dijous, 14 de febrer del 2019

Repensar los fines de la economía.José Luis Fernández

Repensar los fines de la economía

El profesor José Luis Fernández aborda los desafíos sociales y las nuevas tendencias económicas en ‘Empresa y gestión sostenible: hacia una ética del management’ (Digital Reasons).

 

Hace tiempo que se vienen levantando voces que nos advierten de que necesitamos transformar –incluso hay quien pide abandonar (Kempf, 2009)– el sistema económico capitalista, porque según los datos más fiables que se manejan, de seguir forzando las cosas en la línea en que el capitalismo viene impulsando la dinámica de los procesos económicos y ecológicos desde, al menos, los últimos doscientos cincuenta años, el modelo no es sostenible ni siquiera a medio plazo.
Es sabido que, desde el origen de los tiempos, la dimensión económica de la vida humana se ha venido entreverando con el desarrollo tecnocientífico, que este afecta de manera inmediata a la vertiente social y a las configuraciones políticas; y que todo ello se enmarca, a su vez, en parámetros culturales y filosóficos desde los que la reflexión teórica ha venido tratando de identificar claves de sentido y líneas para el avance en los procesos de humanización y desarrollo integral. El balance, en este sentido, arroja luces y sombras y evidencia muchos puntos ciegos y abundantes ocasiones de mejora. Pues, junto a innegables conquistas de bienestar humano que sería inútil obviar, aparecen también millones de seres humanos en condiciones de pobreza extrema, una desigualdad creciente y un planeta en serio peligro de implosión.
Desde aquellas claves teóricas y epistemológicas, en efecto, se ha venido buscando articular la manera más adecuada de gestionar el doble proceso de desarrollo al que, como las dos caras de una misma moneda –a veces, como es el caso, las dos dimensiones de una misma crisis–, la humanidad viene aspirando, desde siempre; y que la altura de los tiempos demanda ver satisfecho de manera cumplida, sin más dilación… tanto en lo socio-político-cultural, cuanto en lo técnico-económico-ecológico. Pero ello, con algunas necesarias restricciones, emanantes, precisamente, de este punto exacto de la historia en que nos está tocando vivir y que han dado en designar como el Antropoceno (Steffen et al., 2011; Steffen, 2015; Opdebeeck, 2017).
«Los pueblos que no han conocido el crecimiento económico de Occidente no tienen por qué desistir de llegar a nuestras cotas de bienestar»
A medida que la toma de conciencia de estas realidades se generaliza, van apareciendo certezas casi apodícticas que empiezan a configurar una serie de nuevas perspectivas para el análisis de las circunstancias del siglo XXI. Así, por ejemplo, parece haberse asumido casi como un axioma que no es posible marchar por el camino que hemos venido transitando en Occidente desde la Primera Revolución Industrial, la de la robótica, la Industria Conectada y la Empresa 4.0, donde la energía que hace rodar la nueva economía han pasado a serlo los big data y su consecuente analytics.
Los pueblos y las economías que no han conocido el crecimiento económico de Occidente no tienen por qué desistir de llegar a cotas de riqueza y bienestar que para nosotros son normales. Sin embargo, no es razonable pensar que vayan a poder hacerlo de la manera en que nosotros lo hemos conseguido. Esta situación paradójica y casi aporética no es sino uno más de entre los nudos gordianos sobre los que habremos de investigar (Fernández Fernández, 2012) con el fin de aprender a gestionarlo en el más inmediato futuro.
[…] Parece necesario, de un lado, ofrecer una aproximación epistemológica, y de otros, identificar y estimular mediante la innovación creativa nuevas prácticas económicas, nuevos modelos de negocio y nuevas estructuras organizativas y empresariales que resulten compatibles con la sostenibilidad a largo plazo de los procesos económicos, políticos, culturales y ecológicos.
Esta aproximación crítica al paradigma dominante en Economía viene tomando carta de naturaleza en algunas contribuciones teóricas desde hace ya tiempo. Tales son, por caso, las aproximaciones derivadas de las escuelas de pensamiento económico de la economía de la complejidad, la economía ecológica, la economía conductual, la economía feminista, la economía institucional… En la misma línea se habrán de ubicar los movimientos críticos, que emergen, curiosamente, desde el propio interior de los estudiantes de economía, insatisfechos y desencantados con la ciencia normal (Kuhn, 1981) que la mayoría de las universidades imparte en el curriculum de las ciencias económicas… y que, a su entender –pese a los airosos modelos macro y a las elegantes ecuaciones que sobre el papel siempre cuadran– están llenos de prejuicios ideológicos y de simplificaciones conceptuales, cuando no de errores palmarios.
«En la dinámica biológica no todo es crecer. Por analogía, cabría pensar que, en lo económico, tampoco»
Por el contrario, afirman los críticos, se están dejando de lado los verdaderos problemas económicos y ecológicos, resumibles en el verdadero objetivo de la economía como actividad y la economía como ciencia: la satisfacción de las necesidades humanas, de todos los humanos, para que todos podamos prosperar y desarrollarnos de una manera equilibrada, justa y sostenible. El asunto está en que ello no necesariamente debiéramos tratar de conseguirlo mediante un crecimiento económico cuantitativo, infinito, voraz, irresponsable, medible exclusivamente en términos de PIB, sino más bien desde la búsqueda de un progreso en equilibrio (Raworth, 2018: 41-69). Ello exigirá reubicar la comprensión de la actividad económica, más allá de los estrechos límites de mercado (Fernández Fernández, 2016), en las coordenadas de una más amplia realidad social y ecológica; y ello, desde una aproximación teórica holística, más compleja y dinámica; anclada, de una parte, en una antropología que atienda a la dimensión social de la persona, y no solo a la vertiente del autointerés; y de otra, en la voluntad política de aprovechar las posibilidades que la tecnología y el diseño innovador nos ofrecen de cara a distribuir de manera justa a preservar el planeta e incluso regenerarlo desde un diseño inteligente y una Economía Circular.
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Si bien es cierto que estos planteamientos aún no acaban de calar en las instituciones que representan el mainstream de la ciencia económica, van encontrando eco, sin embargo, en ámbitos cada día más amplios. Un ejemplo de ello lo representan las propuestas que dimanan desde el contexto de la Doctrina Social de la Iglesia, desde el que, entre otras cosas, se tematiza desde hace décadas la aspiración al desarrollo de los pueblos –la Populorum Progressio– o, más recientemente, se propone como aspiración última del quehacer económico la consecución de lo que se ha dado en llamar una ecología integral (Pablo VI, 1977; Francisco, 2015).
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Ciertamente, en la dinámica biológica no todo es crecer… 
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Por analogía, cabría pensar que, en lo económico, tampoco. Pese a la auri sacra fames… el crecer por el crecer puede resultar teleopático… indeseable, malo. Es como la metáfora de la célula cancerígena… que crece; y que si sigue creciendo, acaba en muerte… El equilibrio de los procesos –tanto los de la vida como los de la sociedad– pide crecer, sí. Pero, llegados a un cierto punto, lo que se requiere es madurar. Y esto, naturalmente, es otra cosa, tiene otros alcances y revela potencialidades ilusionantes. 
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https://ethic.es/2019/02/repensar-economia-fernandez/

 

