Un lustro del manifiesto Última Llamada. Reflexión de Anastasio Urra
(Entrevista previamente publicada en la revista Auditoría Pública, nº 73, con motivo de la publicación del libro Dirección Estratégica para el siglo XXI. La gestión ante los límites del crecimiento, obra del profesor Urra Urbieta.)
Auditoría Pública. Uno de los aspectos que más llaman la atención de su libro es la atención que presta a contextualizar el entorno actual. ¿Por qué este interés?
Mi extensa experiencia profesional,
docente e investigadora me ha permitido constatar la creciente
divergencia entre, por una parte, la Economía y la Gestión que se enseña
en las universidades y se practica en nuestro sistema socioeconómico y,
por otra, la realidad de nuestro mundo. En este sentido, la evidencia
científica transdisciplinar sobre el estado de nuestro planeta y los
magníficos retos a los que nos enfrentamos como civilización, plantean
un conflicto claro y profundo con los valores del paradigma económico
dominante, y en particular con los del paradigma dominante en la
academia y la práctica de la gestión empresarial; hasta el punto en que
estos incluso coartan actualmente las posibilidades de desarrollo humano
en el planeta. De alguna manera, ni la mayor parte de la Academia ni,
menos aún, la mayor parte de la práctica de la Gestión Empresarial
utilizan aún las “lentes transdisciplinares”. Es como si en algún
momento del camino, de su evolución, la Academia y la práctica
empresarial hubieran perdido el contacto con el entorno; como si, de
alguna manera, su evolución y su éxito hubiesen introducido un creciente
componente cultural autista del que solo algunas partes de la comunidad
académica y empresarial se libran.
De esta forma, la teoría económica y de
la gestión de empresas convencional resulta insuficiente,
fundamentalmente debido a la gran fragmentación del saber, a una
reducción excesiva y a la confusión entre sistemas diferentes. En este
sentido, podríamos establecer tres sistemas componentes de la estructura
socioeconómica: el material, el institucional, y el axiológico. En el
primer sistema se ubican los bienes y servicios, con fenómenos como la
demanda y la oferta, los precios, la actividad empresarial, la
estructura productiva, la distribución, etc. Es el campo de estudio más
específico de la ciencia económica actual, sin perjuicio de que, por
supuesto, ésta se asome además a las instituciones asentadas en el nivel
sociopolítico, pero sólo en cuanto generan hechos conceptuados en ella
como económicos. Así, por ejemplo, el Gobierno se considera únicamente
como recaudador y gastador, o como regulador de la economía. En todo
caso, a donde no llegan los intentos explicativos de la economía
convencional es al tercer nivel, que contiene el sistema de creencias y
valores, y los límites medioambientales, o las condiciones de contorno,
en términos físicos, de los sistemas anteriores.
En fin, puestos a elaborar un manual, no
quería obviar esta dimensión de nuestro sistema socioeconómico; o, más
bien, no podía obviarla, pues, aun a riesgo de ir a contracorriente,
considero su inclusión un imperativo ético categórico.
A.P. Usted revisa las características de nuestro
entorno en diferentes ámbitos: energético, climático, ecológico y
tecnológico. ¿Podría resumirnos cuáles son los aspectos más importantes
para afrontar adecuadamente los retos futuros?
En cuanto introducimos la dimensión
axiológica en el análisis económico, comienzan a aparecer claros los
límites de nuestro sistema socioeconómico, que devienen de los mismos
factores que han promovido el proceso de globalización en el que nos
hallamos inmersos.
Si el entorno global actual se configura
como tal, es fundamentalmente debido al desarrollo tecnológico del Ser
Humano gracias al incremento de la energía exosomática en sus relaciones
socioeconómicas, lo que, a su vez, le ha permitido explotar
exponencialmente los recursos naturales del planeta en una fase
geológica interglacial que ha propiciado más de 9.000 años de
estabilidad climática. Consecuentemente, resultan variables motoras del
sistema socioeconómico mundial la energía, tanto en cuanto al estado de
sus diversas fuentes aprovechables como en lo referente a los residuos
que su generación y uso producen; el clima, por cuanto su estabilidad ha
resultado fundamental en el desarrollo humano; los ecosistemas, en
tanto proveedores de los recursos necesarios para el mantenimiento y
desarrollo de nuestro sistema socioeconómico; y la tecnología, en cuanto
conjunto de saberes que nos permiten el aprovechamiento tanto de
energía como de recursos.
