dijous, 31 d’octubre del 2019

El Green New Deal global .Jeremy Rifkin

Jeremy Rifkin: "Estamos ante el colapso de la civilización de las energías fósiles"

En entrevista con DW, el economista estadounidense Jeremy Rifkin habla sobre el dilema entre economía y medioambiente, el movimiento “Fridays for Future” y la civilización basada en energías fósiles.

Es tan optimista como solo un estadounidense puede serlo y está tan preocupado por el medioambiente como una joven europea llamada Greta Thunberg. El economista estadounidense Jeremy Rifkin tiene 74 años y se plantea el problema del siglo. Esto es lo que Rifkin dice hoy sobre que se considere la implementación de medidas ambiciosas para evitar el cambio climático como un ataque directo a la sensatez económica: "La civilización erigida sobre los combustibles fósiles colapsará de todos modos probablemente hacia 2028”. Y agrega: "Porque ahora está hablando el mercado”.
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Rifkin desarrolla en el libro que acaba de presentar en Alemania, "El ‘New Deal' verde global”, qué es concretamente lo que dice "el mercado”. Rifkin tiene reputación como asesor político e investigador sobre el futuro económico. Su revolucionario libro sobre el "fin del trabajo” por la digitalización ya tiene más de 20 años.
Wirtschaftsexperte Jeremy Rifkin Jeremy Rifkin.
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El cambio impulsa al mercado
Jeremy Rifkin considera que "es difícil para la gente imaginarse que estamos a las puertas del colapso de la civilización de las energías fósiles, con las que hemos vivido 200 años”. Y añade, en conversación con Deutsche Welle: "En este año, los costes de la energía solar y eólica serán menores que los de la energía atómica, petrolífera, del carbón y también del gas”. Según Rifkin, ya estamos viviendo dentro de una enorme burbuja basada en "inversiones de capital ancladas en la industria de la energía fósil”. 
Rifkin ofrece cifras al respecto en su nuevo libro.  Así pues, la proporción de energías renovables en 2017 era solo del 3 por ciento. Pero, para Rifkin, lo decisivo es la tasa de crecimiento. Y con un 14 por ciento de renovables en todas las fuentes energéticas "se ha alcanzado un punto de no retorno: el colapso de la economía basada en energías fósiles impulsa entonces al mercado”.
Para Rifkin, los grandes fondos estadounidenses, con un volumen de más de 42 mil millones en 2017, serán un actor principal en el cambio energético: deberán alejarse de las energías fósiles sencillamente porque ya no les saldrá rentable. El tiempo apremia, al igual que los manifestantes del movimiento "Friday for Future”. Rifkin señala: "Tenemos 12 años para remodelar nuestra civilización o estaremos ante un cambio climático ya imposible de controlar. Se trata de un momento inquietante, pero también es una oportunidad”. No en vano, su "New Deal verde” alude al "New Deal” de Franklin D. Roosevelt, un paquete de medidas para sacar al país de la crisis económica en los años 30 del pasado siglo. Entre otras cosas, con enormes programas de inversión en energía e infraestructuras.
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"Las ciudades entran en juego"
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Rifkin habla de los actores que pueden contribuir a salvar el clima: "El mercado puede ser un agente poderoso", dice a DW, "pero eso no basta". Hace falta una nueva infraestructura para el nuevo tiempo: "Ahí es donde entran en juego las ciudades y las regiones”. "Los Gobiernos deben aportar los diseños de la nueva infraestructura y deben integrar a las comunidades en los procesos de transformación”. Tal vez a eso se refiera Merkel cuando dice sobre el paquete de medidas contra el cambio climático: "La política es aquello que es posible”.
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Rifkin cree que a veces es necesario que la calle tome la mano de la política para mostrarle "lo que es posible”. "Está justificado que los jóvenes se echen a las calles y les digan a sus padres: ‘¿podemos vivir en este planeta? ¿podremos sobrevivir'?
" El autor es, en cualquier caso, optimista: "Tenemos los instrumentos para una tercera revolución industrial. Existe la tecnología y el mercado habla, los precios lo demuestran”, concluye Rifkin.
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https://www.dw.com/es/jeremy-rifkin-estamos-ante-el-colapso-de-la-civilizaci%C3%B3n-de-las-energ%C3%ADas-f%C3%B3siles/a-50786370?fbclid=IwAR2T1z-0oSkxSRvvzBCPp3v5O1CiWk0uQ9_TIvJHOrCXCX-DJLjSkE-6U6Y

El Green New Deal global

Por qué la civilización de los combustibles fósiles colapsará en torno a 2028 y el audaz plan económico para salvar la vida en la tierra
Editorial: Ediciones Paidós

Traductor: Antonio Francisco Rodríguez Esteban
Jeremy Rifkin, autor bestseller de The New York Times, visionario de grandes tendencias económicas y asesor político de varios gobiernos, nos propone en su nuevo libro un plan práctico y urgente para abandonar la economía del combustible fósil y enfrentar el cambio climático.
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Sinopsis de El Green New Deal global:
Si bien el Green New Deal se ha convertido en una sensación de la noche a la mañana dentro de los círculos activistas, también está ganando peso como movimiento paralelo dentro de la comunidad empresarial global y va a sacudir los cimientos de la sociedad en los próximos años. Los sectores clave que conforman la infraestructura de la economía mundial se están desvinculando rápidamente de los combustibles fósiles y están apostando por las energías solar y eólica. Asimismo, estudios recientes han dado la voz de alarma sobre la posibilidad de que el abandono de las viejas energías del siglo XX por las nuevas energías verdes más baratas del siglo XXI dé lugar a un billón de activos varados, creando así una burbuja de carbono que probablemente explote en 2028 y que llevaría al colapso de la civilización de los combustibles fósiles. 
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El mercado ya está dando señales de dicho cambio y cada gobierno tendrá que seguir al mercado o enfrentar las consecuencias. Los gobiernos que lideren la ampliación de una nueva infraestructura verde con cero emisiones de carbono y creen nuevas oportunidades de negocio, así como el empleo que las acompañan, se mantendrán a la vanguardia. Los demás estarán condenados. 
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La concurrencia de una burbuja de activos de combustibles fósiles varados y una nueva visión política en clave verde abre la posibilidad de un cambio de paradigma global masivo hacia una era ecológica post-carbono. Todo ello con la esperanza de impedir a tiempo que un aumento de la temperatura del planeta nos lleve al borde del colapso por el cambio climático.
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Jeremy Rifkin, (Denver, EEUU, 1943), es divulgador clave de nuestros tiempos que analiza el impacto económico, ambiental, social y cultural de las nuevas tecnologías en la economía mundial. Es profesor de la Wharton School. Es el creador de la teoría de la Tercera Revolución Industrial, basada en las Tecnologías de la Información.
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En 'El green new deal global' (Paidós), Rifkin asegura que la civilización de los combustibles fósiles colapsará "en torno a 2028" en favor de las energías limpias. Cuando se le pregunta por qué exactamente el 2028 y no el 2025 o el 2035, el autor de La Tercera Revolución Industrial se ciñe a "estudios internos" de las grandes compañías, pero insiste en que es una realidad: "La industria del petróleo, por muy grande y poderosa que sea, está acabada. El mercado ha hablado. Estamos viendo el colapso de la civilización de los combustibles fósiles", asegura, en una entrevista en su habitación de hotel horas antes de una conferencia en la Fundación Rafael del Pino."
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Colapsara porque las grandes compañías están abandonando las energías fósiles ?
 

dissabte, 26 d’octubre del 2019

La economía circular se impondrá no sólo por ser más justa y limpia, sino también por cómoda y útil. James Close

La economía circular se impondrá no sólo por ser más justa y limpia, sino también por cómoda y útil.

James Close, dirige el programa de economía circular de la ciudad de Londres
Tengo 54 años y durante 5 he dirigido la lucha contra el cambio climático en el Banco Mundial: avanzamos porque millones de personas nos presionan. La economía circular se impondrá no sólo por ser más justa y limpia, sino también por cómoda y útil. Colaboro con Palau Macaya-La Caixa
 

“¿Cuántas cosas necesita usted poseer para poder usarlas?”

