"Europa debería encabezar la lucha contra el cambio climático"
La consecución, o no, de los Objetivos de Desarrollo Sostenible
depende en gran medida de un hombre sonriente, fibroso y jovial a sus 65
años, capaz de trasladar los conceptos más complejos con una claridad
desconcertante. El reconocido economista estadounidense Jeffrey Sachs,
uno de los mayores expertos mundiales en desarrollo sostenible, asesora,
cada día, al secretario general de Naciones Unidas. Lo entrevistamos
en el Ministerio para la Transición Ecológica, justo antes de su participación en una conferencia sobre la descarbonización de la economía.
¿Cuál
es tu balance de la última Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio
Climático? Te quejaste públicamente de que los ingenieros y
científicos no tuvieran un rol más importante.
Tenemos
que ser más prácticos. Pero, sobre todo, más rápidos. Porque
necesitamos construir, cuanto antes, un sistema de energías verdes. Y
dejar de limitarnos a hablar de ello, hablar y hablar, que es a lo que
más tiempo dedicamos en estos momentos.
Pero, para lograr
un cambio tan radical, después de más de un siglo dependiendo del
petróleo, tenemos que ponernos de acuerdo sobre cómo llevarlo a cabo.
Te
lo voy a resumir en dos apreciaciones: mucha palabrería y poca
acción. En las negociaciones mundiales siempre estamos demasiado
focalizados en las palabras, y menos en soluciones de ingeniería. Por
eso yo recomiendo que en la COP del próximo año tengamos una presencia
de representación mundial de ingenieros expertos que nos enseñen, de
una forma eminentemente práctica, dónde y qué debemos hacer para
ponernos de una vez a descarbonizar el sistema.
A eso le llamamos, en España, remangarse.
«En los ODS todavía hay mucha palabrería y poca acción»
Está
muy bien definido. Porque perdemos demasiado tiempo hablando, mientras
las emisiones globales de gases de efecto invernadero no paran de
aumentar. Porque es el precio que pagamos por lo que entendemos por
progreso. Pero también pienso que cada vez más gente cree en un
progreso real. Y están dispuestos a soportar las cargas que conlleva. Y
quieren saber qué tenemos que hacer para cambiar ese paradigma del
progreso, dónde tiene que suceder y cuándo tiene que suceder. Y hay
una voz ciudadana, cada vez más clamorosa, que dice: pongámoslo en
práctica de una vez.
Cuesta creer que esa voz de la que hablas también venga de tu país. Es el único, de los firmantes del Acuerdo de París, que ahora quiere salirse.
El argumento de Donald Trump sobre el potencial futuro de las enormes
reservas de petróleo de Estados Unidos, casi intocadas, no se sostiene.
No
estamos todavía fuera del Acuerdo de París. Quiere dejarlo, está
claro. Pero según los términos del acuerdo, se requieren cuatro años
de permanencia para salir. Y míster Trump ya no estará ahí. Y quién
sabe, tal vez incluso lo echen este año con un impeachment.
Personalmente, es uno de mis mayores deseos. Y no solo porque considero
sus políticas respecto al cambio climático como un tipo de crimen
contra la humanidad, sino porque está absolutamente incapacitado para
ser presidente de los Estados Unidos, por otras muchas razones.
¿Por ejemplo?
Donald
Trump es un psicópata. No lo digo a la ligera, como un mero insulto.
Sino con rigor técnico. Pregunta a muchos psicólogos y verás lo que
te responden.
Hablabas de la necesidad de más expertos
técnicos en los debates mundiales sobre cambio climático. El Centre
for Climate Change Economics and Policy basa sus estudios en el trabajo
científico de la Universidad de Leeds, en Reino Unido. La última
conclusión de esta organización es que solo el 8% de los objetivos suscritos en el Acuerdo de París
serán cumplidos en el calendario establecido. Tú eres asesor sobre
cambio climático en Naciones Unidas. ¿Compartes esta visión tan
pesimista? Sería poco compatible con tu cargo.
