dissabte, 28 de setembre del 2019

Global Imbalances and Capital Flows in the Era of New Technologies DEG-Bancor vs SHC

Global Imbalances and Capital Flows in the Era of New Technologies
DEG-Bancor vs SHC
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El Banco de España y el “Reinventing Bretton Woods Committee (RBWC)” organizaron la conferencia “Global Imbalances and Capital Flows in the Era of New Technologies” los días 10 y 11 de septiembre de 2019 en la sede del Banco de España en Madrid.
Participaron ponentes de alto nivel, entre los que se encontraban gobernadores, subgobernadores, funcionarios de organizaciones internacionales, economistas de prestigio y otros expertos. El gobernador Hernández de Cos abrió las jornadas

Ponencias

10 Septiembre 2019

09.00 - 09.30
Opening remarks
Pablo Hernández de Cos Archivo PDF: Abre en nueva ventana (1 MB), Governor, Banco de España
09.30 - 11.00
Session I. G20 @ 20. The Debate on Global Imbalances: Past, Present, Future
Chair: Óscar Arce, DG Economics, Statistics and Research, Banco de España
Speakers:
  • Kristin J. Forbes Archivo PDF: Abre en nueva ventana (643 KB), Professor of Management and Global Economics, MIT’s Sloan School of Management
  • Brad Setser Archivo PDF: Abre en nueva ventana (712 KB), Senior Fellow for International Economics, Council on Foreign Relations
  • Alain Gabler Archivo PDF: Abre en nueva ventana (356 KB), Head of International Policy Analysis, Swiss National Bank
  • Livio Stracca, Deputy Director DG International and European relations, ECB
11.30 - 13.00
Session II. China: 40 Years of Opening Up. New Challenges ahead for the World Economy
Chair: José Viñals, Group Chairman, Standard Chartered Bank
Speakers:
  • Alicia García Herrero, Chief Economist for Asia Pacific, Natixis
  • Zheng Liu, Senior Research Advisor and Director of the Center for Pacific Basin Studies, Federal Reserve of San Francisco
  • Jacob A. Frenkel, Chairman, JPMorgan Chase International
  • James Daniel, Assistant Director and Mission Chief for China, IMF
14.45 - 16.15
Session III. Emerging Economies: Managing the Permanence of Spillovers.
Chair: Julio Velarde, Governor, Banco Central de Reserva del Perú
Speakers:
16.30 - 18.15
Session IV. G20 @ 20. Reforms for Global Financial Resilience in the EPG Report
Chair: Margarita Delgado, Deputy Governor, Banco de España
Speakers:
  • Andrés Velasco, Dean of the LSE School of Public Policy and Member of the EPG Group
  • Elena Flores Archivo PDF: Abre en nueva ventana (317 KB), Director International Economic and Financial Relations; Global Governance, European Commission
  • Otávio Ribeiro Damaso, Deputy Governor for Regulation, Banco Central do Brasil
  • Turki Almutairi, Deputy Governor for Research and International Affairs, Saudi Arabian Monetary Authorit
  • Carlos San Basilio, Secretary General of the Spanish Treasury
20.00 - 22.00
Dinner Keynote Speech: Yi Gang, Governor, People’s Bank of China
11 Septiembre 2019

09.15 - 10.45
Session V. Central Bank Digital Currencies.
Chair: Ousmène Jacques Mandeng Archivo PDF: Abre en nueva ventana (172 KB), Senior Advisor, Accenture
Speakers:
  • Cecilia Skingsley, Deputy Governor, Sveriges Riksbank
  • Hyun Song Shin Archivo PDF: Abre en nueva ventana (304 KB), Economic Adviser and Head of Research, Bank for International Settlements
  • Jorge Ponce Archivo PDF: Abre en nueva ventana (1 MB), Manager of Economic Research, Banco Central de Uruguay
  • Tobias Adrian, Financial Counselor, IMF
11.15 - 12.45
Session VI. Capital Flows: Risks and Opportunities in a Digital Context
Chair: José Manuel González-Páramo, Head of Global Economics & Public Affairs, BBVA
Speakers:
  • Dan Morgan, Head of Regulatory Relations for Europe, Ripple
  • Jean-Pierre Landau, former Deputy Governor of Banque de France; Head of French Government special mission on cryptocurrencies
  • Luiz de Mello, Director of the Policy Studies Branch at the Economics Department, OECD
  • Qimiao Fan, EFI Director of Strategy & Operations, World Bank
12.45 - 13.00
Closing Remarks
Marc Uzan, Executive Director and founder, RBWC

CONFERENCE – Opening remarks

Banco de España

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CONFERENCE – Session I. G20 @ 20. The Debate on Global Imbalances: Past, Present, Future

Banco de España

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CONFERENCE – Session II. China: 40 Years of Opening Up. New Challenges ahead for the World Economy

Banco de España

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CONFERENCE – Session III. Emerging Economies: Managing the Permanence of Spillovers.

Banco de España

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CONFERENCE – Session IV. G20 @ 20. Reforms for Global Financial Resilience in the EPG Report

Banco de España

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CONFERENCE – Session V. Central Bank Digital Currencies

Banco de España

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El dólar y el dilema de Carney

El pasado 13 de julio se cumplieron 75 años desde que, en la conferencia de Bretton Woods, por sugerencia de un delegado británico, Dennis Robertson, el Convenio constitutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI) reconociera de forma expresa que el dólar estadounidense ocuparía el papel central del sistema monetario internacional.
Bancor frente a dólar
En aquella famosa conferencia, organizada por iniciativa del Tesoro americano a finales de la Segunda Guerra Mundial en las montañas de New Hampshire -para evitarle a un achacoso Keynes, jefe de la delegación británica (ver pg. 17), los rigores tropicales del verano en Washington D.C.-, el jefe de la delegación estadounidense, Harry White, aspiraba no solo a limitar las "devaluaciones competitivas" vividas en el período de Entreguerras, sino también a que el dólar, la única moneda que mantenía una relación fija con el oro (los célebres 35 dólares fijados en 1944 por Roosevelt), pasara a ocupar el papel central del nuevo sistema internacional  y Nueva York desplazara a Londres como principal centro financiero mundial.
Keynes se oponía tanto a la rigidez de los tipos de cambio que deseaba White como a la hegemonía internacional del dólar, y por eso había propuesto, sin ningún éxito, que los bancos centrales de todos los países formaran una International Clearing Union, cuya institución central emitiría una nueva moneda internacional -el "bancor"- en la que podría prestar, sin límites, a sus países miembros, como un banco a sus clientes. White, temeroso de que Keynes interfiera en las negociaciones sobre el FMI, logró que presidiera la comisión que negociaba sobre el Banco Mundial.
En su propuesta original de Convenio del FMI, White había camuflado el papel central del dólar con la previsión de que cada país miembro fijaría la paridad de su divisa en oro "o en divisa convertible en oro" (gold convertible exchange). Pero cuando el delegado indio pidió aclaraciones, fue el representante británico en la comisión, Robertson, quien, sin consultar a su jefe, se adelantó y propuso, para alborozo de White, que el texto dijera "en oro o en dólares de los Estados Unidos" (ver pgs. 27-29 del acta de la reunión y el texto resultante en Article IV, Section 1. Par Values). Keynes solo pudo indignarse con el cambio cuando, ya de regreso en barco hacia Europa, leyó la versión definitiva del Convenio.
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El dilema de Triffin
Aunque la penuria posbélica del Reino Unido y de los demás países europeos hizo temer que la capacidad exportadora de Estados Unidos provocara una "escasez de dólares", la realidad fue muy distinta: las reservas en dólares del resto del mundo crecieron con extraordinaria rapidez y terminaron suscitando el problema o "dilema" que en Gold and the dollar crisis (1960) enunció el economista americano Robert Triffin: llegaría un momento en que Estados Unidos no tendría suficiente oro para garantizar la convertibilidad en ese metal de todas las reservas oficiales en dólares poseídas por los bancos centrales del resto del mundo.
El augurio se cumplió y en agosto de 1971 Nixon suprimió esa convertibilidad. El otro pilar del sistema de Bretton Woods -los tipos de cambios fijos- también se derrumbó definitivamente en la primavera de 1973, cuando se generalizó el sistema de tipos de cambio flexibles que todavía hoy rige entre las grandes divisas (dólar, euro, yen, libra...).
Ahora bien, la crisis del sistema de Bretton Woods no privó al dólar de su papel hegemónico como moneda de reserva, la vieja ambición de White: solo se pasó de un "patrón cambios-oro" (gold-exchange standard) a un puro y fiduciario "patrón dólar", que se ha mantenido inalterado desde entonces a pesar del menor peso relativo de Estados Unidos en la economía mundial, como consecuencia del despegue de las grandes economías emergentes (especialmente China).
En efecto, como recordó a finales de agosto el todavía gobernador del Banco de Inglaterra, el canadiense Marc Carney, en su discurso en el simposio anual de Jackson Hole, en las montañas de Wyoming -el banco de la Reserva Federal de Kansas City, organizador del encuentro, también pone cuidado, como White, en que los invitados extranjeros no pasen calor-, el dólar se sigue utilizando en el 50% de los contratos de comercio internacional y en dos tercios de las emisiones globales de valores, y constituye igualmente dos tercios de las reservas oficiales de divisas.
Esa primacía del dólar se perpetúa gracias a las "externalidades de red" (network externalities) que ella misma engendra: como buena parte del comercio internacional se factura y paga en dólares, tiene ventajas mantener reservas en dólares, lo que reduce su tipo de interés y hace atractivas las emisiones internacionales en esa moneda. A su vez, las empresas con deudas en dólares tienen incentivo para facturar sus ventas en esa divisa, para así minimizar el descalce de monedas en su balance.
Carney destacó que la asentada práctica de fijar los precios en la divisa internacional dominante (dominant currency pricing) -esto es, en dólares- disminuye para los países las ventajas de los tipos de cambio flexibles y explica que muchos -que representan en conjunto dos tercios del PIB mundial- usen el dólar como "ancla" de sus políticas de tipo de cambio.
¿Una "Divisa Hegemónica Sintética"?
Para Carney el papel dominante del dólar en el sistema monetario y financiero internacional provoca, además, una "asimetría desestabilizadora", pues hace que los acontecimientos en Estados Unidos tengan siempre en el resto del mundo grandes efectos externos (spill-over effects): la célebre frase del Secretario del Tesoro de Nixon, John Connally, a los ministros europeos de finanzas que se quejaban del dólar - "es nuestro dólar, pero vuestro problema"- se ha transformado en "cualquiera de nuestros problemas es vuestro problema".
Otro de los grandes factores de inestabilidad para las economías emergentes es, según Carney, el gran peso de las inversiones en deudas y acciones de tales países por fondos de inversión estadounidenses y europeos, pues en momentos de tensión o grave incertidumbre, presionados por los temores y deseos de rembolso de sus inversionistas, suelen verse forzados a liquidar posiciones de forma masiva y rápida en busa de activos más seguros, agravando con ello las crisis.
Para evitar la "asimetría desestabilizadora" derivada de la hegemonía del dólar -que podríamos llamar "dilema de Carney", como continuación del de Triffin-, el ideal sería conseguir un sistema monetario internacional multipolar. En la actualidad, según Carney, la tecnología permite contrarrestar las externalidades de red que favorecen a la moneda dominante, como ilustra el "proyecto Libra", concebido como una nueva infraestructura de pagos basada en una nueva moneda respaldada por una cesta de divisas.
En su alegato final, tras considerar improbable -e incluso peligroso- un ascenso rápido del renminbi chino como competidor del dólar y recordar los graves obstáculos regulatorios a los que se enfrenta el proyecto Libra, el gobernador británico sugirió que una red de bancos centrales cree una nueva Divisa Hegemónica Sintética (Synthetic Hegemonic Currency o SHC), de carácter digital, con naturaleza de cesta y vocación de medio de pago. "Un amplio uso de la SHC en el comercio y finanzas internacionales haría que las divisas que componen su cesta pudieran verse como activos de reserva fiables, lo que impulsaría a las economías emergentes a diversificar sus tenencias de activos seguros, sin concentrarlas en dólares".
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En mi opinión, la propuesta de SHC guarda similitud conceptual con el "Derecho Especial de Giro" (DEG), creado precisamente a finales de los años 60 por el FMI para remplazar progresivamente al dólar, por entonces en crisis. La gran diferencia estaría en que la SHC pretendería ser desde el principio un medio de pago en transacciones internacionales privadas, no un mero medio oficial de pago y de crédito exclusivamente entre bancos centrales, como, desgraciadamente, se configuró el DEG.
El "Comité para Reinventar Bretton Woods" se reunirá en Madrid la semana próxima (como ya es casi otoño, no lo hará en un idílico paraje de montaña, sino en la sede del Banco de España). Con Trump en la Casa Blanca es difícil pensar en cualquier nuevo esquema de cooperación internacional que no desate sus iras. Pero el debate en Madrid sobre "desequilibrios globales y flujos de capital en la era de las nuevas tecnologías" será de plena actualidad
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  • https://www.expansion.com/blogs/conthe/2019/09/03/el-dolar-y-el-dilema-de-carney.html?fbclid=IwAR38UaPiPT5QA0RWSSLtXSNl9cvvJe6ZDL7afDpuafQQkBQWn7H8-Lw2YSQ 