 

dimecres, 13 de febrer del 2019

Un buen libro de Economía;La economía del bien común.Jean Tirole

Un buen libro de Economía

Resumo aquí un artículo que publiqué el pasado 1 de junio en El Periódico, titulado “Una lección de (buena) economía”.
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El libro ha sido escrito por Jean Tirole, premio Nobel de Economía en 2014, y se titula La economía del bien común (Barcelona, Taurus, 2017). No va de bien común, al menos tal como (algunos) académicos lo entendemos. Pero recomiendo su lectura. El libro es grueso (más de 550 páginas) y su lenguaje no es técnico. Dice cosas muy útiles, primero, para los economistas; luego, para los que formamos a economistas; tercero, para los que escriben sobre temas de economía, sean o no economistas, y, finalmente, para toda persona culta que quiera entender los problemas económicos y sociales de nuestro entorno. No hace falta que uno esté de acuerdo con todo lo que dice, para que pueda beneficiarse de su lectura.
Por ejemplo, un mensaje que aflora desde las primeras páginas del libro es que debemos ser conscientes de las limitaciones de nuestro conocimiento. O, tomando las palabras de otro gran economista de hace un siglo, Alfred Marshall, “en las ciencias sociales no hay verdades absolutas (excepto esta, claro)”.
Esto es muy útil para los economistas, como ya he dicho, porque, a estas alturas de nuestra ciencia, ya sabemos que los seres humanos no somos tan racionales como dicen nuestros modelos; que nos dejamos influir por las normas sociales y por las rutinas de comportamiento; que la información está repartida de modo muy desigual, y que frecuentemente creemos lo que queremos creer, no lo que se presenta ante nosotros. Y me atrevo a poner énfasis en estas limitaciones y tergiversaciones, porque las sufrimos todos, también los ciudadanos de a pie.
Pero esto significa que nuestras decisiones son propensas al error. Primero, para nosotros mismos: nos equivocamos a la hora de decidir. Y segundo, para los demás: nuestras decisiones les hacen daño. Por eso hemos “inventado” algunas soluciones, como el mercado, que Tirole defiende, pero con mucho realismo. Y el mercado necesita instituciones, leyes y normas que lo protejan, que favorezcan la transparencia y la competencia (¡oh, qué importante es la competencia, subraya Tirole!).
Eso da entrada al Estado. Pero sus representantes tampoco son de fiar, porque muchas veces persiguen intereses privados y sufren los mismos sesgos que los demás. Lo que hay que conseguir es que los políticos vigilen que los que toman decisiones no creen incentivos perversos, que producen resultados ineficientes e injustos. La gente, dice Tirole, suele reaccionar a los incentivos; si estos son malos, las decisiones serán incorrectas.
Tirole comenta un amplio listado de temas de actualidad, desde el cambio climático hasta el proteccionismo comercial, desde la gestión de las plataformas digitales hasta el alto desempleo que hay en Francia (¡qué diría del que tenemos en España!), desde las burbujas especulativas hasta la regulación de las instituciones financieras. El lector encontrará buenas discusiones de los supuestos, las posibles soluciones y, especialmente, de los argumentos que solemos dar los economistas para entender las consecuencias, casi siempre negativas a un plazo no tan largo, que tienen las “geniales” soluciones que se les ocurren a otros economistas poco cuidadosos, sobre todo si trabajan para políticos poco responsables.
Ya he dicho que el lector no tiene por qué estar de acuerdo con todas las propuestas de Tirole. En todo caso, es un libro de economía, no de ética: le falta, me parece, entender mejor lo que es la persona humana y su acción, pero, afortunadamente, su realismo y su amplitud de miras le permiten enfocar los problemas de modo que las recomendaciones morales pueden aparecer sin dificultad. La economía del bien común puede ser especialmente útil en nuestras universidades, en las que lo políticamente correcto o lo que es aceptable para ciertas opciones ideológicas puede suponer un freno a la hora de hacer buena economía.

https://blog.iese.edu/antonioargandona/2018/06/09/un-buen-libro-de-economia/

 

 

De nuevo sobre un buen libro de Economía

En la entrada anterior (aquí) recomendé al lector un libro de Jean Tirole, La economía del bien común, argumentando que es un buen libro de economía que ayudará a entender muchos problemas de actualidad y a enfocar adecuadamente las cuestiones económicas. La referencia al bien común en el título del libro sugiere que este trata, de alguna manera, de la colaboración entre ética y economía. Y esto me lleva a hacer algunos comentarios adicionales.
Primero, sobre el título. Desde la Modernidad el bien común es sinónimo de interés general o interés común, es decir, una cierta suma o compendio de bienes privados. Quedan atrás las ideas de Aristóteles, Santo Tomás de Aquino y un puñado de autores del siglo pasado, que tienen una visión distinta, que es una pena que se olvide. Para Tirole, el bien común quiere decir que las decisiones de un agente no reducen de manera injusta el bienestar de otros – injusto quiere decir aquí que los perjudicados no aceptan el resultado, aunque no lo manifiesten, porque, por ejemplo, no son conscientes de los daños que ellos sufren como consecuencia de esa decisión.
De acuerdo con la teoría económica convencional, los agentes son autónomos; cada uno tiene sus propios intereses, definidos de acuerdo con su función de preferencias; esa variedad de intereses es la causa de que se produzcan efectos negativos en otros agentes y en el conjunto de la sociedad, cuando uno intenta promover los suyos. No disponemos de medios para influir en esas decisiones, porque el agente es soberano y nadie tiene derecho a juzgar sus preferencias. Ahora bien, si no podemos influir en las preferencias, la ciencia económica puede ayudarnos a influir en las decisiones, de modo que los resultados colectivos sean los deseados, de acuerdo con el “bien común” antes definido.
Esta es, según Tirole, la tarea de la economía de mercado, que trata, precisamente, de hacer compatibles los intereses privados con los del conjunto de la sociedad o con los de otras personas afectadas. Esta reconciliación de intereses podría llevarla a cabo cada uno de los agentes, si conociese en qué se opone su interés personal al de la sociedad (se supone que, además, debería querer cambiar sus preferencias, pero Tirole no reconoce el papel de la voluntad, de modo que los desajustes son, casi siempre, problemas de información). Pero es difícil que lo haga, porque nuestros juicios tienden a reflejar factores como la información disponible y nuestra situación en la sociedad, de modo que estarán sesgados. La solución, según Tirole, sería que cada uno de nosotros actuase siempre bajo el “velo de la ignorancia”, de tal manera que, al tomar nuestras decisiones, no supiésemos si nos toca ser un hombre o una mujer, con buena o mala salud, de familia rica o pobre, educado o ignorante, ateo o religioso… La búsqueda del bien común nos llevaría a esa situación “detrás del velo de la ignorancia”, y esto nos llevaría a optar por soluciones que no perjudicasen particularmente a nadie, porque no sabemos si ese nadie vamos a ser nosotros.
Pues esto es lo que lleva a cabo la ciencia económica, según Tirole, que explica las consecuencias que cada acción puede tener para el bienestar del agente y de los demás, tanto en las transacciones de mercado (que, si son voluntarias, siempre serán favorables para ambas partes, aunque no necesariamente de acuerdo con criterios de justicia previamente definidos) como en las transacciones no de mercado (es decir, cuando falla el mercado o cuando fallan las actuaciones coactivas de los gobiernos). Y esta es la función social de los economistas: ser promotores del bien común, actuando detrás del velo de la ignorancia, es decir, con honestidad, no por incentivos perversos o intereses personales.
Bueno, ya he explicado al lector lo que me parece que Jean Tirole trata de hacer en su libro, y por qué me parece interesante recomendarlo. Pero aún no hemos llegado al contenido ético del mismo. Dejo esto para una futura entrada.