Los
Acuerdos de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible marcan unas
metas muy claras. Ese es un buen paso, que no habíamos dado antes. El
error es que no han marcado los pasos a seguir, las herramientas y las
obligaciones para lograrlos. Ese tiene que ser el segundo paso. Pasar
del compromiso teórico al compromiso real. También a nivel local,
tanto las instituciones como las empresas deben empaparse del
sentimiento de que estamos ante un nuevo paradigma, de que ya no se
puede entender que el transporte, la industria o la agricultura puedan
volver a ser como antes. La discusión ahora debe ser cómo hacerlo, no
si hay que hacerlo. Dicho esto, creo que aún estamos a tiempo de
implementar fórmulas de transformación inteligentes que podrían
funcionar en todos los países y, por tanto, a nivel global. Pero lo que
no podemos hacer es lo que sucede ahora: cada país aplica sus propias
soluciones, desconectadas del resto.
La
globalización es un fenómeno que ha tenido detractores. Y en muchos
casos, se ha comprobado que ha sido el origen de muchas desigualdades.
Pero según lo que dices, ahora es más necesaria que nunca.
«Los ingenieros deben tener una voz decisiva contra el cambio climático»
Sin
duda. Necesitamos urgentemente implementar, juntos, soluciones a nivel
mundial. Incluidas las redes físicas de transmisión necesarias para
llevar las energías sostenibles a los países que las necesitan. Y eso
tiene que ser por medio de cooperación y acuerdos a través de países,
guiados siempre por buenos ingenieros. Ese es el reto real. Yo suelo
comparar esto con la aviación civil, que transporta a millones de
personas cada día por todo el mundo, de una forma absolutamente segura.
El complejísimo tráifco aéreo no viene de cada país decidiendo su
propio sistema, sino de una red global en la que cada país dice: «Ey,
nosotros también volamos, así que queremos y necesitamos ser parte de
eso. Hagamos reglas e interconexiones globales, que sirvan para todos».
Eso es justo lo que necesitamos hacer con las energías verdes. Y este
ejemplo deja claro que somos capaces de asumir retos enormes juntos.
Trabajas
mano a mano con el secretario general de Naciones Unidas, António
Guterres. Desde un punto de vista personal: ¿está, más allá de su
cargo, sensibilizado con el cambio climático?
Sin duda.
Ha sido político, activista y de joven estudió ingeniería, además de
ejercerla. Sabe de sobra, como persona, que el cambio climático es el
principal reto al que nos enfrentamos ahora. Y todo eso le da capacidad
para ofrecer respuestas prácticas. Ten en cuenta que la posición de un
secretario general de Naciones Unidas es posiblemente la más
complicada en este terreno. Más aún cuando en tu mesa de negociación
está Estados Unidos, imagínate. Y también un montón de otros países
poderosos que no paran de poner trabas por sus propios intereses. Para
él es un papel complicadísimo gestionar todo eso. Está solo entre 193
países miembros. Y tratando de llevarlos al camino correcto en la
lucha contra el calentamiento global. Por eso ha organizado un encuentro
extraordinario el próximo septiembre, en el que quiere reunirse con
los líderes del mundo personalmente, no con sus asesores. Será un
momento crucial, con conversaciones de tú a tú. Quiere conversar con
ellos a nivel individual y personal, fuera de sus Gobiernos.
Publicaste
una teoría con el economista Pablo Martinelli según la cual todo lo
que se consume en una economía se transforma en algo sin valor alguno.
Eso no es compatible con el concepto de economía circular.
Era
un teoría que tenía sentido cuando la promulgamos, hace tiempo, no
ahora. La economía no es un sistema cerrado. Toma la energía de fuera.
Y eso es fundamental, porque la energía es la que permite la creación
de trabajo, y de valor. La buena noticia es que ahora, en lugar de
utilizar combustibles fósiles, que son energía finita, proveniente del
petróleo generado por animales muertos hace millones de años, podemos
usar energía sostenible que siempre está ahí, como la solar, la
hidroeléctrica o la eólica, que también permite a la economía
operar, y superar y poner orden en la antigua entropía en la que
vivíamos. En otras palabras, es como la propia vida. Ya hablemos de una
persona individual o de un organismo microscópico. Necesitas
alimentarte del exterior. Pero la manera en que colaboramos a sostener
la vida es devolviendo energía al sistema, sea en la forma que sea. Por
eso, hoy, es tan importante la economía circular.