  • https://ies.princeton.edu/pdf/E132.pdf
  • https://www.bankofengland.co.uk/-/media/boe/files/speech/2019/the-growing-challenges-for-monetary-policy-speech-by-mark-carney.pdf?la=en&hash=01A18270247C456901D4043F59D4B79F09B6BFBC

¿Vuelve el 'bancor'?





"Esta crisis no es como las demás, es la última convulsión del papel internacional del dólar". Paul Kennedy citaba esta rotunda conclusión de un profesor italiano en un artículo titulado entre interrogantes ¿El fin del dólar como divisa suprema? (EL PAÍS del 10 de septiembre pasado), que aglutinaba algunas de las iniciativas, reales o intelectuales, sobre la sustitución a medio plazo de la divisa norteamericana como moneda de reserva internacional.
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Tres meses antes, en Ekaterimburgo (Rusia), los cuatro participantes del club de los países BRIC -Brasil, Rusia, India y China- analizaban la sustitución del dólar (cuyo valor depende de la política del Tesoro y de la Reserva Federal) por una cesta de monedas de reserva. La misma idea fue expresada por China antes de la reunión del G-20 de Londres, en el mes de abril, aunque, para respiro de todos, no llegó a plasmarse de modo oficial. La semana pasada, el analista de política internacional Robert Fisk escribió que los árabes del Golfo, junto con China, Rusia, Japón y Francia, planeaban acabar con los acuerdos petroleros en dólares y pasarse a una cesta de monedas que reuniría el yen japonés, el yuan chino, el euro, además del oro y una divisa nueva unificada que hay proyectada para las naciones del Consejo de Cooperación del Golfo, incluidas Arabia Saudí, Abu Dabi, Kuwait y Qatar. Fisk fue desmentido de modo inmediato, pero el debate no se puede orillar.
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Ahora que regresa Keynes, ¿vuelve también su idea de una moneda internacional que sustituya al dólar?
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Hace tiempo ya que en algunos ambientes se plantea revisar la hegemonía del dólar por al menos dos motivos: evitar su supuesta ventaja como divisa fundamental de reserva (el país que tiene la principal moneda del mundo puede incurrir en enormes déficits por cuenta corriente sin ser penalizado por ello, como las demás naciones) y proteger al resto del planeta de políticas que sólo benefician a EE UU y que manipulan el valor del dólar. Estados Unidos tiene el 5% de la población mundial y el 20% de su PIB, y sin embargo imprime billetes que representan entre el 65% y el 70% de las reservas mundiales de divisas. En el artículo citado de Kennedy se recordaba que el dólar ha vivido dos vidas: la primera como divisa del más poderoso país acreedor, desde los años veinte hasta los sesenta, y la segunda como divisa del "imperio de la deuda", desde los sesenta hasta hoy.
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Ahora que vuelve Keynes, ¿regresará también su idea del bancor, una moneda internacional que propuso en las negociaciones de Bretton Woods sin que los americanos consintiesen en implantarla? En la conferencia de Bretton Woods, en 1944, se adoptó el dólar estadounidense como moneda general de intercambio, fijando su valor con relación al oro (35 dólares por onza de oro). Ese sistema duró hasta principios de los años setenta, cuando Nixon acabó con la conversión fija entre el dólar y el oro. 65 años después, el gobernador del banco central chino calificaba de "visionaria" la propuesta del bancor. Algo se está moviendo.
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 11 de octubre de 2009
https://elpais.com/diario/2009/10/11/domingo/1255231837_850215.html

"En su alegato final, tras considerar improbable -e incluso peligroso- un ascenso rápido del renminbi chino como competidor del dólar y recordar los graves obstáculos regulatorios a los que se enfrenta el proyecto Libra, el gobernador británico sugirió que una red de bancos centrales cree una nueva Divisa Hegemónica Sintética (Synthetic Hegemonic Currency o SHC), de carácter digital, con naturaleza de cesta y vocación de medio de pago. "Un amplio uso de la SHC en el comercio y finanzas internacionales haría que las divisas que componen su cesta pudieran verse como activos de reserva fiables, lo que impulsaría a las economías emergentes a diversificar sus tenencias de activos seguros, sin concentrarlas en dólares".
En mi opinión, la propuesta de SHC guarda similitud conceptual con el "Derecho Especial de Giro" (DEG), creado precisamente a finales de los años 60 por el FMI para remplazar progresivamente al dólar, por entonces en crisis. La gran diferencia estaría en que la SHC pretendería ser desde el principio un medio de pago en transacciones internacionales privadas, no un mero medio oficial de pago y de crédito exclusivamente entre bancos centrales, como, desgraciadamente, se configuró el DEG." M.Conthe

divendres, 27 de setembre del 2019

La mente de los justos Jonathan Haidt

..Los ciudadanos viven divididos en distintas tribus políticas con diferentes visiones de la realidad aparentemente insalvables..
¿Será posible superar este enfrentamiento entre derechas e izquierdas y aprender a cooperar?

La mente de los justos Jonathan Haidt  
En unos tiempos como los actuales, de enorme polarización política, resulta inevitable hacernos una pregunta: ¿por qué no podemos llevarnos bien? Seamos de derechas o de izquierdas, demasiadas veces tenemos la sensación de que nuestro adversario, además de oponerse a nosotros, no entiende en absoluto nuestras posturas y ni siquiera lo intenta. Eso hace que las divisiones sociales se estén consolidando, el debate público se convierta en un griterío y que en su mayoría los ciudadanos crean que sólo ellos están en lo cierto.

Muchas personas, guiadas por razones morales que en realidad no son fruto de la razón, sino de un tribalismo parcialmente innato, son incapaces de entender que tanto los progresistas como los conservadores o los liberales, los creyentes y los ateos, tienen parte de razón; el conicto moral les impide verlo.

Recurriendo a las investigaciones más recientes en campos como la neurociencia, la genética, la psicología social o los procesos evolutivos, La mente de los justos explica por qué los ciudadanos de las sociedades modernas viven divididos por distintas visiones morales de la realidad que, en última instancia, se traducen en tribus políticas aparentemente insalvables. ¿Será posible superar este enfrentamiento entre derechas e izquierdas y aprender a cooperar? Y es, también, una receta racional y moderada para intentar superar ese enfrentamiento y aprender a cooperar.

  • https://www.youtube.com/watch?v=JkFaM5zZPck&feature=youtu.be
Jonathan Haidt es psicólogo social y profesor de liderazgo ético en la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York. Su investigación se centra en la moralidad: sus fundamentos emocionales, cómo varía de acuerdo con cuestiones culturales y cómo se transforma.

En la Universidad de Nueva York aplica sus estudios sobre psicología moral a la ética empresarial, analizando cómo las empresas pueden estructurarse y funcionar de modo que sean resistentes a los errores éticos. Asimismo, colabora en el desarrollo de numerosos proyectos, entre ellos la Heterodox Academy, una asociación que reúne a más de 2.300 profesores cuyo objetivo es aumentar la diversidad de puntos de vista en las universidades.

