favorece a los que tienen capacidades y recursos y desfavorece a los que son deficientes en ellos.
Pero a efectos de entender las virtudes y defectos del capitalismo y el libre mercado y paliar sus impactos negativos es
necesario entender a qué se debe esta desigualdad, quién está mal como
consecuencia del sistema económico (como generalizan los detractores
del capitalismo), quién está mal como consecuencia de las circunstancias
en que le ha tocado vivir y quién está mal por irresponsable (como
generalizan los defensores del capitalismo). Este tema lo analizaremos en más detalle en la Tercera Parte cuando consideremos la responsabilidad de los individuos.
Para muchas sociedades esta situación de desequilibrios, que crea inestabilidad social, no es moralmente aceptable ni es sostenible en el mediano y largo plazo. Ni siquiera a los ganadores les conviene estar rodeados de perdedores, mientras mayor sea el nivel de bienestar de la sociedad mayores son las posibilidades de progreso de los mismos ganadores. No son sólo los gobiernos los que deberían preocuparse de las desigualdades, los ganadores tienen mucho que perder.
Esto lleva a, y se debe mover hacia la limitación de perdedores y en algunos casos a controlar las ganancias de los ganadores. Las imperfecciones de los mercados y el potencial de abusos de las posiciones dominantes deben ser controlado y gestionado.
Para los que suelen ganar estas intervenciones introducen
“restricciones”, para los demás esto introduce “correcciones” y los más
extremistas no quieren enfoques graduales, abogan por revoluciones. Lo
crucial para la gestión del sistema económico es encontrar el balance
entre restricciones y correcciones, para aprovechar lo mejor del sistema
capitalista de libre mercado y controlar y gestionar lo malo. Y este
balance es el eterno debate entre los partidos políticos. En
ningún caso se puede lograr el ideal de que todos los miembros de la
sociedad estén igual o mejor con la operatoria del sistema económico,
que no haya perdedores. Pero puede haber mejor balance. ¿Cómo? Esto es
lo que tratamos a continuación.
¿Qué se quiere decir con que “el capitalismo no funciona”?
Las expresiones de que “el capitalismo no funciona” o es “salvaje” son generalizaciones facilistas,
que aunque tienen algo de verdad suelen ser exageraciones que perturban
el diálogo constructivo que es necesario para lograr el balance que
mencionábamos arriba. Algunos utilizan términos derogatorios como
neoliberales, anarco-capitalistas o turbo-capitalistas. Los promotores
de estas generalizaciones no suelen analizar qué es capitalismo, qué es
lo que no funciona, qué lo lleva (si lo lleva) al salvajismo y en todo
caso, de quién es la culpa si no funciona de acuerdo a los intereses de la sociedad en su agregado y que se puede hacer al respecto. La discusión de la Primera Parte de este artículo es un buen ejemplo de que las generalizaciones no son constructivas.
Después del análisis precedente, muy somero, de lo que es el
capitalismo y el libre mercado se puede concluir que el sistema
económico basado en estos principios tiene sus propias semillas para “no
funcionar” o sea para no lograr el objetivo de que toda la sociedad este igual o mejor. Pero es en base al análisis de los problemas potenciales y reales, y no en base a dogmatismos,
que se pueden hacer propuestas para aprovechar lo bueno y minimizar lo
malo. ¿Hay que descartar el sistema o hay que mejorarlo?
¿Son el capitalismo y el libre mercado morales?
El sistema económico basado en el capitalismo y el libre mercado
descansan en la mejora en la asignación lo más eficiente posible de los
recursos, a través de su propiedad y su transacción en los mercados. [4] La
mayoría de los economistas sostienen que la economía es amoral, ni
moral ni inmoral, la moralidad no entra, esto es problema de la
política, de la filosofía, de la religión. Su tarea es la asignación eficiente, en términos económicos, de los recursos. Los mercados no dicen nada sobre la equidad, justicia, moralidad, ética, etc. en esa asignación de recursos.