Basta con saber elegir

Compartiremos vehículos, viviendas y todo cuanto hoy sólo podemos usar tras tener que comprarlo. Y lo haremos, dice Close, porque será más barato, útil y cómodo compartirlo que poseerlo. Utilizaremos energía renovable y limpia, porque, además será la opción más segura y fácil. Una y otra vez, este precursor de la economía circular insiste en responder a los por qué preferiremos compartirlo todo con un “¡Utilidad! Lo haremos, porque será más fiable y fácil y menos caro. Y, además, al diseñar la producción y el consumo en economía circular será más limpio y sostenible”. Ni impuestos, ni multas: para mejorar nuestras vidas bastará, asegura, con saber elegir lo más cómodo. Pues, ojalá, James.
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Qué es la economía circular?
Producir y consumir de forma que se malgasten menos recursos y se generen menos desechos.
¿Para qué?
Para salvar el planeta y frenar el cambio climático, pero no sólo. Al optimizar nuestra economía y modo de vida, mejoraremos, también, el modo en que nos relacionamos con el medio ambiente y entre nosotros.
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¿Cómo?
Si repensamos el modo en que producimos, compramos, poseemos y utilizamos casas, coches, motos, todo tipo de bienes y servicios o alimentos también podemos lograr que nuestras relaciones con la naturaleza sean más sostenibles y las que tenemos con los demás humanos sean más justas.
Por ejemplo.
¿Sabe cuánta comida se tira a la basura en su casa, en su edificio, en su barrio? ¿Por qué malgastamos toneladas de combustible, abonos y millones de euros y de horas de trabajo en ellos si podríamos producir y tirar muchas menos? ¿Tiene usted coche?
Es mío, pero apenas lo uso.
¿Lo ve? Contaminó para ser producido y hoy pierde valor cada día en un parking o ocupa espacio en la calle: de eso le hablo. La tecnología nos permite hoy que usted use un coche apropiado para ese uso el día que lo necesite. O una moto o una bicicleta´o un patinete o un barco o el medio de transporte que prefiera: ¿Cuántas cosas necesita usted poseer para poder usarlas?
¿Y el placer de usar mi propio coche?
Es un incentivo para algunos, desde luego, pero el uso compartido nos acabará convenciendo de que es mejor compartir: no porque prohibamos o multemos lo contrario o hagamos pagar muchos más impuestos, sino porque compartir es más funcional, rentable, seguro y práctico.
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¿Tiene cifras?
En Londres el 45% de las emisiones contaminantes provienen del uso de vehículos privados, pero podríamos reducirlas enormemente con coches eléctricos compartidos. Y la gente los preferirá porque son más silenciosos, cómodos y funcionales.
También son más caros y no hay suficientes enchufes en carretera para recargarlos.
Tiempo al tiempo: lo importante es que usted sea consciente de que conseguiremos que sean más baratos y eficientes.
¿Por qué?
Porque los políticos querrán ganarse nuestros votos y encargarán a los tecnócratas que encuentren la manera rápida de optimizarlos.
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¿Qué contamina más después del coche?
La producción de alimentos en el planeta genera el 25% de las emisiones globales de CO2. Para servir el consumo mensual de carne de un londinense hay que contaminar tanto como para volar de Londres a Nueva York. Pero lo peor es que toneladas de esa carne acaban en la basura por causas evitables si se planificara mejor.
¿Qué hacer para volar sin contaminar?
Hay tecnologías ya en desarrollo. ¿Conoce a Bernard Picard y su avión eléctrico?
Lo entrevisté aquí en La Contra .
Pues dio la vuelta al mundo en ese avión de emisiones cero. Pero mientras lo desarrollamos para todos tenemos que plantar árboles que compensen las emisiones de los vuelos.Y ya hay billones invertidos en aviones limpios.
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¿Por qué invertir en ellos?
Porque además de ser más limpios, serán más eficientes y cómodos. Las respuestas de la economía circular una y otra vez se resumen en una razón: sus soluciones no son sólo las más sostenibles, sino las más prácticas. Elegirá compartir un coche eléctrico, porque es más cómodo y funcional. ¿Por qué usa un móvil?
A menudo me lo pregunto.
Porque es más útil que el teléfono fijo. Por eso el coche sustituyó al caballo y el ordenador a la máquina de escribir. Y por eso, iremos creando una economía circular: no sólo por más justa y sostenible, también por más útil y eficiente.
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¿Cómo cree que lo conseguirán?
Inversión pública y privada. La financiación pública de la investigación tecnológica es la clave. Y cuando digo pública también hablo de filántropos como Bill Gates. Está invirtiendo miles de millones en energía solar. Igual que el Banco Mundial, para el que trabajé, invierte en energía limpia, por ejemplo, en Zambia.
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¿Esas inversiones no llevarán décadas?
Esa inversión pública crecerá más y a más por la misma razón por la que la tecnología hará posible la economía circular: porque la gente, millones de personas, lo piden.
¿Cómo lo sabe?
Millones de personas, por ejemplo, exigen ya alternativas al plástico. Muchos jóvenes. Los jóvenes son magníficos: saben que vivirán un siglo y no quieren que el planeta viva menos que ellos. Nos empujarán.
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¿Dónde está la solución limpia, justa y eficiente para la escasez de vivienda?
La habrá porque el mercado se recalibrará si lo regulamos con acierto. Ahora los propietarios están deslumbrados por el fenómeno de Airbnb, pero aterrizarán.
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No veo a Boris Johnson en esa tesitura.
Queremos que la economía circular sea de la gente y los tecnócratas la harán posible; no sólo será de los partidos y los políticos. Dejemos que los expertos hagan su trabajo. Y cuando lo hagan, la gente, cada uno de nosotros, también sabrá decidir qué es lo que más le conviene, porque será lo más limpio y útil.
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https://www.lavanguardia.com/lacontra/20191024/471165398735/cuantas-cosas-necesita-usted-poseer-para-poder-usarlas.html?fbclid=IwAR0Oj2r2P0V7FUfttdAAQMIrbw4F80RtODpKpQbEMEhgEgLYPNwXfXLRr5c

dimecres, 23 d’octubre del 2019

Sector privado y ODS: se necesitan líderes empresariales convencidos

La Red Española del Pacto Mundial presenta la guía 'ODS Año 4'

Sector privado y ODS: se necesitan líderes empresariales convencidos

Se cumplen cuatro años de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas -el plan de acción más ambicioso a favor de las personas, el planeta y la prosperidad hasta 2030- y la Red Española del Pacto Mundial subraya que el liderazgo empresarial es uno de los motores clave para impulsar los cambios necesarios para hacerlos realidad. Así lo detalla en la nueva guía 'ODS Año 4, Liderazgo empresarial en la Agenda 2030: de la teoría a la acción', presentada este miércoles.
Conversación entre Antonio Garamendi, presidente de la CEOE, y Cristina Gallach, alta comisionada para la Agenda 2030.Conversación entre Antonio Garamendi, presidente de la CEOE, y Cristina Gallach, alta comisionada para la Agenda 2030.
02 Oct | J.L.M. | Soziable.es
“Es momento de acelerar e incrementar la acción empresarial para lograr un impacto realmente revolucionario. Se necesitan líderes empresariales convencidos, que desde la alta dirección expandan el mensaje de los ODS dentro y fuera de la organización y empresas líderes, dispuestas a fijar compromisos ambiciosos que activen una auténtica transformación”, ha dicho Cristina Sánchez, directora ejecutiva de la Red Española del Pacto Mundial, en el evento.
El 86% de las empresas del IBEX 35 mencionan en sus memorias de sostenibilidad la integración de los ODS en sus estrategias 
Unas palabras que afianzan la labor que las empresas españolas están desempeñando como agentes impulsores del cambio y que, además, también queda reflejado en la guía. En ella, 84 compañías nacionales han puesto de manifiesto su contribución a los ODS al publicar, entre todas ellas, un total de 162 compromisos cuantificables y con límites de tiempo. En este sentido, el ranking de los objetivos que registran un mayor número de compromisos lo encabeza el ODS 13 (Acción por el clima), al que le sigue el ODS 7 (Energía asequible y no contaminante) junto con el ODS 12 (Producción y Consumo Responsables). Se trata de un gesto propio de empresas líderes en sostenibilidad y una tendencia que ha de extenderse entre el mayor número de entidades para acelerar el logro de los ODS.
En este contexto, aunque aún queda camino por recorrer, en España se ha avanzado notablemente en estos cuatro años según el documento de Pacto Mundial.  Así, las compañías continúan dando pasos hacia adelante pues, tal y como se detalla en la guía, mientras que en 2016 el porcentaje de las empresas del IBEX 35 que mencionaban en sus memorias de sostenibilidad la integración de los ODS en sus estrategias empresariales era del 49%, actualmente se sitúa en el 86%. Un compromiso general que está capitalizado por las grandes entidades, al afirmarse en el texto que actualmente el 80% de las empresas del índice bursátil identifican ODS prioritarios para su negocio, frente al 20% que lo hacían tras su primer aniversario. Además, esta evolución también se deja sentir en el significativo incremento de empresas que especifican cómo contribuyen a la consecución de los ODS, en 2016 tan solo lo detallaban el 6% y en el 2019 lo hacen el 66%.
Las acciones de las empresas adheridas a la Red Española del Pacto Mundial también son un claro reflejo de esta tendencia. Su contribución a los ODS es cada vez mayor, de este modo, actualmente el 68% de ellas reportan las oportunidades y responsabilidades que los ODS representan para su negocio y el 66% reportan cómo están integrándolos en el modelo de negocio.
"Avances significativos"
“Los avances son muy significativos, los ODS han calado entre las grandes empresas y éstas los están incorporado a todos los niveles”, ha declarado Ángel Pes, presidente de la Red Española del Pacto Mundial quien, además, ha puesto el foco en la necesidad de extender esta actuación entre las pequeñas y medianas empresas. “Sin ser del todo conscientes, las pymes ya están llevando a cabo diferentes acciones que contribuyen al desarrollo sostenible. En este sentido, el gran reto al que nos enfrentamos es ser capaces de establecer indicadores que nos permitan medir su alcance y, de este modo, tomar conciencia del progreso de su labor en cuanto a la consecución de los metas de la Agenda 2030” ha añadido Pes.
Sobre el liderazgo empresarial y otras cuestiones que se desarrollan en la publicación, como las oportunidades económicas que aportan los ODS o los retos de la industria 4.0., han debatido durante la jornada CEOs de importantes compañías como Adif, Arpa y FCC Construcción, quienes han basado sus intervenciones en la experiencia de integrar los objetivos de la Agenda 2030 en sus estrategias de negocio.
El gran reto: de la teoría a la acción
El principal mensaje que la publicación transmite es la necesidad de activar palancas que impulsen una transformación que integre la sostenibilidad en la cultura de la organización, además de que las empresas establezcan compromisos públicos, cuantificables y con límite de tiempo.
Con el objetivo de incentivar una notable evolución en esta cuestión, el documento recoge entrevistas y declaraciones de algunos de los CEOs y presidentes corporativos más relevantes a nivel nacional. Estos testimonios marcan la tendencia a seguir al conjunto de entidades y, todo parece indicar que 2019 es un nuevo punto de salida, para activar de forma definitiva, el paso de la teoría a la acción.
Nuevas oportunidades económicas y empresariales asociadas a los ODS
Un buen incentivo para fomentar la colaboración en la consecuencia de las metas de la Agenda 2030, es transmitir a los mercados y a las empresas el crecimiento que puede traer la sostenibilidad tanto a la economía global y local, como a las empresas a nivel individual. Y es que, como se afirma en el documento, la Agenda 2030 busca un crecimiento sostenible sin dejar a nadie atrás.
Se señalan cuatro áreas de gran potencial para el crecimiento sostenible de la economía: la igualdad de género, la economía circular, la lucha contra el cambio climático y la mitigación de la corrupción.
Por otra parte, varios son los argumentos, en concreto diez, los que se describen en la guía para alentar a las empresas a sumarse a los ODS y, a través de éstos, encontrar importantes oportunidades. A este decálogo, se suman los testimonios de altos cargos de grandes empresas que evidencian los beneficios que han supuesto para sus compañías el contribuir al desarrollo sostenible.
Puedes descargar la guía aquí: ODS Año 4, Liderazgo empresarial en la Agenda 2030: de la teoría a la acción.
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https://www.soziable.es/sector-privado-y-agenda-2030-pacto-mundial-ods

dimarts, 15 d’octubre del 2019

Cómo combinar el alto rendimiento con la sostenibilidad

Pacto mundial de la ONU y Accenture: Cómo combinar el alto rendimiento con la sostenibilidad

Cómo combinar el alto rendimiento con la sostenibilidad. Los CEO de todo el mundo mantienen su compromiso con la sostenibilidad, pero se sienten frustrados y piden políticas que aúnen los incentivos del mercado con la sostenibilidad

https://www.accenture.com/es-es/company-onu-accenture-alto-rendimiento-sostenibilidad 