En 2012, la revista Foreign Policy le consideró uno de los «100 pensadores globales más importantes» y la revista Prospect uno de los 65 «pensadores del mundo de 2013». Es autor de numerosos artículos académicos y de tres libros, de los cuales, además de éste, está traducido al castellano La hipótesis de la felicidad (Gedisa, 2006). JonathanHaidt.com
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En su libro ‘La Mente de los Justos’, Jonathan Haidt nos explica de una forma maravillosa el proceso por el cual se forman los juicios, qué factores los afectan y nos presenta su Teoría de los Fundamentos Morales, muy útil para comprender por qué tanto progresistas como conservadores piensan como piensan. Un libro absolutamente maravilloso que nos permite comprender muchas de las posturas políticas que nos encontramos así como el modo de afrontar los distintos problemas de las sociedades.
  • https://www.youtube.com/watch?v=_jG1CDZkbhc
Reseñas
  • https://elcultural.com/la-mente-de-los-justos
  • Mi pálpito es que, de las tres éticas mencionadas por Haidt, la ética de la autonomía, al ser la más centrada en el individuo, es la mejor candidata para servir de base a una ética universal. No podemos demandar a los individuos que sean altruistas imparciales, pero sí que respeten la humanidad en cualquiera de sus congéneres. El altruismo universal está más allá de nuestras capacidades morales, pero, en cambio, no lo está el respeto a cualquier otro. Y este respeto sí es exigible a todos.
  • https://www.revistadelibros.com/resenas/jonathan-haidt-la-mente-de-los-justos-por-que-la-politica-y-la-religion-dividen-a-la-gente-sensata-juan-antonio-rivera
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"la matriz de rasgos ( ese no era el término) morales más o menos universales , pues podía ser ligeramente diferente o incluir alguna otra"  .Ignacio M.D.L

dimecres, 25 de setembre del 2019

Econofísica -Complexity Economics

Econofísica -Complexity Economics
La econofísica surgió en los años 1990, principalmente en el entorno del prestigiado Instituto Santa Fe de Nuevo México, que se especializa al estudio de los sistemas complejos. Uno de los principales exponentes de la econofísica es Brian Arthur, quien acuñó el término economía adaptativa para denominar sistemas económicos formados por un número grande de agentes que realizan transacciones de tipo económico

El problema del bar "El Farol" es un problema planteado en el marco de la teoría de juegos. Se basa en una anécdota real acontecida en un bar de la ciudad de Santa Fe (Nuevo México) llamado "El Farol" y fue planteado inicialmente por el economista Brian Arthur en 1994. El planteamiento del problema es el siguiente: En Santa Fe hay un número finito de personas. El jueves por la noche, todo el mundo desea ir al Bar "El Farol". Sin embargo, "El Farol" es un local muy pequeño, y no es agradable ir si está repleto. Así pues, existen las siguientes "reglas" en el lugar:
Si menos del 60% de la población va a ir al bar, entonces es más divertido ir al bar que quedarse en casa.
Si más del 60% de la población va a ir al bar, entonces es menos divertido ir al bar que quedarse en casa.
Lamentablemente, todo el mundo necesita decidir si ir o no ir al bar al mismo tiempo y no es posible esperar para ver cuanta gente antes que ellos ha decidido ir.
  • La importancia del problema estriba en que no importa que método (determinista) siga cada persona para decidir que hacer: si todo el mundo usa el mismo método está garantizado que el método será inefectivo:

    Si todo el mundo usa el mismo método y éste sugiere que el bar no estará repleto, entonces todo el mundo acudirá, por lo que el bar estará repleto.
    Análogamente, si todo el mundo usa el mismo método y éste sugiere que el bar estará repleto, entonces nadie acudirá y, por lo tanto, el bar no estará repleto, estará vacío.
Es el dilema de los atascos del domingo.... Si todos usan el mismo método para decidir cual será la mejor hora para llegar a su ciudad, indefectiblemente todos caerán en el atasco.
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Ricardo Mansilla. Introducción a la econofísica. Ed Equipo Sirus, Madrid España, 2003.

Blog el cedazo, ejemplos.
https://eltamiz.com/elcedazo/series/teoria-de-juegos/

Book: Complexity and the Economy

 

W. Brian Arthur, Oxford Univ. Pre.ss, 2014

W. Brian Arthur is an economist and complexity thinker. He is best known for his work on network effects locking markets in to the domination of a single player. He is also one of the pioneers of the science of complexity—the science of how patterns and structures self-organize. He is a member of the Founders Society of the Santa Fe Institute and in 1988 ran its first research program. He has served on SFI's Science Board for 18 years and its Board of Trustees for 10 years, and is currently External Professor at SFI.
Arthur held the Morrison Chair of Economics and Population Studies at Stanford from 1983 to 1996. He has degrees in operations research, economics, mathematics, and electrical engineering. Arthur is a well-known keynote speaker.


Research

Brian Arthur is known for 3 main sets of ideas:
Increasing returns. In the 1980s Arthur developed a way for economics to understand how increasing returns or positive feedbacks (e.g. network effects) operate in the economy — in particular how they can magnify small, random events and act to lock in dominant players. This work has gone on to become important to our understanding of the high-tech economy.
Complexity economics. In the late 1980s, Arthur led a group at the Santa Fe Institute to develop an alternative approach to economics—"complexity economics." Standard economics is based on the idea of super-rational actors operating in a static equilibrium world; complexity economics assumes actors in the economy do not necessarily face well-defined problems or use super-rationality. They explore, try to make sense, react and re-react to the outcomes they together create. The economy is not in stasis but always forming, always "discovering" fresh novelty. In this non-equilibrium view of the economy, bubbles and crashes can happen, markets can be "gamed" or exploited, and history and institutions matter.
How technology evolves. In 2009, Arthur published The Nature of Technology: What it Is and How it Evolves. The book argues that technology, like biological life, evolves from earlier forms. But the main mechanism isn't Darwin's, it is the combining of earlier technologies—earlier forms. The book explores in detail how innovation works. And it argues that economy isn't just a container for its technologies; the economy emerges from its technologies.
Google Scholar Citations for W. Brian Arthur




Complexity Economics

Economics is changing and in the last few years it has generated a number of new approaches. One of these—complexity economics—was pioneered in the 1980s and 1990s by a small team at the Santa Fe Institute led by W. Brian Arthur. The standard framework sees behavior in the economy as in an equilibrium steady state. People in the economy face well-defined problems and use perfect deductive reasoning to base their actions on. The complexity framework by contrast sees the economy as always in process, always changing. People try to make sense of the situations they face using whatever reasoning they have at hand, and together create outcomes they must individually react to anew. The resulting economy is not a well-ordered machine, but a complex evolving system that is imperfect and perpetually constructing itself anew.
The new approach is not just an extension of standard economics, nor does it consist of adding agent-based behavior to standard models. It gives a different, nonequilibrium view of the economy: one where actions and strategies constantly evolve, where time becomes important, where structures constantly form and re-form, where phenomena appear that are not visible to standard equilibrium analysis. This view gives us a world closer to that of political economy than to neoclassical theory, a world that is organic, evolutionary and historically-contingent.

An example: The El Farol Bar Problem

Book: Complexity and the Economy

W. Brian Arthur, Oxford Univ. Pre.ss, 2014

The book is a collection of Arthur's papers on complexity and the economy.
The papers cover a range of topics: the El Farol problem, the artifical stock market, competing technologies and lock-in, how economic systems are gamed, cognition in the economy, how complexity evolves in systems, how the economy forms from its technologies, how technology evolves, among others.

 

Some Q & A about Complexity Economics (printable version)