Si hay demanda por productos irresponsables (tabaco, pornografía,
drogas, armas, tráfico de personas, etc.) es responsabilidad del mercado
suplir la oferta de la manera más eficiente posible. Si hay exceso de
oferta de mano de obra no calificada, el mercado la puede absorber a los
bajos precios y condiciones laborales adversas que copen la demanda.
No es preocupación del libre mercado si estos sueldos y condiciones son
dignas, si no permiten cubrir las necesidades básicas de la persona.
Hay un mercado para el alquiler de vientres, lo que para algunos es
inmoral pero que para otros es perfectamente ético si se asegura el
bienestar de todas las partes (este mercado permite tener hijos a quien
no pueden tenerlos por la vía tradicional). [5] Y aquí están gran parte de los problemas que se le atribuyen al capitalismo y al libre mercado.
Hoy en día las personas conocen el precio de todo y el valor de nada.
Oscar Wilde, escritor, 1854-1900.
Pero el mercado no tiene valores. Pero ante
las constantes críticas son los defensores del capitalismo y del libre
mercado puro los más fervientes promotores de la moralidad de estos
mercados, y de su superioridad sobre, por ejemplo, las
intervenciones del gobierno y la asunción de responsabilidad social de
las empresas, lo que tildan de interferencias sobre el libre albedrío,
de favorecer a algunos sobre otros (por ejemplo, a los empleados sobre
los accionistas, a los incompetentes sobre los emprendedores) y de
asignar ineficientemente los recursos a quienes no los saben usar mejor.
[6] [7]
Estos son sólo algunos ejemplos de que el capitalismo y el
libre mercado no son capaces de procesar todas las transacciones que son
necesarias para la vida, si bien pueden ser muy eficientes en algunos
casos, no son el mecanismo adecuado para muchos otros que requieren ya
sea de mercados alternativos (gestionados por los gobiernos, por
ejemplo) o de la imposición de restricciones o mejoras en funcionamiento
del libre mercado. Hay muchas transacciones en las que una de
las partes sale perjudicado, a diferencia de lo que asevera Milton
Friedman en la cita al comienzo.
Y la pregunta clave es ¿cómo introducimos equidad, moralidad y justicia en los mercados? ¿Se puede?
En resumen
El capitalismo y el libre mercado tienen muchas virtudes y son la
política e instrumentos adecuados para promover la asignación
económicamente eficiente de recursos y proporcionar incentivos para el
mejoramiento personal y empresarial. Pero tienen dificultades
en asegurar transacciones equitativas, morales y justas. Tienen
dificultades en traducir ese mejoramiento personal y empresarial a un
mejoramiento de la sociedad como un todo por lo que, en muchos
casos, es necesario que su funcionamiento sea restringido y corregido, y
de que existan mercados alternativos, no libres donde se efectúen otras
transacciones que producirían muchos perdedores en un libre mercado
(por ejemplo servicios de salud y educación). Pero lo importante para el bienestar de la sociedad es tomar lo bueno, corregir lo malo y suplementar los mercados. Y no se pueden hacer dogmatismos, que solo conducen a crispaciones improductivas, limitan el diálogo y nublan la mente.
Un excelente resumen de esta discusión es la conclusión de Paul
Krugman, economista progresista, Nobel de Economía en el 2008, en su
artículo Economía y Moralidad publicado en el New York Times:
“Entonces, la economía no es una obra moral; el orden económico y
social que tenemos no es la representación de algunos principios
morales profundos. Esto no quiere decir que ese orden debe ser
derrocado: la persecución de Utopía, de la justicia económica perfecta,
se ha demostrado ser el camino al infierno, en tanto que el
capitalismo del estado benefactor—una economía de mercado, con sus
cantos ásperos suavizados con una fuerte red de protección social— ha
producido las sociedades más dignas conocidas” (énfasis añadido).