https://blog.iese.edu/antonioargandona/2018/06/09/un-buen-libro-de-economia/ 

Hace unos días estuve en Sant Julià de Lòria, Andorra, invitado por el Obispado de la Seu d’Urgell, para hablar acerca de si es posible una economía del bien común. Y dije, claro, que sí, que es necesaria. La clave está, me parece, en la sociedad individualista en que vivimos, dominada por algo que en la economía convencional está muy arraigado: la idea de que las personas eligen sus fines de acuerdo con sus preferencias e intereses personales. ¿Y los demás? Bueno, mis relaciones con ellos están moderadas por la ley y, en todo caso, ya negociaré un acuerdo entre sus intereses y los míos. Porque -y esto es algo que también está muy aceptado en nuestras sociedades avanzadas- no hay bienes comunes que compartir: no sabemos si existen y, en todo caso, mejor que no existan porque eso violenta la libertad de elección de cada uno.
Por eso el concepto de bien común que hoy en día corre por ahí es, más bien, el del interés general, que no es sino la suma de los intereses individuales de los ciudadanos. Es decir, las acciones que se llevan a cabo son buenas si la suma de los bienes producidos es mayor que la de los males. Este es el principio utilitarista de la maximización del bienestar social, medido, habitualmente, por el producto interior bruto.
El interés común puede estar muy bien, pero nos ha llevado, en buena medida, a la compleja situación de nuestras economías post-crisis. La supuesta mayor eficiencia de la suma de intereses personales deja fuera todo lo que no sea mensurable en dinero, empezando por la misma esencia de las relaciones humanas, que no son solo contractuales y económicas (si no, pregunte a su madre cuánto cobraba por levantarse por las noches a darle agua, cuando usted era pequeño). La agregación de intereses solo alcanza a los que participan en la producción; los demás son solo cargas improductivas, que hay que sostener, a costa, claro, de la eficiencia. El reparto de los beneficios y cargas no aparece en el concepto de interés general. Y toda la amplia gama de conductas dirigidas a crear rentas y apropiarse de las rentas creadas queda fuera del modelo.
Es lógico, pues, que tengamos que prestar atención a algo que no sea el interés general. Y ahí aparece el concepto de bien común. Pero de esto hablaré otro día.

https://blog.iese.edu/antonioargandona/2014/07/10/una-economia-del-bien-comun/

https://blog.iese.edu/antonioargandona/2014/07/13/una-economia-del-don/

¿Cómo interpretar LA definición de la RSE? ANTONIO VIVES

¿Cómo interpretar LA definición de la RSE?

Desde tiempo inmemorial se han propuesto innumerables definiciones para la responsabilidad social de la empresa, RSE. Cada quién parece tener la suya.  En gran parte la búsqueda de la definición universal está estimulada por las múltiples interpretaciones que se pueden dar a los términos de “responsabilidad” y “social”, en buena parte por individualismo, en la búsqueda de la definición que dé reconocimiento al autor, y en buena parte porque es un concepto en evolución.  Este artículo pretende demostrar que la definición más sencilla dada hasta ahora es la más completa y es la guía para la estrategia de RSE de la empresa.  Pero hay que saberla interpretar.
No vale la pena reproducir las muchas definiciones.  Hasta la reciente ISO 26000 aventuró una extensa definición que no ayudó a aclarar las cosas. ¡Qué fuerte debe haber sido la presión de los participantes en el proceso para inventar una!  El criterio que debemos usar para evaluar una definición es el poder de convertirse en acción y, en nuestro caso, su capacidad de ser convertida en estrategia de la empresa.
Creo que la Unión Europea en el 2011 dió la definición que debería ser la definitiva, o por lo menos la que debería usarse de ahora en adelante, por su simpleza y su riqueza: “Responsabilidad de las empresas por sus impactos en la sociedad”, en forma pasiva, que traducida a forma activa, “implementable”, se puede leer como “Gestión de los impactos de la empresa ante la sociedad”, entendiendo que la palabra “sociedad” también incluye el entorno en que ella existe: el medio ambiente.
Me propongo analizar qué quieren decir cada uno de los tres términos claves: gestión, impactos y sociedad, y demostrar que, bien entendidos, la definición es de aplicación universal y puede servir para guiar la estrategia de RSE de cualquier empresa.
Gestión.  Gestión en el más amplio sentido de la palabra, que incluye conceptos como eliminación, reducción, mitigación de impactos negativos y mejora, potenciación y extensión de los positivos. Así no hace falta tener que explicar que la empresa, como parte de su gestión, puede y debe disminuir sus impactos negativos pero también puede querer contribuir al desarrollo económico, puede querer apoyar al desarrollo local, institucional, mejorar condiciones de trabajo, entre otros.  Será su manera de gestionar los impactos, tangibles o intangibles, pasados, presentes o futuros. Puede hasta crear valor compartido y compartir el valor creado, si ello forma parte de sus impactos en la sociedad. La palabra gestión es incluyente.
Impactos.  Toda actividad tiene impactos, que pueden ser positivos y negativos y pueden ser actuales o potenciales, presentes o futuros.  Pero para efectos de implementar su gestión la empresa debe determinar cuáles son los impactos que tiene que considera relevantes y cuáles quiere tener.  Tradicionalmente se ha interpretado que lo que se gestiona son los impactos que tiene, pero la definición también puede/debe incluir los que quiera tener, lo cual daría cabida a considerar el papel que la empresa quiere jugar en la sociedad, con una visión de más largo plazo.
La nueva versión del GRI G4 incluye como punto central un proceso de determinación de los  impactos que tiene (aunque no los que quiere tener) y de las partes afectadas.  Como muy bien lo reconoce el GRI G4, no es práctico tomar responsabilidad por todos los impactos posibles, actuales y potenciales. ¿Hasta donde llegan las responsabilidades de las empresas? Hay que determinar los que son relevantes en el contexto en que opera la empresa.
Y este aspecto es de importancia crítica para todas las empresas pero más aún para las PyMEs, a las que les suelen vender una visión muy amplia de sus impactos, incompatibles con su limitada capacidad gerencial y financiera de gestionar las acciones de eliminación, reducción, mitigación de impactos negativos y mejora, potenciación y extensión de los positivos.
Pero ¿y si a la sociedad no le parece bien la definición de la empresa de gestión, o como la ejerce, o como determina sus impactos?  ¡Que actúe!  La sociedad también tiene responsabilidadNo puede desentenderse.
Sociedad.  De la misma manera la empresa debe decidir quién es la “sociedad” para ella.  En principio “sociedad (y medio ambiente)” es un concepto ilimitado, y como tal no es un concepto práctico.  La empresa debe acotarlo y decidir las partes que considera como afectadas, positiva o negativamente, real y potencialmente. Para una PyME la “sociedad” puede limitarse a sus empleados y la comunidad que la rodea y gestionará solo aquellos impactos que tengn relevancia para su estrategia  (a lo mejor así dejaremos de venderles la idea de que deben hacer de todo, como sugieren las herramientas de auto diagnóstico y pedirles que preparen informes de sostenibilidad, que a “su sociedad” no le interesan)  Una multinacional tendrá una definición mucho más amplia y podría extenderla hasta el planeta.
¿Y si a la sociedad no le parece bien su definición de sociedad?  ¡Que actúe!  La sociedad también tiene responsabilidadNo puede desentenderse.
En resumen, la empresa define quién es la sociedad para ella (que no es toda), como la impacta y como quisiera impactarla (que no es de todo), en consulta, si quiere (aunque debería) con esa sociedad, y como quiere y puede gestionar estos impactos (en función de su capacidad). 