Question:  Is there a logical basis for the complexity view?
Arthur:  There is. Complexity economics is based on the proposition that the economy is not necessarily in equilibrium. Economic agents (firms, consumers, investors) constantly change their actions and strategies in response to the outcome they mutually create. This further changes the outcome, which requires them to react anew. Agents therefore live in a world where their beliefs, actions, and strategies are constantly being tested for survival within an outcome or "ecology" these beliefs, actions and strategies mutually create. Sometimes the system will settle to an equilibrium, sometimes it may not: it might show perpetually novel behavior, or new phenomena that don't appear in steady state.
Often we can model such systems using analytical tools: nonlinear dynamics, or nonlinear stochastic process theory. Often we must resort to computational experiments—we compute outcomes and study how these form.
Q. How does this relate to "complexity"?
A. Complex systems are ones with multiple elements adapting or reacting to the pattern these elements create. The elements might be individual cars reacting to cars in front or behind them, to the "traffic" patterns they form. In complexity, individual elements adapt to the world—the aggregate pattern—they co-create. With the economy, agents—whether they are banks, consumers, firms, or investors,—continually adjust their market moves, buying decisions, prices, and forecasts to the situation these moves or decisions or prices or forecasts together create. So complexity is a natural way to look at the economy. In a way this viewpoint isn't new. Adam Smith pointed out that aggregate patterns form from individual behavior and individual behavior responds to those aggregate patterns. This is really an economics of things coming into being and it focuses on patterns forming, structures changing, and the consequences of permanent disruption.
Q. How does this approach fit with standard economics?
A. In complexity economics we ask how agents react to the aggregate pattern they create. That's the natural question, but it's complicated. So to seek analytical solutions, economics historically asked instead what agents’ behavior might be consistent with the aggregate pattern it creates—would be in equilibrium with the outcome it creates. General equilibrium theory asks: What prices and quantities of goods produced and consumed are consistent with—would pose no incentives for change to—the overall pattern of prices and quantities in the economy’s markets? Classical game theory asks: What strategies, moves, or allocations are consistent with—would be the best course of action for an agent (under some criterion)—given the strategies, moves, allocations his rivals might choose? Complexity economics by contrast asks how actions, strategies, or expectations might endogenously change with the patterns they create. It is a nonequilibrium approach.
Q.  So complexity economics and nonequilibrium economics are closely related?
A.  They are. In fact, I'd prefer to think of nonequilibrium economics. I cooked up the label "complexity economics" when I did a piece on this for Science in 1999. The editor asked me to name this approach and so I called it "complexity economics." I regret this slightly. Nonequilibrium emphasizes disruption — the constant disruption that comes from agents adjusting to a situation that's always changing. Complexity emphasizes agents reacting to changes that other agents make. The two concepts are closely related.
Q.  Complexity and uncertainty are related too, aren't they?
A.   Yes. In the complexity approach, you can't assume that all problems that agents face are well defined. This is because agents simply don't know how other agents might react. They don't know how others see the same problem. Therefore there is real Knightian uncertainty. This means that agents need to cognitively structure their problems — the have to "make sense" of them, as much as solve them. So this brings us into the world of cognition, and of behavioral economics.
Q. Isn't much of this approach based on simulation? So how can we take it seriously?
A. There is indeed a lot of agent-based computation used in the approach. But I don't like to think of this as "simulation." The object is not to reproduce or "simulate" reality. It is to study the consequences of some particular world, some assumed model of part of the economy. Sometimes you can do this with conventional mathematics. But sometimes you have to compute the outcomes. So I prefer to think of this as doing carefully controlled computer experiments. If done rigorously, you can link particular assumptions to the outcomes they create. Standard theoretical economics does this with the "naked mind." But if things get complicated, say the agents differ, we have to resort to computation—a sort of telescope for the naked mind. There's plenty of scope for sloppy work here, but the same can be said for conventional analysis. There's also plenty of scope for rigorous exploration of patterns and the causes behind them. Exploratory computational mathematics proceeds this way; it can uncover much and it can be done well or poorly. Computational experiment as a rigorous lab tool is an art form, and it's used in all the sciences.
Q.  How did you get into this area?
A.  Throughout the 1980s I'd been working on increasing returns economics — now very much a branch of complexity. I was at Stanford, and in 1987 Kenneth Arrow invited me to the Santa Fe Institute, then just starting. I was brought back a year later to direct a research program on "The Economy as an Evolving Complex System." This turned out to be SFI's first research program. We began to ask:  what would it be like to do economics out of equilibrium? I had excellent people: David Lane, probability theorist; Richard Palmer, physicist; Stu Kauffman, theoretical biologist; John Holland, computer scientist. Frank Hahn, Arrow, and Tom Sargent were visitors. Out of that a lot of work came. There have been many others involved of course, and I'd like to mention in particular Peter Allen, Rob Axtell, Eric Beinhocker, Richard Bronk, Josh Epstein, Doyne Farmer, Andy Haldane, Alan Kirman, Kristian Lindgren, and Leigh Tesfatsion. Now this approach is thriving and younger people are coming along. But the Santa Fe group was the first coherent effort in this area, and laid down much of the approach.
Q.  Doesn't this nonequilibrium and complexity view go back a long way in economics?
A.  There's indeed a long history of this line of thinking  in economics. Many of the themes we are exploring — innovation, disruption, deciding under real uncertainty — occur in Schumpeter, Veblen, Hayek, Shackle, and others. They aren't exactly new in economics. What's changed is that we can now investigate them rigorously. We have far more tools at our disposal, including much more sophisticated probablity theory and the possibility of doing carefully controlled computer experiments.
Q. You have talked about two great problems in economics. What are they?
A. One is allocation within the economy: how quantities of goods and services and their prices are determined within and across markets. This is represented by the great theories of general equilibrium, international trade, and game-theoretic analysis. The other is formation within the economy: how an economy emerges in the first place, and grows and changes structurally over time. This is represented by ideas about innovation, economic development, structural change, and the role of history, institutions, and governance in the economy. The allocation problem is well understood and highly mathematized, the formation one less well understood and barely mathematized. Complexity economics looks at structures forming in the economy, so it's just as much concerned with formation as with allocation.
Q.  Isn't all this controversial?
A.  No, not any more. Complexity economics is an extension of equilibrium economics to the nonequilibrium case. And since nonequilibrium contains equilibrium it's a widening of economics — a generalization. So that's not controversial, that's inevitable. It's really the beginning of a lot of work to be done.
Q. If it's as important as you say, why are we not seeing more of complexity economics in standard departments?
A.  Well, we are seeing quite a bit. But it takes about a generation or more for any science to change. Rob Axtell is fond of pointing out that game theory took about 40 to 50 years to fully make its way into economics. And behavioral economics which got started in the 1960s is only now fully arriving. By that measure complexity economics still has a good 20 or 30 years to go. The compensation is that it's fun to work on a field that's opening up, and I think this form of economics is only beginning.
Q. You've said that complexity economics is inevitable. Why?
A. It's not a matter of fashion, or a temporary fad. All the sciences are changing from looking at the world as highly ordered, mechanical, predictable, and in some sort of stasis; to looking at is as evolving, organic, not predictable, and in perpetual discovery. Physics, chemistry, mathematics, geology — they've all moved this way. Economics will too, it may be slightly behind but it always tracks the Zeitgeist.
Q. Is there a killer app for complexity economics? Something that can't be done without it?
A. I can think of two. One is the increasing-returns work done in the 1980s that shows how network effects lead to lock-in and dominance of one or a few players. This can't be done by equilibrium economics — it's not an equilibrium phenomenon. Now all of Silicon Valley accepts this theory and operates by it.
The other killer app is asset pricing. Complexity doesn't assume there is a (rational-expectations) equilibrium and set out to find it. It assumes investors don't know what the market is doing and must learn for themselves what works — which itself changes the market. The results show phenomena seen in real markets: technical trading, correlations among price and volume, and periods of high volatility followed by low volatility (GARCH behavior). The theory explains real world financial phenomena.


Awards

Arthur was awarded the inaugural Lagrange Prize in Complexity Science in 2008, and the Schumpeter Prize in Economics in 1990. He is a Guggenheim Fellow, 1987-88, Fellow of the Econometric Society, and IBM Faculty Fellow. He holds honorary doctorates from the National Univ. of Ireland (Galway) 2000, and Lancaster University (UK) 2009.


Three Other Books

The Nature of Technology: What it Is and How it Evolves, The Free Press (Simon & Schuster) in the US, Penguin Books in the UK, 2009.
The Economy as an Evolving Complex System II, edited with Steven Durlauf and David Lane, Addison-Wesley, Reading, Mass., Series in the Sciences of Complexity, 1997 
Increasing Returns and Path Dependence in the Economy, Ann Arbor, University of Michigan Press, 1994

W. Brian Arthur, “Inductive Reasoning and Bounded Rationality”, American Economic Review (Papers and Proceedings), 84,406-411, 1994.
http://tuvalu.santafe.edu/~wbarthur/complexityeconomics.htm

La teoría de juegos podría mejorar la interacción de robots y humanos

La interacción entre robots y operadores humanos en la industria es complicada. De hecho, la imagen típica de una factoría en la que operan robots y humanos es bien conocida: ambos trabajadores realizan sus tareas por separado, como en el caso de las granjas automatizadas.
En otras palabras, robots y humanos no realizan aún tareas en colaboración estrecha debido a esas dificultades que sugerimos, que no son otras que la imposibilidad del robot para predecir el comportamiento de su compañero humano y, por tanto, ser capaz de colaborar de manera eficiente y efectiva.
Estas dificultades pasarán a pertenecer al pasado si el descubrimiento de un grupo de investigadores de la Universidad de Sussex, el Imperial College London y Nanyang Technological University en Singapur sigue adelante y se aplica en la práctica. Estos investigadores han aplicado la teoría de juegos para permitir la asistencia robótica a los trabajadores humanos de manera versátil y segura.
Para lograrlo utilizaron el control adaptativo y el equilibrio de Nash —por John Nash, matemático y premio Nobel— de la teoría de juegos. Este equilibrio de Nash es un concepto de solución para juegos con dos o más jugadores en el que se asume que cada jugador conoce y adopta su mejor estrategia, y que todos los jugadores conocen las estrategias de los demás.
En esos casos, un jugador no gana nada modificando su estrategia si los demás mantienen la suya propia y, por lo tanto, cada uno de los participantes hace su mejor movimiento teniendo en cuenta a los demás.
Esa es la base de este avance en robótica, y hace posible programar robots que pueden comprender el comportamiento de su compañero humano para anticipar mejor sus movimientos y responder a ellos. Las aplicaciones de este hallazgo pueden extenderse a diferentes áreas de actividad como entrenamiento deportivo, rehabilitación física o conducción compartida.
La dificultad principal es que el robot no puede conocer las intenciones del personal humano. Esa información es la base del equilibrio de Nash, así que los investigadores tuvieron que idear la manera de superar ese problema.
Para ello desarrollaron un método para permitir al robot la identificación del compañero humano mientras interactuaba de forma segura y eficiente con su movimiento. Sin entrar en demasiado detalle, el sistema permite al robot aprender continuamente el control del usuario humano y adaptarse a él, instantáneamente, su propio control. Es una especie de aprendizaje guiado a partir de los estímulos que suponen los movimientos de la persona.
Se trata de un gran paso adelante para lograr una mejor compenetración entre robots y humanos, permitiendo un mayor desarrollo y un mejor desempeño en las actividades en las que coexisten ambos.
https://www.t-systemsblog.es/teoria-juegos-robots-humanos/ 
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http://tuvalu.santafe.edu/~wbarthur/thenatureoftechnology.htm


dimarts, 24 de setembre del 2019

Bruno Latour Politicas de la naturaleza. (Antropólogo y sociólogo de las ciencias)

Bruno Latour Politicas de la naturaleza. (Antropólogo y sociólogo de las ciencias) 
Seguramente es necesario leer primero La esperanza de Pandora para entender su argumentario.


¿Puede existir la ecología política? Algunos objetarán que el ecologismo existe hace años. Y que tieneinnumerables tonalidades, desde la más profunda a la más superficial, pasando por todas las formas utópicas, razonableso liberales. Pero si el ecologismo ha fracasado políticamente no ha sido porque no se haya preocupado por situar lanaturaleza en la agenda política. Bruno Latour propone en este libro una hipótesis distinta: desde el punto de vistaconceptual, la ecología política ha fracasado porque no ha nacido todavía. Hasta el momento, se habían unido dosconceptos que existían previamente (el de naturaleza y el de política) sin advertir que éstos se habían construido,como una oposición, como una dicotomía que imposibilita todo acercamiento, toda síntesis, toda combinación.