No es el capitalismo lo que es malo, no es el libre mercado lo que es malo, es su utilización en casos en que no son adecuados, es el comportamiento y la gestión, o falta de gestión, que de ellos hacen las personas, empresas y gobiernos.
¿Qué pueden y deben hacer los diferentes actores del sistema
económico para asegurar el bienestar de la sociedad? En la Tercera
Parte de este artículo analizaremos las responsabilidades de los
principales actores: empresas, gobiernos, sociedad civil e individuos.
[1] Esta Segunda Parte había sido completada antes de la publicación del artículo Sobre el presente y el futuro del capitalismo global
por Gonzalo Fernández Ortiz de Zárate, que critica la Primera Parte,
por ello no comentamos esa respuesta. El lector debería sacar sus
propias conclusiones.
[2] En estos mercados se pagan más de 100 millones de euros por traspasos y sueldos de más de 500.000 euros … a la semana.
[3] En
una discusión con un miembro de esta clase, para defender la sanidad
totalmente privada, me llegó a decir que los que enfermaban era culpa
suya por no cuidarse.
[4]
Es oportuno recordar que la economía es una disciplina cuyo estudio va
mucho más allá del capitalismo y del libre y mercado e incluye otros
elementos como la economía del comportamiento, la del bienestar y la de
otros sistemas económicos.
[5] Para un análisis más exhaustivo de este tipo de casos sobre la moralidad de los mercados ver mi reseña del libro: What Money Can´t Buy: The Moral Limits of Markets. Michael J. Sandel, Farrar, Strauss and Giroux. Nueva York, 2012).
[6]
Y más paradójicamente todavía, en EE.UU. uno de los principales
promotores capitalismo y libre mercados puros y de la moralidad de estos
es el Acton Institute,
dirigido por un sacerdote católico (obviamente situado al otro extremo
del Papa Francisco, hay de todo en la viña del señor) que publican la
revista Journal of Markets and Morality.
[7] Según un exprofesor y mentor del Papa Francisco, Padre Juan Carlos Scannone, el Papa no es anticapitalista: “…no critica la economía del mercado sino el fetichismo del dinero y del libre mercado…Una cosa es la economía del mercado y otra cosa es la hegemonía del capital sobre la persona.”. Cuando era el Cardenal Bergoglio, el Papa también dijo que “Si pensar que el capital es necesario para construir fábricas, escuelas, hospitales, iglesias tal vez yo sea capitalista.” Y no es que el Papa sea infalible en cuestiones terrenales.
-https://www.agorarsc.org/de-quien-es-la-culpa-si-el-capitalismo-no-funciona-segunda-parte-que-es-capitalismo-y-el-libre-mercado/
¿De quién es la culpa si el capitalismo no funciona? Primera Parte: ¿Hacia un capitalismo (más) salvaje?
Los beneficios son un elemento regulador de la vida de la empresa,
pero no el único; junto con ellos hay que considerar otros factores humanos y morales que,
a largo plazo, son por lo menos igualmente esenciales para la vida de la empresa.
Juan Pablo II, Centesimus Annus.
La respuesta que viene a la mente de muchos es que la culpa la tienen
las empresas, sobre todo las omnipotentes multinacionales, que con su
gran poderío económico pueden violar las reglas de juego a su favor, o
por lo menos alterarlas hacia lo que les convenga. Pero antes de llegar
a esta conclusión es conveniente analizar porque no funciona el
capitalismo, si es que no funciona, cuales son las partes que
intervienen en su operación y si éstas cumplen con sus respectivas
posibilidades.
El Dossier No. 26 del Verano 2017, Repensando nuestro modelo de sociedad y de economía, publicado por Economistas sin Fronteras, incluye un artículo La que se avecina: Un capitalismo (aún) más salvaje,
que como su título deja entrever, achaca los problemas a las
multinacionales, es dogmático, es extremista. Pero ello nos da pie para
el análisis que decimos arriba que es necesario antes de sacar
conclusiones catastrofistas sobre los culpables.