Pero lejos de reconocer la energía, el
clima y los ecosistemas como endógenos a nuestro sistema socioeconómico,
la ciencia económica actual no ha pasado de considerarlos factores
externos, de alguna manera controlables mediante el desarrollo
tecnológico. Y así, aunque el cambio climático acelerado
antropogénicamente y la insostenible presión sobre los ecosistemas
constituyen procesos históricos y geoecológicos fundamentales, dado el
estrecho vínculo existente entre el uso de energía y la producción
económica, el punto de inflexión viene marcado, sin duda, por el
inexorable descenso de la producción de petróleo crudo que comenzó en
2005, según la Agencia Internacional de la Energía y la Administración
norteamericana de Información de la Energía. El mundo que conocemos, el
progreso que hemos alcanzado, las innovaciones y los desarrollos
tecnológicos que hemos logrado como especie, el proceso de
globalización, todo, se debe al descubrimiento de la aplicación
industrial de una energía abundante y barata que está dejando de serlo,
abundante y barata; y gran parte de todo esto, no ya su incremento sino
su mero mantenimiento, no es posible sin una energía abundante y barata.
A fin de cuentas, aunque podamos convenir en que la creatividad humana
es infinita, la innovación tecnológica requiere de una base material, y
de energía. Y no hay sustitutos, ni ahora que ya se requieren, ni en el
horizonte. A juzgar por la evolución geológica de las principales
cuencas desde su inicio en 2009, el fracking norteamericano
tiene los días contados; y si atendemos a sus cuentas, no ha sido
rentable desde el comienzo, ni energética ni económicamente. Además, las
erróneamente denominadas energías renovables (porque en realidad se
trata de sistemas industriales no renovables para la captación y el
aprovechamiento de energías renovables) requieren de una base energética
fósil para su desarrollo, que está limitado tanto por las leyes de la
termodinámica como por numerosas restricciones físicas y materiales. ¿La
fusión fría…? Ciencia ficción más allá del bosón de Higgs. Se nos
comienza a acabar la energía que mueve nuestro mundo globalizado, y la
ciencia converge al definir nuestra realidad: los límites del
crecimiento están aquí ya, son los límites físicos del crecimiento
exponencial en un mundo finito, y han venido para quedarse; y nuestro
sistema socioeconómico, impulsado por el crecimiento exponencial, es,
evidentemente, cada vez más disfuncional en las circunstancias
emergentes.
Sin embargo, dentro del paradigma actual
no cabe duda de que la medida del éxito nacional viene dada
fundamentalmente por un PIB rampante, un PIB que crezca indefinidamente,
cuanto más, mejor, preferiblemente exponencialmente; mientras que, a
pesar de la reciente incorporación de la responsabilidad social
empresarial, la medida del éxito de la organización radica sin duda en
el Beneficio para toda organización capitalista. Pero en un mundo
extralimitado, el crecimiento solo es posible mediante juegos
multipersonales de suma cero, que poco a poco van dejando paso a los
juegos de suma negativa, en los que todos perdemos.
A.P. Entonces,
intentar atenuar el cambio climático y el desastre ecológico nos obliga
a dejar de crecer en términos económicos. A su vez, la disminución de
energía disponible también dificulta el crecimiento. Y estos diferentes
problemas no parece que se puedan resolver exclusivamente con
tecnología. Con todo ello, ¿qué tipo de economía nos depara el futuro?
A pesar de que desde el actual paradigma
socioeconómico se prometen la tecnología, la eficiencia, la sustitución
y el reciclaje como vías que nos llevarán hacia el futuro por la senda
del crecimiento, los datos objetivos solo permiten afirmar que, como ya
intuyera William Jevons en 1865, el crecimiento exponencial de la
innovación desde el medievo se ha traducido en una mayor complejidad y
en un incremento exponencial del consumo energético mundial, tanto en
términos absolutos como per cápita. Hasta ahora, lo único cierto es que
el desarrollo tecnológico, que ya da muestras de fatiga, no se ha
traducido en una reducción del consumo energético global sino todo lo
contrario; y que por esa vía hemos precipitado un cambio climático de
inminentes y dramáticas consecuencias. Así mismo, nos ha conducido a un
punto de presión sobre los recursos y los ecosistemas del planeta que
amenaza la misma viabilidad de nuestras sociedades en las próximas
décadas. ¿Nos salvará la tecnología…? No es imposible, desde luego, pero
parece poco probable a partir de la experiencia.
Sin embargo, a pesar de disponer de las
herramientas de análisis adecuadas, proporcionadas por enfoques como los
de la Economía Ecológica y la Economía del Bien Común, que están
demostrando su eficiencia y su eficacia, los principales stakeholders,
una amplia mayoría de la academia y la práctica económica y
empresarial, no solo no terminan de reconocer la gravedad y urgencia de
la situación, sino que colectivamente comparten y fomentan un marco
cultural cuyos fundamentos chocan frontalmente con la realidad y
retroalimentan positivamente su gravedad y urgencia.
A.P. El panorama no resulta muy esperanzador…
Ciertamente; reconocer y asimilar la
realidad supone transitar el camino de las diferentes fases del proceso
del duelo, pero también implica reestructurar profundamente el paradigma
desde el que conferimos sentido al mundo. Susto o muerte, en este
sentido.