  • Los CEO de todo el mundo mantienen su compromiso con la sostenibilidad, pero se sienten frustrados y piden políticas que aúnen los incentivos del mercado con la sostenibilidad
Madrid 23 de septiembre de 2013 —El 67% de los consejeros delegados creen que las empresas no hacen lo suficiente para resolver los retos de la sostenibilidad en el mundo y expresan su deseo por integrar la sostenibilidad en sus organizaciones. Además, piden que se incentive y reconozca a los líderes en sostenibilidad y que se exploten todas las oportunidades que ofrece el sector privado, según una encuesta realizada por el Pacto Mundial de las Naciones Unidas y Accenture entre mil CEOs de todo el mundo, la encuesta más importante de las llevadas a cabo hasta ahora sobre sostenibilidad entre altos ejecutivos.
El estudio, Encuesta 2013 del Pacto Mundial de la ONU-Accenture a CEO sobre sostenibilidad: Arquitectos de un mundo mejor, incluye también entrevistas a fondo con 75 CEOs y un análisis de empresas que han logrado combinar el liderazgo en sostenibilidad con un alto rendimiento en los mercados.
El estudio del Pacto Mundial de la ONU, el más exhaustivo y que incluye ya cerca de 8.000 organizaciones, demuestra que las empresas son cada vez más conscientes de las oportunidades que ofrece la sostenibilidad. El 78% de los CEO considera la sostenibilidad como una vía de crecimiento e innovación, mientras que el 79% cree que puede suponer una ventaja competitiva en su sector. No obstante, reconocen que la situación económica y otras prioridades suponen barreras para la integración de la sostenibilidad en sus empresas.
El 93% asegura que los aspectos medioambientales, sociales y de gobierno son importantes para el futuro de su empresa. Aunque este porcentaje es idéntico al del estudio de 2010, la proporción de quienes creen que la sostenibilidad es muy importante ha caído del 54% al 45%, y apenas alcanza el 34% de los CEO en el caso de Europa. Aunque el 84% considera que el mundo empresarial debería liderar los esfuerzos por superar los retos de la sostenibilidad, los CEO señalan también la existencia de diversas barreras: 
  • La falta de recursos financieros es el principal obstáculo para la sostenibilidad, según el 51% de los encuestados; un 40% cree que las condiciones económicas dificultan la integración de la sostenibilidad en su compañía.
  • La falta de correspondencia entre sostenibilidad y valor comercial es la barrera que crece a un ritmo más rápido. En 2007, el 18% de los encuestados declaró que este problema le impedía tomar medidas a favor de la sostenibilidad, un porcentaje que subió al 30% en 2010. Este año, los CEO que han respondido en este sentido son ya el 37%, mientras que un escaso 38% asegura poder cuantificar con precisión el valor comercial de la sostenibilidad.
  • Apenas el 15% cree que el mundo empresarial ha hecho progresos apreciables en los tres últimos años para convertir la sostenibilidad en un factor imprescindible para los consumidores, aunque el 82% de ellos piensa que la sostenibilidad tiene un enorme potencial de transformación de la economía. Cerca de la mitad (46%) opina que los consumidores nunca darán tanta importancia a la sostenibilidad como al precio, la calidad y la disponibilidad.
  • Aunque el 52% considera que el interés de los inversores es un incentivo para fomentar las prácticas sostenibles, apenas el 12% se ve impulsado a hacerlo por la presión de los inversores. Pese a ello, son minoría (15%) los CEO que reprochan a los mercados financieros su falta de visión a largo plazo, y el 69% cree que el interés de los inversores será cada vez más importante en el futuro.
“Como indica la encuesta, la prioridad más inmediata es aprovechar todo el potencial de la sostenibilidad corporativa para transformar mercados y sociedades en todo el mundo”, según Georg Kell, Director Ejecutivo del Pacto Mundial de la ONU. “Desde líderes del mercado hasta pequeñas empresas, son ya miles las organizaciones que se han comprometido a adoptar prácticas responsables. Ahora hace falta que legisladores, inversores y consumidores tomen la palabra para exigir a las empresas que sigan avanzando, innovando y colaborando en el campo de la sostenibilidad.”
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Según la encuesta, los CEO exigen un mayor nivel de colaboración entre empresas, gobiernos y legisladores. El 42% cita a los gobiernos como uno de los tres colectivos más importantes para la sostenibilidad, frente a solo un 32% en 2007. El 83% cree que un mayor esfuerzo por parte de los gobiernos será fundamental para crear las condiciones adecuadas que permitan al sector privado seguir avanzando en sostenibilidad. En concreto, el 85% exige políticas más claras y apoyo de los mercados a un crecimiento ecológico.
Preguntados sobre los mecanismos políticos prioritarios, el 55% citó normativas y regulación, mientras que un 43% optó por subsidios e incentivos oficiales. Otro 31% se decanta por algún tipo de cambio en la fiscalidad. Solo el 21% de los CEO se muestra favorable a medidas más suaves, como información e iniciativas voluntarias.
 “El optimismo inicial de los CEO ha dejado paso al convencimiento de que las limitaciones de los incentivos y las estructuras de los mercados les impiden integrar la sostenibilidad en sus empresas”, según Sander van ‘t Noordende, Chief Executive de Accenture Management Consulting. “Muchos verían con buenos ojos que los gobiernos interviniesen para cambiar las reglas del mercado. Pero antes de llegar a ese punto es necesario que los líderes empresariales comprendan que, por muy imperfectos que sean los mercados actuales, las empresas de alto rendimiento son capaces de combinar el éxito comercial con la sostenibilidad. Estas empresas ven la sostenibilidad como una oportunidad de crecimiento, innovación y diferenciación, y demuestran día tras día que la sostenibilidad es un buen negocio.”

El informe emplea la metodología de Accenture para evaluar empresas de alto rendimiento e identificar los mecanismos utilizados por los considerados “Líderes de la transformación”: empresas que no solo fomentan la sostenibilidad, sino que también superan a sus competidores según criterios comerciales más convencionales. Estas compañías comprenden que el planeta no puede satisfacer las necesidades de una población que va en aumento y saben que el mundo empresarial no está haciendo tanto como debiera. También están más dispuestas a colaborar con consumidores, comunidades locales, legisladores, inversores y otras partes interesadas. El análisis revela que estos líderes son el ejemplo a seguir para otras empresas, ya que:
  • Ven la sostenibilidad como una oportunidad de crecer e innovar. Según el 81% de los Líderes de la transformación accediendo a nuevos mercados, desarrollando nuevos productos y servicios y diferenciando su oferta por los excelentes resultados a nivel social y medioambiental.
  • No se limitan a medir sus emisiones y tratar de controlarlas sino que cuantifican en todo momento la contribución positiva de la sostenibilidad a sus empresas y las consecuencias sobre las comunidades en las que están presentes; el 81% de los Líderes de la transformación combina métricas financieras con criterios de sostenibilidad.
  • Invierten en innovación y adoptan nuevas tecnologías que favorecen la sostenibilidad, como un uso más eficaz de la energía, análisis de datos para gestionar mejor el consumo de recursos, comunicaciones máquina-máquina (M2M) o modelos de negocio de circuito cerrado; el 95% de los Líderes de la transformación tiene previsto invertir en nuevas tecnologías sostenibles en los próximos cinco años.
“Es evidente que los CEO se sienten decepcionados porque los mercados no han abrazado la sostenibilidad del modo que preveían hace tres años. También les gustaría que los gobiernos actuaran para crear las condiciones propicias. Lo más positivo es que no han perdido la fe en el mundo empresarial como motor de sostenibilidad”, según Peter Lacy, responsable del estudio entre 2007 y 2013 y managing director de Sostenibilidad y Estrategia de Accenture en Asia-Pacífico. “Para que el cambio gradual se convierta en una transformación a gran escala, las empresas deben comprender que, en lugar de convencer a los consumidores sobre las bondades de la sostenibilidad, lo que tienen que hacer es ofrecerles los productos y servicios sostenibles que quieren a un precio razonable; y en vez de esforzarse por explicar a los inversores lo mucho que podrían ahorrar con la sostenibilidad, ya es hora de que piensen en demostrar el enorme valor comercial que puede generar.”
Más información en accenture.com/ungcstudy.  
El Pacto Mundial de las Naciones Unidas es una iniciativa por la cual empresas de todo el mundo se comprometen voluntariamente a alinear sus estrategias y operaciones con diez principios universalmente aceptados en materia de derechos humanos, derecho laboral, medio ambiente y lucha contra la corrupción, así como a apoyar los proyectos y objetivos de la ONU. De este modo, las empresas pueden ayudar a que los mercados, el comercio, la tecnología y las finanzas contribuyan de forma positiva a la economía y la sociedad en todo el mundo. El Pacto Mundial de las Naciones Unidas está respaldado por altos ejecutivos y es una plataforma de liderazgo para el desarrollo, la aplicación y el intercambio de políticas y prácticas corporativas responsables. Desde sus inicios en el año 2000, ha llegado a posicionarse como la iniciativa de sostenibilidad corporativa más importante del mundo. Ha sido suscrita por más de 12.000 empresas y grupos de interés en 145 países y más de 100 redes locales. www.unglobalcompact.org
@globalcompact




https://www.accenture.com/us-en/about/strategy-index

Por qué es tan difícil combatir la pobreza

Por qué es tan difícil combatir la pobreza


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Uno de los motivos por los que las medidas para combatir la pobreza no han funcionado mejor es porque hemos abordado el tema de forma ingenua, sin comprender bien dónde reside su complejidad. Este artículo trata de lo que he averiguado sobre este asunto en mis investigaciones, basadas en su mayoría en la India.

Identificar a los pobres.

¿Quienes son los pobres?