He allí la base para determinar la estrategia de la empresa.  Y esto basado en la más sencilla de las definiciones de RSE, la de la Comisión Europea.  Y podemos dejar de hablar de “voluntariedad” y de “ir más allá de la ley”……………………….. ¡por favor!

http://cumpetere.blogspot.com/2013/06/como-interpretar-la-definicion-de-la-rse.html

Informe sobre Economia circular


Informe sobre Economia circular

Un informe Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) destaca los beneficios del concepto de economía circular frente a un modelo de economía lineal. El informe de la AEMA describe el concepto de la economía circular y analiza sus características clave. La creación de una economía circular requiere cambios fundamentales en toda la cadena de valor, desde los procesos de diseño de productos y de producción a los nuevos modelos de negocio y los patrones de consumo.
El informe identifica los beneficios de la transición a una economía circular para Europa, incluyendo una reducción de las presiones medioambientales en Europa y más allá, así como una minimización de la dependencia creciente de las importaciones. Una economía circular también podría proporcionar beneficios económicos y ahorros de costos significativos y, posteriormente, aumentar la competitividad de la industria europea y proporcionar oportunidades de empleo. Así mismo el informe también pone de relieve los desafíos a los que se enfrenta la introducción de un modelo de economía circular, incluyendo las tensiones entre el sistema lineal existente y los nuevos enfoques, lo que podría percibirse como amenazas y oportunidades.
El informe recoge ejemplos de buenas prácticas. Por ejemplo, las empresas que ya están empleando o experimentar con nuevos modelos de negocio, como servicio- y modelos de negocio basados en funciones y el consumo colaborativo.
Descarga el informe aquí

https://www.agorarsc.org/informe-sobre-economia-circular/

 

Bien Común, Responsabilidad Social, y B Corps. ¿Avanzan igual hacia la sostenibilidad? Marta Avesani Economía del bien común y RSE: ¿Juegan en la misma liga?

Bien Común, Responsabilidad Social, y B Corps. ¿Avanzan igual hacia la sostenibilidad? Entrevista a Marta Avesani

25 agosto 2016
Marta Avesani, Master en Sustainable Territorial Development, ha presentado recientemente en las universidades Paris– Panthéon Sorbonne, la de Padova (Italia), la Katholieke Universiteit Leuven (Belgica) y la Universidade Catolica Dom Bosco (Brasil), su tesis sobre la Sostenibilidad Global del Mundo Empresarial, identificando las particularidades que caracterizan un auténtico modelo de negocio, basado en la Economía del Bien Común. Además, Marta es miembro de la EBC Internacional y ha participado en la última Asamblea de Delegados

Marta destaca el modelo de la Economía del Bien Común como el único con las características necesarias para conducir una empresa en la reflexión y en la acción orientada a la verdadera sostenibilidad. Su trabajo se apoya en el reciente concepto de “True Business Sustainability”, un modelo teórico de sostenibilidad empresarial ideado por Katrin Muff, Decana de la Business School Lausanne de Suiza y su colega Thomas Dyllick.
En esta entrevista nos acercamos a los fundamentos teóricos y conclusiones de su trabajo y qué aportan estas teorías a la sostenibilidad.
Marta, ¿En qué consiste el modelo de “True Business Sustainability”, de Katrin Muff y Thomas Dyllick? ¿Qué relación tiene con la Teoría del Bien Común?
El modelo teórico de la True Business Sustainability (Verdadera Sostenibilidad de Empresa) define a la empresa como una organización orientada a resolver problemas globales y a servir a las necesidades universales creando un valor positivo para el bien común. Esto significa que el enfoque principal no es la empresa sino la sociedad y sus desafíos globales. En consecuencia la empresa redefine las estrategias, el modelo de empresa y el valor que crea en función de los desafíos de sostenibilidad a los que quiere contestar. El enfoque cambia de la reducción del impacto negativo de la empresa a la creación de un impacto positivo en áreas criticas para la sociedad y el planeta.
La relación entre el modelo teórico de la True Business Sustainability y la teoría del Bien Común se traduce en una empresa que no tiene como objetivo la maximización del beneficio económico para unos pocos sino el ponerse al servicio de la sociedad y del planeta (del bien común) contribuyendo a la resolución de problemas específicos o satisfaciendo necesidades humanas. Esto no significa que la empresa no debe ganar dinero, sino que el dinero se presenta únicamente como un medio de intercambio en vez de como un objetivo final de la forma de hacer empresa con una lógica de acumulación.

Se ha achacado a la Teoría del Bien Común que es un modelo teórico que casa mal con las cifras macro y micro de las empresas y que por otra parte, no aporta modelos metodológicos nuevos distintos a los de la RSC. ¿Qué opina?
La Economía del Bien Común nace del economista austriaco Christian Felber. El Balance del Bien Común que he analizado en mi tesis comparándolo con otros modelos de balance de sostenibilidad (como el GRI y el Corporate Sustainable Assessment de Robeco SAM) nace de la relación entre Felber y un grupo de emprendedores, es algo creado por parte de los emprendedores para las empresas. Esto significa que el modelo no está lejos de la realidad.
Muchos estudios demuestran que invertir en la sociedad y en el medio ambiente por parte de una empresa lleva a un beneficio económico mayor en el largo plazo.
Además, la agencia multinacional de consultoría empresarial KPMG International, en su documento “Expect the Unexpected” (2012), ha evidenciado 10 fuerzas que representan un desafío para nuestro mundo y que, si no son abordadas con urgencia, podrían minar la vida humana y al medio ambiente en los próximos 20 años. La agencia afirma que estas fuerzas, por ejemplo el cambio climático o la escasez de recursos, si no son abordadas causarán también problemas a las empresas que son, al mismo tiempo, en parte responsables de estos desafíos
La teoría del Bien Común tiene poco que ver con la Responsabilidad Social Corporativa.
La Responsabilidad Social Corporativa no va a cambiar el corazón de la empresa (el business model, los objetivos, la misión, el modo de producción, …) y se presenta como algo añadido para que la empresa pueda crear valor también para sus stakeholders. De esta forma es posible que una empresa, a través de sus acciones de RSC, cree valor positivo por un lado, y a la vez continúe creando valor negativo por otro lado.
La economía del Bien Común, al igual que el modelo True Business Sustainability, invita la empresa a cambiar de perspectiva: de un enfoque de maximización del beneficio económico para los emprendedores y los inversores externos a repensar la empresa en su totalidad de manera que ella sea la respuesta a una necesidad humana o a un problema local o global. Esta respuesta está integrada en el business model y en los objetivos de la empresa. Además, la empresa no solamente crea valor positivo para la sociedad con su producto o servicio sino también evita crear externalidades negativas sociales y medioambientales en los procesos productivos.

¿Cómo “vendería” el modelo del Bien común a un empresario?
Comprendo que la motivación ética frecuentemente no es suficiente para convencer a un empresario de la necesidad de cambiar el modelo empresarial. Sin embargo, creo que los argumentos más interesante para un empresario son:
  • Los beneficios de imagen de la inversión en el bien común frente a la creciente conciencia de los ciudadanos sobre los temas de la calidad, del medio ambiente y de las cuestiones sociales.
  • Invertir en el bien común significa invertir en la sostenibilidad de la empresa en el largo plazo. De hecho, muchas grandes empresas ya han reconocido que la explotación de los recursos naturales y humanos, aunque rentable en el corto plazo, constituye una amenaza en el largo plazo y que la empresa depende de las buenas condiciones del medio ambiente y de la sociedad.