SBN:
978-84-9006-474-0
Editorial: 
Coleccion del libro: 
Idioma: 
Castellano
Número de páginas: 
416
Dimensiones:
140x213
Fecha edición:01/01/2013
Materia: 
NATURALEZA, CIENCIA, DEMOCRACIA. BRUNO LATOUR Y LAS POLÍTICAS DE LA NATURALEZA
G!USEPPE P ATELI.A

“No estaba escrito que la ecología fuera un partido”

Sociólogo, antropólogo, filósofo y director científico del Instituto de Estudios Políticos de París.

Bruno Latour tiene una mirada ácida y provocadora de la sociedad y el medio ambiente.

 Miguel Mora -23 Marzo 2019
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Ha servido para algo el activismo ecológico? ¿Han forjado los verdes una política común? ¿Escuchan los políticos a los científicos cuando alertan sobre el cambio climático? ¿Puede la Tierra soportar más agresiones? El sociólogo, antropólogo y filósofo francés Bruno Latour (Beaune, 1947) lleva más de 20 años reflexionando sobre estos asuntos, y su pronóstico es desolador. A su juicio, la llegada de los ecologistas a la política ha sido un fracaso porque los verdes han renunciado al debate inteligente, los políticos se limitan a aplicar viejas recetas sin darse cuenta de que la revolución se ha producido ya y fue “una catástrofe”: ocurrió en 1947, cuando la población mundial superó el número que garantizaba el acceso a los recursos. Según Latour, es urgente poner en marcha una nueva forma de hacer ecología política, basada en una constitución que comprometa a gobernantes, científicos y ciudadanos a garantizar el futuro de la Tierra. Esta idea es una de las propuestas de su libro Políticas de la naturaleza. Por una democracia de las ciencias, publicado en Francia en 1999 y que ahora edita en español RBA.
Latour, aire de sabio despistado, recibe a El País Semanal en su caótico y enorme despacho del Instituto de Estudios Políticos de París, del que es director científico y director adjunto desde 2007.
PREGUNTA: Este libro se publicó en Francia hace ya 14 años. ¿Sigue suscribiendo lo que escribió?
RESPUESTA: Casi todo, sí. Pero las cosas no han mejorado. He seguido trabajando en lo mismo, pero con otro tono. Hoy debo de ser el único que se ocupa de estas cuestiones, de una filosofía política que exige una verdadera política ecologista. Lo que no ha funcionado es que pensé que iba a ser un libro fundador para los ecologistas. ¡Y ha sido un fracaso total! Los ecologistas han desaparecido.
P: En Francia al menos hay verdes en el Gobierno.
R: Sí, pero tienen una visión muy estrecha de la ecología, no reflexionan ni sobre la economía ni sobre la sociedad. La ecología está limitada a las cuestiones de la naturaleza, cuando en realidad no tiene nada que ver con eso. Hay que elegir entre naturaleza y política. Desgraciadamente, se ha intentado hacer una política ecologista que no ha producido nada bueno porque se ha basado en la lucha tradicional, que tenía como objetivo torpedear la política o, mejor, someterla; en cierto modo, los verdes actúan como un tribunal que trata de definir una especie de soberanía.
P: ¿De superioridad moral o natural?
R: Sí, pero sobre todo de estupidez. Evidentemente, el tomar la naturaleza como un fin no ha hecho más que debilitar la posición de los ecologistas, que nunca han sido capaces de hacer política; en fin, auténtica política en el sentido de la tradición socialista, en la que se hubieran debido inspirar. No han hecho el trabajo que el socialismo primero, el marxismo después y luego la socialdemocracia hicieron. No ha habido, para nada, un trabajo de invención intelectual, de exploración; han preferido “el escaparate”. Puede que no hubiera otra solución, pues no estaba escrito que la ecología se fuera a convertir en un partido.

Hay una ecología profunda con un gran papel en EE UU y alemania”
P: ¿Entonces el ecologismo es hoy una especie de ac­­tivismo sin conexión científica?
R: Ha habido movimientos interesantes gracias a una casuística muy concreta, importante en lo que concierne a los animales, las plantas, los dientes de los elefantes, el agua, los ríos, etcétera. Han mostrado además gran energía en las cuestiones locales, pero sin afrontar las cuestiones de la política, de la vida en común. Por eso el ecologismo sigue siendo marginal, justo en un momento en que las cuestiones ecológicas se han convertido en un asunto de todos. Y se da una paradoja: la ecología se ocupa de temas minúsculos relacionados con la naturaleza y la sociedad mientras que la cuestión de la Tierra, la presencia de la Tierra en la política, se hace cada vez más apremiante. Esa urgencia, que ya era acuciante hace 10 o 15 años, lo es mucho más ahora.
P: ¿Quizá ha faltado formar una Internacional Verde?
R: No se ha hecho porque los ecologistas pensaban que la Tierra iba a unificar todos estos movimientos. Han surgido un montón de redes, basadas en casos concretos, como Greenpeace. Hay asociaciones, pero nada a nivel político. La internacional sigue siendo la geopolítica clásica de los Estados nación. No ha habido reflexión sobre la nueva situación. Existe una ecología profunda, deep ecology, en Francia prácticamente inexistente, que ha tenido un papel importante en Alemania, en los países escandinavos y en Norteamérica. Pero está muy poco politizada.
P: Estamos ante un fracaso político y ante una mayor conciencia de los científicos. ¿Y los ciudadanos?
R: Paradójicamente, esa dolorosa pelea sobre el clima nos ha permitido progresar. En cierto modo, la querella ha tenido un papel importante en una “comprensión renovada” por parte del público de la realidad científica. El problema es que intentamos insertar las cuestiones ecológicas en el viejo modelo “ciencia y política”. Desde este punto de vista, incluso los científicos más avanzados siguen intentando poner estas cuestiones dentro del marco de esa situación superada que intento criticar. Este es el tema del libro, y en ese sentido sigue de actualidad.
P: En Francia hay una identificación entre ecologismo y territorio. José Bové, por ejemplo, es un proteccionista a ultranza. Es rara esta evolución de la ecología hacia el nacionalismo, ¿no?
R: Sí, pero al mismo tiempo es útil e interesante replantearse lo que es el territorio, el terruño, por usar la palabra francesa. Los ecologistas siempre se han mostrado indecisos sobre el carácter progresista o reaccionario de su apego a la tierra, porque la expresión en francés puede significar cosas muy distintas. Pero es importante, porque es una de las dimensiones de la cuestión ecológica, tanto de la progresista como de la arcaica. Ese era uno de los objetivos fundamentales del libro, saber si hemos sido realmente modernos alguna vez. Hay aspectos regresivos en el apego al terruño, y a la vez hay otros muy importantes sobre la definición de los límites, de los entornos en los cuales vivimos, que son decisivos para el porvenir. Una vez más, los verdes han omitido trabajar esa cuestión. Pero el problema de la orientación, de la diferencia entre el apego reaccionario o progresista a la tierra, es fundamental. Si vemos movimientos como Slow Food, nos preguntamos si están adelantados o retrasados, porque tienen aspectos regresivos. Pero si se piensa en el tema de los circuitos de distribución, ¿por qué las lasañas inglesas tendrían que estar hechas con caballo rumano y transitar por 25 intermediarios? No es una tontería: si tomamos caballo francés, rumano o turco, las cuestiones de pertenencia y de límites se convierten en cuestiones progresistas.


El antropólogo iconoclasta

“No estaba escrito que la ecología fuera un partido”

Bruno Latour nació en la Borgoña, donde surgen los vinos más caros del planeta. Su padre era viticultor. De ahí sus pecualiares análisis sobre el terruño y la tradición. Cursó Antropología y Sociología. Su formación es tan variopinta como los centros donde ha impartido clase, desde la Escuela de Minas de París hasta la London School of Economics y la cátedra de Historia de Harvard.
Escritor incansable, es autor de una treintena de libros de ensayo, todos los últimos editados por Harvard, por los que circulan la tierra, la sociedad, la guerra, la energía, la ciencia, la tecnología, la modernidad y los medios de comunicación.
Su último proyecto está conectado con el llamado medialab, un espacio donde desarrollar conexiones entre las tecnologías digitales, la sociología y los estudios científicos.
P: Su libro llama a superar los esquemas de izquierda y derecha. Pero no parece que eso haya cambiado mucho.
R: El debate afronta un gran problema. Hay una inversión de las relaciones entre el marco geográfico y la política: el marco ha cambiado mucho más que la política. Las grandes negociaciones internacionales manifiestan esa inercia de la organización económica, legal y política, mientras que el marco, lo que antes llamábamos la Tierra, la geografía, cambia a velocidad asombrosa. Esa mutación es difícil de comprender por la gente acostumbrada a la historia de antes, en la cual había humanos que se peleaban, como en el siglo XX: hombres haciéndose la guerra dentro de un marco geográfico estable desde la última glaciación. Es una razón demasiado filosófica. Así que preferimos pensar que tenemos tiempo, que todo está en su sitio, que la economía es así, que el derecho internacional es así, etcétera. Pero incluso los términos para señalar las aceleraciones rápidas han cambiado, volcándose hacia la naturaleza y los glaciares. El tiempo que vivimos es el del antropoceno, y las cosas ya no son como antes. Lo que ha cambiado desde que escribí el libro es que en aquel momento no teníamos la noción del antropoceno. Fue una invención muy útil de Crutzen, un climatólogo, pero no existía entonces, me habría ayudado mucho.
P: ¿Y qué fue de su propuesta de aprobar una constitución ecológica?
R: Intenté construir una asociación de parlamentarios y lanzar una constitución para que las cuestiones de la energía empezaran a ser tratadas de otro modo. Intentaba abrir un debate, que naturalmente no ha tenido lugar. El debate sobre la Constitución empezó bien, se consideró una gran invención de la democracia europea. El problema es que ya no se trata de la cuestión de la representación de los humanos, sino que ese debate atañe a los innumerables seres que viven en la Tierra. Me parecía necesario en aquel momento, y ahora más incluso, hacer un debate constitucional. ¿Cómo sería un Parlamento dedicado a la política ecológica? Tendrá que crearse, pero no reflexionamos lo suficiente sobre las cuestiones de fondo.
P: ¿Las grandes conferencias medioambientales resuelven algo?
R: El problema es que la geopolítica organizada en torno a una nación, con sus propios intereses y nivel de agregación, está mal adaptada a las cuestiones ecológicas, que son transnacionales. Todo el mundo sabe eso, los avances no pueden plasmarse ya a base de mapas, no jugamos en territorios clásicos. Así, desde Copenhague 2009 hay una desafección por las grandes cumbres, no solo porque no se consigue decidir nada, sino también porque nos damos cuenta de que el nivel de decisión y agregación política no es el correcto. De hecho, las ciudades, las regiones, las naciones, las provincias, toman a menudo más iniciativas que los Estados.
P: Francia es uno de los países más nuclearizados del mundo. Los ecologistas braman. ¿Le parece bien?
R: Los ecologistas se han obstinado en la cuestión nuclear, pero nadie ha venido a explicarnos por qué lo nuclear es antiecológico, mientras mucha gente seria considera que el átomo es una de las soluciones, a largo plazo no, pero a corto plazo sí. De nuevo estamos ante la ausencia total de reflexión política por parte de los ecologistas, que militan contra lo nuclear sin explicar por qué. Por consiguiente, no hemos avanzado un centímetro. De hecho, en este momento hay un gran debate público sobre la transición energética, y los verdes siguen siendo incapaces de comprender nada, incluso de discutir, porque han moralizado la cuestión nuclear. Cuando se hace ética, no hay que hacer política, hay que hacer religión.
P: ¿Está realmente en cuestión la supervivencia de la especie?
R: La especie humana se las apañará. Nadie piensa que vaya a desaparecer, ¿pero la civilización? No se sabe lo que es una Tierra a seis u ocho grados, no lo hemos conocido. Hay que remontarse centenares de millones de años. El problema no se abordaba con la misma urgencia cuando escribí el libro en 1999, se hablaba aún de las generaciones futuras. Ahora hablamos de nuestros hijos. No hay una sola empresa que haga un cálculo más allá de 2050, es el horizonte más corto que ha habido nunca. La mutación de la historia es increíblemente rápida. Ahora se trata de acontecimientos naturales, mucho más rápidos que los humanos. Es inimaginable para la gente formada en el siglo XX, una novedad total.
P: ¿Es la globalización? ¿O más que eso?
R: Tiene relación con la globalización, pero no por la extensión de las conexiones entre los humanos. Se trata de la llegada de un mundo desagradable que impide la globalización real: es un conflicto entre globos. Nos hemos globalizado, y eso resulta tranquilizador porque todo está conectado y hace de la Tierra un planeta pequeño. Pero que un gran pueblo sea aplastado al chocar con otra cosa tranquiliza menos.