Supongamos que alguien quiere ayudar a los pobres, ¿cómo los encuentra? Una parte del problema es inevitable: «pobre» es una categoría relativa como pueden serlo «alto» o «guapo». Si bien por lo general sabemos de qué estamos hablando cuando nos referimos a pobres, obtener una definición funcional de la pobreza implica una serie de elecciones bastante arbitrarias. Por ejemplo, incluso si estamos dispuestos a arriesgarnos y señalar que las personas que están por debajo de un determinado nivel (la llamada línea de pobreza) son pobres y los demás no, antes deberemos precisar qué nivel es ése y qué factores definen su línea divisoria. Los más obvios serían la renta, el consumo y la riqueza, pero sin duda podríamos pensar en otros. De todos ellos, la renta parece la más lógica, hasta que uno empieza a pensar en las dificultades que supone medirla: después de todo la renta varía mucho, sobre todo para los pobres que no tienen un trabajo asalariado, y pueden tener ingresos distintos de un día o de un mes a otro, en ocasiones fortuitamente o de manera deliberada (pensemos en el vendedor que se toma un día libre por semana) y que no repercuten en lo que pueden comprar o consumir (porque gastan de sus ahorros o toman prestado). En otras palabras, corremos el riesgo de concluir que el vendedor es pobre porque hemos medido los ingresos de su día libre.
Calcular la renta media durante periodos de tiempo más prolongados nos sirve de ayuda en este aspecto, pero suscita otra clase de problemas. A la gente no se le da bien acordarse de lo que ocurrió hace unas semanas o unos meses, sobre todo si existen muchas variaciones posibles. También le resulta muy difícil calcular su propia renta (a menos que ganen un salario, e incluso en estos casos puede que desconozcan el valor de las prestaciones que incluye el puesto de trabajo). Ello se debe en parte a que tienen tanto entradas como salidas de dinero (es decir, ganancias y gastos), y éstas no se producen al mismo tiempo (con lo que hay que buscar la manera de compararlas).
Por estos motivos muchos economistas prefieren utilizar como medida el consumo, que sin duda varía mucho menos que los ingresos (lo que pone de manifiesto que los individuos tienden a evitar modificar sustancialmente sus hábitos de consumo) y, por consiguiente está estrechamente relacionado con la renta media de un periodo de tiempo determinado. Esta medida también presenta limitaciones: de manera sistemática subestimamos el bienestar de los que ahorran mucho en comparación con los que no lo hacen, a pesar de que estos últimos tienen mejores perspectivas de futuro. La cuestión del gasto en cuidados sanitarios plantea además un problema añadido: ¿debemos excluir estos gastos cuando calculamos el consumo basándonos en que son obligatorios y no una elección, o incluirlos en tanto que nos indican si una familia determinada es capaz de hacerles frente y otra más pobre tendrá que resignarse en cambio a una mala salud?
Así que medir el consumo es probablemente más fácil que medir la renta (sobre todo porque los individuos tienden a adoptar patrones de consumo relativamente estables, y por tanto podemos alcanzar una conclusión razonable preguntándoles cómo han gastado el dinero en los últimos tiempos), aunque ello tampoco es una tarea sencilla. Para empezar, puede llevar muchísimo tiempo: a los individuos les cuesta trabajo recordar lo que han consumido la semana anterior, a no ser que les presenten una lista completa y específica de los productos que hayan podido comprar y les pregunten por cada uno de ellos por separado. Asimismo, las decisiones relativas al consumo varían en función del sexo: por lo general, los hombres saben mucho más del dinero que gastan en los arreglos de la casa, mientras que las mujeres tienen una idea mucho más precisa de lo que cuestan las cebollas. Por este motivo puede que sea necesario preguntar a más de una persona dentro de un mismo hogar para hacerse una idea precisa de sus gastos de consumo.

El procedimiento de identificación

Dado el enorme tiempo que lleva y lo meticuloso que hay que ser a fin de obtener un indicador exacto de la pobreza basado en la renta o el consumo, quizás no nos sorprenda que la mayoría de los gobiernos de los países en vías de desarrollo opten por estimaciones más aproximadas y un enfoque simplificado. En lugar de buscar indicadores directos relacionados con el consumo o la renta, utilizan unos test por aproximación de recursos llamados proxy means tests. En ellos cada hogar recibe una puntuación basada en un número relativamente pequeño de lo que se consideran indicadores representativos del nivel de vida de una familia. Para determinar qué segmento de población de la India vive por debajo del nivel de pobreza, se emplea un sistema de puntuación que tiene en cuenta la riqueza de la familia (ser propietario de tierras, el tipo de casa, si ésta tiene fontanería, etcétera); el grado de bienestar (como, por ejemplo, si toman dos comidas decentes al día); aspectos relativos a la capacidad de ganar dinero (el nivel educativo de los adultos, el puesto de trabajo que tienen, etcétera), y algunos índices que podrían denominarse «reacciones conductistas» a la pobreza (si los niños están escolarizados, trabajan, etcétera). El programa insignia de bienestar de México, que en la actualidad se llama Oportunidades, emplea un índice parecido para identificar a los posibles beneficiarios de prestaciones que consiste en una media ponderada del número de personas por habitación en cada hogar, la edad del cabeza de familia, la tasa de dependencia, el nivel educativo y la profesión del cabeza de familia, el número de hijos entre 5 y 15 años sin escolarizar, el número de hijos menores de 12 años y algunas variables binarias simples que sirven para definir el tipo de vivienda así como el patrimonio de cada familia. Los diversos programas de asistencia focalizados que existen en Indonesia emplean un sistema parecido, si bien algo más sofisticado.
La ventaja que tiene usar un sistema de estas características es que la información necesaria se puede recopilar en media hora o menos; el inconveniente es que puede que no siempre nos conduzca adonde queremos llegar. Al utilizar datos de Indonesia, Nepal y Paquistán en los que se recogía información sobre el consumo y el patrimonio, Filmer y Pritchett (2001) señalan que sólo entre el 60 y el 65% de los ciudadanos que entraban dentro del 40% de la distribución inferior, tomando como base el consumo, entraban también en el 40% inferior de la que se había hecho tomando como base el patrimonio. En otras palabras, alrededor de un 35-40% de los pobres podrían no estar correctamente clasificados, si bien es probable que sean menos, puesto que no hay ninguna razón para suponer que los indicadores de consumo sean siempre fiables.
No obstante, hay otra cuestión preocupante. Emplear formas determinadas de riqueza como indicadores tiene la ventaja de que es muy fácil de medir, pero el inconveniente de que también es muy fácil de manipular: si creo que construir otra habitación en mi casa disminuirá mis posibilidades de recibir ayuda del gobierno, puede que decida invertir mis ahorros en oro. Esto se vuelve aún más peligroso cuando la elección se basa en si un hijo debe ir o no a la escuela, pues puede que los padres, que todavía no estén convencidos de los beneficios de recibir una educación (más tarde trataré este asunto), no se lo piensen mucho antes de sacar a sus hijos del colegio a fin de asegurarse un puesto en la lista de beneficiarios de ayudas del Estado.

La dificultad de la puesta en práctica

Sin duda alguna, todo método de identificación de los verdaderamente pobres será sólo lo bueno que permitan las personas que lo emplean. Como ya hemos señalado, determinar quiénes son los pobres supone una gran dificultad, incluso en los casos en que los que se emplean criterios simplificados, y no está claro que los responsables tengan razones de peso para hacerlo bien. En efecto, no es difícil imaginar que es posible que la persona que decide si usted puede entrar o no en la lista de los que necesitan ayuda del Estado quiera cobrar algo por hacerle el favor, y, si usted es realmente pobre y no puede permitirse lo que le pide, tal vez prefiera darle su tarjeta a otro que se lo merezca menos pero que le pueda pagar. Además, hay una tendencia natural a mostrarse generoso a la hora de interpretar las reglas: ¿por qué privar a alguien de ayuda simplemente porque no se ajusta a los criterios, cuando el riesgo de que alguien se queje es prácticamente inexistente?
En esta misma línea, un estudio reciente realizado en la India en el que se compara el número de personas pobres con el número de tarjetas BPL (siglas de Beyond the Poverty Level, por debajo del umbral de pobreza) que se han emitido, llegó a la conclusión de que había 23 millones de titulares más de los que debería (NCAER 2007, información sacada del Times of India, 22 del 12 de 2007). Otro estudio realizado por la ONG Transparency International en colaboración con el Center for Media Studies en la India se centró de manera más directa en la asignación incorrecta de ayudas. Encuestaron a un grupo de familias al azar y les preguntaron acerca de su situación económica y si disponían de una tarjeta BPL (TI-CMS 2007). El estudio puso de manifiesto que dos tercios de las familias que vivían por debajo del umbral de pobreza tenían la tarjeta, lo cual no está muy mal teniendo en cuenta que los indicadores empleados para determinar su nivel económico eran relativamente rudimentarios, y, aun con eso, se superó al estudio de Filmer-Pritchett relativo a la asignación mediante el uso de información relacionada con la riqueza mencionado anteriormente. Por supuesto, también se producen errores de inclusión (de ahí los 23 millones de tarjetas de más), pero esto podría ser simplemente un reflejo del hecho de que es difícil y, quizás, inútil establecer distinciones precisas dentro de un grupo que en general es pobre.
No obstante, un trabajo más minucioso debido a Karnataka contradice esta interpretación más benévola de la situación. En el estudio de Atanassova, Bertand y Mullainathan (2007) se encuestó a 21 familias en cada uno de los 173 pueblos del distrito de Raichur, en el estado de Karnataka. Recopilaron de cada una de ellas los datos que el gobierno utiliza para hacer la clasificación BPL y los tomaron como base para elaborar su propia lista. Descubrieron que, aunque el 57% de las familias de los pueblos en cuestión tenían tarjetas BPL, sólo un 22% reunía los requisitos necesarios. Además, el 48% no estaba dentro de la categoría correcta. Los errores de inclusión, esto es, familias que cumplían con los requisitos pero que no tenían tarjetas BPL, rondaba el 7%. Esto quiere decir que un tercio de los hogares que cumplían los requisitos no tenía tarjeta, mientras que la mitad de los que no los cumplían disponía de ellas. Y aún hay algo más alarmante, cuando se utilizaba la renta como indicador de riqueza, resultaba que los más pobres de entre todas las familias que no reunían los requisitos no tenían tarjetas BPL. Peor aún, era menos probable que la lista de quienes reunían los requisitos incluyera a aquellos justo por encima del límite de la pobreza, esto es, a los que tenían una renta de entre 12.000 y 20.000 rupias, que a aquellos cuya renta estaba entre las 20.000 y las 25.800 rupias. Además, un 42% de los más ricos (con una renta superior a las 38.000 rupias) tenía tarjeta. Cuando se investigó por qué estas familias que no reunían los requisitos tenían tarjeta, resultó que estar relacionado socialmente con los funcionarios del pueblo era un factor determinante.