En la sección Perspectivas del capitalismo que se nos viene encima propone hace cinco argumentos para concluir que vamos a un “capitalismo (más) salvaje”: (1) el poder corporativo; (2) la lex mercatoria; (3) tensión por los escasos recursos; (4) una economía sobre-compleja; y, (5) sociedad global excluyente y violenta.
El primer argumento sobre el poder de las empresas repite un
error, muy común entre los detractores de las empresas, y es el de
exagerar su poder. Dice, por ejemplo, que “69 de las mayores entidades del mundo son empresas y solo 31 son estados”.
Esta aseveración está basada en la comparación entre las ventas
(ingresos) de las empresas con el Producto Interno Bruto, PIB, de los
países, que representa el valor agregado por la economía.
Comparan peras con manzanas. Debemos comparar cosas comparables, ventas con ventas o valor agregado con valor agregado. Como
los países no tienen “ventas”, se deben comparar los valores agregados
por la actividad de las empresas, de lo contrario habría doble conteo
can las actividades de sus suplidores de insumos. Aún a pesar de las
grandes dificultades estadísticas en determinar el valor agregado de las
empresas [1], si se hace la comparación correcta entre estos valores y el PIB de los países sólo dos de las 50 economías más grandes son empresas.
WalMart, por ejemplo, sería una octava parte de España, un poco más de
la mitad de Venezuela y de un tamaño equivalente a Chile. [2]
Y en todo caso, si hablamos de poder, hay que recordar que no todo el poder es económico. Las empresas no tienen ejércitos ni policías (aunque algunas puedan tener alguna “milicia” en países en desarrollo) ni pueden imponer impuestos y otros gravámenes. Y los gobiernos tienen el poder de autorizar o desautorizar la operación de cualquier empresa en el territorio nacional, de imponer multas, de expropiar, etc.
Con esto no queremos decir que las empresas no tengan poder, pero la
implicación que suele hacerse que el tamaño es equivalente a poder y
que el poder está disponible para abusarlo no es correcto. Es
muy cierto que empresas tecnológicas como Facebook, Apple, Google y
Microsoft son empresas con mucho poder, más de lo que su tamaño indica,
pero ello no quiere decir que siempre lo abusan para beneficio propio.
Los productos de Google y Microsoft hacen una gran contribución al
desarrollo de la humanidad (Apple y Facebook son menos indispensables).
Sí, defienden sus intereses, como lo hacemos todos, pero mucho de ese
poder es usado para hacer el bien de la población. Y para que no lo
abusen allí están (¡o deberían estar!) nuestros representantes, nuestros
protectores, los gobiernos (más adelante comentamos si están). En junio
del 2017 la Comisión Europea impuso una multa a Google de 2,400
millones de euros por abuso de posición dominante en los servicios de
búsqueda y favorecer sus servicios de comparación de compras.
El segundo argumento de lex mercatoria se refiere al supuesto abuso que hacen las empresas de los tratados internacionales de comercio y los acuerdos bilaterales de inversión, imponiendo “un nuevo modelo de gobernanza corporativa” y una “arquitectura de impunidad”. Según el autor, las empresas están por encima de los estados, que son lo que negocian estos tratados y acuerdos.
Es cierto que algunas empresas se aprovechan de las debilidades
institucionales de los estados y la ausencia de mecanismos de gobernanza
internacional para imponer sus conveniencias. Las empresas
multinacionales operan dentro de un vacío jurídico a nivel
multinacional, que debe ser suplido, con muchas dificultades, por
mecanismos jurídicos nacionales mal coordinados entre sí. El caso más
típico es el de las deficiencias en la regulación del respeto a los
derechos humanos a nivel multinacional (ver ¿Debe regularse el respeto a los derechos humanos por parte de las empresas?).