La especie humana se las apañará. nadie piensa que va a desaparecer”
P: ¿Y el malestar que sentimos, la indignación, tiene que ver con ese miedo?
R: Ese catastrofismo siempre ha existido; siempre ha habido momentos de apocalipsis, de literatura de la catástrofe; pero al mismo tiempo existe un sentimiento nuevo: no se trata del apocalipsis de los humanos, sino del final de recursos, en un sentido, creo, literal.
P: ¿Nos hemos zampado el planeta?
R: La gente que analiza el antropoceno dibuja esquemas de este tipo (muestra un famoso gráfico de población y recursos). Esto se llama “la gran aceleración”, ocurrió en 1947. La revolución ya ha tenido lugar, y es una de las causas de esa nueva ansiedad. La gente sigue hablando de la revolución, desesperándose porque no llega, pero ya está aquí. Es un acontecimiento pasado y de consecuencias catastróficas. Eso también nubla la mente de progresistas y reaccionarios. ¿Qué significa vivir en una época en la cual la revolución ha ocurrido ya y cuyos resultados son catastróficos?
P: ¿No querrá decir que la austeridad es la solución?
R: Ya existe el concepto del decrecimiento feliz, no sé si la tienen en España… ¡Sí! Ustedes están muy adelantados sobre decrecimiento.
P: Estamos en plena vanguardia, pero del infeliz.
R: Es uno de los grandes temas del momento, la crisis económica es decrecimiento no deseado, desigualmente repartido; y hay algo más: austeridad no es necesariamente la palabra, sino ascetismo. Sería la visión religiosa, o espiritual, de la austeridad. Eso se mezcla con las nuevas visiones geológicas de los límites que debemos imponernos…
P: ¿Habla del regreso al campo o de reconstruir el planeta?
R: No me refiero a volver al campo, sino a otra Tierra.
P: ¿La tecnología es la única brújula?
R: La tecnología se encuentra en esa misma situación. Existe una solución muy importante de la geoingeniería, que considera que la situación es reversible, que se pueden recrear artificialmente unas condiciones favorables tras haberlas destruido sin saberlo. Así ha surgido un inmenso movimiento de geoingeniería en todas partes. Ya que es la energía de la Tierra, podemos mandar naves espaciales, modificar la acidez de las aguas del mar, etcétera. Hacer algo que contrarreste lo que se hizo mal. Si hemos podido modificar la Tierra, podemos modificarla en el otro sentido, lo que es un argumento peligroso, porque la podemos destrozar por segunda vez.
P: ¿No se regenerará sola?
R: Sí, ¡pero sin humanos! Se regenerará sola mientras no haya humanos. Puede deshacerse de nosotros, es una de las hipótesis, volviéndose invivible, pero eso no sería muy positivo. La era de los límites puede llegar hasta la extinción.
P: ¿Acabaremos fatal?
R: La historia no está repleta de ejemplos favorables. No se sabe. No hay nada en la naturaleza humana que favorezca la reflexión, por lo cual la solución solo puede ser mala.
P: Algunos temen que acabaremos devorados por los chinos.
R: Los chinos tienen más problemas que nosotros y corren el peligro de comerse a sí mismos por el suelo, el agua y el aire. No nos amenazan, desaparecerán antes que nosotros.
P: Žižek dice que nuestros problemas provienen de la mediocridad intelectual de Alemania y Francia, que esa es la razón principal de la decadencia actual. ¿Qué piensa?
R: Es una estupidez. Ocurren muchas más cosas intelectualmente en Europa que en América, infinitamente más. Por ejemplo, en arte, en filosofía, en ciencias, en urbanismo. Es insensato decir cosas así, pero es que Žižek es un viejo cretino, una especie de cosa de extrema izquierda, fruto del agotamiento de la extrema izquierda, de su decadencia final, de la cual es el síntoma. Por otra parte, es un chico muy majo. La extrema izquierda se ha equivocado tanto sobre el mundo que al final todos estos viejos de extrema izquierda no tienen otra cosa que hacer salvo vomitar sobre el mundo, como hace Alain Badiou en Francia.
P: ¿Prefiere a Marine Le Pen?
R: No soy político, no puedo responder a esta pregunta, no me interesa.
P: ¿No le gusta hablar de política?
R: Sí hablo de política, he escrito un libro sobre política, ¡que yo sepa!, Las políticas de la naturaleza.
P: ¿No le interesa la política de todos los días?
R: La de todos los días sí, pero no la de los partidos, son agitaciones superficiales, sobre todo en Francia, donde ya no hay verdaderamente política.
P: Critica a la extrema izquierda, ¿y nada a la extrema derecha?
R: Se agita, intenta agarrarse a un clavo ardiendo, pero no tiene mucha importancia. No es ahí donde las cosas están en juego.
P: ¿Cree que es residual?
R: No, no es residual, puede desarrollarse y provocar daños, tanto como la extrema izquierda; el no pensar siempre provoca daños, pero no es eso lo que va a solucionar los problemas de la Tierra, la economía, las ciudades, el transporte y la tecnología.
P: ¿Qué escenario prevé para 2050? ¿Qué Tierra, qué humanidad?
R: Ese no es mi trabajo, mi trabajo consiste en prepararnos para las guerras. Las guerras ecológicas van a ser muy importantes y tenemos que preparar nuestros ejércitos de un modo intelectual y humano. Ese es mi trabajo.
P: ¿Habrá guerras violentas por el clima?
R: La definición misma de guerra va a cambiar, estamos en una situación en la cual no podemos ganar contra la Tierra, es una guerra asimétrica: si ganamos, perdemos, y si perdemos, ganamos. Así pues, esta situación crea obligaciones a multitud de gente y antes que nada a los intelectuales.
P: ¿La batalla principal es esa?
R: Si no tenemos mundo, no podemos hacer gran cosa, ni siquiera la revolución. Cuando se lee a Marx, uno se queda impresionado por lo que dice sobre los humanos. En esta época, la cuestión de la ciencia y del margen geográfico, más la presencia de miles de millones de personas, conforma un escenario crucial. Antes teníamos otros problemas, pero este no.
P: ¿Así que se trata de ser o no ser?
R: En cada informe científico, las previsiones son peores, el plan más pesimista siempre aparece. Hay que tener en cuenta eso. Son previsiones extremas, pero de momento son las únicas válidas. No se trata de una guerra mundial, sino de una acumulación de guerras mundiales. Es parecido al invierno nuclear de la guerra fría, una situación de cataclismo, pero con algunas ventajas: es más radical, pero más lento, tenemos mucha capacidad de invención, 9.000 millones de personas y muchas mentes inteligentes. Pero también es un reto. Por tanto, es una cuestión de alta política y no de naturaleza. La política viene primero.
P: ¿Tiene la sensación de estar solo?
R: Lo que era complicado en este libro era crear el vínculo entre ciencia y política, y no puedo decir que haya convencido a mucha gente. Si además se hace el vínculo entre la religión y las artes, es más difícil. Gente como Sloterdijk sería muy capaz de comprenderlo. Sin embargo, muchos intelectuales siguen en el siglo XX, como Žižek. Permanecen en un contexto, en un ideal revolucionario, de decepción. Están decepcionados con los humanos.
P: ¿Cree que los humanos se dejarán ayudar?
R: Primero hay que ayudar a la Tierra. En el antropoceno ya no se puede hacer la distinción entre los humanos y la Tierra.
P: ¿Y sus estudiantes están listos para la lucha?
R: En mi escuela soy el único en dar clases sobre cuestiones donde no entra la política en el sentido clásico. Hay un curso o dos sobre cuestiones ecológicas. Es culpa mía, no he trabajado lo suficiente como para cambiar las cosas. Llevamos mucho retraso.
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  • https://elpais.com/elpais/2013/03/25/eps/1364208764_064054.html


video Libro
https://castbox.fm/episode/0.-Políticas-de-la-naturaleza.-Bruno-Latour.-Introducción-id1836191-id114901208?country=es 
2. https://castbox.fm/episode/1a.-Políticas-de-la-naturaleza.-cap.-1%2C-secc.-1-y-2.-Bruno-Latour-id1836191-id114901209?country=es 
 3 https://castbox.fm/episode/1b.-Políticas-de-la-naturaleza.-cap.-1%2C-secc.-3-y-4.-Bruno-Latour-id1836191-id114901210?country=es 
4 https://castbox.fm/episode/1c.-Políticas-de-la-naturaleza.-cap.-1%2C-secc.-
5-y-6%2C-y-anexo.-Bruno-Latour-id1836191-id114901211?country=es Capitulo 2 https://castbox.fm/episode/2a.-Políticas-de-la-naturaleza%2C-cap.-2%2C-parte-a.-Bruno-Latour-id1836191-id114901212?country=es

Bruno Latour: "La humanidad se las arreglará, nadie piensa que desaparecerá ¿pero la civilización?"