Un enfoque más participativo

El hecho de que el proceso mediante el que se establece quién es pobre esté en manos de la élite del pueblo puede ser uno de los motivos por el que otros han propuesto un enfoque muy diferente: ¿por qué no aprovechar el hecho de que las comunidades pequeñas (pueblos) son capaces de identificar a los realmente pobres dentro de ellas? Y aunque tomados por separado, sus habitantes tengan razones para presentar la información de alguna forma determinada, esto podría evitarse juntando a varios de ellos en un grupo lo suficientemente grande.
Bandhan, una de las instituciones microfinancieras más grandes de la India, aplicó este enfoque para determinar quiénes serían los beneficiarios de su programa Ultra-poor (ultra pobres). En él, a las familias que eran demasiado pobres para cobijarlas bajo el paraguas del microcrédito se les «regalaba» un bien (que podía ser una vaca, unas cuantas cabras o una trilladora) así como un subsidio económico a corto plazo (hasta que el bien que se les había entregado empezara a producir dinero) con la esperanza de que esto pudiera sacarles de su pobreza extrema y permanente y situarles dentro del grupo mayoritario de pobres del pueblo. Siguiendo la metodología que elaboró la ONG bangladesí BRAC, creadora en primera instancia de este programa para identificar los llamados ultra pobres, Bandhan realizó una serie de evaluaciones rurales participativas (Participatory Rural Appraisal, PRA) en el pueblo (2). En ellas, un mínimo de 12 vecinos del pueblo, idealmente procedentes de distintos sectores de la comunidad, se sentaban y hacían una planificación en la que a cada familia se le asignaba un hogar y a continuación las dividían en seis categorías, de la más rica a la más pobre. Tras estas evaluaciones, Bandhan seleccionaba a unas 30 familias del grupo de las más pobres.
El proceso de Bandhan no se detuvo aquí. A continuación recopilaron bienes en propiedad y otra información sobre estos 30 hogares y finalmente seleccionaron a 10 de ellos para que formaran parte del programa Ultra-poor. Lo que a nosotros nos interesaba era si este tipo de enfoque resultaba eficaz a la hora de identificar a los pobres y, en algunos aspectos, los resultados ponen de manifiesto que así es (véase Banerjee, Chattopdhyay, Duflo y Saphiro 2008). Los que quedaron clasificados en las dos categorías inferiores en estas evaluaciones contaban con unas 0,05 hectáreas menos de tierra que el resto de la población objeto de estudio, lo cual puede no parecer mucho hasta que se tiene en cuenta que la media de la tierra en propiedad de esta población es en realidad de 0,04 hectáreas. Asimismo, mientras que el 34% de los habitantes encuestados manifestaron que no siempre tomaban una comida decente al día, esta fracción supone otros 17 puntos porcentuales, es decir, es un 50% más elevada entre estos dos grupos más pobres. Estas familias tienen también menos probabilidades de estar escolarizadas y más de tener un hijo que tampoco lo esté así como de contar con una persona discapacitada a su cargo.
Las PRA no nos ayudan pues a determinar quiénes son pobres en relación con el consumo, pero es que también encontramos que, en estos pueblos, poseer una tarjeta BPL tampoco tiene relación con el consumo. Además, a diferencia de dichas tarjetas, las evaluaciones PRA sí pueden pronosticar la escasez de tierra de una familia y el hecho de que no pueda permitirse dos comidas diarias.
Por consiguiente, los habitantes de los pueblos tienen información que pueden y están dispuestos a utilizar para bien del interés público. Incluso más, es posible que la información de la que disponen les permita establecer grados dentro de la población pobre.
Desgraciadamente, al menos en estos pueblos las evaluaciones pasaron por alto a un cuarto de los sujetos que sí figuran en nuestro estudio; sus nombres nunca aparecieron. Y puesto que nuestra labor se centraba de manera específica en los pobres, no es que estas personas no fueran relevantes al objeto de estudio. Básicamente, parece que hasta en los pueblos de pocos cientos de habitantes «no estar a la vista» equivale a «no existir». Las PRA pueden clasificar relativamente bien a quienes encuentran, pero ¿qué ocurre con los que se quedan fuera?
Otro aspecto preocupante del enfoque de estas evaluaciones es que es posible que funcionen mejor a la hora de identificar a los ultra pobres, que al pobre medio. Es probable que la mayoría de los individuos consideren que están por encima de los ultra pobres y por consiguiente sientan una cierta obligación moral de ayudar a éstos. Por otra parte, cuando se trata de determinar quién es el pobre medio, es posible que cada vecino del pueblo piense que se lo merece tanto como cualquier otro, lo que puede dar lugar a desacuerdos y disputas.
En cualquier caso, los resultados de este pequeño proyecto piloto fueron lo suficientemente prometedores como para animarnos a investigar esta cuestión en mayor profundidad. Quizás se deberían combinar ambos enfoques: se podría empezar con una lista de los posibles pobres basada en los datos relativos a la riqueza (y otros aspectos) y, entonces dejar que la comunidad del pueblo la edite (con lo que se reduciría el riesgo de que algunos queden fuera) teniendo en cuenta que disponen de una información más completa. Podríamos plantear otros muchos híbridos también. En un proyecto de investigación todavía en curso, Rema Hanna, Ben Olken, Julia Tobias y yo, del Abdul Latif Jameel Poverty Action Lab (Laboratorio de acción contra la pobreza Abdul Latif Jameel) del Instituto Tecnológico de Massachusetts, en colaboración con el gobierno de Indonesia y Vivi Alatas y su equipo del Banco Mundial en Jakarta, hemos diseñado experimentos para comparar de manera rigurosa la eficacia de este estudio y la metodología empleada para realizar las PRA a la hora de identificar a los pobres, así como para examinar algunos de estos híbridos.

Autodesignación

La alternativa a la identificación de un objetivo es la autoidentificación o autodesignación. Esta idea, por supuesto, no es nueva. Los famosos asilos para pobres de la época victoriana, que Scrooge elogiaba y sobre los que el caballero compasivo del Cuento de Navidad dijo: «Muchos no pueden ir allí; y otros muchos preferirían morir antes que hacerlo», eran exactamente eso: un lugar tan miserable que sólo los terriblemente pobres querrían ir ahí. La India ha introducido hace poco el National Rural Employment Guarantee Scheme (Plan nacional de garantía de empleo rural, NREGS), según el cual todos los hogares rurales tienen derecho a 100 días de empleo público no cualificado a cambio del salario mínimo cuando lo soliciten (con 15 días de antelación) en su pueblo, el mayor esfuerzo realizado en este sentido hasta la fecha.
La teoría en la que se basan estos planes es bien conocida: no es necesario hacer una selección, pues sólo quienes no tienen ninguna alternativa mejor estarán dispuestos a realizar el tipo de trabajos (cavar zanjas, cargar ladrillos) que se ofrecen. Lo cierto es que como se trata de trabajo a demanda, no requiere pedir el permiso de nadie para buscar empleo. Además, tiene la ventaja de que es flexible: gran parte de la pobreza extrema es temporal y/o impredecible. Por ejemplo, cuando la persona que lleva dinero a un hogar cae enfermo, es posible que transcurra mucho tiempo antes de que se clasifique a la familia como BPL, pero el derecho a trabajar está ahí si se quiere ejercer.
Los inconvenientes también son muy obvios: ¿qué ocurre si no hay nadie en la familia en condiciones de realizar trabajo manual? Además, el trabajo es un recurso social: hacer que la gente cave una zanja a fin de demostrar que son pobres es, en efecto, una pérdida de tiempo a no ser que, de hecho, sea necesario cavar esa zanja en particular. Si en cambio la zanja no era necesaria en absoluto y existe otra manera de identificar a los pobres, podíamos haberles dado el dinero y dejarles que hicieran algo productivo con su tiempo. Una parte considerable de los documentos de los NREGS estaba dedicada, por consiguiente, a explicar detenidamente las necesidades de cada pueblo con objeto de asegurarse de que los trabajos realizados fueran de utilidad pública.
La corrupción supone un obstáculo añadido. Desde luego siempre ha sido un problema, pero el hecho de que los NREGS están en función de las necesidades y por tanto no cuentan con un presupuesto fijo hace especialmente tentador incluir unos cuantos nombres de más. Éste es el problema de los registros falsos (donde se recogen todas las transacciones de los NREGS) que han señalado los detractores del programa. Por este motivo se exige que dichos registros estén expuestos en un lugar público. Además, los impulsores del plan insistieron en la necesidad de realizar lo que denominaron auditorias sociales, mediante las cuales un grupo de voluntarios interesados intenta encontrar a las personas que aparecen en dichos registros y comprueban si han recibido o no los pagos.
Estas auditorias sacaron a la luz bastantes casos de corrupción en la puesta en práctica de los NREGS: en el estado de Jharkhand una auditoria social realizada en cinco pueblos escogidos al azar por los encargados del proyecto de investigación de la Universidad de Allahabad reveló que alrededor de un tercio del dinero había desaparecido (Dreze, Khera y Siddhartha 2008). Lo que es más terrible aún, uno de los activistas que participaron en esta auditoria fue asesinado, se cree que por causas relacionadas con la investigación. Por otro lado, en Chattisgarh, una auditoria de nueve proyectos elegidos también al azar indicó que el 95% de los salarios que figuraban como pagados se cobraron de verdad.
Aunque un 5% de corrupción no está mal y un tercio no está tan bien, sigue sin estar claro cuál debe ser la cuota de referencia. Otra de las críticas al programa es que no está haciendo lo suficiente. El Comptroller and Accounts General (interventor general) de la India, una organización gubernamental responsable de supervisar los programas públicos, reveló que sólo un 3,2% de las personas inscritas habían trabajado el total de 100 días, y que, de media, las familias inscritas habían trabajado menos de 20 días. En respuesta a esto, el Ministerio para el Desarrollo Rural, encargado de la dirección de este programa, señaló que entre las familias que participaban en él (es decir, las que de hecho consiguieron un empleo) la media de los días trabajados estaba más cerca del 40%, y que un 10% habían trabajado los 100 días.
Ahora bien, ¿cómo podemos saber si 40 (o un 10%) constituye demasiado o demasiado poco? Si nadie termina aceptando estos empleos, pero el solo hecho de que existan a un salario mínimo hace subir los salarios del sector privado, donde además no se pierden puestos de trabajo, podría considerarse que el programa es un éxito. También opinaríamos esto si casi nadie pide estos trabajos, pero la simple garantía de que estén disponibles en caso necesario hace que la población esté menos preocupada o más dispuesta a la hora de asumir riesgos económicos. Por el contrario, si todo el mundo quiere uno de estos empleos, pero solo un 50% lo consigue durante el total de 100 días anuales, es probable que nos sintiéramos decepcionados. El informe CAG antes mencionado indica que al menos existe una demanda que no se ha visto satisfecha, y responsabiliza de ello al hecho de que en el programa falta personal, aunque no especifica hasta qué punto.
En el estudio citado anteriormente que llevamos a cabo en el oeste, también encontramos que al menos en los pueblos sujetos de estudio, tener una tarjeta laboral (que es lo que a uno le dan cuando se inscribe en el programa) no implicaba ser pobre. Por consiguiente, cabe preguntarse si esto significa que dicho programa no está identificando los objetivos debidamente, o si todo el mundo quiere conseguir una de estas tarjetas para tener más seguridad, pero en realidad sólo tienen intención de usarla si no les queda otra alternativa.
Lo que es más importante, incluso si se están identificando los objetivos correctamente y los fallos del programa no son mayores que los de otro, ¿cómo sabemos que merece la pena que la gente dé tantas vueltas para conseguir dinero? En otras palabras, a menos que estemos suficientemente seguros de que los resultados que se obtengan por medio del programa laboral compensen el tiempo y el esfuerzo invertidos, ¿cómo podemos tener la certeza de que tiene sentido pasar por todo el proceso en lugar de tratar de mejorar la identificación de objetivos?
Muchas de estas preguntas habrían tenido respuesta si se hubiera hecho una evaluación rigurosa del programa (junto con un estudio detenido de los diversos grupos que al final no participaron en los NRGS). Sin embargo, la decisión reciente de ampliarlo a todo el país significa que no será así, al menos en la India (3), con lo que la cuestión de si la autodesignación merece la pena queda sin resolver.