  • El modelo del Bien Común se basa sobre la cooperación y las relaciones de confianza entre los diferentes actores involucrados (clientes, financiadores, proveedores, trabajadores, generaciones futuras y medio ambiente). La teoría de los juegos ha demostrado ampliamente que la cooperación gana sobre la competición De hecho las innovaciones más grandes se logran en periodos de paz, armonía y colaboración entre los diferentes stakeholders.

¿Cómo se está articulando el modelo del Bien Común a nivel internacional? ¿Es libre o es necesario certificarse? ¿Es un proceso de consultoría más?
Los materiales útiles para la redacción del balance del Bien Común se pueden descargar gratuitamente de las páginas web nacionales e internacionales del movimiento de la Economía del Bien Común. El balance puede ser utilizado a diferentes niveles: en autonomía para una reflexión interna sobre lo que ya es bueno y lo que se puede mejorar en la empresa, para una reflexión interna con la ayuda de un consultor del Bien Común remunerado, para una reflexión interna y una comunicación al exterior del compromiso de la empresa sobre el Bien Común, de sus éxitos y nuevos objetivos de mejora. El mismo proceso puede ser seguido utilizando la peer-review. Eso significa que diferentes empresas reflexionan juntas sobre estos temas y pueden compartir sus buenas prácticas y sugerencias. La peer-review es muy útil para las empresas más pequeñas que difícilmente tienen recursos humanos y económicos para dedicarse a esto tipo de reflexión y que, de esta forma, pueden unir fuerzas.

A nivel metodológico, ¿nos podría explicar el triple balance?
El triple balance (en inglés “Triple Bottom Line”) ha sido creado por John Elkington, un experto en RSC y en desarrollo sustentable en 1997. El concepto nace de la necesidad de una nueva definición de valor agregado que vaya más allá del valor económico y que incluya los costos y los beneficios medioambientales y sociales que la empresa lleva a la sociedad. Esta idea es conocida también como “3P”, que significa “People, Planet, Profit” (Personas, Planeta, Beneficio), o estrategia “win-win-win”, combina juntos los intereses sociales, medioambientales y económicos invitando las empresas a manejarlos juntos dándole igual importancia.
El modelo del triple balance ha sido criticado por algunos autores en la literatura académica Gray & Milne (2002) sugieren que en caso de compromiso entre los tres diferentes intereses, el aspecto económico es considerado más importante que el social y el medioambiental. Estos aspectos son considerados importantes únicamente en la medida de su habilidad para llevar beneficio económico a la empresa. Sin embargo, otros autores subrayan que la sostenibilidad económica en una empresa debería siempre ser priorizada ya que si una empresa no es capaz de quedarse en el mercado no puede ni siquiera contribuir al bienestar social exterior (Labuschagne et al. 2003).
Sin embargo, creo que la crítica más interesante y concreta viene de dos autores,  McDonough & Braungart (2002), que afirman que el triple balance es una medida “ex post”, es decir que el triple balance propone una estrategia para minimizar los impactos negativos de una empresa. Pero minimizar no corresponde a anular. La critica de estos autores se traduce en un modelo alternativo llamado “Triple Top Line”. Según este modelo los impactos negativos pueden ser anulados construyendo el proceso y los productos o servicios de manera sostenible desde el principio.
En consecuencia, aunque el mérito del triple balance es el introducir los aspectos social y medioambiental como intereses de la empresa, el riesgo es similar al de la RSC, es decir, crear acciones añadidas que no toman parte en el “core business” de la empresa y que no la transforman a fondo. Una empresa puede tener impactos negativos y tratar de minimizarlos en un segundo momento. Al contrario, veo una similitud entre el modelo “Triple Top Line” y la teoría del Bien Común. Al igual que en el Balance del Bien Común, se sugieren también cambios profundos y radicales en los objetivos, en la oferta de bienes y servicios de la empresa con la finalidad de crear una empresa que sirve al Bien Común sin impactos negativos.

¿Cómo se podría “elevar” esta metodología a nivel macroeconómico, con los indicadores de bienestar social?
Creo que la conexión entre la Economía del Bien Común y el bienestar social se traduce en la utilización de modelos cooperativos en lugar de competitivos. De hecho, a nivel psicológico, la cooperación procura relaciones satisfactorias, confianza entre las personas, una disminución de los conflictos sociales y medioambientales y el logro de objetivos comunes. Al contrario, la competición significa que alguien gana y alguien pierde. El sentimiento de quien pierde es la frustración. La competición se alimenta con el miedo. Estos sentimientos negativos no procuran felicidad y bienestar social.
El Balance del Bien Común exhorta a la cooperación entre todos los stakeholders y a la creación de relaciones de largo plazo y de confianza.

¿Está relacionado este movimiento con las B Corp? ¿Qué opina del proceso de certificación de estas empresas?
Creo que la Economía del Bien Común y el movimiento B Corp tienen algunas similitudes y algunas diferencias.
Ambos movimientos ven la empresa como una organización al servicio de la sociedad y llamada a responder a los desafíos sociales y medioambientales de nuestro mundo. Además, ambos movimientos consideran esencial un trabajo que incluya todos los stakeholders ya que somos todos interdependientes y responsables los unos de los otros. Muchas áreas de reflexión propuestas en el Balance del Bien Común y en el B Corp Impact Assessment son las mismas.
Sin embargo, hay también algunas diferencias sustanciales. Primero, el movimiento B Corp se presenta exclusivamente como movimiento que interesa a las empresas. El movimiento B Corp ve las empresas como una fuerza capaz de crear bienestar para todos. La Economía del Bien Común ve las empresas como actores importantes para un cambio radical, pero el balance del bien común no se dirige únicamente a las empresas sino también a las asociaciones, a las familias, a los municipios… y a cada ser humano. Cada uno de nosotros tiene un impacto sobre la sociedad y el medio ambiente a través de sus relaciones y de su modo de consumo. En consecuencia, la Economía del Bien Común se presenta como movimiento de personas antes que de empresas, un movimiento que camina en la dirección de un cambio que es antes que nada un cambio personal y de estilo de vida, y luego también un cambio económico que incluye todas las organizaciones de nuestra sociedad.

Finalmente, Marta, a su juicio, ¿la sostenibilidad se sustenta más en experiencias de éxito o de fracaso?
Creo que la sostenibilidad representa una gran ocasión de cambio en la manera de hacer negocios, en el modelo económico y de consumo. La idea de sostenibilidad invita a cada habitante de nuestro planeta, de forma individual y en el interior de las organizaciones, a reflexionar sobre su propio impacto y sobre la interdependencia entre todos los seres humanos y entre el ser humano y el medio ambiente.
El riesgo de fracaso es grande porque somos interdependientes. Esto significa que pocos individuos con un estilo de vida de altísimo impacto o pocas grandes empresas con una política de sostenibilidad distante de la “True Business Sustainability”, es decir orientada únicamente a la imagen sin un cambio profundo en el “core business” de la empresa, son suficientes para debilitar el esfuerzo de quien quiere caminar en la dirección de una verdadera sostenibilidad.
La sostenibilidad es una sostenibilidad global, no es posible hablar de experiencias de éxito. Si una empresa trabaja bien en la dirección de la verdadera sostenibilidad y otras empresas no hacen el mismo camino, el riesgo para el planeta y las generaciones futuras seguirá siendo muy alto. Aunque nuestro mundo esté lleno de muros y fronteras, el planeta no tiene muros (barreras).

https://www.agorarsc.org/11628-2/
https://www.agorarsc.org/economia-del-bien-comun-y-rse-juegan-en-la-misma-liga/
https://transicionebc.blogspot.com/2018/05/la-economia-del-bien-comun-jean-tirole.html
http://podcastdelbiencomun.blogspot.com.es/



Antes o después de leer este artículo se sugiere la lectura de una entrevista a Marta Avesani, publicada en AgoraRSC: Bien Común, Responsabilidad Social, y B Corps. ¿Avanzan igual hacia la sostenibilidad?  De más está decir que son posiciones contrapuestas, así el lector se podrá formar su propia idea.