El sistema que, entre alegrías y
disgustos, nos ha resultado útil como guía del desarrollo humano sobre
el planeta durante los últimos siglos, nos ha llevado también a una
situación climática y ecológica que amenaza su misma viabilidad. Además,
resulta ineficiente e ineficaz para acometer los retos a los que como
civilización nos enfrentamos, que no son sino la magnífica tarea de
construir un sistema socioeconómico que nos permita organizarnos para
una economía sin crecimiento, de estado estacionario, en el mejor de los
casos, probablemente pasando antes por un largo, y sin precedentes,
periodo histórico de decrecimiento; un sistema socioeconómico
radicalmente diferente de lo que conocemos, en fin.
A.P. En
una economía sin crecimiento económico, los ingresos públicos tampoco
crecerán. En esas condiciones, ¿se puede mantener el estado de
bienestar?, ¿cómo se debería proteger su continuidad?
En el escenario civilizatorio que se va
configurando, el mantenimiento del estado de bienestar tal como lo hemos
concebido parece bastante cuestionable. De hecho, a partir del estudio
de las necesidades energéticas para el mantenimiento de las sociedades
complejas, y mediante el modelo de la Jerarquía de Necesidades Energéticas,
investigadores como Joseph Tainter, Jessica Lambert, Charles Hall,
Stephen Balogh, Ajay Gupta, Michelle Arnold o Pedro Prieto, entre otros,
cuestionan en múltiples trabajos el mantenimiento del estado de
bienestar tal como lo hemos concebido y lo conocemos.
Toda la evidencia apunta, cada vez más
claramente, a que necesitamos otro modo de organizarnos y organizar
nuestras relaciones y transacciones, tanto entre nosotr@s como con el
resto de seres vivos, animales y plantas, y con la propia Naturaleza que
nos sustenta y de la que intrínsecamente formamos parte. La continuidad
de algún estado de bienestar, en la esfera del que disfrutamos, pasa,
sin duda, por un nuevo sistema socioeconómico que nadie sabe bien cómo
debería ser, pero que a estas alturas sí sabemos bien cómo no puede ser.
Tal cambio nos aboca a retos magníficos en nuestra forma de percibir y
vivir un mundo del que tan solo heredamos el usufructo, desde la
superación del pensamiento lineal y causal que contribuya a la
comprensión e interiorización profunda de las Leyes de la Naturaleza, y
del respeto a las mismas, hasta una miríada de cambios en esquemas
cognitivos de menor nivel que afectan a nuestras prácticas y relaciones
sociales, económicas, laborales, de gestión organizativa y empresarial;
pasando por una profunda introspectiva y revisión personal de los
valores propios.
A.P. El
contexto económico y social descrito puede suponer un cambio de
prioridades públicas y también en la tarea de los OCEX. A su entender,
¿qué nuevos frentes se abren en el trabajo de los órganos de control
externo?
Hasta ahora, el sector público ha
confiado en el crecimiento de los ingresos públicos para seguir
ampliando sus servicios y su capacidad de influencia en la economía. Sin
embargo, ante el panorama actual, y el previsible futuro, es muy
probable que se produzca una revisión del contrato social con el fin de
redefinir los servicios públicos a satisfacer. El mayor o menor alcance
de estos servicios no sólo dependerá del deseo político y del nivel de
ingresos públicos, sino también de la eficiencia en su prestación. Y es
en este punto donde los órganos de control externo deben aportar su
experiencia, que no sólo se limita al análisis financiero, contable y
legal, sino que se extiende también al análisis y auditoría de la
eficacia, economía y eficiencia del sector público. Es probable que los
OCEX deban incrementar su actuación en el ámbito de las auditorías de
gestión u operativas.
No obstante, como señalo, el cambio
necesario nos plantea retos magníficos en nuestra forma de percibir y
vivir el mundo que hemos recibido en usufructo, comenzando por una
profunda introspectiva y revisión personal de los valores propios. Y
este es también un viaje que deberán emprender los OCEX, viaje que, una
vez interiorizado, estoy convencido sabrán cómo hacer.
A.P. ¿En
qué medida está preparado el sector público para afrontar este futuro
inmediato? ¿Considera que se está avanzando en el buen sentido? ¿Qué
medidas serían necesarias?