El rendimiento de los programas focalizados

El mayor programa focalizado de la India es el Targeted Public Distribution Scheme o TPDS, bajo el cual las familias BPL pueden comprar cereales y otros productos básicos en las denominadas tiendas de precio justo de sus pueblos, las cuales se abastecen de los almacenes del gobierno que haya en la zona. Es el programa que recientemente el ministro de Economía de la India describió en los siguientes términos: «Alrededor del 58% del cereal subvencionado no llega al grupo de personas al que está dirigido, y de éste, algo más del 36% desaparece de la cadena de abastecimiento. Permítanme que les pregunte si los pobres de la India no se merecen un sistema mejor de distribución estatal. ¿Cómo podemos quedarnos de brazos cruzados mientras les es robada la escasa ayuda social que les corresponde?».
Lo más llamativo de estas cifras (sacadas de un informe reciente realizado por la Programme Evaluation Organization (Organización de evaluación de programas) del propio gobierno es que la mayor parte de estas pérdidas no se debe a una asignación errónea de las tarjetas BPL de la que hablamos antes; se trata del robo directo de los cereales en algún momento de la cadena de distribución. De este 36%, un 20% se pierde por el camino de forma misteriosa, mientras que el otro 16% se entrega a tarjetas BPL «fantasma», es decir, emitidas a personas que no existen.
El informe también informa sobre lo que denomina «error de exclusión»: según sus cifras, sólo el 57% de las familias que se encuentran por debajo del umbral de pobreza se benefician de los TPDS. En otras palabras, ni siquiera podemos decir que estas enormes pérdidas sean el precio a pagar por ayudar a los pobres.
Si bien, como hemos señalado antes, la identificación de objetivos es difícil, cuesta creer que el gobierno no pueda hacer algo más por impedir los robos, si es que existe una voluntad política real. En efecto, se puede ver que en dos estados de la India, Tamil Nadu y Bengala occidental, el porcentaje de robos es inferior al 20%.
Pero, puesto que una gran parte del problema es esta falta de voluntad política así como la escasa eficiencia del sistema de identificación de objetivos, puede que sea mejor olvidar esta opción. Con ello eliminaríamos el error de exclusión y atraeríamos a los no pobres, que son los que tienen una mayor influencia en el sistema político, al ámbito del programa.

Ayudarles para que se ayuden a sí mismos

El punto de vista convencional es que el gobierno consigue este objetivo básicamente proporcionando a los hijos de los pobres la atención y la educación necesarias para que, con el tiempo, puedan participar de manera completa en la economía. También puede dar atención sanitaria a adultos como un medio de protegerles frente a posibles contingencias.

La nutrición

La India tiene, con diferencia, el mayor índice de atrofia y raquitismo infantil del mundo. Según el último Estudio nacional de la salud de la familia (NFHS-3 por sus siglas en ingles), el 48% de los niños padece raquitismo y el 43% algún tipo de atrofia, lo que significa que la tasa de estas dos enfermedades en la India es aproximadamente el doble que la de África subsahariana, teniendo en cuenta que se trata de un país mucho más rico.
No obstante, mientras que la desnutrición constituye claramente un enorme problema en la India, no está claro hasta qué punto está relacionada con las prácticas alimentarias antes que con el acceso a la comida. Resulta que estas tasas alarmantes de atrofia y raquitismo corresponden al grupo demográfico medio de los cinco que recoge el NFHS. Cuesta creer que este grupo no pueda permitirse los niveles de nutrición infantil de una familia tipo de un país medio del África subsahariana.
Además, no es evidente que los TPDS, con su diseño actual, supongan una gran aportación a la hora de solucionar los problemas de malnutrición. En parte se trata solamente de una transferencia de ingresos, y los datos obtenidos indican que recibir dinero extra no se traduce en una mejor alimentación (Strauss y Thomas 1998).
El hecho de que estos ingresos adicionales lleguen en forma de alimentos puede que ayude, pero sólo si los 20 kilos de cereales que la familia recibe de los TPDS suponen una cantidad superior a la que habría podido comprar, lo que, se mire como se mire, parece altamente improbable.
Teniendo todo esto en cuenta y a la vista de los desastrosos resultados, puede que la solución de comida subvencionada deba ser replanteada. ¿Por qué no dar dinero en lugar de comida, y evitar así todos los problemas derivados del comercio justo? Es verdad que el precio de los alimentos varía, pero la cantidad de dinero podría estar vinculada al índice de precios al consumo, y en cualquier caso existe una gran sospecha de que con el sistema actual, cuando el precio del mercado sube en relación con los TPDS, se produce un aumento de las pérdidas, con lo que los pobres siempre terminan teniendo menos.
Desde luego quedaría resolver el problema de cómo asegurarse de que el dinero llegue realmente a quienes se ha destinado, pero aquí es donde la informática puede sernos de ayuda. Suráfrica fue el primer país en aplicar la tecnología del uso de cajeros automáticos capaces de reconocer huellas dactilares para pagar las pensiones, y un sistema de este tipo podría funcionar muy bien en la India. Sin duda alguna, merece la pena ponerlo a prueba.
Sin embargo, no está muy claro que un programa de transferencia de efectivo, por muy bien que se lleve a cabo, mitigue de manera efectiva el problema de la malnutrición. Como han señalado recientemente Deaton y Dreze (2008), el incremento considerable de la renta de los pobres que se produjo entre 1983 y 2004 no se tradujo en un aumento del consumo de calorías o proteínas, ni siquiera dentro del grupo que sobrevive con 1.600 calorías diarias. De hecho, hubo una disminución en el consumo de ambas en todos los otros grupos (menos pobres).
Todo ello hace pensar que es posible que los pobres no gasten lo que es debido en alimentación, ya sea porque no la valoran lo suficiente, o porque no quieren perderse por completo el paraíso del consumidor en el que se está convirtiendo la clase media india (4). Cualquiera de las dos posibilidades sugiere que una parte importante de las medidas políticas relativas a la alimentación quizá deba consistir en informar e incluir los hábitos de consumo de la población. Hay otra prueba que sustenta esta argumentación: la lactancia materna hasta los seis años es una forma sencilla y muy recomendada de combatir la malnutrición así como muchas enfermedades infantiles. Se recomienda empezarla inmediatamente después de que el niño haya nacido, de manera que éste aproveche el calostro, de alto contenido nutricional. Sin embargo, sólo una cuarta parte de las madres que aparecían en el NFHS declararon haber empezado a dar de mamar al niño una hora después del parto.
La dificultad aquí es modificar la conducta, incluidas formas de comportamiento que se encuentran profundamente arraigadas en las tradiciones. La idea actual del gobierno indio es traspasar esta responsabilidad a una figura llamada ASHA Sahayogini, una mujer con un cierto grado de formación a la que se concederán 23 días para educar los hábitos de las mujeres de su comunidad y una remuneración de 25 dólares estadounidenses al mes. No está aún claro que las mujeres que asuman este trabajo dispongan de la energía, los conocimientos o el carisma necesarios para convencer a otras mujeres de que renuncien a sus muy arraigadas costumbres. Ahora bien, tampoco parece probable que se vaya a realizar una evaluación seria de este programa en un futuro próximo.