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2.Economía del bien común y RSE: ¿Juegan en la misma liga?

Seguro que mis lectores no se habían percatado.  Escribo sobre casi de todo lo que tiene que ver con la RSE pero hasta ahora había resistido escribir sobre la Economía del Bien Común, EBC.  Sinceramente porque no creía que el asunto valía la pena y ahora que he terminado el artículo estoy todavía más convencido.  Pero para poder opinar con criterio hay que saber de lo que se habla, por ello lo he estudiado más a fondo.  Espero que la discusión que sigue pueda contribuir un poco a mejorar su comprensión y aclarar su potencial contribución al bienestar de la sociedad y su relación con la RSE, y de paso estimular una discusión (aunque, como en caso del estímulo a la RSE, la indiferencia de las partes interesadas lo hace improbable). [1]
I.                Una fábula
Empecemos con mi versión de una fábula, no muy conocida pero que es muy ilustrativa de la EBC:
Se encontraban tres náufragos en una isla desierta, con solo arena y algunos árboles y desechos de arbustos, cuando de pronto las olas traen una gran lata de atún.  El problema es como abrirla.  El físico sugiere calentarla a alto fuego esperando que el diferencial de temperatura interna y externa permita abrir una grieta en la lata. El ingeniero químico propone enterrarla en la arena, cubierta en parte por el agua salada ya que siendo el sello de la tapa de un metal diferente al de la lata, con el agua salada se producirá una microcorriente eléctrica que corroerá el borde y al presionarla se podrá abrir la lata.  A lo que el economista dice:  Yo tengo una solución más sencilla: supongamos que tenemos un abrelatas…………..  Parece que al final el físico y al ingeniero desistieron de abrir la lata y se comieron al economista (transparencia: soy ingeniero químico, disculpas con los economistas).
II.              ¿Qué es la Economía del Bien Común?
Supongamos, supongamos, supongamos…
Según el autor de la inciativa: “La Economía del Bien Común se define como un sistema económico alternativo apartidista, que propone construir en base a los valores humanos universales que fomentan el Bien Común. Situamos nuestro foco de acción en la cooperación y no en la competencia, en el bien común y no en el afán de lucro.”…… “La dignidad humana, la solidaridad, la sostenibilidad ecológica, la justicia social, la transparencia  y la participación democrática son elementos sustanciales para ello” . Esta declaración es laudable y refleja principios de aceptación generalmente universal (por lo menos en Occidente), aunque difíciles de implementar en la práctica. Pero como punto de partida no debería haber objeciones. El problema es cómo se traducen en la práctica.
El lector interesado puede consultar el libro que dio origen al concepto, La economía del bien común por el economista austríaco Christian Felber, autor muy prolífico de más de 10 libros traducidos a varios idiomas, y fundador de Economy for the Common Good, desde donde promueve la EBC.  El lector que solo tiene curiosidad se puede limitar al sitio economiadelbiencomun.org, aunque lamentablemente este sitio y el de la iniciativa en inglés contienen muy pocos detalles sobre lo que es la ECB. También se puede escuchar un resumen en la charla TEDx de Christian Felber (el que está de cabeza es el autor).