En la actualidad, y a juzgar por lo que
podemos observar en la mayoría de sectores públicos del mundo, diría que
no, que no parece que el planteamiento pase siquiera por afrontar la
realidad. Desde luego, nuestro ordenamiento legislativo y ejecutivo, más
centrado en el corto plazo de los 4 años y la reelección, va en contra
de un cambio radical y sistemático que nos tomaría un mucho más largo
plazo. Además, como apunta Antonio Turiel en su magnífico blog,
“Los grandes agentes sociales y económicos se están comportando como
niños, poniéndose los dedos en los oídos mientras gritan ‘La, la, la, no
te escucho’, como si esconder la cabeza debajo del ala fuera a hacer
desaparecer el grave problema que tenemos por delante. Mientras estos
agentes sigan utilizando información de tan baja calidad, que se acepta
acríticamente sin ningún análisis, harán que los problemas que vienen
sean inevitables. No solo la adulteración de los combustibles fósiles es
mala para la sociedad; posiblemente lo es mucho más la adulteración de
la verdad.”
Las medidas necesarias, a mi juicio, son
relativamente sencillas, o relativamente complejas dado el actual
estado de las cosas. Pasarían por aspectos como, entre otros:
– La superación del pensamiento lineal y
causal, apostando por el cultivo del pensamiento sistémico que permita
contemplar las diversas vertientes de la realidad que integran un
fenómeno.
– La comprensión e interiorización profunda de las Leyes de la Naturaleza, y del respeto a las mismas, apostando desde la Academia por el paradigma intelectual de la Economía Ecológica; desde la práctica organizativa y empresarial por los diseños organizativos, de proceso y de producto-servicio en el marco de esquemas como el de la Economía Circular; y desde las instituciones públicas por un control efectivo de la propaganda y la publicidad, por una información pública adecuada y veraz, y por una profunda revisión y tipificación legal de las faltas y delitos contra el primer bien común que nos sustenta.
– La superación de la visión economicista a partir del Beneficio, la Rentabilidad y el PIB, apostando por modelos que, como el Balance del Bien Común, contribuyen a una más efectiva gestión de la esfera económica, la esfera social y la esfera ecológica.
– La superación de la visión mecanicista y del paradigma de los “Recursos Humanos” o del “Capital Intelectual”, que entrañan una reificación o cosificación de las personas y nuestras relaciones, que pasan a tener valor solo si pueden ser monetizadas en la cuenta de resultados cada ejercicio.
– La adaptación de los procesos de selección de personal a los nuevos paradigmas, apostando por la cooperación, la diversidad y el bien común para superar la búsqueda del beneficio y la competencia como motores de las relaciones socioeconómicas subyacentes.
– Y/o la superación de la Dirección por Objetivos, e incluso de la Dirección por Competencias, apostando por la Dirección por Valores.
– La comprensión e interiorización profunda de las Leyes de la Naturaleza, y del respeto a las mismas, apostando desde la Academia por el paradigma intelectual de la Economía Ecológica; desde la práctica organizativa y empresarial por los diseños organizativos, de proceso y de producto-servicio en el marco de esquemas como el de la Economía Circular; y desde las instituciones públicas por un control efectivo de la propaganda y la publicidad, por una información pública adecuada y veraz, y por una profunda revisión y tipificación legal de las faltas y delitos contra el primer bien común que nos sustenta.
– La superación de la visión economicista a partir del Beneficio, la Rentabilidad y el PIB, apostando por modelos que, como el Balance del Bien Común, contribuyen a una más efectiva gestión de la esfera económica, la esfera social y la esfera ecológica.
– La superación de la visión mecanicista y del paradigma de los “Recursos Humanos” o del “Capital Intelectual”, que entrañan una reificación o cosificación de las personas y nuestras relaciones, que pasan a tener valor solo si pueden ser monetizadas en la cuenta de resultados cada ejercicio.
– La adaptación de los procesos de selección de personal a los nuevos paradigmas, apostando por la cooperación, la diversidad y el bien común para superar la búsqueda del beneficio y la competencia como motores de las relaciones socioeconómicas subyacentes.
– Y/o la superación de la Dirección por Objetivos, e incluso de la Dirección por Competencias, apostando por la Dirección por Valores.
En definitiva, recordar, para no volver a
olvidar, nuestros orígenes y nuestra realidad universal inmanente, que
tan magníficamente plasmó Engels en su ensayo sobre la Dialéctica de la naturaleza: “…el
hombre no domina, ni mucho menos, la naturaleza a la manera como un
conquistador domina un pueblo extranjero, es decir, como alguien que es
ajeno a la naturaleza, sino que formamos parte de ella con nuestra
carne, nuestra sangre y nuestro cerebro, nos hallamos en medio de ella y
todo nuestro dominio sobre la naturaleza y la ventaja que en esto
llevamos a las demás criaturas consiste en la posibilidad de llegar a
conocer sus leyes y saber aplicarlas acertadamente…”.
https://ultimallamadamanifiesto.wordpress.com/2019/07/10/un-lustro-del-manifiesto-ultima-llamada-reflexion-de-anastasio-urra/?fbclid=IwAR1kpnCwObScG22R0DqIgyf0TePdusiImpH-TvaOWdhvYxFT6sZ6FRCMu5s
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