La educación

El bajo rendimiento escolar de la educación primaria de la India ha sido noticia en los últimos años gracias a los informes de las inspecciones anuales de educación publicados por la prestigiosa ONG educativa Pratham. Los puntos básicos de estos informes son bien conocidos: el 42% de los alumnos de quinto grado en la India no tiene el nivel de lectura correspondiente al de segundo grado, y un 68% no sabe hacer restas de dos cifras.
Ahora bien, aunque existen colegios en los que hay más de 100 niños por aula, el sector educativo de la India no está infradotado, si se lo compara con otros países similares. En 2005 la India destinó un 3,7% de su PIB a inversiones en educación, lo cual está un poco por debajo de la media para los países de renta media-baja (4,3%), pero por encima de la media de la región de Asia Oriental-Pacifico (2,9) (Banco Mundial 2007).
Según un trabajo reciente realizado por Murgai y Prichett (2007), los profesores estatales de la India están mejor pagados que otros profesionales de categoría similar. La proporción media alumno/profesor es elevada, si bien inferior a 40, que es el límite que existe en Israel (un país mucho más rico).
Parece que el problema, al menos en parte, radica en la calidad de la enseñanza. Según los datos del Estudio mundial de absentismo laboral (Chaudhury, Hammer, Kremer, Muralidharan y Rogers 2003), en el que se envió a supervisores a las escuelas a determinadas horas escogidas al azar a fin de que midieran el grado de presencia de los profesores, el 25% de los profesores no está en el colegio diariamente. Además, en caso de que estén allí, sólo pasan en el aula un 45% del tiempo que se supone deben dedicar a dar clase (5).
Igualmente asombroso, aunque se le concede menos atención, es la tasa de absentismo escolar infantil, comparable o superior a la de los profesores. Dada esta situación cabe preguntarse si los profesores no están simplemente reaccionando a la situación general de indiferencia que cunde entre los alumnos: quizás, después de todo, el que los profesores asistieran unos cuantos días más a clase no tendría un gran efecto en el rendimiento escolar de los alumnos. Un experimento aleatorio reciente que está recogido en Duflo, Hanna y Ryan (2007) ha puesto a prueba esta hipótesis. Seva Mandir, una importante ONG que opera en el estado de Rajastán, tenía unas tasas de absentismo entre los profesores del 40% en escuelas de un solo maestro situadas en zonas remotas. Animados por Duflo, empezaron a controlar la presencia de los profesores por medio de cámaras y les pagaron según el número de días que fueran a trabajar. Este plan se introdujo en una serie de escuelas de manera aleatoria, de modo que se pudiesen evaluar los efectos.
Muchas personas de la comunidad de Seva Mandir consideraron que si bien esto podría hacer que los profesores acudieran más a sus puestos de trabajo ello no repercutiría en el rendimiento escolar. Pero, de hecho, hizo que las puntuaciones de las pruebas de evaluación aumentasen en una variación estándar nada despreciable del 0,17, lo cual puso de manifiesto que los alumnos salían beneficiados cuando los profesores se esforzaban más.
Muralidharan y Sundararaman (2006) también llegaron a la conclusión de que si los profesores recibían mayores incentivos el rendimiento de los alumnos mejoraría. En su estudio incluyeron un experimento realizado en Andhra Pradesh, donde se prometió recompensar a los maestros de escuelas estatales que mejoraran el rendimiento de sus alumnos y comprobaron que los alumnos mejoraban su puntuación en los exámenes, incluso en aquellas materias que no contaban para los incentivos.
No obstante, el efecto de los incentivos fue, de nuevo, no muy grande, con una variación estándar del 0,15. Sin duda alguna habrá que tomar muchas más medidas para transformar el hoy por hoy deficiente sector educativo de la India. Pero ¿cómo generamos los incentivos necesarios para que esto ocurra?
Una respuesta, que constituyó una de las cuestiones centrales del último mayor intento realizado por el gobierno de la India para reformar la educación primaria, la Sarva Shksha Aviyan (o SSA), es que la comunidad debe desempeñar un papel mucho más activo a la hora de exigir educación. Ahora bien, en el estudio realizado en 280 pueblos en el distrito de Jaunpur del estado de Uttar Pradesh se puso de manifiesto que por lo menos cuatro años después del inicio de la SSA, el 92% de los padres no parecían estar enterados de la existencia de los llamados Comités de educación de los pueblos (VEC) —su intermediario principal para participar en la mejora de las escuelas locales y tener acceso a los fondos de la SSA— y sólo un 2% eran capaces de nombrar a sus miembros (Banerjee, Banerji, Duflo, Glennerster y Khemani 2006). Entonces supusimos que ello se debía a que nadie se había tomado la molestia de informarles sobre la VEC o la SSA. Por consiguiente llevamos a cabo un experimento de campo en el distrito encaminado a informar y a movilizar a los padres sobre la educación en sus pueblos y las nuevas posibilidades derivadas de la SSA (6). En este experimento, voluntarios de Pratham pasaron un día y medio en cada aldea y mantuvieron pequeñas y grandes reuniones en las que informaban a los padres sobre sus derechos, incluidos el derecho de quejarse de los profesores que no asistieran a clase y el de contratar asistentes adicionales para los profesores o shikshakarmis (para las escuelas en las que hubiese demasiados alumnos). Asimismo, les hablaron del (bajo) rendimiento escolar de sus hijos y les enseñaron a evaluar su capacidad lectora.
Nada de esto tuvo ningún efecto en los padres aparte del hecho de que ahora un 2,6% sabía que existían los VEC, lo cual supone una diferencia significativa estadísticamente, pero en cualquier caso mínima. No hubo más quejas, ni más visitas a las escuelas, ni se intentó contratar a más asistentes para los profesores. Y, lógicamente, las puntaciones de los alumnos en las pruebas de evaluación siguieron siendo las mismas.
Lo que no sabemos es si esta indiferencia tiene su origen en la creencia de que la educación no es el camino a la prosperidad para las personas como ellos (después de todo en la India existe una tradición que afirma que sólo ciertas castas superiores tienen derecho a la educación). O puede que crean que los profesores están fuera de su alcance, desde un punto de vista político y social, con lo que intentar influir en su manera de actuar no constituye una alternativa real. Hay datos recientes que apuntan a una combinación de ambas causas: Jensen realizó un experimento en República Dominicana en el que explicó a una serie de padres pobres las ventajas de recibir una educación, y comprobó que, a consecuencia de ello, sus hijos trabajaban mejor en el colegio (Jensen 2007).
Por otro lado, la única intervención satisfactoria de nuestro estudio del estado de Uttar Pradesh se produjo cuando los instructores de Pratham enseñaron a voluntarios de los pueblos a dar clase. Se pusieron en marcha una o más clases en cada uno de los pueblos, y los niños que asistieron a ellas mejoraron de manera considerable su rendimiento en las pruebas de evaluación. El éxito de este experimento así como el fracaso de las otras intervenciones (todas en las que era necesario un cierto grado de interacción social) indican que a los padres sí les importa la educación de sus hijos, pero les da miedo enfrentarse a los profesores.
En ambos casos es difícil tener la certeza de que un mayor grado de participación por parte de los padres vaya a resolver la falta de incentivos, al menos en un futuro próximo. La alternativa son las soluciones de mercado, es decir, algún tipo de programa en el que se dé a los padres cupones financiados por el Estado para pagar las matrículas de los colegios privados de sus hijos. El argumento habitual en contra de estos cupones no parece muy convincente en el contexto indio: ¿generará más segregación y desigualdad en la educación que reciben los niños? Es posible, pero dado que la élite rural ya ha abandonado el sistema estatal en muchas áreas, como mínimo es verosímil que ayude a paliar la desigualdad, al menos siempre y cuando estos cupones se diseñen de tal manera que no puedan usarse para enviar a los niños a colegios realmente elitistas. ¿Debe preocuparnos la posibilidad de que los padres pacten en secreto con la dirección del colegio el cobro de los cupones en efectivo en lugar de enviar a sus hijos a clase? Es poco probable, en nuestra opinión, ahora que a los padres les importa lo suficiente la educación como para que se alcancen unas tasas de participación escolar de casi el 100%.
Además, el verdadero auge de la educación privada entre las familias relativamente pobres de las áreas rurales de la India en los últimos años se traduce en que en muchos pueblos hay muchos colegios privados que compiten por los alumnos. Según ASER (2007), el 19,3% de todos los niños entre 6 y 14 años de estas regiones estudia en colegios privados. Muralidharan (2006) informa sobre un estudio representativo a escala nacional relacionado con las escuelas primarias privadas de las zonas rurales y observa que un 50% de los colegios identificados en el estudio de 2003 se habían fundado en los últimos cinco años.
Muralidharan también señala que estas escuelas son baratas (el precio medio mensual es de 2 dólares estadounidenses al cambio actual) a pesar de que es más probable que los profesores que trabajan en ellas sean licenciados universitarios y que su proporción profesor/alumno es casi la mitad de la de los colegios públicos. Esto se debe a que los profesores de los colegios privados cobran entre una décima y una quinta parte de lo que cobran los de los colegios públicos. Andhrabi et al. (Andrabi, Khwaja y Das 2003) examinaron un fenómeno similar en la provincia de Punjab en Paquistán y sostienen que la diferencia de los resultados entre colegios privados y públicos es demasiado grande como para que se pueda explicar con una serie de razonamientos convincentes o, lo que es lo mismo, que las escuelas privadas son sencillamente más baratas y mejores.
No obstante, es evidente que necesitamos pruebas más fehacientes antes de justificar una diferencia tan radical. Karthik Muralidharan y Michael Kremer están realizando en este momento una evaluación aleatoria de los cupones escolares en el estado de Andhra Pradesh; esperemos que ocurra lo mismo con otros programas de cupones que se pongan en marcha en otros estados en un futuro. La dificultad que tienen estas evaluaciones reside en hacer frente al hecho de que la provisión de colegios privados tendrá que ajustarse a la expansión de la demanda que se producirá una vez que el sistema de cupones se generalice, pero esto no ocurre en condiciones experimentales. Lo que se teme es que las tarifas subirán de manera drástica, pues a los colegios les resultará muy difícil encontrar a personas que den clase. A fin de dar respuesta a estas preguntas, Muralidharan y Kremer hicieron selecciones aleatorias por los pueblos y dentro de ellos. Si el pueblo ofrece buenas oportunidades laborales para los profesores, entonces el experimento realizado nos dará estimaciones sobre precios y número de colegios. Si por el contrario los profesores están dispuestos a mudarse de pueblo a fin de encontrar un empleo, lo cual parece probable, los datos obtenidos no serán completos y serán necesarios nuevos estudios (7). Entretanto, el sector de la educación va claramente a la deriva.

Atención médica

La atención médica adolece de los mismos problemas que la educación, pero en mayor escala. La tasa de absentismo laboral entre las comadronas auxiliares (ANM), que constituyen la categoría más baja de profesionales médicos del jerárquico sistema sanitario de la India, es del 40%, bastante más elevada que la de los profesores (Chaudhury, Hammer, Kremer, Muralidharan y Rogers 2003). Cuando se escogieron al azar una serie de centros secundarios de salud (donde hay enfermeras) para un programa de incentivos basados en la asistencia, éstas y sus jefes inmediatos pactaron para inutilizar por completo los incentivos: la asistencia de las enfermeras tras el experimento fue tan baja como lo era antes del mismo (por debajo del 40%) (Banerjee, Duflo y Glennerster 2008).
Aún más preocupante, aunque quizás no tan sorprendente dadas las tasas de absentismo laboral, es el hecho de que hasta las personas muy pobres hayan dejado casi por completo de acudir a estas enfermeras. En el distrito rural de Udaipur, donde el gasto medio diario per cápita no supera un dólar, encontramos que menos de una cuarta parte de las visitas a profesionales que ofrecen servicios médicos tenían lugar en hospitales o ambulatorios del Estado. Casi un 60% de las visitas eran a profesionales privados y el resto a curanderos (Banerjee, Deaton y Duflo 2004). Esto ocurre a pesar de que los médicos «privados» están más lejos, son más caros y es probable que tengan menos acreditaciones.
Cuando preguntamos a posibles pacientes por las razones de este fenómeno, señalaron que se debía a la calidad del tratamiento. Sabemos que la calidad es con frecuencia deficiente, pues ya hemos hablado de las elevadas tasas de absentismo. Asimismo, Das y Hammer (2007), basándose en un estudio sobre médicos estatales y privados en las zonas urbanas de Delhi, señalan que los médicos estatales que se ocupan de los pacientes más pobres a menudo prescriben tratamientos sin examinarlos siquiera. Sin embargo, una parte de lo que los pacientes denominan calidad es precisamente de lo que se quejan los profesionales que trabajan para el Estado, que afirman que los médicos privados abusan de los medicamentos inyectables, en especial de los antibióticos y los esteroides, algo que la población parece considerar un buen tratamiento. Nuestros datos apoyan en cierto modo esta visión. Un 60% de todas las visitas a profesionales privados lleva aparejada una inyección, ahora bien, no disponemos de datos que indiquen si éstas son realmente peligrosas para los pacientes. El consenso general entre los expertos es que la sobremedicación es considerable.
El desplazamiento hacia la atención médica privada trae un problema añadido: los pacientes ya no reciben información por parte del Estado sobre prevención y prácticas saludables. Por ejemplo, en el distrito rural de Udaipur menos del 5% de los niños están convenientemente vacunados según nuestros datos (Banerjee, Duflo, Glennerster y Kothari 2008), y no parece que los profesionales o centros que ofrecen atención médica privada estén dispuestos a hacer algo al respecto.
Más en general, lo que hace que la asistencia sanitaria sea aún más difícil para los pobres es que las soluciones que proporciona el mercado no son necesariamente muy atractivas, sobre todo por esta tendencia a despreciar los económicos si bien valiosos aspectos preventivos de la medicina frente a tratamientos caros y quizás perjudiciales. Los seguros médicos subvencionados son el equivalente de los cupones para la educación, y hay una serie de experimentos en curso en la India, incluido uno que nosotros estamos evaluando. No obstante, casi todas estas pólizas de seguros sólo cubren los gastos de pacientes hospitalizados, por la sencilla razón de que se pueden comprobar con mayor facilidad. Todo ello supone que los chequeos médicos, las pruebas y otras prácticas preventivas continúen siendo un gasto que las personas tienen que pagar de su propio bolsillo, y que los seguros a menudo desaconsejan estas prácticas (porque adoptarlas reduce los costes en caso de enfermedad).
En el momento actual existen dudas sobre si la atención médica subvencionada es viable económicamente. Es probable que un programa que cubra más pacientes externos sea mucho más caro, debido a que el uso de estos servicios es más difícil de supervisar y puede hacer necesaria la intervención del gobierno. También se podría utilizar el programa a modo de cebo, para hacer que más personas participen a la hora de detectar y prevenir con tiempo las enfermedades (esto es, que para conseguir seguros médicos subvencionados tengan que cumplir una serie de requisitos).
El hecho de que estos incentivos pueden funcionar ha quedado demostrado por un estudio experimental reciente, en el que se ofrecía un kilo de lentejas a las mujeres cada vez que llevasen a sus hijos a vacunar y que multiplicó por encima de dos el porcentaje de niños totalmente vacunados (Banerjee, Duflo, Glennerster y Kothri 2008).
Las medidas adoptadas por el gobierno en la India se están encaminando en este sentido. En la actualidad existe un plan que ofrece incentivos económicos a las mujeres que den a luz en el hospital, y, como parte de este plan, también tienen que visitar la clínica un número determinado de veces antes y después del parto. Aunque el cumplimento de estas nuevas reglas parece de momento poco estricto, podría llegar a ser determinante.

