divendres, 1 de juny del 2018

Una lección de (buena) economía La economia del bien comun-REFLEXIONES DEL NOBEL JEAN TIROLE /Antonio Argandoña

Una lección de (buena) economía

 La economia del bien comun-REFLEXIONES DEL NOBEL JEAN TIROLE 

Antonio Argandoña

El mercado necesita instituciones, leyes y normas que favorezcan la transparencia y la competencia

 

En nuestra sociedad dividida por la crisis económica, que rechaza el diálogo y busca soluciones simplistas para problemas complejos, es muy necesario que se alcen voces que propongan amplitud de miras, que nos ayuden a entender a los que piensan de otro modo, a salir de los supuestos de siempre y a no aceptar sin escrutinio las recetas populistas o partidistas. Jean Tirole, prestigioso economista francés, premio Nobel de Economía en 2014, es una de esas voces, que habla con sencillez y humildad en un libro reciente, 'La economía del bien común' (Barcelona, Taurus, 2017).

No voy a contar lo que dice, porque el libro es grueso (más de 550 páginas), aunque su lenguaje no es técnico. Sí que me referiré a algunos de sus mensajes, que, como he dicho, necesitamos escuchar hoy. Por ejemplo: seamos conscientes de las limitaciones de nuestro conocimiento. O, tomando las palabras de otro gran economista de hace un siglo, “en las ciencias sociales no hay verdades absolutas (excepto esta, claro)”.

Normas sociales y rutinas de comportamiento

Esto es muy útil para los economistas, porque, a estas alturas de nuestra ciencia, ya sabemos que los seres humanos no somos tan racionales como dicen nuestros modelos; que nos dejamos influir por las normas sociales y por las rutinas de comportamiento; que la información está repartida de modo muy desigual, y que frecuentemente creemos lo que queremos creer, no lo que se presenta ante nosotros. Y me atrevo a poner énfasis en estas limitaciones y tergiversaciones, porque las sufrimos todos, también los ciudadanos de a pie.
Entretodos

“Pero, si esto es así, ¡estamos perdidos!, dice el lector”. Nuestros 'expertos' no son de fiar en lo que nos dicen, y nosotros, los que les escuchamos, tampoco. Bueno, esto ya lo sabíamos desde hace siglos. Para eso hemos 'inventado' algunas soluciones. Una es el mercado, que Tirole defiende, pero con mucho realismo. El mercado necesita instituciones, leyes y normas que los protejan, que favorezcan la transparencia y la competencia (¡oh, qué importante es la competencia, subraya Tirole!).

No hay que esperar que los legisladores y reguladores lo vayan a hacer mejor que trabajadores, empresarios y consumidores

Eso da entrada al Estado. Pero sus representantes tampoco son de fiar, porque muchas veces persiguen intereses privados y sufren los mismos sesgos que los demás. No hay que esperar, pues, que los legisladores y reguladores lo vayan a hacer mejor que los trabajadores, empresarios y consumidores. Lo que hay que conseguir es que los políticos vigilen que los que toman decisiones no creen incentivos perversos, que producen resultados ineficientes e injustos. La gente, dice Tirole, suele reaccionar a los incentivos; si estos son malos, las decisiones serán incorrectas.
Por ejemplo, una empresa grande tratará de bloquear la entrada a nuevos competidores; un sindicato poderoso tratará de proteger a sus trabajadores, a costa, por ejemplo, de los que acaban de llegar al mercado laboral o de los que están en el desempleo, y un partido político tratará de proteger a los que le dan financiación, aunque a sea a costa del interés de todos los ciudadanos.

Supuestos, soluciones y argumentos

Tirole comenta un amplio listado de temas de actualidad, desde el cambio climático hasta el proteccionismo comercial, desde la gestión de las plataformas digitales hasta el alto desempleo que hay en Francia (¡qué diría del que tenemos en España!), desde las burbujas especulativas hasta la regulación de las instituciones financieras. El lector encontrará buenas discusiones de los supuestos, las posibles soluciones y, especialmente, de los argumentos que solemos dar los economistas para entender las consecuencias, casi siempre negativas a un plazo no tan largo, que tienen las “geniales” soluciones que se les ocurren a otros economistas poco cuidadosos, sobre todo si trabajan para políticos poco responsables.
El lector no tiene por qué estar de acuerdo con todas las propuestas de Tirole. Por ejemplo, me parece que su concepto de “bien común” es demasiado limitado, porque no quiere hurgar en las entrañas del proceso de toma de decisiones que analizamos los economistas. Su ética es la de tener en cuenta los intereses de todos, algo necesario, pero incompleto. Pero, a pesar de todo, me parece que vale la pena que hagamos todos, los economistas primero, los políticos después, y los ciudadanos al final, un ejercicio de reflexión y diálogo sobre nuestros problemas. La economía del bien común puede ser especialmente útil en nuestras universidades, en las que lo políticamente correcto o lo que es aceptable para ciertas opciones ideológicas puede suponer un freno a la hora de hacer buena economía. 

 

https://www.elperiodico.com/es/opinion/20180531/articulo-opinion-antonio-argandona-leccion-buena-economia-jean-tirole-6849935 

Jueves, 31/05/2018

http://brujulaeconomica.blogspot.com/2018/03/economics-for-common-good.html


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