 El portal de la Economía Solidaria (independiente de la ECB) incluye un buen resumen de 20 puntos centrales, que resumimos a continuación, incluyendo solo 12 que consideramos los más relevantes, con algún comentario: 
1. La economía del bien común se basa en los mismos valores que hacen florecer nuestras relaciones: confianza, cooperación, aprecio, democracia, solidaridad. Hasta ahora, bien.
2. El marco legal económico experimenta un giro radical, cambiando las reglas del juego de afán de lucro y competencia por cooperación y contribución al bien común. ¿Cómo se hace para cambiar el marco legal en todos los países simultáneamente para no quedar en desventaja y evitar la competencia que según la EBC no es deseable? ¿Cómo se hace la transición del sistema actual al sistema ideal? ¿Cómo reacciona el mercado actual durante la transición?
3. El éxito económico no es medido por indicadores monetarios como el beneficio financiero o el BIP, sino con el balance del bien común (a nivel de empresas) y el producto del bien común (a nivel de sistema). Y los sueldos y demás gastos, ¿se pagan con el bien común?
4. Las empresas con buenos balances del bien común disfrutarán de ventajas legales: tasas de impuestos reducidas, aranceles ventajosos, créditos baratos, privilegios en compra pública y a la hora de reparto de programas de investigación, etc. Si cambia el marco jurídico presumiblemente se cambia para todas las empresas. ¿Pueden coexistir empresas de la EBC con empresas de la economía actual en el nuevo marco jurídico?
5. El balance financiero será el balance secundario. El beneficio financiero pasa de ser fin a ser medio. Éste sirve sólo para aumentar el ‘nuevo’ fin empresarial: Aportación al bien común.  Las empresas del Cuarto Sector hacen un balance entre ambos objetivos (ver Cuarto Sector: Hacia una mayor Responsabilidad Social Empresarial), pero no se puede priorizar el segundo a costa del primero:  Si la empresa no es rentable deja de existir.
8. Las diferencias de ingresos y patrimonios serán limitadas: Ingresos máximos de por ejemplo 20 veces el salario mínimo. Propiedades que no excederán p. ej. los 10 millones de euros, el derecho de cesión y herencia, 500.000 euros por persona, en empresas familiares a 10 millones de euros por hijo. El excedente sobre estos límites será repartido a través de un “fondo de generaciones” como “Dote democrático” a las siguientes generaciones. Sin comentarios.
9. En grandes empresas a partir de un elevado número de empleados (por ejemplo, más de 250) los derechos de decisión y propiedad pasan parcial y progresivamente a los empleados y ciudadanos. Y, ¿qué hacemos con los accionistas y dueños actuales que son los que aportan el dinero? ¿donan la propiedad a los empleados y ciudadanos? ¿Cómo se aumentará el capital en estas empresas para financiar su crecimiento o períodos de pérdidas? (esta fue la razón del colapso de la Cajas de Ahorro en España).
11. Un bien democrático importante es el banco democrático. Sus servicios consisten en depósitos de ahorro garantizados, cuentas corrientes gratuitas, créditos de interés reducido y créditos de riesgo con plusvalía social y ecológica. El Estado se financia primordialmente a través de créditos sin interés del Banco Central. Los mercados financieros en la forma actual ya no existen.  Un desconocimiento total de las funciones del sistema financiero y del papel del Banco Central en la regulación y promoción de los mercados y la economía.
14. El crecimiento económico deja de ser un fin. Un nuevo objetivo será la reducción de la huella ecológica de personas privadas, empresas y naciones, hacia un nivel globalmente sostenible y justo. menos llevar una vida en dignidad. ¿Qué impacto tiene esto sobre el empleo y la reducción de la pobreza?
15. El horario de trabajo retribuido se verá reducido escalonadamente hacia la marca, deseada por mayoría de 30 a 33 horas semanales. Puede contribuir a la creación de empleo, pero también a la reducción de los ingresos familiares.
16. Cada décimo año en la profesión es un “año sabático” que será financiado a través de un salario mínimo incondicional. Interesante vivir un año con el sueldo mínimo.
19. Para afianzar en los niños los valores de la economía del bien común y poderlos practicar, el sistema de educación debería estar orientado igualmente hacia el bien común. Interesante, sin olvidar estimular la iniciativa, responsabilidad y creatividad individual.
El lector se puede formar su propia idea de la factibilidad práctica de estas ideas. El título del libro en inglés que propuso la ECB es muy indicativo, Change Everything, así de sencillo, cámbialo todo.
En la ambición de la idea de ser completa incluye todo tipo de acciones, que deben lograse simultáneamente.  Mezcla acciones que están a nivel de empresas con acciones a nivel de la economía en general, en buena parte en manos de la sociedad y en particular de políticos y gobernantes.  La EBC transciende las empresas ya que está fundamentada en acciones que están fuera de su control, algunas de las cuales son tan radicales que sería imposible lograr consenso.  Quien mucho abarca poco aprieta. Por querer ser completo se salta del mundo de lo razonable, aunque imperfecto, al mundo de la utopía.
III.            Logros según los promotores
a.      Aceptación
Alegan los siguientes logros (además de la institucionalidad comentada abajo), pero nótese que no se habla de resultados o de impacto: 2000 empresas se han adherido (no hay nombres), tres bancos han hecho el Balance del Bien Común, la Universidad de Barcelona ha presentado una cátedra en EBC, una escuela técnica planea un máster en EBC, docenas de comunidades se han acoplado y la EBC se ha introducido en dos programas de gobiernos locales en Alemania.
Uno de los logros que alegan que es digno de comentar, por la importancia que le dan, es la producción de un “dictamen de iniciativa” en el 2015 por la Comisión Económica y Social Europea, CESE, que es un órgano consultivo de la Unión Europea compuesto por 350 personas, representantes de tres grupos: empresarios, trabajadores y sociedad civil (emite entre 160 y 190 opiniones y reportes al año).  El dictamen propone la creación del “Mercado Ético Europeo” que medidas que incluyen etiquetado ético, compra pública ética, comercio interior ético, comercio exterior ético, emprendedores por el bien común, consumo ético, banca ética y bolsas de valores del bien común.  Es ilustrativo del rigor del dictamen que para realzar la EBC dicen que es “un enfoque holístico cuyos conceptos están cerca de los valores fundamentales de la Economía Social, la Economía Circular, la Economía Participativa, la Economía de la Funcionalidad, la Economía Basada en los Recursos y la Economía Azul”. ¿¿Cuántas economías se necesitan???   También es ilustrativo que en sus logros dicen que la “Comisión Europea tiene intención de incorporar la Economía del Bien Común en el derecho europeo”.  Esto es indicativo de una gran ilusión cercana al delirio.  No hay evidencia de que el dictamen haya tenido efecto alguno.
b.     Institucionalidad
Comentaremos brevemente la institucionalidad que respalda el movimiento de la EBC porque ayuda a entender su motivación y expectativas. Se define a sí misma como un “movimiento” y por ende se basa en la captación de adeptos.  No ha transcendido más allá de un pequeño grupo de personas e instituciones que buscan cosas nuevas para enriquecer sus actividades (es sintomático que en España son miembros de la Asociación respectiva tres municipios: Sevilla, Orendaín (200 hab.) y Miranda de Azán (420 hab.)). Es más parecido a un movimiento ideológico, basado en una idea y un líder en contraste con el “movimiento de la RSE” que es completamente abierto, sin lideres autonombrados, con evolución basada en la experimentación, buenas prácticas, convencimiento propio, sin necesidad de adhesión ni membresía.
Dicen que en todo el mundo han surgido 150 grupos locales que se denominan “campos de energía” (¡¿?!)  que son un colectivo asociativo que en cada localidad colabora en la realización de los objetivos de las respectivas asociaciones nacionales, que se han creado en 21 países, incluyendo 12 europeos.  En Iberoamérica el movimiento se ha extendido con una asociación en España, la Asociación Federal (¿?) Española para el Fomento de la Economía del Bien Común AFEF-EBC (la palabra “federal” refleja el origen germánico del movimiento), con grupos locales en 19 provincias, y hay asociaciones en 5 ciudades de Argentina, en Brasil, Colombia, Chile, México y Perú.
IV.            ¿Ha comparación entre el ECB y la RSE?
De la discusión precedente debe haber quedado claro que la ECB es un concepto más amplio que la RSE, aunque tienen áreas de superposición.  La EBC pretende fomentar el mejoramiento de la sociedad a través de actuaciones a nivel de la economía como un todo, las políticas públicas, la institucionalidad de la economía, el sistema jurídico, entre otras acciones, y propugnar un cambio de objetivos para las empresas, de pasar del objetivo primario de obtener resultados financieros a otro primario de contribuir al bien común.  El foco es la economía y de paso uno de sus integrantes claves, las empresas.  ¿Es factible “cambiarlo todo”?).
La RSE por otra parte no tiene como objetivo primario el mejoramiento de la sociedad, su foco es la empresa y la contribución que esta puede hacer para logar esta mejora.  El entorno económico-jurídico es exógeno, se opera en el contexto existente, aunque ello no obsta para que las empresas, sobre todo a nivel de colectivo, estimulen el mejoramiento del entorno económico para poder cumplir mejor su función.  Pero toma por un hecho que es el sector público el que tiene responsabilidad primaria por ese entorno.  
La RSE no llega tan lejos, a pedir que las empresas cambien sus objetivos financieros por objetivos de bien común.  Se limita a exigir que las empresas asuman su responsabilidad ante la sociedad tanto por sus impactos pasados, presentes y futuros que tuvo, tenga y tendrá, como por los que quiere tener para contribuir a mejorar la sociedad.  Propugna que los objetivos financieros no se opongan a los del bien común. En un nivel un poco superior de RSE (por ejemplo, empresas con fines de beneficios), se propugna un balance entre ambos pero nunca la primacía del bien común sobre los resultados financieros.  Hay conciencia de que la prioridad es ser una empresa financieramente sostenible para poder ser social y ambientalmente sostenible.  Son los resultados financieros los que permiten a las empresas contribuir a la sociedad.
Si la EBC es un concepto más amplio, de mayores beneficios sociales, ¿Por qué no se adopta?  Es que el problema no es teórico, es real, se debe poder implementar y la EBC es utópica en muchos sentidos, empezando por quien es responsable de hacerlo. En la RSE se sabe quienes son los responsables de actuar, en tanto que en la EBC, aparte de lo correspondiente a las empresas, nadie es responsable.  ¿Quién toma la iniciativa? ¿A quién corresponde cambiar el marco jurídico, las instituciones, las políticas públicas, etc.?  ¿Porque lo van a querer hacer? ¿Cuáles son los incentivos?  ¿Hay consenso en hacerlo?  Habrá ganadores y perdedores con el cambio ¿Qué acciones toman los perdedores? ¿A quién exigimos responsabilidad por la implantación de la EBC?
Que la implementación de la RSE deja mucho que desear no hay duda, pero es factible, tiene impacto.  No es tan ambiciosa como la EBC pero es efectiva, dentro de sus limitaciones.  Y antes de movernos hacia ideas utópicas nos convine trabajar en fortalecer las que son factibles.   “Lo mejor es enemigo de lo bueno”.
V.               En resumen
La EBC tiene ideas laudables y se basa en la idea de que si se quiere lograr algo hay que apuntar mucho más arriba.  Como dijo Arnold Toynbee (historiador, 1889-1975): “La mejor manera de lograr un objetivo no es buscar lograrlo, si no lograr uno más ambicioso”.  Pero debemos encararlo con los recursos disponibles y de conformidad con la realidad a la que se enfrenta.  Si no se tiene un grado de realismo, lo que se obtiene es frustración. 
Se quiere llegar de una orilla (situación actual) a la otra (situación ideal) que están separadas por un abismo.  Si no reconoces la existencia del abismo te estrellas en el camino. Si se conoce y reconoce se buscarán rutas alternativas, a lo mejor más lentas pero en la dirección correcta y a lo mejor a un nivel inferior al ideal.  Esta es conceptualmente la gran diferencia entre la ECB y la RSE.  La primera no reconoce el abismo, está obsesionada con llegar a la otra orilla.  La segunda, la RSE, está plenamente consciente de ello y sabe que el camino es arduo, que hay oposición, obstáculos, indiferencia, pero trata de mover a las empresas, algunas más rápido, algunas con mayor profundización, cada quién como puede con lo que puede, pero se conoce el objetivo y se afronta sin ilusiones (en el sentido de “iluso” no en el sentido de esperanza, que esta si se tiene).
Supongamos, supongamos, supongamos que todos somos buenos, que el mundo es perfecto, que los gobernantes son honestos, que hay consenso entre los partidos políticos sobre lo que conviene a la sociedad, que las empresas tienen como objetivo primario el bienestar de la sociedad, que todos nos ponemos manos a la obra.  
Supongamos que la economía del bien común es la solución.  Supongamos que tenemos un abrelatas…………… o nos comemos al economista.
http://cumpetere.blogspot.com/2018/03/economia-del-bien-comun-y-rse-juegan-en.html