El camino a seguir

La tendencia actual de las medidas adoptadas para combatir la pobreza se aleja bastante de la idea de que los pobres tienen que hacerse cargo de sus vidas. En lugar de entender que son trabajadores que necesitan adquirir una serie de destrezas, se les considera empresarios potenciales que necesitan derechos sobre el capital y la propiedad así como el amparo de la ley. De ahí que se dé importancia al microcrédito, por ejemplo. Esto no quiere decir que crean que no es importante invertir en capital humano; más bien los defensores de esta perspectiva se muestran bastante escépticos con respecto a la capacidad del gobierno a la hora de aportarlo, por lo que prefieren que los pobres reciban ingresos adicionales y los utilicen para pagar el capital humano que necesiten para sus hijos.
El hecho de que no es fácil conseguir que el gobierno se encargue de esto concuerda con el razonamiento que estamos presentando. La cuestión es si podemos estar seguros de que en los casos en los que el gobierno no lo haga, los pobres puedan conseguirlo por sí solos, es decir, que sean capaces de salir adelante sin recurrir a nadie, únicamente con una pequeña ayuda procedente de las organizaciones de microcrédito.
Como hemos expuesto ampliamente en otros trabajos (véase Banerjee y Duflo 2007, y Banerjee y Duflo 2008) no existe una justificación empírica de esta perspectiva. Lo fundamental es que los pobres no tienen ni las aptitudes ni el conocimiento de los mercados, ni la comprensión ni la tecnología necesarias para competir de manera eficaz en este entorno. Incluso tras haber obtenido un microcrédito, su falta de medios económicos les da acceso únicamente a tecnologías rudimentarias y les destina a ejercer las profesiones más multitudinarias. Además, son enormemente vulnerables a todos los riesgos que pueda correr cualquier otro empresario. Todas estas limitaciones son evidentes en los negocios que emprenden: son muy pequeños (la empresa media de un propietario pobre no tiene empleados) y están muy concentrados en unos pocos sectores en los que es posible trabajar sin destrezas especiales ni especialización.
Lo que es más, los propios pobres no esperan que sus negocios transformen sus vidas. Si lo hicieran se esforzarían más en hacer que éstos crecieran más de lo que lo hacen. En nuestra opinión muchos de ellos podrían expandir sus negocios con facilidad y ganar algo más de dinero, con lo que podrían salir de la pobreza, pero eligen no hacerlo.
Con ello no queremos decir que lo pobres no sean personas con recursos y energía, sino simplemente que las normas del juego les son tan adversas que sólo los que estén completamente decididos y/o tengan un gran talento consiguen ir más allá de la línea de salida. Tampoco cabe duda alguna de que el microcrédito ha hecho que sus vidas sean menos insoportables, con lo que merece nuestro apoyo. Ahora bien, en última instancia es el gobierno el que debe permanecer en el centro de las medidas para combatir la pobreza, pues sin ayuda ni recursos externos los pobres tienen que enfrentarse a un desafío en condiciones injustas. No es necesario que el Estado continúe haciendo todo lo que hace (mal) en la actualidad, y, sin duda debería centrarse más en pagar servicios en lugar de proporcionarlos: los subsidios complementarios pueden hacer mucho para mejorar la vida de los pobres sin que el gobierno tenga que participar en el proceso. Con todo, no debemos olvidar que una parte muy importante de lo que éste hace se refiere a aspectos de los que los mercados no se ocuparían (los cambios de comportamiento, la asistencia sanitaria preventiva, la educación para quienes viven en áreas donde no hay colegios privados, la ayuda en las situaciones de emergencia, etcétera). Incluso en estos casos el gobierno puede trabajar con socios encargados de la ejecución de proyectos externos, como ha demostrado el caso del BRAC, en Bangladesh, pero, si somos realistas, continuará siendo uno de los agentes sociales principales en la economía. El reto que tenemos algunos de los que nos dedicamos a lo que se podría denominar el sector de la ideas, es, por consiguiente, hallar la manera de rediseñar las fórmulas de actuación de los gobiernos para conseguir que funcionen mejor en términos de ejecución y de delegación a terceros, así como de mejorar la eficacia de sus actuaciones futuras.

Bibliografía

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Notas

  1. Los razonamientos que apoyan esta tesis están expuestos en Banerjee (2007).
  2. Las evaluaciones de recursos participativas son una técnica habitual para hacer que un grupo de habitantes planifique su pueblo de manera conjunta.
  3. Todavía tiene sentido intentar evaluar el efecto que pudiera tener modificar algunos detalles del programa antes de darlo por cerrado. ¿Habría una mayor creación de empleo si, por ejemplo, en lugar de dar por hecho que todos los beneficiarios del programa tienen que trabajar para la comunidad, se enviase a algunos a trabajar en negocios privados, aunque el gobierno siga apoyando su salario y se asegure de que no perciben menos del salario mínimo? ¿Se impulsaría más el programa si las élites locales tuvieran la impresión de que también les beneficia a ellas? ¿O las animaría a intentar «apropiarse» de él?
  4. Éstas no son las únicas explicaciones posibles. Deaton y Dreze (2008) sugieren que el bajo consumo en alimentación puede ser un reflejo de que la demanda de trabajo físico es menor.
  5. Ello coloca a la India entre los países que peor parados salen del estudio (sólo Uganda, con un 27%, tiene un índice mayor de absentismo).
  6. Para el experimento véase Banerjee, Banerji, Duflo, Glennerster and Khemani (2008).
  7. La respuesta también puede que dependa de que la ampliación del programa de cupones coincida con el cierre de un gran número de colegios, en cuyo caso habrá muchos profesores disponibles. Uno de los motivos por los que las medidas para combatir la pobreza no han funcionado mejor es porque hemos abordado el tema de forma ingenua, sin comprender bien dónde reside su complejidad.1 Este artículo trata de lo que he averiguado sobre este asunto en mis investigaciones, basadas en su mayoría en la India.
  • https://www.premiosfronterasdelconocimiento.es/noticias/nobel-de-economia-para-abhijit-banerjee-y-esther-duflo-fundadores-del-laboratorio-de-accion-contra-la-pobreza-del-mit-galardonado-con-el-premio-fronteras-de-cooperacion-2008/

Nobel de Economía para Abhijit Banerjee y Esther Duflo, fundadores y directores del Laboratorio de Acción contra la Pobreza del MIT galardonado con el Premio Fronteras de Cooperación 2008

El Premio Nobel de Economía 2019 ha reconocido “el enfoque experimental para aliviar la pobreza global” de Abhijit Banerjee y Esther Duflo, fundadores y directores del Laboratorio de Acción contra la Pobreza Abdul Latif Jameel (J-PAL) del Massachusetts Institute of Technology (MIT), galardonado en la primera edición del Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento (2008) en la categoría de Cooperación al Desarrollo. Este laboratorio, formado por economistas del MIT, promueve la utilización de métodos científicos para evaluar la eficacia en el empleo de los fondos destinados a la ayuda al desarrollo. Duflo y Banerjee comparten el galardón con el economista de Harvard Michael Kremer, que es también profesor afiliado de J-PAL. Los tres galardonados, según el fallo del Nobel, “han mejorado considerablemente nuestra capacidad para combatir la pobreza global”, ya que “en solo dos décadas, su nuevo enfoque basado en la experimentación ha transformado la economía del desarrollo, que es hoy un floreciente campo de investigación”. Kremer participó en la jornada sobre Análisis Científico de la Ayuda al Desarrollo, celebrada en la Fundación BBVA en enero de 2007, y es co-autor del libro “El análisis experimental de la ayuda al desarrollo: la evaluación de lo que funciona y lo que no funciona”, la publicación resultante de este encuentro académico.
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El Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento 2008 en la categoría de Cooperación al Desarrollo se otorga al Laboratorio de Acción contra la Pobreza Abdul Latif Jameel (J-PAL), del Massachusetts Institute of Technology (MIT). Este laboratorio, formado por economistas del MIT, promueve la utilización de métodos científicos para evaluar la eficacia en el empleo de los fondos destinados a la ayuda al desarrollo.

El análisis experimental de la ayuda al desarrollo: la evaluación de lo que funciona y lo que no funciona

José García Montalvo (Ed.)
Otros autores
Michael Kremer, Esther Duflo, Rohini Pande, Vijayendra Rao
EDITORIAL
Fundación BBVA
FECHA DE EDICIÓN
Noviembre 2008
COLECCIÓN
Materiales de Reflexión
ISBN
978-84-96515-79-6
IDIOMA
Español

Responder a la pregunta sobre la eficacia real que la ayuda internacional posee en los países en vías de desarrollo es una de las cuestiones más controvertidas y discutidas en el ámbito de la Economía del Desarrollo, junto con el problema de la corrupción del gobierno de algunos países receptores y la falta de coordinación entre estados e instituciones donantes.
Dado que los análisis macroeconómicos se han revelado insuficientes, y que los actuales métodos de evaluación provocan desconfianza, la comunidad científica, con la colaboración de algunas agencias de desarrollo y ONG, ha centrado recientemente su atención en elaborar procedimientos análogos a los que se utilizan en medicina y en ciencias experimentales, que puedan evaluar científicamente el impacto de los proyectos y las políticas de desarrollo.
Dos son los objetivos fundamentales de estos nuevos métodos: por un lado, proporcionar credibilidad a las conclusiones; por otro, facilitar la comunicación de los logros a la opinión pública. Estos métodos se convertirán en el estándar para la evaluación de futuros proyectos y programas, y evitarán que el renovado entusiasmo hacia la ayuda al desarrollo decaiga irremediablemente.

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  • https://www.premiosfronterasdelconocimiento.es/galardonados/laboratorio-accion-la-pobreza-del-massachusetts-institute-of-technology-mit/