El filósofo habla de la globalización, de las negociaciones internacionales, del antropoceno, del decrecimiento y sostiene que la presencia de la Tierra en la política se hace cada vez más apremiante
Serie Bruno Latour. Iniciamos con este post una serie de artículos, entrevistas y traduccion de ensayos del filósofo francés que desde hace varios años viene pensando la crisis ecológica y climática y cómo se interrelaciona con las crisis social, económica y política que estamos viviendo.
Elegimos esta entrevista de 2013 porque trata muchas cuestiones que luego son tomadas como dadas en las discusiones posteriores.
Entrevista de El País Semanal, marzo de 2013.

Ha servido para algo el activismo ecológico? ¿Han forjado los verdes una política común? ¿Escuchan los políticos a los científicos cuando alertan sobre el cambio climático? ¿Puede la Tierra soportar más agresiones? El sociólogo, antropólogo y filósofo francés Bruno Latour (Beaune, 1947) lleva más de 20 años reflexionando sobre estos asuntos, y su pronóstico es desolador. A su juicio, la llegada de los ecologistas a la política ha sido un fracaso porque los verdes han renunciado al debate inteligente, los políticos se limitan a aplicar viejas recetas sin darse cuenta de que la revolución se ha producido ya y fue “una catástrofe”: ocurrió en 1947, cuando la población mundial superó el número que garantizaba el acceso a los recursos. Según Latour, es urgente poner en marcha una nueva forma de hacer ecología política, basada en una constitución que comprometa a gobernantes, científicos y ciudadanos a garantizar el futuro de la Tierra. Esta idea es una de las propuestas de su libro Políticas de la naturaleza. Por una democracia de las ciencias, publicado en Francia en 1999 y que ahora edita en español RBA.
Latour, aire de sabio despistado, recibe a El País Semanal en su caótico y enorme despacho del Instituto de Estudios Políticos de París, del que es director científico y director adjunto desde 2007.
PREGUNTA: Este libro se publicó en Francia hace ya 14 años. ¿Sigue suscribiendo lo que escribió?
RESPUESTA: Casi todo, sí. Pero las cosas no han mejorado. He seguido trabajando en lo mismo, pero con otro tono. Hoy debo de ser el único que se ocupa de estas cuestiones, de una filosofía política que exige una verdadera política ecologista. Lo que no ha funcionado es que pensé que iba a ser un libro fundador para los ecologistas. ¡Y ha sido un fracaso total! Los ecologistas han desaparecido.
P: En Francia al menos hay verdes en el Gobierno.
R: Sí, pero tienen una visión muy estrecha de la ecología, no reflexionan ni sobre la economía ni sobre la sociedad. La ecología está limitada a las cuestiones de la naturaleza, cuando en realidad no tiene nada que ver con eso. Hay que elegir entre naturaleza y política. Desgraciadamente, se ha intentado hacer una política ecologista que no ha producido nada bueno porque se ha basado en la lucha tradicional, que tenía como objetivo torpedear la política o, mejor, someterla; en cierto modo, los verdes actúan como un tribunal que trata de definir una especie de soberanía.
P: ¿De superioridad moral o natural?
R: Sí, pero sobre todo de estupidez. Evidentemente, el tomar la naturaleza como un fin no ha hecho más que debilitar la posición de los ecologistas, que nunca han sido capaces de hacer política; en fin, auténtica política en el sentido de la tradición socialista, en la que se hubieran debido inspirar. No han hecho el trabajo que el socialismo primero, el marxismo después y luego la socialdemocracia hicieron. No ha habido, para nada, un trabajo de invención intelectual, de exploración; han preferido “el escaparate”. Puede que no hubiera otra solución, pues no estaba escrito que la ecología se fuera a convertir en un partido.
P: ¿Entonces el ecologismo es hoy una especie de ac­­tivismo sin conexión científica?
R: Ha habido movimientos interesantes gracias a una casuística muy concreta, importante en lo que concierne a los animales, las plantas, los dientes de los elefantes, el agua, los ríos, etcétera. Han mostrado además gran energía en las cuestiones locales, pero sin afrontar las cuestiones de la política, de la vida en común. Por eso el ecologismo sigue siendo marginal, justo en un momento en que las cuestiones ecológicas se han convertido en un asunto de todos. Y se da una paradoja: la ecología se ocupa de temas minúsculos relacionados con la naturaleza y la sociedad mientras que la cuestión de la Tierra, la presencia de la Tierra en la política, se hace cada vez más apremiante. Esa urgencia, que ya era acuciante hace 10 o 15 años, lo es mucho más ahora.
P: ¿Quizá ha faltado formar una Internacional Verde?
R: No se ha hecho porque los ecologistas pensaban que la Tierra iba a unificar todos estos movimientos. Han surgido un montón de redes, basadas en casos concretos, como Greenpeace. Hay asociaciones, pero nada a nivel político. La internacional sigue siendo la geopolítica clásica de los Estados nación. No ha habido reflexión sobre la nueva situación. Existe una ecología profunda, deep ecology, en Francia prácticamente inexistente, que ha tenido un papel importante en Alemania, en los países escandinavos y en Norteamérica. Pero está muy poco politizada.
P: Estamos ante un fracaso político y ante una mayor conciencia de los científicos. ¿Y los ciudadanos?
R: Paradójicamente, esa dolorosa pelea sobre el clima nos ha permitido progresar. En cierto modo, la querella ha tenido un papel importante en una “comprensión renovada” por parte del público de la realidad científica. El problema es que intentamos insertar las cuestiones ecológicas en el viejo modelo “ciencia y política”. Desde este punto de vista, incluso los científicos más avanzados siguen intentando poner estas cuestiones dentro del marco de esa situación superada que intento criticar. Este es el tema del libro, y en ese sentido sigue de actualidad.
P: En Francia hay una identificación entre ecologismo y territorio. José Bové, por ejemplo, es un proteccionista a ultranza. Es rara esta evolución de la ecología hacia el nacionalismo, ¿no?
R: Sí, pero al mismo tiempo es útil e interesante replantearse lo que es el territorio, el terruño, por usar la palabra francesa. Los ecologistas siempre se han mostrado indecisos sobre el carácter progresista o reaccionario de su apego a la tierra, porque la expresión en francés puede significar cosas muy distintas. Pero es importante, porque es una de las dimensiones de la cuestión ecológica, tanto de la progresista como de la arcaica. Ese era uno de los objetivos fundamentales del libro, saber si hemos sido realmente modernos alguna vez. Hay aspectos regresivos en el apego al terruño, y a la vez hay otros muy importantes sobre la definición de los límites, de los entornos en los cuales vivimos, que son decisivos para el porvenir. Una vez más, los verdes han omitido trabajar esa cuestión. Pero el problema de la orientación, de la diferencia entre el apego reaccionario o progresista a la tierra, es fundamental. Si vemos movimientos como Slow Food, nos preguntamos si están adelantados o retrasados, porque tienen aspectos regresivos. Pero si se piensa en el tema de los circuitos de distribución, ¿por qué las lasañas inglesas tendrían que estar hechas con caballo rumano y transitar por 25 intermediarios? No es una tontería: si tomamos caballo francés, rumano o turco, las cuestiones de pertenencia y de límites se convierten en cuestiones progresistas.
P: Su libro llama a superar los esquemas de izquierda y derecha. Pero no parece que eso haya cambiado mucho.
R: El debate afronta un gran problema. Hay una inversión de las relaciones entre el marco geográfico y la política: el marco ha cambiado mucho más que la política. Las grandes negociaciones internacionales manifiestan esa inercia de la organización económica, legal y política, mientras que el marco, lo que antes llamábamos la Tierra, la geografía, cambia a velocidad asombrosa. Esa mutación es difícil de comprender por la gente acostumbrada a la historia de antes, en la cual había humanos que se peleaban, como en el siglo XX: hombres haciéndose la guerra dentro de un marco geográfico estable desde la última glaciación. Es una razón demasiado filosófica. Así que preferimos pensar que tenemos tiempo, que todo está en su sitio, que la economía es así, que el derecho internacional es así, etcétera. Pero incluso los términos para señalar las aceleraciones rápidas han cambiado, volcándose hacia la naturaleza y los glaciares. El tiempo que vivimos es el del antropoceno, y las cosas ya no son como antes. Lo que ha cambiado desde que escribí el libro es que en aquel momento no teníamos la noción del antropoceno. Fue una invención muy útil de Crutzen, un climatólogo, pero no existía entonces, me habría ayudado mucho.
P: ¿Y qué fue de su propuesta de aprobar una constitución ecológica?
R: Intenté construir una asociación de parlamentarios y lanzar una constitución para que las cuestiones de la energía empezaran a ser tratadas de otro modo. Intentaba abrir un debate, que naturalmente no ha tenido lugar. El debate sobre la Constitución empezó bien, se consideró una gran invención de la democracia europea. El problema es que ya no se trata de la cuestión de la representación de los humanos, sino que ese debate atañe a los innumerables seres que viven en la Tierra. Me parecía necesario en aquel momento, y ahora más incluso, hacer un debate constitucional. ¿Cómo sería un Parlamento dedicado a la política ecológica? Tendrá que crearse, pero no reflexionamos lo suficiente sobre las cuestiones de fondo.
P: ¿Las grandes conferencias medioambientales resuelven algo?