La Comisión Europea publica Directrices para la divulgación de información no financiera

La Comisión Europea publica Directrices para la divulgación de información no financiera


La Comisión Europea ha publicado unas directrices no vinculantes sobre la divulgación de información no financiera por parte de las empresas. Su objetivo es ayudar a las empresas a cumplir con el requisito de divulgar información relevante y útil sobre asuntos ambientales y sociales de manera coherente y comparable. Dichas obligaciones de divulgación se establecen en la Directiva sobre la divulgación de información no financiera y de diversidad por parte de algunas grandes empresas y grupos (Directiva 2014/95 / UE), que entró en vigor el 6 de diciembre de 2014.
Estas directrices llegan tras un proceso de consultas públicas,que contó con 355 respuestas de empresas, asociaciones empresariales, inversores, autoridades públicas, organizaciones internacionales, profesionales, proveedores de servicios, ONG, sociedad civil y otras partes interesadas de la UE, los Estados miembros del EEE, así como de terceros países. El proceso de consulta incluyó también entrevistas de expertos, talleres con partes interesadas y una consulta con el Grupo de Expertos de Alto Nivel sobre Financiación Sostenible organizado por la Comisión.
Tanto la actual Directiva de la UE sobre la divulgación de información no financiera (artículo 2) como las nuevas directrices reflejan las mejores prácticas actuales y los últimos acontecimientos a nivel internacional, incluidas las enseñanzas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, el Acuerdo Climático de París y la industria Sobre la información financiera relacionada con el clima, creada por el Consejo de Estabilidad Financiera.
La Directiva establece algunos requisitos mínimos sobre la divulgación de información no financiera por parte de algunas grandes empresas, evitando al mismo tiempo toda carga administrativa indebida, en particular para las empresas más pequeñas.
Las empresas interesadas divulgarán en su informe anual información pertinente sobre:
  • Políticas, resultados y riesgos, incluyendo la debida diligencia que implementan;
  • Indicadores financieros no financieros relevantes;
  • Aspectos medioambientales, sociales y laborales, respeto a los derechos humanos, lucha contra la corrupción y sobornos.

Las directrices no son obligatorias y están destinadas a ayudar a las empresas a cumplir con los requisitos de presentación de informes. No añaden ningún requisito legal y siguen de cerca el equilibrio establecido por la Directiva en términos de requisitos legales, alcance y flexibilidad para las empresas.
Las empresas mantienen una flexibilidad significativa para revelar la información relevante de la manera que consideren más útil. Además, pueden utilizar directrices internacionales, europeas o nacionales de acuerdo con sus propias características o entorno empresarial, tales como los Principios Rectores de las Naciones Unidas sobre los Negocios y los Derechos Humanos, ISO 26000 o el Código de Sostenibilidad de Alemania.
Las directrices ayudarán a las empresas a integrar mejor la información ambiental y social material en su ciclo de negocios, innovar y adaptar sus informes a las circunstancias particulares de su negocio y, además, confiar en otros marcos de informes.


Cuadro integral de Indicadores


El Cuadro Integrado de Indicadores presenta información financiera junto a información no financiera en sus dimensiones ambiental, social y de gobierno corporativo (FESG), para representar la evolución de la empresa en función de ciertos indicadores.
Los indicadores se relacionan con objetivos estratégicos y riesgos.
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KPIs_Scoreboard
http://is.aeca.es/what-is-an-integrated-scoreboard/

Cuadro Integrado de Indicadores (Asociación Española de Contabilidad y Administración de Empresas) donde se reunirían todo tipo de indicadores, incluyendo sociales y medioambientales, a través de la metodología XBRL, aunque no serían valorados en moneda como para ser integrados con los valores financieros.

http://is.aeca.es/integrated-scoreboard-documents/

En los siguientes documentos podrá consultar el contenido concreto de indicadores de riesgo y de resultado que propone aeca para la realización de un informe integrado. Esta documentación le ayudará a consultar los informes reales de las empresas participantes.
http://is.aeca.es/integrated-scoreboard-documents/ 


Cuadro Integrado de Indicadores

Objetivos Estratégicos, Indicadores Claves de Rendimiento y Riesgos (KPIs y KRIs)
is.aeca.es/wp-content/uploads/resources/Integrated%20Scoreboard/CII-FESG__detailed_2018-es.pdf

Indicadores Claves de Rendimiento

Descripción completa sobre los Indicadores Claves de Rendimiento (KPIs)
is.aeca.es/wp-content/uploads/resources/Integrated%20Scoreboard/Modelo_de_AECA_sobre_Informacion_Integrada.xls
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Sustainability Standards Accounting Board, SASB, (mayormente indicadores económicos y ambientales, para accionistas en EE. UU)
https://www.sasb.org/standards-overview/
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Aplicaciones en empresas:
http://integratedreporting.org/resource/international-ir-framework/
https://www.pwc.com/gx/en/sustainability/publications/total-impact-measurement-management/assets/pwc-timm-report.pdf
https://www.pwc.com/gx/en/sustainability/publications/total-impact-measurement-management/assets/pwc-timm-report.pdf
https://www2.deloitte.com/content/dam/Deloitte/es/Documents/acerca-de-deloitte/Deloitte-ES-Opera_Global_Impact%20_Model.pdf
https://www2.deloitte.com/content/dam/Deloitte/es/Documents/acerca-de-deloitte/Deloitte-ES-Opera_Global_Impact%20_Model.pdf
https://naturalcapitalcoalition.org/natural-capital-2/
www.kering.com/sites/default/files/kering_2017_epl_report.pdf
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Legislacion
https://eur-lex.europa.eu/legal-content/ES/TXT/PDF/?uri=CELEX:32014L0095&from=ES
https://www.boe.es/boe/dias/2017/11/25/pdfs/BOE-A-2017-13643.pdf
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https://forosenar.blogspot.com/2019/02/cuadro-integrado-de-indicadores.html