Según
has dicho varias veces, para acabar con la situación de los países
menos desarrollados, es fundamental la asistencia de los más ricos. Que
es la única salida posible. Supongo que la gestión de la deuda, por
parte de la Comisión Europea, de los países del sur del continente, no
te parecerá un ejemplo de esa solidaridad que tú preconizas. El
propio comisario de Asuntos Económicos y Financieros, Pierre Moscovici,
reconoció el año pasado que cometieron errores.
«Se debe combinar siempre el crecimiento con la justicia social y la sostenibilidad medioambiental»
Creo
que Europa gestionó la crisis de 2008 de una forma muy ineficiente.
Por suerte, España fue capaz de salir de la crisis, aunque le ha
costado mucho tiempo y sufrimiento. El caso de Grecia es mucho más
hiriente. Siguen en plena crisis, y tienen hoy un 25% menos de PIB que
hace una década, después de salir de su último rescate, mientras los
ciudadanos han perdido casi la mitad de su poder adquisitivo. Yo hablo
muchas veces de la mala gestión de la crisis. Por ejemplo, el fracaso
de no haber sido capaces de cancelar algunas deudas entre países
desvela un grave problema interno de Europa. Porque necesita
urgentemente una redistribución interna. Y que vaya acompañada de un
programa de inversiones mucho mayor del que existe ahora. Yo creo en una
Unión Europea más grande y fuerte, no en una débil. Pero creo que su
presupuesto no es el adecuado hoy en día. Europa, en cualquier caso,
es un gran donante. Por ejemplo, al continente africano. Pero también
creo que el tipo de ayuda que da podría ser mucho más efectiva.
¿Y cuál crees que es, o debería ser, el papel de Europa en la lucha contra el cambio climático?
Es
fundamental. Aquí existen medidas pioneras en muchos países y se
está avanzando mucho en movilidad eléctrica, por ejemplo. Europa
tiene, además, las mejores universidades del mundo, las más antiguas,
las más sabias, como la de Salamanca o la de París. Deberían juntarse
sus rectores, sus catedráticos, sus alumnos. Y encabezar la lucha
contra el cambio climático, que en ningún caso debería estar en manos
de una potencia como Estados Unidos. Creo, sinceramente, que frente al
calentamiento global, este es el momento de Europa.
Has
dicho que España ha salido de la crisis. Pero ahora vivimos otra
inflación disparatada de precios de la vivienda, los sueldos están
prácticamente congelados desde hace años y tenemos las mayores tasas
de desigualdad de las últimas décadas. La economía, sin duda, vuelve a
crecer en nuestro país, pero ¿qué pasa con las personas? ¿Se puede
decir que un país ha salido de la crisis si solo lo hace en términos
macroeconómicos?
Para mí, un término clave en
economía desde hace años es «democracia social», y esto es igualdad
real para todos. Por la cual no solo hay un crecimiento cuantitativo,
sino un crecimiento cualitativo al mismo tiempo. Y España ha tenido
durante años gobiernos de derecha que no han estado muy interesados en
la redistribución, o en reducir realmente las tasas de desigualdad. Mi
opinión es que se debe combinar siempre el crecimiento con la justicia
social y la sostenibilidad medioambiental. Todo debe ir en el mismo
paquete. El crecimiento a partir de ahora debe ser de color verde. Y,
aparte de los porcentajes del PIB, debe tener muy en cuenta los de
desigualdad. Eso requiere invertir en I+D, en formación y en
emprendimiento. Per mitir a los jóvenes prepararse, y facilitarles que
monten startups, que generarán riqueza a largo plazo. Solo eso
hará que España sea realmente competitiva en los mercados
internacionales. Confío en que el Gobierno actual haya tomado esa
senda, para enderezar la vía tomada por otros anteriores, que no han
tenido la desigualdad entre sus listas de prioridades.
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