R: El problema es que la geopolítica organizada en torno a una nación, con sus propios intereses y nivel de agregación, está mal adaptada a las cuestiones ecológicas, que son transnacionales. Todo el mundo sabe eso, los avances no pueden plasmarse ya a base de mapas, no jugamos en territorios clásicos. Así, desde Copenhague 2009 hay una desafección por las grandes cumbres, no solo porque no se consigue decidir nada, sino también porque nos damos cuenta de que el nivel de decisión y agregación política no es el correcto. De hecho, las ciudades, las regiones, las naciones, las provincias, toman a menudo más iniciativas que los Estados.
P: Francia es uno de los países más nuclearizados del mundo. Los ecologistas braman. ¿Le parece bien?
R: Los ecologistas se han obstinado en la cuestión nuclear, pero nadie ha venido a explicarnos por qué lo nuclear es antiecológico, mientras mucha gente seria considera que el átomo es una de las soluciones, a largo plazo no, pero a corto plazo sí. De nuevo estamos ante la ausencia total de reflexión política por parte de los ecologistas, que militan contra lo nuclear sin explicar por qué. Por consiguiente, no hemos avanzado un centímetro. De hecho, en este momento hay un gran debate público sobre la transición energética, y los verdes siguen siendo incapaces de comprender nada, incluso de discutir, porque han moralizado la cuestión nuclear. Cuando se hace ética, no hay que hacer política, hay que hacer religión.
P: ¿Está realmente en cuestión la supervivencia de la especie?
R: La especie humana se las apañará. Nadie piensa que vaya a desaparecer, ¿pero la civilización? No se sabe lo que es una Tierra a seis u ocho grados, no lo hemos conocido. Hay que remontarse centenares de millones de años. El problema no se abordaba con la misma urgencia cuando escribí el libro en 1999, se hablaba aún de las generaciones futuras. Ahora hablamos de nuestros hijos. No hay una sola empresa que haga un cálculo más allá de 2050, es el horizonte más corto que ha habido nunca. La mutación de la historia es increíblemente rápida. Ahora se trata de acontecimientos naturales, mucho más rápidos que los humanos. Es inimaginable para la gente formada en el siglo XX, una novedad total.
P: ¿Es la globalización? ¿O más que eso?
R: Tiene relación con la globalización, pero no por la extensión de las conexiones entre los humanos. Se trata de la llegada de un mundo desagradable que impide la globalización real: es un conflicto entre globos. Nos hemos globalizado, y eso resulta tranquilizador porque todo está conectado y hace de la Tierra un planeta pequeño. Pero que un gran pueblo sea aplastado al chocar con otra cosa tranquiliza menos.
P: ¿Y el malestar que sentimos, la indignación, tiene que ver con ese miedo?
R: Ese catastrofismo siempre ha existido; siempre ha habido momentos de apocalipsis, de literatura de la catástrofe; pero al mismo tiempo existe un sentimiento nuevo: no se trata del apocalipsis de los humanos, sino del final de recursos, en un sentido, creo, literal.
P: ¿Nos hemos zampado el planeta?
R: La gente que analiza el antropoceno dibuja esquemas de este tipo (muestra un famoso gráfico de población y recursos). Esto se llama “la gran aceleración”, ocurrió en 1947. La revolución ya ha tenido lugar, y es una de las causas de esa nueva ansiedad. La gente sigue hablando de la revolución, desesperándose porque no llega, pero ya está aquí. Es un acontecimiento pasado y de consecuencias catastróficas. Eso también nubla la mente de progresistas y reaccionarios. ¿Qué significa vivir en una época en la cual la revolución ha ocurrido ya y cuyos resultados son catastróficos?
P: ¿No querrá decir que la austeridad es la solución?
R: Ya existe el concepto del decrecimiento feliz, no sé si la tienen en España… ¡Sí! Ustedes están muy adelantados sobre decrecimiento.
P: Estamos en plena vanguardia, pero del infeliz.
R: Es uno de los grandes temas del momento, la crisis económica es decrecimiento no deseado, desigualmente repartido; y hay algo más: austeridad no es necesariamente la palabra, sino ascetismo. Sería la visión religiosa, o espiritual, de la austeridad. Eso se mezcla con las nuevas visiones geológicas de los límites que debemos imponernos…
P: ¿Habla del regreso al campo o de reconstruir el planeta?
R: No me refiero a volver al campo, sino a otra Tierra.
P: ¿La tecnología es la única brújula?
R: La tecnología se encuentra en esa misma situación. Existe una solución muy importante de la geoingeniería, que considera que la situación es reversible, que se pueden recrear artificialmente unas condiciones favorables tras haberlas destruido sin saberlo. Así ha surgido un inmenso movimiento de geoingeniería en todas partes. Ya que es la energía de la Tierra, podemos mandar naves espaciales, modificar la acidez de las aguas del mar, etcétera. Hacer algo que contrarreste lo que se hizo mal. Si hemos podido modificar la Tierra, podemos modificarla en el otro sentido, lo que es un argumento peligroso, porque la podemos destrozar por segunda vez.
P: ¿No se regenerará sola?
R: Sí, ¡pero sin humanos! Se regenerará sola mientras no haya humanos. Puede deshacerse de nosotros, es una de las hipótesis, volviéndose invivible, pero eso no sería muy positivo. La era de los límites puede llegar hasta la extinción.
P: ¿Acabaremos fatal?
R: La historia no está repleta de ejemplos favorables. No se sabe. No hay nada en la naturaleza humana que favorezca la reflexión, por lo cual la solución solo puede ser mala.
P: Algunos temen que acabaremos devorados por los chinos.
R: Los chinos tienen más problemas que nosotros y corren el peligro de comerse a sí mismos por el suelo, el agua y el aire. No nos amenazan, desaparecerán antes que nosotros.
P: Žižek dice que nuestros problemas provienen de la mediocridad intelectual de Alemania y Francia, que esa es la razón principal de la decadencia actual. ¿Qué piensa?
R: Es una estupidez. Ocurren muchas más cosas intelectualmente en Europa que en América, infinitamente más. Por ejemplo, en arte, en filosofía, en ciencias, en urbanismo. Es insensato decir cosas así, pero es que Žižek es un viejo cretino, una especie de cosa de extrema izquierda, fruto del agotamiento de la extrema izquierda, de su decadencia final, de la cual es el síntoma. Por otra parte, es un chico muy majo. La extrema izquierda se ha equivocado tanto sobre el mundo que al final todos estos viejos de extrema izquierda no tienen otra cosa que hacer salvo vomitar sobre el mundo, como hace Alain Badiou en Francia.
P: ¿Prefiere a Marine Le Pen?
R: No soy político, no puedo responder a esta pregunta, no me interesa.
P: ¿No le gusta hablar de política?
R: Sí hablo de política, he escrito un libro sobre política, ¡que yo sepa!, Las políticas de la naturaleza.
P: ¿No le interesa la política de todos los días?
R: La de todos los días sí, pero no la de los partidos, son agitaciones superficiales, sobre todo en Francia, donde ya no hay verdaderamente política.
P: Critica a la extrema izquierda, ¿y nada a la extrema derecha?
R: Se agita, intenta agarrarse a un clavo ardiendo, pero no tiene mucha importancia. No es ahí donde las cosas están en juego.
P: ¿Cree que es residual?
R: No, no es residual, puede desarrollarse y provocar daños, tanto como la extrema izquierda; el no pensar siempre provoca daños, pero no es eso lo que va a solucionar los problemas de la Tierra, la economía, las ciudades, el transporte y la tecnología.
P: ¿Qué escenario prevé para 2050? ¿Qué Tierra, qué humanidad?
R: Ese no es mi trabajo, mi trabajo consiste en prepararnos para las guerras. Las guerras ecológicas van a ser muy importantes y tenemos que preparar nuestros ejércitos de un modo intelectual y humano. Ese es mi trabajo.
P: ¿Habrá guerras violentas por el clima?
R: La definición misma de guerra va a cambiar, estamos en una situación en la cual no podemos ganar contra la Tierra, es una guerra asimétrica: si ganamos, perdemos, y si perdemos, ganamos. Así pues, esta situación crea obligaciones a multitud de gente y antes que nada a los intelectuales.
P: ¿La batalla principal es esa?
R: Si no tenemos mundo, no podemos hacer gran cosa, ni siquiera la revolución. Cuando se lee a Marx, uno se queda impresionado por lo que dice sobre los humanos. En esta época, la cuestión de la ciencia y del margen geográfico, más la presencia de miles de millones de personas, conforma un escenario crucial. Antes teníamos otros problemas, pero este no.
P: ¿Así que se trata de ser o no ser?
R: En cada informe científico, las previsiones son peores, el plan más pesimista siempre aparece. Hay que tener en cuenta eso. Son previsiones extremas, pero de momento son las únicas válidas. No se trata de una guerra mundial, sino de una acumulación de guerras mundiales. Es parecido al invierno nuclear de la guerra fría, una situación de cataclismo, pero con algunas ventajas: es más radical, pero más lento, tenemos mucha capacidad de invención, 9.000 millones de personas y muchas mentes inteligentes. Pero también es un reto. Por tanto, es una cuestión de alta política y no de naturaleza. La política viene primero.
P: ¿Tiene la sensación de estar solo?
R: Lo que era complicado en este libro era crear el vínculo entre ciencia y política, y no puedo decir que haya convencido a mucha gente. Si además se hace el vínculo entre la religión y las artes, es más difícil. Gente como Sloterdijk sería muy capaz de comprenderlo. Sin embargo, muchos intelectuales siguen en el siglo XX, como Žižek. Permanecen en un contexto, en un ideal revolucionario, de decepción. Están decepcionados con los humanos.
P: ¿Cree que los humanos se dejarán ayudar?
R: Primero hay que ayudar a la Tierra. En el antropoceno ya no se puede hacer la distinción entre los humanos y la Tierra.
P: ¿Y sus estudiantes están listos para la lucha?
R: En mi escuela soy el único en dar clases sobre cuestiones donde no entra la política en el sentido clásico. Hay un curso o dos sobre cuestiones ecológicas. Es culpa mía, no he trabajado lo suficiente como para cambiar las cosas. Llevamos mucho retraso.

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