Pero muchas de estas dificultades se deben a fallas en los gobiernos de
los países, que no pueden o no quieren ejercer su responsabilidad, que
son aprovechadas por algunas empresas. Pero ello no puede llevar a la
conclusión de que el capitalismo ha fracasado o que será “más salvaje”.
Hay problemas, de difícil solución, pero ello no justifica desechar el
sistema. No se puede tirar el bebé con el agua sucia del baño.
El tercer argumento de tensión geopolítica por los escasos recursos es que las grandes potencias (China, EE.UU., Europa) lucharan por la hegemonía del control de los recursos. Es difícil ver la relación entre esto y el capitalismo más salvaje.
A lo sumo la escasez de recursos estimulará la innovación y la búsqueda
de soluciones, como lo es la energía renovable ante la eventual escasez
de combustibles fósiles, lo cual fortalecerá la lucha contra el cambio
climático. Quienes mejor preparados están para hacerle frente a estas
situaciones son las empresas privadas, con su capacidad de innovación y
su disposición a arriesgar recursos financieros. Y es el mercado el que
está dando las señales para estimular la inversión y el que canaliza
los recursos hacia estas inversiones. Este es más bien un argumento a favor del capitalismo responsable.
En el cuarto argumento sobre una economía sobre-compleja, financiarizada y especulativa el autor dice “Por
tanto, cortoplacismo, ingobernabilidad, lucro y especulación serán
conceptos que definan el escenario también en el futuro próximo,
incidiendo posiblemente en el incremento de la inestabilidad estructural
y de las asimetrías sociales.”. Este sí es un problema del capitalismo y que debe ser afrontado. El
lucro no es malo, es el incentivo necesario para la inversión y el
esfuerzo. Lo que sí es malo es poner el lucro por encima de las
personas y del medio ambiente, el buscar el máximo lucro posible en el
corto plazo a expensas de las decisiones que respaldan la sostenibilidad
en el pargo plazo. Este es precisamente uno de los problemas
que trata de atacar la responsabilidad de la empresa ante la sociedad
(RSE) y que comentaremos en la Segunda Parte. Y aquí vale recordar la
cita con la que abrimos este artículo.
La quinta premisa argumenta que el capitalismo conduce a una sociedad abiertamente excluyente y violenta.El
argumento del aumento de la violencia es muy difícil de entender y no
lo comentamos. El argumento de que la persecución de beneficios puede
llevar a una sociedad más excluyente es más razonable ya que las
actividades empresariales tienden a favorecer a las personas con mayor
poder adquisitivo y pueden dejar atrás a los pobres, fomentando aún más
la desigualdad. Pero en este argumento se ignora, otra vez, que
el problema viene de las fallas de gobierno y es la responsabilidad de
estos reducir esa desigualdad a través de políticas redistributivas y de
protección de los menos favorecidos. También vale la pena
destacar el impulso que están teniendo las empresas con fines sociales y
la tendencia en las mismas grandes empresas de atender a los grupos
vulnerables a través de negocios inclusivos.
Algunos de estos argumentos son válidos, pero otros son una falacia,
otros están exagerados, otros son irrelevantes y otros ignoran que uno
de los grandes problemas son los gobiernos, no sólo las grandes empresas
y muchas veces las mismas personas. Hechas estas aclaraciones en la
Segunda Parte analizaremos más objetivamente quién tiene la culpa si el
capitalismo no funciona.
[1] El valor agregado como porcentaje de las ventas varía de empresa a empresa. Sin embargo estudios estadísticos han determinado que en el promedio de todas las empresas podría ser entre un 30 y 40 por ciento, con grandes variaciones (entre un 20% para mayoristas, 30% para automóviles, hasta un 80% para servicios como telecomunicaciones).
[2] De Grauwe, P. y Camerman, P., (2003), Are multinationals bigger than nations? World Economics, Vol. 4, No. 2, abril-junio 2003, pgs. 23-37.
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